Partida Rol por web

Fue duro pero no imposible y al final, después de un último esfuerzo, alcancé la orilla al igual que los pocos que habíamos quedado. Nada más salir del agua, a pesar de que había conseguido recorrer la distancia bastante bien, necesitaba relajar mis músculos antes de enfrentar el último reto de aquella primera prueba. Quizás tomar aire y descansar, aunque hubieran sido unos segundos, no era la mejor idea pero seguir tal y como me encontraba era llamar al fracaso. Una vez recobre el aliento y después de secar mis manos con la arena, me dispuse a escalar el tramo que nos separaba dle Templo de Zeus, la meta.

A cada metro que avanzaba sentía los pinchazos en mis músculos y tanto piernas como brazos comenzaban a estar agarrotados por tanto esfuerzo, pero tenía que seguir, tenía que conseguir llegar entre los cinco primeros a la cima si quería seguir adelante. De vez en cuando miraba a Columbus para saber qué tal iba y, por la expresión de su cara, me imaginér que empezaba a sentirse tan cansado como yo. Ni me quería imaginar las agujetas que tendría al día siguiente.

Intentaba no mirar hacia abajo para no frustrarme por si hubiera ascendido poco tramo, y de la misma forma evitaba mirar hacia arriba, pero eso era mucho más difícil de conseguir y, en un momento dado, pude comprobar que el templo estaba casi al alcance de la mano... más o menos. Lo estábamos consiguiendo ya que, aunque no íbamos los primeros, tampoco estábamos tan mal posicionados.

Vi a uno de nuestros rivales un poco por delante de nosotros que se había detenido. Curiosa, y también preocupada, me dispuse a llegar a su altura para saber porqué no seguía avanzando pero, cuando apenas nos separaban unos pocos metros me di cuenta que no era que el hombre estuviera descansando o pensando la mejor ruta para continuar, lo que estaba pretendiendo aquel cobarde era deshacerse de sus contrincantes más directos que, en ese momento, éramos Columbus y yo a base de tirarnos piedras hasta vernos caer.

Y lo consiguió. Por momentos creía que iba a lograr esquivar las piedras que nos lanzaba pero me equivoqué pues una de ellas pasó tan cerca de mí que incluso algunas esquirlas que se soltaron al golpear roca con roca saltaron a mi cara. No podía aguantar más y, por mucho que lo intentara, era incapaz de mantenerme sujeta hasta que acabé resbalando y me vi caer.

En esos momentos mi primer pensamiento fue que tanto esfuerzo no había servido para nada y el segundo fue para mi familia y mis amigos y el tercero... La mente en blanco y el vacío.

Llegué a la orilla como pude, agotado, pero no rendido, porque además me di cuenta de que quedábamos muy pocos. Seguramente fue por eso que apenas descansé, en un intento de lograr alcanzar a Morrigan, que iba delante de mí, y la cabeza de la carrera.

Pero escalar para llegar al templo era todo un desafío. Es verdad que no se trataba de cansancio sino de habilidad, pero mis piernas me dolían y cada vez que apoyaba un pie en una grieta, mis músculos protestaban, a su manera, del maltrato que les estaba dando.

Y encima, no me gustaban nada las alturas.

Pero continué la escalada, y cuando en un punto miré hacia abajo y vi cuanto había conseguido subir, empecé a pensar por primera vez que podíamos conseguirlo.

Delante de mí, algo más arriba, estaba Morrigan, y un poco más arriba, nuestro inmediato objetivo... que de repente se detuvo, justo cuando no le quedaba casi nada para llegar... y empezó a lanzarnos rocas.

Esquivarlas cuando estás descansado es posible, pero cuando el agotamiento te está derrotando... es un milagro. La primera piedra que me dio no me hizo perder el equilibrio, pero sí la segunda, y mis manos no estaban ya tan rápidas como para lograr reaccionar a tiempo.

