Habían pasado tres semanas desde la derrota de Ox Asterios a manos del Escuadrón Phi. Tras su entrega a la Armada, el pirata había pasado este tiempo en las celdas de un buque camino a su destino final: una prisión de por vida o la pena de muerte.
Con grilletes de sacrometal el prisionero no podía hacer uso de sus espectaculares poderes demoníacos, aunque tampoco mostraba intenciones de querer escapar. No era un preso ruidoso. Educado en la conversación y sin dar ninguna respuesta a lo que pretendía en Rushán. En resumen, el pirata se limitaba a esperar pacientemente. ¿Resignación? Podría ser. O quizás sabía algo que los demás no sabían.
Hacía cuatro días que las únicas visitas que Ox recibía eran las que le llevaban la comida. Hasta ese momento. Y lo más sorprendente es que la figura femenina que se colocaba ante él no vestía el uniforme de la Armada.
—Has tardado.
—He estado ocupada—respondió ella—. Además no es como si fueras a marcharte a otro sitio, ¿no?
—También es verdad—dijo sin darle importancia—. ¿Y mi barco? ¿Y el resto de mi tripulación?
—Eso es… complicado. Verás, tienes un precio que pagar por tu derrota. Además, tus hombres no estaban a tu altura.
El pirata bufó como un gesto reflejo de sus poderes taurinos. No estaba contento, no dejaban de ser sus hombres.
—Ya veo. ¿Y tú? ¿No tienes precio a pagar?
La mujer titubeó.
—Sí, también. A su debido momento.
—Bueno, ¿a qué has venido? ¿A matarme? ¿O a liberarme?
—A liberarte por supuesto. Has pagado tu precio. ¿De verdad crees que Helios va a dejar escapar un poder como el tuyo por haber sido derrotado? Piénsalo. Tienes el poder perfecto para ocupar la silla que te ha asignado. Para él es poético. Puede que hasta más importante.
—Ya veo.
La mujer abrió la puerta y se agachó frente a Ox.
—Por supuesto no todo será igual—dijo mientras le ponía un aro metálico en el cuello en el cuello—. Hay cosas que van a cambiar.
El pirata intentó abalanzarse sobre la mujer, pero el dolor se dibujó en su rostro. Estaba lejos de estar recuperado de sus heridas.
—¿QUÉ ES ESTO?—gritó mientras se llevaba las manos al aro—¿QUÉ ME HAS PUESTO EN EL CUELLO SHEENA?
—Yo no tiraría muy fuerte de él, a no ser que quieras que tu cabeza explote.
Ox apretó los dientes mientras se contenía, pero le hizo caso a su interlocutora.
—No te pongas así Ox Asterios, vas a cambiar el mundo. Era lo que querías, ¿no?—entonces alzó la voz—Ahora levántate esclavo, tu amo te espera.