Partida Rol por web

Naciste en el seno de una mas que acomodada familia de Geld. Tu padre había hecho una fortuna diseñando vehículos de combate para el ejercito de Geld y supo reorientar el negocio para fabricar coches para el pueblo.
Eras el mediano de tres hermanos, de modo que sabias lo que era ser el pequeño y el mayor al mismo tiempo.

Cuando apenas tenias cinco años te matricularon en el mas caro y renombrado colegio de Gelder, la capital. Donde ya estaba tu hermano/a mayor y donde estaría el pequeño/a.
Recuerdas que allí eran todos hijos de alguien rico o importante, y que la mayoría de las fortunas provenían directa o indirectamente de la guerra que había terminado casi quince años atrás.

Mi infancia fue una feliz. Mi familia había hecho su fortuna durante la guerra y mediante el trabajo duro de mi padre. Aquello había tenido un gran impacto en mi crianza. Siempre rodeado de lujos y asistiendo a lo más alto de la sociedad de Geld. Sin embargo, y para mi mejor entendimiento del mundo, mis padres conocían lo que no era poseer todas aquellas comodidades materiales, por lo que lograron y lucharon por criarme con conciencia y pensamiento, sabiendo valorar las cosas por lo que verdaderamente eran y dandole importancia a aquello que lo merecía.

También, mi infancia se vio claramente influenciada por mis hermanos. Al ser el mediano no poseía el peso ni la responsabilidad del hermano mayor, ni los beneficios del último, por lo que tendí a ser más bien el "más libre" de los tres. Con ellos aprendí a compartir y a no centrarme únicamente en mí mismo, como solía ocurrirle a aquellos que se criaban entre la opulencia.

Sin embargo, no soy un santo. Durante esta etapa mi familia fue el centro y mis padres y hermanos me enseñaron, de alguna u otra manera, a valorar los momentos de alegría sobre los objetos, y que éstos no eran la fuente de la felicidad. Aún así, amaba todos los lujos que mi familia me brindaba, y todos lo momentos hermosos que el dinero nos permitía tener.

Cuando estabas terminando el colegio Geld entró en la guerra que el Imperio había comenzado. Viendo que Kardia y Hukonia no podían hacer frente al ejercito imperial Geld tuvo que intervenir. Si bien Kaihatsu iba a apoyar esta intervención en el último momento se retractaron en lo que históricamente se conoce como la gran traición.

Mientras el conflicto iba ganando envergadura tu te dedicabas a intentar adaptarte al instituto. Tu hermano mayor fue llamado prematuramente al servicio militar, solo obligatorio en tiempos de guerra, mientras tu padre aumentaba sus beneficios fabricando vehículos para el ejercito.

Si la guerra no terminaba antes tenias cuatro años de instituto por delante antes de ser requerido por el ejercito. Y si el conflicto se alargaba había muchas posibilidades de ser enviado al frente.

La partida de mi hermano me afectó muchísimo. Andros (si me permites ponerle nombre :D) había sido un gran amigo y lo amaba profundamente, siempre peleábamos pero al fin y al cabo eramos hermanos y aquella era una forma de demostrarlo. Siempre cuando niño y durante mi adolescencia me protegía si alguien se metía conmigo, y esa era otra forma de demostrar su amor.

Con mi hermano más pequeño apliqué otra estrategia, traté de ser lo más paternal posible con Dahal (mi hermano menor) y lo llegué a tratar como a un hijo, aunque siempre primó la figura de hermano mayor. Cuando Andros se fue a la guerra, solo eramos nosotros dos, y a pesar de que no teníamos batallas por la supervivencia como podrían haberla tenido los chicos sin tantos recursos o una familia constituida siempre alguno de los dos se metía en problemas.

La partida de Andros quizá fue la primera vez que tuve contacto con la realidad y la crueldad del mundo. El crecimiento exponencial de la ya gigantesca fortuna de mi padre no lograba compensar en lo más mínimo su ausencia ni el temor constante por su muerte.

Cuando los oficiales del ejército se presentaron en mi casa, llevando con ellos la usual cara de frialdad que solían usar los soldados a lo que aquella difícil tarea se les encomendaba, no pude soportarlo. Aquel año entero fue muy duro, yo solo tenía 16 años de edad y escapé de casa. Habían pasado tres horribles meses de absoluto dolor, no podía entender quién tenía la culpa de la muerte de Andros, ni porqué había muerto, ni porqué la guerra no terminaba. No podría entender que mi padre pasara días enteros sin volver a casa, trabajando en su compañía, mejorando el armamento que producía, y no nos acompañaba en aquel momento difícil. Tampoco entendía como mi madre se dedicaba a estar ebria, paseándose por la enorme mansión con su copa de vino a medio terminar, vagando sin rumbo y sin sentido.

