Partida Rol por web

LA FARMACIA

-Número máximo de ocupantes: 4

-Número actual de Ocupantes: 1 / 4

-Seguridad: 2

-Recursos A: 10

-Recursos B: 2

Llegas a la Farmacia y descubres que estás solo, no hay nadie en el lugar, ni siquiera esos monstruos a los que llaman zombies.
Al igual que prácticamente todos los sitios de Umbria City, este también ha sido saqueado, pero aún quedan algunas cosas y como no tienes con quien repartir, es todo para ti.

Objetos encontrados en la Farmacia - Turno 1

-Comida x3

-Medicina x4 (Si te encuentras mal, es bastante probable que tomarte una de estas te mejore).

-Linterna (Reduce ligeramente tu posibilidad de encontrarte con zombies cuando te muevas de un sitio a otro, durante la noche).

Mi trabajo me lleva a muchos lugares y eso tiene sus desventajas.

Duermo solo, como solo, pero ya estoy acostumbrado.

Quisiera tener compañía, pero no es fácil cuando vives con la bolsa de viaje en la mano.

Voy a donde me dicen, hago lo que me mandan. No tengo ninguna queja, el trabajo es estable, la paga está bien, pero no es algo que pueda hacer cualquiera.

Nadie sabe quién soy, nadie sabe donde estoy.

Me enseñaron cuatro normas…

La primera, no hagas preguntas, ni el bien ni el mal existen.

Desde el tejado puedo ver muy bien lo que hace. Ahora ha llegado el momento en que se recuesta sobre su sillón, se quita el calzado y se queda completamente dormido hasta que el sol que entra por la ventana del cuarto lo despierte la mañana siguiente.

Segunda, fuera del trabajo no te relaciones con nadie, la confianza tampoco existe.

No me es muy difícil abrir el pestillo de la ventana con sigilo y sin hacer nada de ruido. Lentamente, me cuelo dentro de la casa, evitando por sobretodos las cosas, realizar cualquier sonido. Mis pies pasan por el suelo casi arrastrándose, acercándome lentamente a él. Despacio, muy despacio.

Tercera, borra todo rastro, llega siendo anónimo y vete sin dejar huella.

No es difícil matar a alguien, pero hacerlo con arte, eso es otra cosa. El cuchillo se desliza por la manga de mi camisa hasta quedar sobre mi mano. Con un movimiento de muñeca, el filo del cuchillo se deposita sobre el cuello de mi víctima y haciendo una leve presión sobre él, hago que se despierte sobresaltado. Mi mano libre cubre su boca para que no grite, mientras me encaramo sobre él, sentándome sobre su pecho, sin quitar las manos de donde las tengo.

Cuarta, aprende a saber cuando tienes que irte, pensar en ello supone que ha llegado el momento. Antes de perder esa ventaja, antes de pasar a ser un objetivo.

Mi víctima no se mueve, no intenta hacer nada. Lo he cogido por sorpresa y aún no sabe lo que le espera. La mano que porta mi cuchillo, se desliza lentamente hasta su nuca, clavándose muy despacio entre sus vértebras cervicales. Sus ojos se abren como platos, y me miran asombrados. Sus pulmones dejan de moverse, mientras que su corazón, movido por su sistema autónomo, continúa bombeando sangre a todo el inmóvil cuerpo. Su diafragma no se puede mover, está paralizado mientras que la sangre sin oxigeno circula por su torrente sanguíneo.

La quemazón por falta de oxigeno no tarda en llegar. Su rostro comienza a realizar muecas extrañas, mientras su cerebro intenta que sus pulmones cojan aire. En ese momento, extraigo el cuchillo de detrás de su cuello, mientras que con la otra mano, me quito la tela que cubre mi cara y dejo que vea mi rostro… el último rostro que verá en su vida.
Uno siempre busca la ocasión perfecta, nada demasiado arriesgado. Cobrar y desaparecer para siempre.

Me llamo Patrick Steel, y esto es a lo que me dedico.

¿O creéis que siempre he sido soldado?

