Los mercenarios que te liberaron no respondieron a ninguna de tus preguntas. Ya sabes como trabajan, cumplen su misión y no dan ni piden explicaciones a nadie, algo que facilita su contratación pero que en este caso te hubiera servido mucho.
Te han dejado en el continente, en tierras de los Estados Confederados, como mínimo a 800 kilómetros de Dogora, la capital del Imperio.
Va a ser un día caluroso como es habitual en el Sur del continente. El mono carcelario, de color gris pero lleno de manchas variadas, es fino y al menos no aumenta la sensación ambiental.
Caminas sin perder de vista la costa, te diriges hacia el Este para al menos aproximarte a tu destino. No tardas en ver un faro a lo lejos, situado sobre un largo saliente de roca. La luz del faro funciona pese a que el amanecer ha pasado hace rato.
Mientras te aproximas al faro piensas en cual es tu situación ahora. Desconoces si Scudia te perseguirá, nunca supieron que trabajabas para el Imperio y, después de ver su escaso nivel militar, dudas mucho que tengan los medios para buscarte en suelo extranjero.
Obviamente el Imperio no te ha liberado, las normas eran claras y si te capturaban podías despedirte de su respaldo. Aún así conoces casos de intercambio de espías, pero normalmente es el otro país quien lo solicita.
Irónicamente el problema surgirá cuando intentes entrar en tu propio país. Las leyes migratorias son estrictas, precisamente para evitar la entrada de espías, terroristas o posibles enemigos de la patria. Durante años se ha trabajado para detectar a estos inmigrantes ilegales, incluso alguna vez has realizado algún trabajo descubriendo a mafias que se encargaban de introducir gente en tu país. Y ahora que estas fuera posiblemente cualquier de tus perfiles ha sido borrado, eso si no se te ha declarado enemigo publico.
Si la noticia de tu liberación llega a Dogora, que llegará, se encargaran de enviar a alguien para evitar cualquier filtración de información por tu parte. Y no te pedirán amablemente que no divulgues datos del Imperio.
El Sol ya ha salido por completo cuando llegas a las cercanías del faro. Ves un camino de tierra que avanza hacia el interior y llega hasta un pueblo, calculas que está a un par de kilómetros.
La luz del faro se ha apagado, aunque no ves a nadie supones que alguien tiene que haberlo hecho. Junto a la puerta del faro, bajo el cual hay una pequeña casa, ves una bicicleta.
Tan solo llevas el mono que te dieron en la cárcel.
Estoy cansada pero aun debo poder llegar hasta allí y comprobar si hay algo que me pueda valer para moverme de forma más rápida, agua y comida. Alguien tiene que haber en ese faro, por lo que ese es mi destino. Me alejo del camino y avanzo silenciosamente pero sin llamar la atención hasta el faro para echar un buen vistazo.
Te aproximas al faro procurando no ser vista. La pequeña casa anexa tiene un par de ventanas, el interior esta a oscuras pero puedes adivinar una cama, un sofá y lo que parece una cocina bastante básica.
La puerta de madera, maltratada por la humedad, esta cerrada. La cerradura es realmente sencilla, pero no tienes nada con que forzarla.
La puerta del faro, a unos tres metros de la entrada de la casa, es de madera remachada y su cerradura es un poco mas compleja, aunque sigue estando dentro de tu pericia.
Comienzas a oír un ruido constante que se intensifica poco a poco, pegas tu cabeza a la puerta del faro y escuchas golpe tras golpe, paso tras paso, como alguien está bajando por las escaleras y se dirige a tu posición.
Escuchar esos paso me obligaba a actuar rápido. Si me veía con estas ropas no iba a ser bueno y seguramente daría la alarma por lo que intento esconderme bien para sorprenderlo nada más salga y buscar respuestas y ayuda. Si había suerte podría convencerlo de que no soy peligrosa y de que necesito varias cosas para llegar a mi meta.
Te escondes rodeando parcialmente el faro a la espera de que aparezca la persona que baja por las escaleras.
En tan solo unos segundos la puerta se abre haciendo un ruido que denota poco mantenimiento, te asomas y ves la espalda de un hombre mayor. Bajo el sombrero que lleva puedes ver una espesa mata de canas que necesita un lavado urgente.
El hombre camina sin prisa alguna hacia la puerta de la casa, se detiene junto a la bicicleta y comienza a remangarse los pantalones para montar.
Está de espaldas a ti y a poco mas de cuatro metros, hagas lo que hagas lo vas a coger por sorpresa.