Mi hermano pequeño lloraba, mi madre intentaba consolarlo, pero apenas lograba consolarse ella misma. Mi familia estaba destruida. Fue enconces cuando decidí irme. Abandoné mi casa una tarde, tomé un bolso y en lo que parecía ser una tormenta de rabia contenida me fui. Nadie lo notó hasta el otro día, cuando mi hermano regresó de su escuela y me buscó. 

La culpa de abandonarlo me corroía por dentro, y lo hizo cada día que permanecí lejos. Esos primeros días los viví en un hotel, no estaba acostumbrado a la "vida real" y aquello fue lo más revolucionario que había hecho jamás. Terminé conociendo gente de otros lugares de Gelder que nunca había visitado, los lugares más bajos de la ciudad.

Aquella aventura se transformó en pesadilla, una pesadilla que duró 8 meses. Ocho meses de estar perdido entre el alcohol, las drogas y el sexo. Entre los antros más bizarros y oscuros de la ciudad y entre una vida miserable. Entonces conocí la otra cara de la moneda, aquello que nunca había conocido. La pobreza, el hambre y el dolor de un pueblo que sufría por la guerra y por la realidad misma que no les daba que comer. Aunque también vi el caos y el sufrimiento que producían las ratas que se alimentaban de aquel dolor, los criminales y mafiosos.

Volver a casa quizá fue lo mejor y más subrealista que había sentido hasta entonces. Había olvidado los lujos y comodidades y aquello me impactó como a cualquiera que no lo hubiera vivido o lo hubiera visto en un sueño distante. Volví obligado, o ciertamente fui encontrado. La policía me reconoció en un callejón, tirado entre cartones, completamente drogado e inconsciente.

Mi familia no había parado de buscarme, y cuando me trajeron de vuelta, era como una especie de alimaña. La vida en las calles me había cambiado por completo, y mis hábitos no encajaban con aquella sociedad. Tuve que ser internado, casi inmediatamente, en un centro de rehabilitación para drogadictos. Mis padres y mi hermano me visitaban a diario y poco a poco volvimos a reconstruir lo que en algún momento se había olvidado.

Para mi cumpleaños, un año y pocos meses después de la pérdida de Andros, regresé nuevamente a casa. Pero esta vez había sido como un segundo nacimiento, ahora lo veía todo claro. En mi familia tuvimos que adaptarnos, mi personalidad había cambiado por completo, ya no era más aquel niño soñador de cachetes sonrojados. Mi madre luchaba contra el alcohol y el impacto de encontrarme y ayudarme a dejar las drogas le había dado el impulso que necesitaba para ser la madre que necesitabamos nosotros. Mi padre estaba abandonando su obsesión por derrotar absolutamente al Imperio, en cuya mente era el único culpable de la muerte de Andros y nos había puesto a nosotros como su prioridad.

Dahal estaba enojado conmigo. Había quedado solo, yo lo había abandonado. Sin embargo, lo que pasamos durante mis meses de recuperación nos volvió a unir. Tuve tiempo de pedir perdón, de llorar abrazados y de recordar a Andros.

Ese año volví al instituto, pero a diferencia de mis compañeros, los cuales veía quizá muy inmaduros para mi pensamiento por aquel entonces, tenía muy claro que quería hacer cuando lo terminara: serviría a Geld y protegería mi familia. Tal vez de una manera más directa de como lo hacía mi padre, pero igualmente efectiva.

Pese a tu prologada ausencia, y gracias a la influencia de tu padre, lograste terminar el instituto en el mismo año que todos tus compañeros de generación. Generación que tuvo la suerte, o desgracia, de ser la última en efectuar el servicio militar obligatorio debido a la guerra.
Mientras os adiestraban el Imperio retrocedía, para cuando terminó tu formación el frente estaba mas allá de las fronteras de Geld. Ya se hablaba de una nueva paz, aunque había mucha gente que prefería seguir luchando y aplastar al Imperio para que no volviese a pensar en guerra o sencillamente por pura venganza.

