Partida Rol por web

A pesar del estado de Sandile, su velocidad se mantenía constante. El dolor por sus heridas sólo se mostraban en sus ojos, pero el resto de su cuerpo era desafiante, demostrando que aún podía dar duro a su rival. Y así lo hizo. Se lanzó con las fauces abiertas, con toda la fiereza que había acumulado en el combate, y mordió a su rival. Pero no contaba con la piel dura de Gible, y por poco se quedó sin colmillos. El pequeño pokémon lagartija había sufrido un revés en el combate, y no sería el último.

Gible, aunque malherido por esa dentellada, se preparó. Su cabeza brilló con el color argéntico de un lado a otro y se lanzó contra Sandile. Gible dio tal cabezazo a su rival que le lanzó contra la pared. Sandile no pudo volver a levantarse, estaba KO.

Era la primera vez que Hiromi tenía que plantearse un nuevo pokémon. ¿Sus pokémon serían capaces de derrotar a los restantes de Erik?

A pesar de que Sandile finalmente había sido derrotado, Hiromi se empezó a sentir confiado en aquella batalla, así que se relajó ligeramente y decidió cambiar a una nueva estrategia que quería ver cómo le podría funcionar. Aún le quedaban unos cuantos pokémon en su reserva, y hasta ahora no le había sacado nunca. Así que como aquel combate sería a 6 pokémon, no estaría de más que Inkay fuera actuando.

¡Hola, amigo! Dijo Hiromi al sacar a su pokemon de la pokeball. ¡Te he tenido todo el torneo encerrado, pero creo que ya va siendo hora de que demuestres lo bien que nos ha ido el entrenamiento hasta ahora! ¡Quiero ver de qué pasta estás hecho y ver si juntos podemos derrotar a Gible!

¡Adelante, recurre a toda tu fuerza, amigo!

Para Erik, la situación era muy poco ventajosa. A esas alturas, ya conocía sus opciones de salir triunfante. Pero no por ello se iba a rendir... Al menos de momento.

Gible, no hay que rendirse nunca. ¡Enfado! ¡Carga contra él con violencia!

El pokémon, debilitado por el combate anterior, rugió con furia. No quería decepcionar a su entrenador, así que dejó que la furia se apoderara de él y salió hecho un basilisco contra Inkay.

A Erik se le veía muy incómodo, y no era para menos. Había necesitado usar tres de sus pokémon para derrotar a uno de los de Hiromi y, seguramente, eran los mejores. Sólo le quedaba confiar en que los demás poseían grandes cualidades para derrotar a todo el arsenal de Hiromi.

Pero no parecía tener suerte, no. Gible parecía confiado y su ataque podría haber funcionado, pero la velocidad jugaba en favor de su rival. Inkay se movía con tanta facilidad que a Gible le costaba seguirle, y fue su perdición. La potencia del ataque del pokémon calamar pudo con él. Inkay brilló de manera especial y, como si él mismo fuera una onda de energía, se lanzó contra Gible. El pokémon intentó pararlo con sus fauces, pero fue imposible. Salió disparado y terminó en el suelo, sin energía para continuar.

Erik lo tenía cada vez más dificil. Sin embargo, Hiromi tenía todas las papeletas para ganar.

Erik suspiró al ver a su pokémon caído. Esperaba que Gible le hubiese hecho algo, pero no había habido suerte. Le llamó alzando la pokéball, y rápidamente eligió a un nuevo compañero.

¡Goomy, es tu turno!

A ver cómo lo haces, compañero. ¡Usa Pulso Dragón!

En cuanto vio como Gible también caía, Hiromi no pudo evitar sonreír. Siempre había sabido que la velocidad era vital en los combates, especialmente una vez que durante su duro entrenamiento se había enfrentado a un Forakie que fue capaz de acabar con todo su arsenal de pokémons. Desde aquel día había decidido que sus pokémon serían tremendamente veloces y había insistido en entrenarles para ello.