La seguridad privada pagaba mejor, y no es que esté orgulloso de lo que hice, sin embargo, si hay que matar, se hace.

Pero no, no voy por ahí matando gente así por que si, sólo si se lo merecen, o sólo si su muerte hace que mis planes sigan su curso.

Y este es el Patrick Steel que no conocéis...

Y por vuestro bien, mejor que no lo conozcáis.

Día uno:

Mi estancia en el centro comercial no ha sido muy agradable. Había gente que valía la pena, como el viejo Saul, y tal vez la pequeña niña rubia que estaba por allí. Es una pena ver a una niña de esa edad metida en tremendo lío, pero por lo menos, parece lo bastante madura para saber que hacer en algunos casos. Está claro que la situación ha hecho madurar a los niños más rápido que de costumbre.

Saul, un ex militar, veterano de la guerra de Vietnam, ha hecho buenas migas conmigo, además, parece ser que está buscando algo, o algo tiene que hacer según sus palabras, ya que no ha dudado ni un segundo en salir del centro comercial.

También había alguna peña un poco rara, como el vigilante de seguridad. Parece un poco capullo, y más con lo último que nos ha dicho. ¿Cómo que no podemos entrar más al centro comercial? Venga hombre, ¿quién eres? ¿El puto presidente? Venga.

Ahora estoy en la farmacia.

Era un buen lugar para encontrar provisiones, y mis cálculos no estaban equivocados. He podido recuperar tres raciones de comida, algo de medicina y una linterna. Que bueno, por la noche supongo que no podré ir con ella encendida, pero me dará un cierto margen de movimiento.

Ahora tengo comida para aguantar seis días, comiendo un día si y un día no. Además, si resulto herido de alguna manera, tengo medicinas para curarme o para curar algún superviviente. El parque es un buen lugar para pasar la noche, creo que iré a ver que se cuece por allí cuando el sol caíga tras el horizonte.

Pero el problema de este sitio no son los recursos, sino la capacidad de resistir un ataque.

Esto está bastante desprotegido y no creo que esta noche pase sin ver algún podrido queriendo entrar a este lugar. Estaría bien encontrarse con alguno, ya que podría utilizarlo para pasar desapercibido, aunque sé de algunos podridos que tienen una especie de inteligencia superior, espero que esta noche no se de el caso de toparme con uno de ellos.

Tal vez en el parque…

Ostia puta...

Me cago en todo lo que se menea...

¡Una puta radio!

Bueno, si es que estar solo tiene sus beneficios.

Steel se acercó a la radio y la encendió. Rezó por un segundo por que tenga pilas y al parecer, todo iba de perlas cuando el sonido a estática se escuchó en la máquina. Movió el dial un poco, hasta que escuchó lo que era una especie de música... y después, una voz que hablaba...

¡Hola a todos los supervivientes! ¡Eso es Radio Apocalipsis y estáis escuchando La Hora de los Muertos! El único programa de radio que se puede escuchar en estos momentos y además, el único programa las veinticuatro horas en el aire. Soy Sirius Junior, emitiendo desde una localización secreta.

Las cosas están cada vez peor allí afuera. Los podridos, mis viejos amigos los podridos, están campando a sus anchas por todos lados, como si la tierra fuera suya, pero no, no amigos, aquí estamos nosotros para darles a entender cual es su verdadero lugar...

¡DENTRO DE UNA PUTA TUMBA!

Así que amigos, recordad, un tiro en la cabeza, una decapitación, y después, rematarlo con un objeto contundente. No dejéis que os muerdan, eso es malo, malo, malo. Si te muerden, vete de al lado de los humanos, o mejor aún, métete un tiro entre ceja y ceja. Le harás un bien a la humanidad.

Bueno, humanos, los dejo ahora con una canción para levantaros el ánimo...

Ostia putaaaaaaaaaaaaaaaaaaa...

Mi canción... mi jodida cancioooooooooooooooon...

Steel dejó todo, mientras cogía un palo de gotero a modo de guitarra y comenzó a cantar.

