- Genial - si ya sabía yo, que por muy... así que fuese el bebé-robot tenía sus recursos.
- Entonces, ¿nos vamos ya? - porque ya nos habían explicado todo lo que necesitábamos saber, se habían preguntado cosas y cuanto más tardábamos en salir, más tardábamos en regresar triunfantes con el objetivo.
Estaba más que deseosa de demostrar al equipo y a la compañía lo mucho que podía ofrecerles, si no fuese porque no quería dar el espectáculo ahora mismo estaría dando saltitos de la emoción.
Tiene sentido. Obviamente, hacer todo el recorrido a través de una isla plagada de animales hostiles no es la forma más fácil de hacerlo. Pero se supone que gente como nosotros está para hacer las cosas que no son fáciles, si no estarían enviando a la marina regular o a gente menos equipada.
Aparte de que en mi caso, las islas plagadas de monstruos prehistóricos no son nada fuera de lo habitual. He vivido toda mi vida en una.
Bueno. Creo que sabemos todos lo que necesitamos. A quién hay que matar, dónde y cómo llegar hasta ahí. Cualquier otra plan que hagamos desde aquí probablemente lo tendremos que descartar cuando lleguemos. Una cacería nunca va como uno piensa que va a ir.
Por eso no se piensa. Se actúa.
No es que tenga nada contra la gente como la inventora o... lo que sea que es esa máquina parlante. Si a ellos les gusta darle al cerebro, yo soy el primero en reconocer que lo que hacen tiene sus usos. Simplemente, la vida ha tendido a enseñarme que pensar está bien cuando estás en un sitio cerrado, detrás de una muralla de metal o al menos protegido de alguna forma. Cuando estás en plena caza o en una zona de peligro, el instinto y tus músculos suelen ser mucho más útiles para sobrevivir. quitando a Arktus, no he conocido a muchos de su gente a los que sus carreras en... lo que sea, les hubiesen ayudado a sobrevivir más de un par de días en las junglas hybóricas.
Cuanto antes marchemos, antes tendremos a ese minotauro en la bolsa. ¿Queda algo por hacer aquí o ya puedo empezar a preparar el viaje?
—Buena suerte Escuadrón—dijo Arktus a modo de despedida, después la pantalla se apagó.
Con la reunión terminada, el Escuadrón Phi abandonó la sala y cada uno se marchó a preparar sus cosas, la salida era inminente. Veinte minutos después todos embarcaban en la vaina. Uno a uno todos fueron tomando asiendo y abrochándose los cinturones de seguridad con Karestya a los mandos de la nave.
Estando todos en posición la estructura de acople comenzó a rotar. Todos sintieron como su punto de gravedad iba girando al mismo tiempo que lo hacía el vehículo hasta acabar en posición vertical mirando hacia el mar, que en esos momentos parecía un lienzo azul uniforme. Entonces comenzó la cuenta atrás que escucharon por los altavoces.
Diez... Nueve... Ocho... Siete... Seis... Cinco... Cuatro... Tres... Dos... Uno...
Entonces el anclaje que mantenía la vaina al Acechador se soltó, y todos sintieron la aceleración de la fuerza de gravedad. ¡Estaban en caída libre! El mar se acercaba más y más, el tiempo parecía ir más lento de lo que realmente iba y no sólo para Karestya. Pero al final sólo fueron 15 segundos hasta que finalmente el vehículo impactaba sobre el mar. Entonces sintieron el efecto contrario, poco a poco, primero más brusco y después más suave, iban perdiendo velocidad hasta que finalmente comenzó a elevarse.
Poco después, la vaina rompía la superficie marina y salía a flote lista para iniciar el viaje. ¡Rumbo a Rushán!
Voy a dejar la escena abierta por si alguien quiere poner sus impresiones de la caída en Vaina antes de dejarla cerrada. A lo largo de la noche abriré la siguiente escena.