Sentí como el vacío empezaba a envolverme y en el segundo en que mis manos se soltaban de las rocas, supe que iba a caer... y a morir, porque a aquella altura, no existía ninguna posibilidad de que pudiese sobrevivir a aquello. Ya no importaba llegar o no llegar, o si aquel malnacido era poco deportivo. 

Lo único en lo que podía pensar era en la "gravedad" de la situación, que estaba a punto de llevarme al suelo... y la muerte segura.

Y así fue como te precipitaste al vacío casi 150 metros. Tu cuerpo impactó contra el suelo recibiendo a cambio un fuerte dolor... sentiste que apenas podías moverte, que tu visión se turnaba borrosa y que el paladar tenía gusto a cobre.

En cuestión de segundos supiste que este era el final de tu camino, bajo una vil traición... ¿qué podrías esperar? Apenas te dio tiempo a sumergirte mucho más en tus pensamientos al comprobar que las náuseas empezaron de nuevo a apoderarse de tu cuerpo.

En un abrir y cerrar de ojos estabas transportada de nuevo en la sala blanca, con tu uniforme de Imperum y con la rabia en el cuerpo de haber sido “expulsado” de la Grecia Clásica por culpa de una injusticia.

Y así fue como te precipitaste al vacío, casi 150 metros de caída libre que podrían haber sido tu muerte de no ser por un suceso que no podías preveer.

Una mano amiga te agarró con fuerza, para tu sorpresa, el mismo chico al que ayudaste durante la primera etapa de la prueba te había salvado de una muerte segura. Él estaba agarrado en un punto seguro de la montaña y eso le permitió tener la estabilidad suficiente para agarrarte sin caer también al vacío.

  - Volvemos a vernos amigo – sonrió mientras te ayudaba a reincorporarte.
- He visto desde abajo lo que ha sucedido, créeme que habrá llegado su final en la prueba – dicho aquello te devolvió la misma palmada en la espalda que le diste a él y siguió trepando. No solo te había salvado la vida, sino que había permitido que continuases en la competición.

Lo que más te extrañó fue el comprobar cómo aun habiendo sufrido una torcedura de tobillo, aquel chico era capaz de continuar superando las pruebas ¿era alguna especie de semidios griego? Porque aquello se salía de toda lógica humana...

Sin que pudieras hacer nada para evitarlo, viste a Morrigan caer. Probablemente sería descalificada de la competición pero al menos tú podrías continuar.

Y así fue, como contra todo pronóstico, fuiste capaz de seguir adelante escalando por aquella montaña que fue testigo tanto de lo mejor como de lo peor de las personas.

Los últimos 50 metros fueron arduos, y más sabiendo que a pesar de todos tus esfuerzos no llegaste a ser el primero ¿pero qué más daba? En el fondo habías conseguido alcanzar la cima siendo uno de los cinco primeros que era lo realmente importante.

Junto al templo de Zeus se encontraba Jason, el cual sonriente empezaba a estrechar su mano a todos los que habían llegado hasta la cima con éxito, haciendo especial honor a aquellos que lo lograron en primer lugar.

De pronto, ese momento de celebración se tiñó de violencia cuando empezaron a sonar gritos:

- ¡¡¡Axos es un tramposo!!! – gritaron algunos.

- ¡Deshonra esta prueba, intentó tirar a los compañeros al vacío! – aclararon otros.

Parecía que más de una persona presenció el acto de vileza que habían cometido contra ustedes, y aquello no pasó desapercibido para el maestro de ceremonias.

- Axos, en base a la violación de las reglas de esta competición y con el juicio de la atenta mirada de los dioses, quedas descalificado de por vida de los juegos olímpicos... para llegar a lo más alto hay que saber ver a los demás desde lo más bajo... estos no son los valores que intentamos transmitir aquí – y finalmente señaló el camino de regreso a casa, el cual siguió el infame griego que “condecorado” con abucheos abandonó la competición.

