Partida Rol por web

Naciste en el seno de una familia muy humilde. Debido a la precariedad económica tu familia solo pudo tener un hijo, lo cual te convertía en la única opción de conseguir un futuro mejor.
Sin embargo ese futuro se volvió oscuro cuando comenzó la guerra. Kaihatsu se unió a la lucha y tu padre se vio obligado a alistarse, dejando a tu madre al cargo de un bebé y una pequeña plantación.
Antes de que acabase la Guerra del Norte tu padre regresó a casa y pudisteis proseguir con una vida normal.

Quizás la falta de un padre durante mi infancia me hizo volverme una persona solitaria. Si a eso le sumamos la soledad de ser hijo único, todo parece encajar en esta ligera y quizás poco argumentada teoría. Aun así... ¿qué puede salir, sino, de alguien que no ha tenido durante el período más importante de su vida un modelo paterno que seguir y del que aprender? Por lo menos tenía a mi madre...

Cuando volvió mi padre ya comenzaba una nueva etapa de mi vida. Debo admitir que volver a ver a mi padre, del cual casi ni recordaba nada, me alegró... pero quizás no tanto como esperaba y anhelaba. Realmente no me aportaba nada... Era mi padre, sí, pero apenas le conocía y, como ya he dicho, casi ni guardaba ningún momento vivido junto a él antes de que se marchara a la guerra. Había sido demasiado chico como para poder recordar algo de aquella época. Por lo tanto, no era diferente a conocer a un extraño.

Por si fuera poco, las atenciones de mi madre dejaron de centrarse únicamente en mí. Me había acostumbrado a ser su única compañía y, la vuelta de mi padre, supuso una leve aunque notoria ruptura entre ella y yo. No quiero que me malinterpretéis, no sentía ningún tipo de pasión extraña por mi madre... nada de complejo de Edipo... creo.

Tu camino hacia la adolescencia se desarrollo sin grandes problemas. Con tu padre en casa tu vida se normalizó pese a que no te acabases de adaptar al cambio.
Avanzabas en el colegio y llegaste al instituto, en ambas etapas tuviste las mismas complicaciones sociales. Te gustaban mas los animales que las personas, cosa que se agravó cuando los demás chicos se metían contigo por tu extraña afición.
A medida que se acercaban los 18 años veías como, quisieras o no, tenias que ir al ejercito. La preocupación real llegó cuando estalló la guerra, por suerte Kaihatsu no participaba en ella, pero si entraba durante tu adiestramiento era muy probable que te mandasen al frente.

Mi afición por los animales comenzó a crecer de manera desorbitada en esta época. Desde siempre me habían gustado, pero probablemente la leve, y nueva para mí, desatención de mi madre me hizo querer buscar más de lo normal la compañía que me faltaba en ellos.

Además, me llamaban muchísimo la atención: cómo se guiaban del instinto para conseguir alimento, sus extrañas costumbres, etc. Por ejemplo, ¿por qué los gallos siempre cacareaban con la salida del sol? Era algo extraño, parecía como si tuvieran una especie de reloj interno que les dijera "Debes cacarear cuando esa enorme bola amarilla comience a ascender por el cielo". Incluso pude comprobar que algunos animales domésticos adquirían costumbres similares a las de sus dueños... como el caso de algunos perros que, al igual que sus amos, también echaban alguna que otra cabezadita durante las siestas de éstos. Sí, para ti probablemente estas cosas no sean más que tonterías... pero para mí eran realmente interesantes.

Quizás por todo esto, rápidamente me gané la fama de chico raro... lo que me llevó a más de una pelea. Nunca he sido un chico violento, pero mi paciencia tiene un límite. Por desgracia, tanto de pequeño como ahora, nunca me he caracterizado por ser fuerte... de todas formas, soy ágil y tengo buenos reflejos, por lo que cuando la situación se ponía fea o cuando sabía que una pelea no la podía ganar, no dudaba en salir corriendo. ¡No había quien me pillase!

Los insultos, por supuesto, fueron en aumento. De todas formas, jamás dejaría de ser yo mismo simplemente por cosas como ésas. Las personas no me importaban... bueno, no todas. Como chico adolescente, también sentí la atracción hacia las chicas. En concreto hacia una de ellas: Sun Hee. Su sonrisa era realmente bonita, y su mirada tenía cierto matiz soñador. Por desgracia, jamás me atreví a decirle nada.