El bebé había vivido muchas experiencias en su vida de científico como para que la caída en vaina le afectase de una manera particular. Sin embargo, desde la última importante era un bebé y al igual que sus esfínteres había cosas que para él eran incontrolables, por lo que un llanto desbocado y tan agudo que hacia doler los oídos comenzó en cuanto el anclaje de la vaina se soltó.
¡¡¡Guuuuuuaaaaahhh!!! ¡¡¡Guuuuuuaaaaaahhhh!!! Los mocos también comenzaron a salir por la nariz del afamado doctor y una de las manos del robot se movió para coger un pañuelo de la cabina y limpiárselos constantemente. Parecía que a pesar de todo, él mismo se apañaba bien.
Cuando la vaina se calmó, como por arte de magia también se calmó la llorera del Wickelkind.
Me ajusto los correajes, me aseguro de que estén prietos con un par de tirones firmes y levanto la cabeza para mirar al cielo. Es el mismo cielo de mi isla, pero todo lo demás es muy diferente. Este lugar es extraño, y sus usos y costumbres, incluida su gente, son más extraños aún.
Debería saberlo. Estoy en una vaina con cinco de los más raros.
Aún así, hay cosas que disfruto. El lanzamiento de una vaina es una de ellas. La tensión en los músculos va subiendo a medida que bajan los segundos de la cuenta atrás, centrándose en la zona del abdomen para paliar la sensación de caída cuando finalmente llegue.
Tres...Dos...Uno...
Y ahí estaba otra vez. La garganta se cerró en un reflejo, los músculos alrededor del estómago se tensaron como para sujetarlo en su pugna por salir hacia arriba y durante un par de segundos, todo el cuerpo se tensó a la vez como una única cuerda ante la sensación de caer. Y entonces...
El cuerpo se habituaba y llegaba la relajación. El zumbido de los músculos al irse relajando. Mi cuerpo se hundió en el asiento y fui sintiendo el cosquilleo del gefyl- la emoción del golpe de gracia al ir recorriendo el cuerpo* a medida que la linea del horizonte se acercaba. Esa sensación iba bajando hasta que el golpe contra el agua sacudía los últimos restos del cuerpo y me sentía más alerta que nunca.
Si no fuese poco profesional, pediría que lo hicieramos otra vez.
El concepto de "adrenalina" es demasiado complejo para el bueno de Bronan, así que lo asocia con lo que más se le parece.
El momento de planoficar habia concluido y empezaba la acción. pe
reparé el material basico de supervivencia ademas de unas cuerdas extra para intentar capturar a un Pterodactylo si se daba la ocasión.
Me subí a la vaina de lanzamiento con mi musica y mis gafas de sol y me preparé para el lanzamiento. No era el primero ni sería el último... siempre que volviera de la misión de una pieza.
Durante el proceso miré a mi alrededor y no pude evitar reirme no solo por la reacción exagerada del bebé, sino por la cara de concentración de la novata que intentaba disimular que era su primer salto.
La bajada en la vaina fue... demasiado lenta. Pero no culpaba a nadie: comparado con mi velocidad, aquello era como ir en un cochecito de juguete. Pese a todo, para darle emoción a la cosa, y tras ver al renacuajo llorando, decidí soltar un grito de júbilo... a ver si así le animaba y evitaba que le cogiera miedito a la velocidad.
—¡YIIIIHAAAAAA!
Acompañando a mis palabras, levanté mis manos... sí, exactamente igual que si estuviera en un parque de atracciones.
—¡Vamos, pequeñín! ¡Levanta tus manitas gorditas! ¡Ya verás qué guay!
Nunca reconocería que había pasado miedo en aquel despegue, la verdad era que por mi cabeza se había llegado a pasar la idea de que íbamos a estrellarnos, pero finalmente estábamos sanos y salvos rumbo a nuestra primera aventura juntos.
Suspiré una vez me sentí a salvo de nuevo y me estiré en mi sitio para disfrutar, por fin, del viaje.