Después de aquel suceso todo regresó a la normalidad.

- Campeones de Grecia, ahora estamos aquellos que merecen participar en la 2ª y última parte de esta competición. La cornucopia de oro está más que lista para ser recibida por sus posibles ganadores. Arrodillaos ante ella puesto que es un regalo del mismísimo Dionisio, y escuchad atentamente en qué consistirá la prueba final. -

Lo último que me esperaba era que una mano amiga impidiese que cayese al vacío. El chico al que había ayudado antes, algo sin importancia, estaba ahora completamente recuperado y salvándome de una muerte segura.

-Ufff. Gracias. Yo... te estoy muy agradecido -le dije.

En ese momento, vi que Morrigan caía por la montaña. Ahogué un grito. La máquina... la habría matado, o simplemente habría quedado fuera de la simulación.

Después miré hacia arriba con rabia.

-Vamos -le dije a mi nuevo compañero.

Llegamos juntos al templo y el propio Jason nos dio la mano en señal de recompensa. Yo todavía recordaba a Morrigan, así que no estaba de humor. Por suerte, aunque no sirviese de mucho, alguien acusó a uno de los vencedores, Axos, de lanzar las piedras.

- ¡Deshonra esta prueba, intentó tirar a los compañeros al vacío!

-No lo ha intentado. Lo ha hecho -afirmé yo, conteniendo a duras penas las ganas que tenía de golpearle.

- Axos, en base a la violación de las reglas de esta competición y con el juicio de la atenta mirada de los dioses, quedas descalificado de por vida de los juegos olímpicos... para llegar a lo más alto hay que saber ver a los demás desde lo más bajo... estos no son los valores que intentamos transmitir aquí.

Al final, solo yo lo había conseguido, y ahora tenía delante la segunda prueba. Me arrodillé para escuchar en qué consistía y recuperé el aliento sin poder olvidarme de Morrigan.

Ahora, dentro del templo de Zeus, Jason os reunió a los finalistas en una sala iluminada por una única antorcha, haciendo que la escenografía fuese más lúgubre de lo necesario.

Tan solo quedabais cinco, os mirasteis cara a cara con satisfacción y orgullo pero a la vez con algo de nerviosismo por pensar que la última prueba pueda suponer un desafío demasiado complicado o quién sabe si peligroso.

- Ante todo felicitaros por haber llegado hasta aquí – esputó Jason rompiendo el silencio de la sala.

- La segunda y última prueba no será sencilla, puesto que tiene como objetivo superar la mayor de las creaciones de Dédalo. Justo bajo este templo, oculto en la montaña que acabáis de escalar... se encuentra una recreación del laberinto del minotauro escondido en Creta. Muchos habéis oído los rumores sobre dicho laberinto y la criatura que mora en él... cabe decir que todas las historias son ciertas y que para conmemorar tan magnífica obra de la arquitectura, tendréis que competir para alcanzar el centro del laberinto y adquirir el pañuelo que os distinguirá como campeón de estas olimpiadas – dicho aquello los allí presentes comenzaron a murmurar, algunos sorprendidos por la prueba, otros con temor de que el minotauro exista realmente. Solo uno de ellos se lo tomaba a risa y no parecía sentirse amenazado.

- Ahora escuchad atentamente, en el momento que crucéis esta puerta – señala una gigantesca puerta de madera que se encuentra al final de las escaleras que descienden en el interior del templo – se encuentra la entrada al laberinto. Una vez dentro solo podréis salir una vez se haya completado la prueba ¿lo entendéis, verdad? Solo podrá ganar uno y tan solo os deseo la mejor de las fortunas -

Dicho aquello los hombres empezaron a bajar las escaleras y se prepararon. En breves segundos comenzaría la prueba y eso implicaría analizar cómo afrontar este desafío... ¡La suerte estaba echada!