Al final de tu adiestramiento básico varios superiores se fijaron en tu destreza para las armas. Con todos los veteranos en el frente los diversos cuerpos estaban vacíos y te llegaron ofertas para varios destacamentos.
Estaba claro que no querían que fueses un simple soldado de infantería, así que te ofrecieron comenzar tu formación en el cuerpo de exploradores (reconocimiento e infiltración), en el cuerpo de operaciones especiales (espionaje y sabotaje) y en el cuerpo de operaciones encubiertas (rescate, eliminación y recuperación).

Debido al estado de guerra tan solo podías entrar en uno de los tres cuerpos, seguramente en cuanto te considerasen apto serías enviado al frente, o mejor dicho, tras las lineas enemigas.

La guerra estaba terminando, pero no podía ver la paz sin haber participado en ella, especialmente luego de todo lo que había vivido por su culpa.

Me destaqué durante mi entrenamiento. No podía evitar sentir el orgullo de sobresalir por mis propios méritos, cuando durante mi vida no había logrado nada importante más que pertenecer a una familia pudiente.

Los veteranos estaban en la guerra, ganándola, y nosotros seguíamos allí. Me ofrecieron enrolarme en uno de tres cuerpos donde podría encajar con cierta facilidad debido a mis habilidades.

Fue entonces que elegí aquel cuerpo del ejército que me daría más satisfacciones: el Cuerpo de Operaciones Especiales.

Tu entrenamiento fue mucho mas rápido e intenso de lo habitual, los lideres no se fiaban de una pronta resolución del conflicto y querían a todos los efectivos posibles preparados por si el desenlace se demoraba.
Una vez adiestrado fuiste destinado a una veterana unidad de Operaciones Especiales, apenas erais cuatro personas y el mas joven de ellos doblaba tu edad.
Pese a que la paz fue inminente tuviste tiempo de realizar dos misiones. Una consistió en rescatar a un grupo de científicos e ingenieros capturados por el Imperio. La segunda, generada a partir del éxito de la primera, fue la destrucción de un prototipo de Titan imposible de replicar sin los ingenieros previamente liberados.

Con la paz tus misiones cambiaron ligeramente, no se podía actuar tan directamente debido al riesgo de reiniciar nuevamente el conflicto. Gracias a esta relativa calma tuviste la oportunidad de ir mejorando tus habilidades, formarte en otros campos y hacer contactos que mas tarde te servirían en tu trabajo.

Era 1983, la guerra había terminado hacía dos años pero los conflictos e intrigas tanto políticas, como económicas y sociales aún persistían en todo el mundo y entre todas las naciones.

Los ciudadanos de la vecina omertia no paraban de causar disputas dentro de las fronteras del Imperio. Los Estados Confederados, quienes por aquel entonces parecían ser nuestros "aliados" (si el concepto cabía) más cercanos, se encontraban grandemente interesados en este pueblo revolucionario, aceptando y propiciando su espíritu libertario. 

En este contexto fue que participé en una serie de campañas y operaciones especiales para gestar, conjuntamente con los Estados Confederados, el movimiento de liberación de Omertia.

Cuando en 1986 estalló finalmente la revolución las operaciones se volvieron realmente peligrosas y limitadas, para evitar que la concentración de la atención internacional del conflicto descubriera la participación de Geld en el mismo. Por aquella época, momento en el que me había convertido en un conocido y peligroso asesino del Cuerpo de Operaciones Especiales, me enviaron en riesgosas misiones para rescatar y extraer a los principales líderes omertios antes de que el Imperio pudiera liquidarlos.

Durante los años siguientes me especialicé en el combate con armas de acero negro, la lucha cuerpo a cuerpo y las operaciones de asesinato e infiltración. En numerosas ocasiones los "accidentes" de altos mandatarios que citaba la prensa eran obras maestras mías, al igual que los "grandes avances tecnológicos" de las industrias gelderas que eran producto del robo de información, usualmente de los laboratorios kais.

Mi reputación como un agente altamente efectivo es extremadamente conocida entre las jerarquías herméticas y poderosas de la Inteligencia de Geld, y en el secreto pero fraterno círculo del Cuerpo de Operaciones Especiales soy conocido como algo cercano a una leyenda viviente.

Ascender en Operaciones Especiales significa calentar silla y rellenar informes, justo lo contrario a lo que pretendes hacer durante los próximos años.
Hay varios puntos calientes en Zandbak y mucho trabajo por hacer, aunque acabas de llegar pronto tendrás que partir hacia otra misión.

Por más que pasaran los años, aquella profesión era simplemente una vocación. Jamás me cansaría de ella.