Partida Rol por web

Un registro de la cabina del barco de Le Diable revela un interesante secreto. En un cofre cerrado con una llave que el francés llevaba consigo hay unos documentos donde se revela que el pirata está actuando como espía de los españoles. Su actividad de agente doble será de interés para el governador de Port Royal o incluso para Morgan.

Lástima que debido a las heridas recibidas el francés muere al poco rato de comenzar el regreso, hubiese supuesto mayor valor estando vivo, aun asi os recompensarán por haber acabado con el. Y la fama o notoriedad que os dará será casi más importante que el dinero.

Mike inicia el viaje de regreso aparentemente poco herido, pero su estado empeora tras las primeras horas de navegación.
No entiende nada sobre heridas o cómo curarlas, pero cada vez está peor y desde la hamaca en la que está tendido se está temiendo que después de haber sobrevivido a peleas que pondrían a cualquiera los pelos de punta, sea un viaje lo que acabe con su vida.

Daniel y Francisco tampoco aguantan los rigores del viaje, el español apenas dura unas horas mientras que el muchacho soporta el dolor hasta que no puede más antes de llegar a vuestro destino.

La herida del brazo de Mike no parece curarse bien, posiblemente se esté infectando, al llegar a Port Royal lograis que le atienda un médico. Logra curarselo pero ya no puede moverlo como antes y siente unos dolores que le quedarán como secuela de por vida.

Kat ha perdido mucha sangre, se encuentra débil y apenas puede mantenerse consciente, sabe que tiene pocas posibilidades pero todavia puedes confiar en tu suerte.

Por fin terminó la batalla, pero muchos hombres han caído en batalla. Eso no es algo que me influya mucho, he visto más muertes de las que cualquier hombre se pudiese imaginar. Y muertes de personas cercanas a raudales. Por eso, digo unas pequeñas plegarias a mis compañeros muertos y sigo con mis tareas para volver vivo a casa.

Sin embargo, cuando estoy apilando cuerpos, siento un mareo intenso que recorre todo mi cuerpo, y caigo de rodillas al suelo. Para luego, caer desplomado por completo sobre la cubierta boca abajo.

Tomo mi botella de ron y le doy un trago. Saco fuerzas de donde no las tengo, y me dirijo gateando hasta el borde más cercano del barco. Doy un trago más, empiezo a reir. Llamo a un muchacho para que cargue un cañon, y me dispongo a disparar. Mi muerte está llegando y nada mejor que escuchar el hermoso sonido de una explosión.

Luego de disparar, empiezo a reir más fuerte todavía. Y le digo a toda la tripulación:

-Fue un gusto haber peleado con ustedes. Pero temo que nuestros caminos se deberán separar por ahora. Espero verlos en las profundidades del océano algún día.

Dicho eso, hago fondo blanco con mi botella de ron, hasta terminarla y dejarla vacía. Lanzo la botella al mar, y luego me dejo caer por la borda hacia el mar. Tiñiendo las hermosas aguas celestes del caribe de rojo. Lentamente se me cierran los ojos. Que mejor manera que morir que en donde pertenezco, el mar. A pesar de todo, muero con una sonrisa en la cara.

Carmen es atendida por el francés al que casi no puede ver. Se perdió gran parte de la batalla, aunque ella misma libraba una batalla para sobrevivir.

Batalla que terminó perdiendo. Aún así, ese corto período fue el más intenso de su vida. Carmen descubrió lo que era realmente vivir al límite, y aunque no todo lo que vivió fue memorable, en su último suspiro no puede evitar mostrar una sonrisa. Moriría libre, llena de heridas y habiendo encontrado un botín de joyas oculto por una tribu nativa. Quién lo diría de Carmen Álvarez, hija de un juez y condenada la matrimonio concertado. Quién diría que terminaría su vida en ese lugar?

Pero así fue. Y mientras los pensamientos de Carmen se deshilachaban cual vela tras haber surcado los mares durante décadas, un último recuerdo vino a su mente. El sabor de ese vino rancio con el que selló un pacto con sus compañeros. Un vino que cató una sola vez y que no volvería a probar jamás.

La llegada a Port Royal no es ningún alivio, por el camino han caido muchos compañeros, Kat, Carmen, José, ni uno solo de ellos pudo sobrevivir a la noche. Muchos de los prisioneros heridos también están muertos y el barco de Le Diable casi parece un buque fantasma cuando entra lentamente en el puerto.

Causais un gran impacto en la población, llegando en el barco del francés que ahora está muerto. Os conducen ante la autoridad, pero los papeles que portais os eximen claramente de cualquier castigo. El gobernador queda complacido y os ofrece una patente de corso para navegar y capturar barcos españoles, además es posible que por este incidente las relaciones entre Inglaterra y Francia se vean deterioradas.

Morgan también está contento, Eric le cuenta lo sucedido y os felicita, no solo por haberos librado del francés, si no por haberlo hecho con motivos. Os permite quedaros con todo el botín y además os ofrece un puesto en su flota, con vuestro propio barco. Tan solo habeis quedado tres, Adam, Bocaseca y Mike, sereis de los pocos que os acordareis de vuestros compañeros y de como su coraje a pesar de las heridas y de la adversidad posiblemente ayudó a que esteis con vida. Para poder vivir nuevas aventuras, intuyendo que el cualquier momento acabareis como ellos, pero eso es algo que siempre habeis sabido, así es la vida de un pirata.

-FIN-

Batalla que terminó perdiendo. Aún así, ese corto período fue el más intenso de su vida. Carmen descubrió lo que era realmente vivir al límite, y aunque no todo lo que vivió fue memorable, en su último suspiro no puede evitar mostrar una sonrisa. Moriría libre, llena de heridas y habiendo encontrado un botín de joyas oculto por una tribu nativa. Quién lo diría de Carmen Álvarez, hija de un juez y condenada la matrimonio concertado. Quién diría que terminaría su vida en ese lugar?

Pero así fue. Y mientras los pensamientos de Carmen se deshilachaban cual vela tras haber surcado los mares durante décadas, un último recuerdo vino a su mente. El sabor de ese vino rancio con el que selló un pacto con sus compañeros. Un vino que cató una sola vez y que no volvería a probar jamás.