Ahora la velocidad jugaba a su favor, y gracias a ella, Sandile había derrotado a dos pokémon, e Inkay pronto llevaría el mismo camino.

¡Te veo muy fuerte, amigo! Gritó Hiromi cargado de orgullo y confianza. ¡Ya sabes cuál es el siguiente paso a dar, repite el mismo gesto y pronto tendremos este combate finalizado! ¡A toda potencia, amigo!

El pokémon de Erik era un pokémon babosa, y como tal, era muy lento. La gente se empezó a preguntar a qué jugaba el entrenador, pues la estrategia de Hiromi se basaba en la velocidad.

Así, Inkay volvió a brillar e impactó de lleno en el cuerpo de Goomy. El pokémon baba salió disparado, pero alrededor del cuerpo del calamar quedó parte de la sustancia que le recubría. Inkay se vio imposibilitado por la baba de Goomy, y le hacía muy complicado moverse con la velocidad que le caracterizaba. La gente lo entendió y aplaudió al hombre que iba perdiendo.

Goomy, desde su posición, abrió la boca. Unos círculos rojos salieron de ella e impactaron contra Inkay, que no pudo hacer nada para esquivarlos.

Erik entendía que tenía las de perder. Lo sabía, pero la estrategia de Goomy le había funcionado. Ahora, Inkay no podría superar su velocidad, y podría atacar primero.

¡Goomy, Cometa Draco! El cuerpo del pokémon baba pareció brillar mientras alzaba el cuello

Hiromi sonrió al comprender la estrategia de su rival, pero si se pensaba que todo iba a estar de su lado, se equivocaba. Pues, el entrenador no quería ver a su Inkay debilitarse, así que antes de que fuera demasiado tarde para él, apuntó con su pokéball y lo sacó del terreno de batalla para que evitara el golpe.

¡Vuelve Inkay, buen trabajo! Le gritó para darle ánimos. Inmediatamente sacó una nueva pokéball, con la esperanza de que su Pawniard resistiera el golpe con su duro cuerpo de acero, y de que terminara él solo de una vez por todas aquel combate.

¡Vamos Pawniard, adelante! ¡Seguro que tú puedes acabar con este combate! Le dijo esperando que así fuera. ¡Y lo siento por eso! Le dijo al ver que recibiría aquel duro golpe de su rival.

El pokémon de Erik estaba más que preparado para lanzar su ataque. La velocidad de Inkay esta vez estaba fuera de servicio. La sustancia pegajosa de Goomy le había dejado indefenso. No podría soportar ese ataque.

Goomy lanzó un meteoro nacido en su boca hacia el cielo. Al llegar al punto máximo del lanzamiento, éste se rompió en varios trozos, que cayeron a gran velocidad hacia Inkay. El pokémon veía su final, pero lo asumía con valentía...

Hasta que Hiromi decidió retirarlo. No había llegado tan lejos en ese torneo por ser tonto, y vio la estrategia de Erik. Así, con velocidad, llamó a su pokémon y lo sustituyó por uno con más resistencia ese tipo de ataques. Gracias a eso, Inkay se mantuvo con vida y Pawniard aguantó el golpe de Goomy.

Hiromi sonrió al ver como su Pawniard había soportado el golpe y no había caído debilitado como esperaba que pasase su enemigo. Estaba contento porque aún mantenía a Inkay con vida y no había dejado que sucumbiese ante el ataque.

A pesar de que el pokémon de Hiromi fuera pequeño, sabía cuál era el siguiente paso a dar y también sabía cuál era el ataque más efectivo contra Goomy, se arriesgaba a quedar pegado como su compañero, pero la ocasión merecía la pena. Así que el entrenador alzó un par de dedos dándole la señal a Pawniard. ¡Vamos amigo, demuestra lo que vale como el combate anterior! ¡Dale de su propia medicina y golpéale!

