Partida Rol por web

Llevas mucho tiempo vagando sin rumbo de ciudad en ciudad, te encuentras en mitad de un camino. A tu derecha hay una ciudad, en un cartel pone que es Marocal y a la izquierda otra ciudad cuyo nombre es Mandrub, enfrente un bosque y detrás un acantilado por el que seguro no es buena idea tirarse. Elige donde irás héroe.

Camino por la mitad del camino, y con mi sable corto algunas ramas que luego trabajaré para hacer una lanza que me sirva de cayado, un arco, y algunas flechas. Mientras trabajo contemplo el sol, y observo su camino. A donde el vaya, yo voy.

Mientras estás trabajando en la fabricación del cayado, el arco y las flechas, observas por el fondo que las hojas de los arbustos empiezan a arder.

De entre las llamas sale una bestia a la cual le falta un ojo y a la que le parece salir fuego de la cola. Parece que te has metido en su territorio. Antes de que te de tiempo a reaccionar la bestia se lanza encima tuya y comienza una batalla.

Enemigo: Bestia Ígnea

PV: ??

Fuerza: 5

Al ver a la extraña criatura aparecer entre el fuego y lanzarse hacia mí, interpongo mi escudo y salto hacía atrás.

Fuego, su cuerpo esta bendecido por el fuego... y es peligrosa, atento a sus movimientos, me agacho de forma defensiva, con el escudo al frente, preparado para tomar una de las varas y dejar que se empale al menor ataque. Pero, primero debo intentar detenerla, controlarla. Evitar la muerte.

Me sorprende que a pesar de que me he avalanzado sobre ti, humano, tu reacción ha sido intentar tranquilizarme. He de decir que ha sido un intento algo patético, pero cualquier otro humano se habría lanzado a darme de golpes. Te has ganado mi respeto.

Se queda mirándote fijamente a los ojos. La verdad es que estaba algo harto de ver pasar la gente por mi pequeña madriguera y que lo único que quiera sea mi preciada piel, además veo en ti la esencia del fuego, humano. 

Déjame acompañarte y ver si realmente queda bondad en este mundo como la que me acabas de demostrar.

¿Aceptas formar grupo con Rojo?

Al escuchar la voz de la criatura dejo a un lado el escudo y descubro mi rostro. Con la punta de mi espada realizo un pequeño corte en mi palma izquierda, la cual extiendo hacia el.

-Mi nombre es Harad, y tengo un sueño. Un sueño del que tú serás parte, si me haces participe de tus sueños.

Está bien humano, te acompañaré siempre que me demuestres que los humanos sois algo más que destrucción. - dicho esto Rojo apoya su cabeza en la mano en la que te has cortado y se mancha un poco con tu sangre.

¡Rojo se unió a tu grupo!

Sonrío, y termino de preparar mis nuevas armas, mientas empiezo a relatar con tranquilidad uno de mis relatos. MI voz, acompasada, cambia ligeramente, mientras mis ojos se sumergen en posas difusas de otras tierras, y de otra eras ya olvidadas.

EL joven iba deambulando por la granítica ciudad de Teloth, coronado con hojas de vid, el pelo amarillo rebrillando por la mirra y el atavío púrpura rasgado por las zarzas de la montaña Sidrak, que se encuentra al otro lado del puente de piedra. Los hombres de Teloth son cetrinos y austeros y habitan en casas cuadradas, y ceñudos interrogaron al forastero sobre su procedencia, así como sobre su nombre y fortuna. A lo que el joven repuso:

—Soy Iranon y procedo de Aira, una ciudad lejana que recuerdo sólo débilmente, pero que deseo volver a encontrar. Canto canciones que aprendí en esa distante ciudad, y mi ambición reside en crear belleza con las cosas que recuerdo de la infancia. Mi fortuna está en esos pequeños recuerdos y sueños, y en los anhelos que entono en jardines cuando la luna es amable y el viento de poniente conmueve los capullos de loto.

Los hombres de Teloth, escuchando tales cosas, cuchichearon entre sí, ya que aunque no hay en la granítica ciudad ni risas ni cánticos, los adustos hombres miran a veces en primavera hacia las colinas Karthianas y piensan en los laúdes de la distante Oonai, conocida mediante relatos de viajeros. Y con tal pensamiento invitaron al forastero a quedarse y cantar en la plaza que existe frente a la torre de Mlin, aunque no gustaban del color de su ropa desgarrada, ni la mirra de sus cabellos, ni su tocado de hojas de parra, ni la juventud de su voz dorada. Iranon cantó por la tarde, y mientras lo hacía un anciano comenzó a rezar y un ciego afirmó ver una aureola sobre la cabeza del cantor. Pero la mayoría de aquellos hombres de Teloth bostezaron, y algunos se rieron y otros se fueron a dormir, ya que Iranon no les contó nada útil, cantando sólo sobre sus recuerdos, sus sueños y sus anhelos.