-¡HIGHWAY TO HEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEL! ¡HIGHWAY TO HEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEL! ¡HIGHWAY TO HEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEL! ¡I´M ON THE HIGHWAY TO HEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEL! -

La música cambió de repente.

Otra canción movida, otra canción para levantar el espíritu, otra canción que hace que la sangre de Patrick Steel hierba como agua en ebullición.

Pero el ex-marine tenía cosas que hacer.

Comenzó a guardar sus cosas en la mochila, todo lo que había podido encontrar y se sentó en una silla justo detrás del mostrador de recepción.

Miró a un lado y al otro, pensando que podía utilizar de allí para montar una buena, sin embargo, su mente se dedicó a recapacitar en a dónde se dirigiría durante la noche. Tenía la linterna en la mano, la cual comprobó un par de veces antes de metérsela en uno de los bolsillos de su chaleco.

Estaba claro que si quería sobrevivir, la mejor manera era ir a buscar armas a la armería, pero seguramente que allí se encontraría con algún que otro superviviente y eso podría ser un problema. Si el supoerviviente estaba solo, sólo tendría que esperar a la noche, para eliminarle y quedarse con todas sus cosas.

Pero el problema no era ese, eso era muy sencillo de realizar.

El problema era simplemente, llegar hasta allí.

Se iba a encontrar con algunos zombies por la noche, de eso estaba seguro, pero bueno, era un hombre valiente, un ex-soldado que se las pasó putas en varias guerras, no iba a tener miedo de un par de zombies.

Ni tampoco de morir en sus manos.

Patrick no tenía miedo a la muerte, pero no se iba a dejar coger así tan fácilmente.

Así que, después de pensar un poco, decidió que esta noche se iba a dar una vuelta por la armería, a ver que encontraba.

Un ruido resonó en la farmacia, parecía provenir de la trastienda. Juraría que no había nada ni nadie en la farmacia, pero de pronto, la puerta, de lo que supones sería un almacén para guardar medicamentos, se abrió.

Patrick se giró en la silla, que era giratoria, muy tranquilo, en dirección al ruido.

- ¿Quién anda allí? - Dijo en un tono de voz tranquilo.

¿Pero que...? - exclamó aquel hombre saliendo por la puerta al escuchar tus palabras - Parece que no estoy solo aquí, es bueno ver a gente nueva. Espero no haberte asustado, muchacho ¿Cuando has entrado?

- Oh... por un momento pensé que eras uno de esos podridos. Por eso me giré tan despacio, no quería que se me tirara al cuello en ese momento. - Dijo Patrick y se levantó de la silla de un salto para acercarse al hombre. - Mi nombre es Patrick Steel, y al parecer, en la zona hay un grupo de supervivientes que pulula por el lugar. Como mi entrenamiento me indica, me he acercado a la farmacia por que lo primero es la salud, y después la defensa. -

Patrick le extendió la mano con una sonrisa.

- Sargento Patrick Steel, Delta Force. Bueno, ahora mismo, dependiente de una farmacia. Je, je, je. -

Señaló la radio con su dedo, y frunció el ceño.

- ¿Te molesta que la haya encendido? Vamos, no quiero problemas. Si es tuya, tuya es. -

Cristian apretó la mano de Patrick con fuerza, a modo de saludo. Parecía mayor pero se le veía en buena forma física.

Cristian Cerro - te dijo - Así que militar ¿eh? Yo soy dependiente de farmacia, lo soy ahora mismo y lo era antes de que empezase todo esto - añadió con una sonrisa.

Enciende la radio todo lo que quieras, muchacho, en este nuevo mundo todo es de todos. Lo único que no la pongas muy alta o atraerás a esos monstruos...

¿Dices que hay mas supervivientes por la zona? ¿Son hostiles o se puede tratar con ellos?

- Bueno, como todos. Con algunos se puede tratar, con otros, mejor dejarlos estar. - Dijo Patrick. - Pero he visto a una niña... una niña entre todos estos podridos... no sé, creo que ahora que tengo algo de provisiones, podré buscar algo para defenderme y así proteger a algunos que merecen la pena. -

Patrick sonrió.

