Yo, Sinuhé, hijo de Senmut y de su esposa Kipa, he escrito este libro. No para cantar las alabanzas de los dioses del país de kemi, porque estoy cansado de los dioses. No para alabar a los faraones, porque estoy cansado de sus actos. Escribo para mí solo. No para halagar a los dioses, no para halagar a los reyes, ni por miedo del porvenir ni por esperanza. Porque durante mi vida he sufrido tantas pruebas y pérdidas que el vano temor no puede atormentarme y cansado estoy de la esperanza en la inmortalidad como lo estoy de los dioses y de los reyes. Es, pues, para mí solo para quien escribo, y sobre este punto creo diferenciarme de todos los escritores pasados o futuros.
Mika Waltari - Sinuhé El Egipcio
Tema enviado a Arquitectos de Voluntad Ambientación.
A continuación viajamos descendiendo desde la región montañosa para internarnos en los bosques. Los bosques de las tierras nórdicas son fríos y espesos, con árboles gigantescos. Es una tierra húmeda y fría y en algunos puntos tan verde que los ojos duelen a causa de la intensidad del color. En cambio, en otros puntos es negra, sombría y amenazadora.
Michael Crichton - Devoradores de cadáveres
La perdición llegó en forma de diablo de arremolinado polvo.
En el horizonte, a menos de un kilómetro y medio de distancia, apareció una diminuta columna de humo, como si manara de un pergamino de llamas, hija bastarda de un caballo con jinete que corría como el trueno por la seca llanura.
Todos sabían lo que el polvo agitado significaba. Llegaba las órdenes.
Vórster Schlagener apartó la solapa de la tienda y salió al aire de la mañana. Se reunió con los otros que observaban aproximarse al jinete. Nadie hablaba. Una silenciosa agitación recorría el campamento. Había llegado el momento. Reinaba una atmósfera de incredulidad. Nadie susurró siquiera una palabra. Nadie se atrevía.
Vorster intentó distraerse con alguna tarea mecánica. Al sacar la espada pensó en afilarla con la piedra de amolar, pero la noche anterior había hecho exactamente eso antes de retirarse a dormir. La hoja estaba más afilada que nunca. En cambio, aceitó la cota de malla.
Steven Savile - Trilogía de Von Carstein Volumen III: Venganza
Ninguna raza en todos los Reinos entiende mejor que los drows la palabra "venganza". La venganza es su postre diario en la mesa, el dulce que saborean en sus sonrientes labios como si fuera el mayor y más delicioso placer. Y con esta ansia vinieron los drow a por mí.
R. A Salvatore. Noche sin estrellas
Al día siguiente, nada más despertar, supe qué tenía que hacer. La única forma de salir de aquella situación era a través de la escuela. Necesitaba demostrar mi valía. Eso significaba que necesitaba aprender todo lo que Vashet pudiera enseñarme, y tan rápido como fuera posible.
Así que me levanté con la débil luz del amanecer. y cuando Vashet salió de su casita de piedra yo ya estaba esperándola. Quizá no precisamente lleno de vida y energía, pues había dormido mal y había tenido sueños perturbadores, pero dispuesto a aprender.
Patrick Rothfuss. El Temor de un Hombre Sabio
La perdición llegó en forma de diablo de arremolinado polvo.
En el horizonte, a menos de un kilómetro y medio de distancia, apareció una diminuta columna de humo, como si manara de un pergamino de llamas, hija bastarda de un caballo con jinete que corría como el trueno por la seca llanura.
Todos sabían lo que el polvo agitado significaba. Llegaba las órdenes.
Vórster Schlagener apartó la solapa de la tienda y salió al aire de la mañana. Se reunió con los otros que observaban aproximarse al jinete. Nadie hablaba. Una silenciosa agitación recorría el campamento. Había llegado el momento. Reinaba una atmósfera de incredulidad. Nadie susurró siquiera una palabra. Nadie se atrevía.
Vorster intentó distraerse con alguna tarea mecánica. Al sacar la espada pensó en afilarla con la piedra de amolar, pero la noche anterior había hecho exactamente eso antes de retirarse a dormir. La hoja estaba más afilada que nunca. En cambio, aceitó la cota de malla.
Steven Savile - Trilogía de Von Carstein Volumen III: Venganza
Galopaba con un furor demente, como si la fervorosa sangre guerrera de sus antepasados le corriera por las venas con un fuego nuevo; y transportado por Crin blanca parecía un dios de la antigüedad, el propio Orome el Grande, se hubiera dicho, en la batalla de Valar, cuando el mundo era joven. El escudo de oro resplandecía y centelleaba como una imagen del sol, y la hierba reverdecía alrededor de las patas del caballo. Pues llegaba la mañana, la mañana y un viento del mar; y ya se disipaban las tinieblas; y los hombres de Mordor gemían, y conocían el pánico, y huían y morían, y los cascos de la ira pasaban sobre ellos. Y de pronto los ejércitos de Rohan rompieron a cantar, y cantaban mientras mataban, pues el júbilo de la batalla estaba en todos ellos, y los sonidos de ese canto que era hermoso y terrible llegaron aun a la ciudad.