—Recuerdo el crepúsculo, la luna y cánticos suaves, y la ventana junto a la que me acunaban para que me durmiera. Y tras la ventana estaba la calle de donde llegaban luces doradas, donde danzaban las sombras sobre casas de mármol. Recuerdo el recuadro de luz de luna en el suelo, diferente a cualquier otra luz, y las visiones que danzaban sobre ese resplandor cuando mi madre me cantaba. Y recuerdo el sol de la mañana luciendo en el verano sobre las colinas multicolores, y la dulzura de las flores en alas del viento del sur, que hacía cantar a los árboles...

Y por un momento, yo soy el patriarca Iranon, y recorro el mundo buscando la mítica ciudad qeu alguna vez estuve destinado a gobernar. Termino mi relato junto con mis armas, y observo a la criatura.

Avancemos, el camino aún es largo, y debemos seguir al sol.

Ahora que has terminado tus armas (que no son de gran calidad, ya que el bosque no te ha podido proporcionar grandes materiales) vuelves a estar en las mismas, pero esta vez bien acompañado. Sabes que adentrarte en el bosque sin un mapa, quizá te lleve a perderte, pero sigue siendo una opción y con tu arco y flechas quizá te resulte más fácil cazar. Tus otras dos opciones son las ciudades ya mencionadas anteriormente, que tendrán comida seguro.

Avanzo en compañía de Rojo hacia la ciudad de Marocal, con la esperanza de llegar al amanecer, o un poco antes.

Mientras avanzamos, le sigo contando algunas historias, o leyendo pasajes de mi libro. Y si, espero que su luz nos ilumine un poco el camino. (vamos, que cuando dijiste que era una criatura con fuego en la cola pensé en un charmander).

Llegas a la ciudad de Marocal, y observas un gran campo de entrenamiento en el medio. Todos los hombres que allí se encontraban, estaban sin camiseta y parecían estar llevando un durísimo entrenamiento. No es de extrañar puesto esta ciudad es conocida como la ciudad de las artes marciales, aunque también se dice que sus habitantes son bastante huraños y algo obsesionados con el dinero.

Observo con atención el pueblo, e interesado por su actividad, voy observando con atención cuanto me rodea, esperando encontrar un lugar donde reposar y comenzar a relatar; sin embargo, la instrucción marcial me atrapa y termino caminando hacia el campo de entrenamiento, y observo con atención su entrenamiento, tomando nota, de quien los instruye.

El maestro que estaba al cargo del entrenamiento te siente tomando notas. Da una orden a uno de los que estaba siguiendo el entrenamiento y este se pone ahora a liderarlo.

El maestro se acerca a ti y propina una patada al cuaderno en el que estabas anotando lo que observabas.

Con un tono enfadado pero a la vez tranquilo te dice - Seré ciego, pero no me hace falta ver para sentir todo lo que tengo al rededor y sin duda siento delante de mi a un caradura que está anotando cosas sin pagar por el precio que equivale.

Parece que su expresión de enfado disminuye un poco, pero aun así sigue muy serio.

Sé que eres un viajero y no conoces las normas de la ciudad, pero aquí el conocimiento de la guerra tiene su precio y no es nada barato.

Con tranquilidad y cuidado recojo el libro.

Mi nombre es Harad, y vengo de la ciudad sin nombre; aquella que se alza más allá de la lejana Bethmoora, y de Irem la ciudad de los pilares. He pasado por Sigil Euramina, la ciudad de mil puertas; y con el libro del fuego en mis manos he llegado hasta aquí. Perdono la equivocación, y entiendo que no conozco nada de esta ciudad. Si usted, me explicara, maestro. Estaraía encantando.

En esta ciudad, creamos a los mejores guerreros. Desde pequeños pasan un entrenamiento muy duro y más tarde pasan a trabajar para el mejor postor.

Su expresión se vuelve algo pensativa. Desde pequeños están enseñados a soportar cualquier cosa, siempre y cuando les paguen lo suficiente. Si no necesitáramos el dinero...

Vuelve a estar igual de serio que desde que lo conoces. También impartimos clases de artes marciales a forasteros, pero como te he dicho no son nada baratas.

Observo al monje con fijeza

-Me parece interesante, aunque más interesante me parece el porqué de que necesiten el dinero. He recorrido el mundo, y cosas tan o mas extrañas he visto. Tal vez, podría saber algo que les ayudará, o podría contarles de aquellas ricas tierras en las que la fuerza de poderosos guerreros siempre es bien valorada.

No podemos hablar de nuestra necesidad de dinero, pero sin duda conocer tierras ricas que necesiten de nuestros servicios sería de agradecer. Se queda un poco pensativo.

Como maestro de esta ciudad, debo negociar personalmente cuantos alumnos partirán de mi aldea y porque precio. Así que dime, ¿partes a alguna de esas ciudades?