Mi llegada a los 18 años no me supuso ningún trauma o pesar. Llegaba la hora de pasar mi año obligatorio en el ejercito... pero, lejos de verlo como algo negativo, lo veía como una oportunidad de conocer mundo. Por fortuna, Kaihatsu no participaba en la guerra. No tenía nada que temer... o eso creía.

Durante el año que pasaste recibiendo instrucción militar la tensión en el continente no paró de crecer.
Cuando estabas terminando el servicio obligatorio Geld entró en la guerra, se suponía que tenían un pacto con Kaihatsu para participar justos pero los dirigentes kais se echaron atrás.
Mucha gente lo consideró una traición, pero te salvó de ser enviado al frente.

Tu rendimiento durante el adiestramiento fue mas que aceptable. Uno de tus superiores te propuso quedarte en el ejercito una vez acabases la etapa obligatoria.
Te ofrecieron un puesto en el cuerpo de exploradores y otro en el de artillería, podías elegir emprender una carrera militar o volver a casa y esperar que la guerra no afectase a tu país.

Obviamente, no tardé ni un solo segundo en decidir qué opción prefería: explorador. En aquel entonces ya comenzaba a odiar la vida militar, quizás no tanto como para abandonarla como haría más tarde, pero sí lo suficiente como para replantearme si aguantaría allí mucho tiempo. En cualquier caso, lo que quería estaba frente a mí en ese momento. Ser explorador no estaría mal, y seguro que me ayudaría a formarme en lo que estaba interesado. Acepté, sí, pero supe que aceptar aquello era rechazar definitivamente mi hogar. Realmente me jugué demasiado en aquella elección.

Tu llegada al cuerpo de exploradores conllevó un nuevo destino lejos de casa, pero estaba mas que compensado con la libertad que tenías a la hora de realizar misiones.
Apenas había acabado tu nueva formación cuando el Imperio invadió Kaihatsu. Fue entonces cuando tu trabajo consistía en analizar las lineas de suministro enemigas y buscar nuevos objetivos para las tropas kai.
Durante los últimos seis años de guerra estuviste mas tiempo en la meseta central que en tu propio país. Allí pudiste ver la peculiar fauna que vivía en el interior de las cordilleras. Dragones, golems, saurios y otras animales que era muy difícil ver fuera o de los que simplemente solo habías oído hablar.

Con el fin de la guerra volviste a casa, pero sabías que tus destinos ya no estarían tan lejos.

La vida militar no era fácil, pero al menos tenía lo que quería. Pude aprender muchísimo y, además, ganar un buen dinero que más adelante probablemente me sirviese. Aun así, notaba un vacío en mi interior... la frialdad de la guerra me cambió. Me volví una persona más retraída aun si cabe. No, no es que me volviese un asocial que no supiera cómo comunicarse con el resto de personas, sino más bien... no me interesaban el resto de personas. Extraño, ¿verdad? Apenas hablaba más de cuatro palabras con el resto de compañeros, y si lo hacía era porque ellos iniciaban primero la conversación... En fin, ¡cosas que pasan!

En cuanto la guerra terminó, vi totalmente innecesario seguir trabajando en el ejercito. Pero dejar el ejercito no era algo fácil. Una vez que juras entrar, es difícil poder salir... por lo que decidí optar por huir. Sí, huir del ejercito... "¡menudo loco!", dirás... ¡Pues sí! ¡Menudo loco!

En fin, si quieres te cuento cómo lo planeé... Salir fue sencillo, simplemente tuve que ocultarme y huir lo más rápido que pude. La dirección que tomar ya fue más complicado. Mi objetivo era llegar a Geld, pues sabía que era una región rica en recursos y quizás allí pudiese conseguir el equipo necesario para mi nueva aventura. El camino que escogí para llegar... fue la zona costera, pues creía que por allí podría evitar ser identificado, aunque realmente mi idea era, una vez en Geld, comenzar a investigar los seres que habitan en sus interiores.

En cualquier caso, hoy ya me encuentro a tan solo unos cuantos kilómetros de mi destino, la frontera que separa Kaihatsu de Geld. Pronto no tendré que huir más...