Erik vio cómo su rival cambiaba de pokémon y sacaba a uno más resistente a los ataques de tipo dragón. Maldiciendo, vio cómo el golpe no tenía el efecto deseado y, encima, cansó a Goomy

A ese juego sabemos jugar los dos dijo, esperando ver el siguiente movimiento de su rival. No tardó en ordenar el ataque, y Pawniard salió corriendo hacia Goomy

¡Hora del descanso! ¡Vuelve! ¡Es tu turno, Trapinch!

Esta vez fue Erik el que cambió el combate. Hiromi ya se estaba dando la enhorabuena por su gran estrategia, pensando que la victoria ya era suya. Queriendo dar una lección sobre los movimientos de tipo dragón a Erik, lanzó a su Pawniard contra el Goomy de su rival, preparado para destrozarle de un par de golpes.

Pero la sorpresa se la llevó Hiromi, cuando Erik copió su estrategia y decidió cambiar de pokémon. Y, donde todos esperaban otro pokémon de tipo dragón, resultó aparecer un Trapinch, un pokémon de tipo tierra que supo aguantar muy bien los dos golpes de Pawniard.

Pawniard se quedó muy sorprendido al ver que el pokémon contra el que se estaban enfrentando no era ningún dragón como imaginaba. Las miradas de pokémon y entrenador se cruzaron sin comprender. Pensaba que nos estábamos enfrentando a un paladín. Dijo directamente a Erik. ¿Acaso no has logrado capturar a todos tus pokémon del mismo tipo? No quiso quedar de prepotente, ni tampoco ser un borde, pero aquella elección de pokémon le habría dado una lección, pero no había sido el movimiento más eficaz. Pawniard era el doble de rápido que Trapinch, y una vez más eso le saldría caro a Erik. Sigues sin comprender que mi estrategia no solo se basa en que sea un Ocultista, sino que he escogido a la mayoría de mis pokémon por su velocidad, Trapinch será mucho más poderoso que Pawniard, pero él es mucho más rápido.

Y antes de que Trapinch se pudiera dar cuenta, Pawniard ya estaba sobre él golpéandole con su férrea cabeza.

Erik miró detenidamente a Hiromi. Sopesó cómo responderle, pues podía ser totalmente sincero, o podía mandarle a tomar viento fresco.

Mi visión no es sólo lo que se ve en este momento, si no lo que hay más allá. Tú has elegido a tus pokémon por su velocidad, yo he dejado que ellos me elijan a mi. Por eso me respetan

Y punto, ahí dejaba todas sus palabras. Frunció el ceño, dispuesto a decidir el ataque que acabaría con Pawniard de un sólo golpe... Pero su mente se movió mucho más rápido. No sólo se limitaba a entrenar a sus pokémon, si no a estudiar a los demás. Comprendía y entendía lo que había sucedido en este combate. Y vió lo que iba a pasar a continuación.

Sus pokémon estaban dispuestos... Pero él no tanto.

Este combate se acabará en tres o cuatro movimientos, y no será para mí la victoria. Has ganado. ¡Trapinch, vuelve!

El pokémon se dio la vuelta con sus pinzas abiertas de la sorpresa. Le bastó con cruzarse una mirada con su entrenador para comprenderle. Volvió a su pokéball.

Nos volveremos a ver, y tú serás el derrotado. Y, sin más, se dio la vuelta y se marchó.

Y tras una charla de moralidad por parte de los entrenadores, que se debían pensar que estaban en una clase de filosofía o de superioridad moral, decidieron actuar. Pero lo que nadie se esperaba era la reacción de Erik.

Donde siempre había batallado y no se había rendido en ningún combate, lo hacía en ese momento. Dejó a Pawniard enfrentándose a un rayo rojo proveniente de su pokéball, mientras Erik se giraba y se despedía de todos los presentes.

Ante la sorprendida mirada de los espectadores, el árbitro dio por finalizado el combate. Al público le costó entender la reacción de Erik pero, al hacerlo al fin, se levantó y empezó a aplaudir. Sin lugar a duda, había sido un combate magnífico, aunque quizá no había sido digno de una final.