J. R. R. Tolkien - El Señor de los Anillos
Es muy difícil. Me refiero a hacer tartas. Nunca lo dirías, pero el proceso conlleva mucho trabajo. El pan es fácil. La sopa es fácil. El pudin es fácil. Pero la tarta es complicada. Es algo que no descubres hasta que intentas hacer una tú mismo.
Cronista asintió distraídamente, sin saber si se esperaba alguna otra cosa de él. Se descolgó la cartera del hombro y la dejo en una mesa cercana.
Patrick Rothfuss. El Temor de un Hombre Sabio
Entonces, los marineros se arrodillaron sobre cubierta y oraron, no a la vez, sino en turnos de cinco o seis. De uno y otro lado arrodillábanse cinco o seis, porque allí sólo rezaban a un tiempo hombres de credos diferentes, para que ningún dios pudiera oír la plegaria de dos hombres al mismo tiempo. Tan pronto uno acababa de orar, otro de la misma fe venía a tomar su puesto.
H.P. Lovecraft. Los Mitos de Cthulhu
La pequeña criatura trepó por las rocas y después descendió la pronunciada pendiente como si tuviera la muerte en los talones. En realidad, quien perseguía al goblin era un encolerizado Wulfgar, que bramaba de dolor porque la herida del hombro se le había vuelto a abrir. Pero mejor le hubiese ido al goblin si se hubiera enfrentado a la misma muerte.
R.A. Salvatore. Senda de Tinieblas
La perdición llegó en forma de diablo de arremolinado polvo.
En el horizonte, a menos de un kilómetro y medio de distancia, apareció una diminuta columna de humo, como si manara de un pergamino de llamas, hija bastarda de un caballo con jinete que corría como el trueno por la seca llanura.
Todos sabían lo que el polvo agitado significaba. Llegaba las órdenes.
Vórster Schlagener apartó la solapa de la tienda y salió al aire de la mañana. Se reunió con los otros que observaban aproximarse al jinete. Nadie hablaba. Una silenciosa agitación recorría el campamento. Había llegado el momento. Reinaba una atmósfera de incredulidad. Nadie susurró siquiera una palabra. Nadie se atrevía.
Vorster intentó distraerse con alguna tarea mecánica. Al sacar la espada pensó en afilarla con la piedra de amolar, pero la noche anterior había hecho exactamente eso antes de retirarse a dormir. La hoja estaba más afilada que nunca. En cambio, aceitó la cota de malla.
Steven Savile - Trilogía de Von Carstein Volumen III: Venganza
Tyrion Lannister observó como, a la mortecina luz que precedía al amanecer, Chiggen degollaba a su caballo, y anotó una ofensa más en la cuenta de los Stark. El mercenario se acuclilló junto al animal y le abrió el vientre con el cuchillo de desollar. Movía las manos con destreza, sin malgastar un solo corte: había que hacer el trabajo deprisa, o el olor de la sangre atraería a los gatosombras de las cumbres.
-Esta noche no nos acostaremos con hambre- dijo Bronn.
Él si que parecía una sombra, flaco como un esqueleto, con ojos negros, pelo negro y barba de varios días.
George R.R. Martin - Juego de Tronos
-¿Quién quiere oír la historia de un hombre que perdió un ojo y que así ganó visión?
Por su tono de voz, o por la reacción de los otros niños, deduje que aquélla era una pregunta puramente retórica.
-Muy bien, Lanre y la Guerra de la Creación. Una historia muy antigua. -Paseó la mirada por el grupo de niños-. Sentaos y prestad atención, pues voy a hablaros de cómo era la ciudad reluciente hace muchos años, a muchos kilómetros de aquí...
Patrick Rothfuss - El Nombre del Viento
Los aludes se precipitaban atronando por las escarpadas laderas de las montañas. Tempestades de nieve se desencadenaban entre las torres de roca de las acorazadas crestas de hielo, caían aullando por cuevas y quebradas y barrían de nuevo las amplias superficies de los glaciales. En aquella comarca no era un tiempo insólito, porque las Montañas del Destino -que ése era su nombre- eran las mayores y más altas de toda Fantasia, y su cumbre más formidable llegaba literalmente a los cielos.
Michael Ende - La Hisotira Interminable
El corazón del profesor Brustellin estaba destrozado, así que se había lanzado al conflicto con la determinación de acabar con su vida y yacer junto a su amada Ulrike. Sin un ángel, la revolución estaba condenada, pero al menos ésta podría morir de manera heroica y dar ejemplo. Las llamas que él había encendido arderían constantemente durante mucho tiempo, y la mecha se haría cada vez más corta. El Imperio estallaría al fin. Era una inevitabilidad histórica. Nada permanecía siempre igual.
Una novela de Warhammer por Jack Yeovil - La Bestia de Altdorf