- Pero aquí estoy, con mi viejo cuchillo, esperando el momento para irme a la Armería que está aquí cerca. Seguro que allí podré encontrar algo que valga la pena. Y después, a atrincherarme con los niños y los que quieran venir, y esperar hasta que nos vengan a rescatar. -

El ex-soldado miró a un lado y a otro.

- ¿No tendrás aquí nada para fabricar algún explosivo no? Con un poco de ácido bórico y algunos fráscos y un líquido inflamable, puedo hacer unas granadas caseras que nos vendrían de perlas. -

Pareces buena gente, Patrick. Quizás podamos ayudarnos mutuamente.

Y eso que dices de los explosivos suena tan descabellado que podría hasta funcionar, muchacho. Voy a ver si queda algo de eso que me pides...

Tras echar un vistazo en el almacén, Cristian vuelve con una caja llena de materiales.

Parece que si que tengo todo lo que me pediste. Pero espero que seas consciente de que esto podría estallarte en la cara con bastante facilidad, muchacho.

¿Y puedes explicarme un poco mas tu plan? ¿Donde quieres soltar esto?

- Oh, está será nuestra baza contra los zombies y contra los saqueadores. - Dijo Steel. - Por que de aquí nos iremos a la armeria, y seguro que por la noche entrarán nuestros amigos podridos a ver que encuentran aquí. Pondré una bomba en la entrada, para que si estamos aquí dentro y entran los zombies, les explote en toda la cara, y si nos marchamos, dejaremos este lugar bien resguardado por si alguien quiere entrar. Dejaremos un cartel indicando lo que puede haber, como una marca, para los humanos que vengan. -

Steel sonrió.

- Por que dudo que los podridos sepan leer, más que nada. -

El plan suena bien, dentro de lo que cabe. Creo que te acompañaré, si me lo permites.

Pero no tan rápido, muchacho. Nos llevará un tiempo fabricar esas granadas, hacerlo a lo loco no traería nada bueno...

- Oh, caballero, si, podría esperar, pero no tenemos mucho tiempo y tenemos mucha gente que salvar. Por cierto, gracias por haber sido tan rápido en encontrar todo esto. - Dijo Patrick con una sonrisa. - Bien, ahora te explico un poco por encima lo que voy a hacer. -

Steel cogió un frasco con tapa, y un tubo de ensayo, además de polvos de ácido bórico y un poco de una especie de ácido que había en una gran botella de vidrio.

- Verás, la fabricación de una bomba casera es muy sencilla. Primero, llenamos de este líquido el tubo de ensayo, y lo tapamos correctamente. Tiene que estar bien tapado, ya que si una gota toca el otro componente, bueno, creo que iremos a parar al otro mundo en un abrir y cerrar de ojos. Déspues, lleno con ácido bórico el frasco con tapa y con tranquilidad, meto el tubo de ensayo dentro, y lo cerramos fuerte. Usaré un poco de cinta americana para sellar la tapa y ¡presto! Ya tenemos una bomba que esplotará en cuando el cristal se rompa. -

Patrick se puso manos a la obra, mientras tarareaba una canción.

- Y después, dejaremos una trampa en la puerta de la farmacia, del lado de dentro, así, cualquier bicho que quiera entrar por esa puerta, hará caer el frasco y aquí paz y después gloria. Dejaremos un cartel fuera avisando del peligro, así ningún superviviente abrirá la puerta. No queremos matar inocentes, sino zombis analfabetos que no sepan leer. -

¿Pero tu que eres? ¿Un jodido científico?

Cristian suelta una risotada.

Joder, muchacho, apenas llevas nada aquí y no dejas de sorprenderme. Tu plan es arriesgado pero es lo mejor que tenemos. Y si aún no hemos volado por los aires, creo que es buena señal.

Entonces, ¿nos moveremos durante la noche? Hacia la armería ¿Verdad?