Finalmente entraste en el laberinto, para tu sorpresa estaba todo exageradamente limpio y pulido, como si fuese una construcción reciente. En las paredes y en el suelo había mosaicos que representaban la figura del toro, pero también la de otras criaturas de la mitología griega como Hidra, las gorgonas o incluso pegaso.

Como era de esperar, aquel laberinto no era lineal, sino que disponía ya de inicio con distintos caminos a elegir. Los participantes sin pensárselo dos veces se dividieron con idea de encontrar el centro del laberinto, ahora tan solo quedaba pensar cuál iba a ser la estrategia a seguir...

La última prueba.... el laberinto. Lo  malo de aquella prueba era que no dependía tanto de su resistencia y fuerza de voluntad como de la suerte. Todos los que estaban allí tenían la misma oportunidad de fracasar... y solo uno podía alzarse con la victoria. 

No me gustaba.

Pero no tenía ninguna opción más que ganar, sobre todo teniendo en cuenta que Morrigan ya estaba a mi lado. Así que entré en el laberinto dispuesto a todo. Todos los competidores nos miramos y asentimos. Suerte para todos, indicamos con los ojos, y escogimos un camino al azar. 

Procuré no seguir a nadie e intentar encontrar el camino por mi cuenta, porque lo último que deseaba era repetir los errores que cometiese otro. Bastante tenía ya con los míos.

Me moví con bastante precaución, pendiente no solo de si había trampas, sino también de encontrar algún símbolo que me guiara hacia el centro. Cuando vi que el toro aparecía varias veces, decidí, aleatoriamente, seguir aquella imagen siempre que la encontrara... y no me fue demasiado mal, porque no me encontré con ninguna pared o camino sin salida, y en cambio, pude continuar serpenteando por el laberinto, hasta que....

Pensaste que la mejor opción era seguir un patrón para avanzar, en este caso la idea sería seguir las imágenes que representaban a los toros, intentando siempre rodear la misma pared para así llegar al centro de la sala sin tener que dar vueltas en círculos. Esa teoría puede ser efectiva siempre y cuando el arquitecto del laberinto no haya tenido en cuenta esa estrategia. Por suerte, tenías tu lógica para buscar elementos que sirviesen de referencia para evitar caer en volver por los mismos pasos y convertir tu avance en un bucle sin fin.

¡Tu estrategia había funcionado! Seguiste el patrón de la pared para avanzar y avanzar hasta que finalmente lograste justo lo que querías ¡llegar al centro de la sala!

Parecía increíble que hasta ese momento nadie haya conseguido llegar hasta ahí, sobre todo porque el pañuelo permanecía impoluto, sobre el altar... ¿tan cerca estabas de conseguir la victoria?

Te acercaste temeroso hasta el pedestal y atrapaste el pañuelo. No dejabas de mirar a tu alrededor por temor de que apareciese otro de los competidores sin embargo allí seguías solo.

Decidiste volver sobre tus propios pasos hasta que en mitad del camino un estruendo te interrumpió: frente a ti apareció un imponente hombre de torso desnudo y cabeza con forma de toro, ¿era el famoso minotauro? ¡Si es pura mitología! Sin dudarlo ni un momento la criatura, la cual estaba armada con un hacha, intentó atacarte con una embestida que podría dejarte KO en cuestión de segundos, ¡tenías que defenderte!

Cuando llegué al centro de la sala me sorprendí porque no hubiese nadie allí, y que ninguno de mis competidores hubiese llegado antes o al mismo tiempo que yo. Seguramente por eso fue que permanecí sin moverme, absorto, durante un buen rato, antes de atreverme a coger el pañuelo.

Pero cuando lo agarré entre mis manos y me di la vuelta no me esperaba encontrar, no a uno de los que había entrado conmigo en el laberinto, sino al mismísimo minotauro armado con un hacha.

-Mierrr....

No tuve tiempo de hacer o decir nada porque se abalanzó sobre mí con la intención de dejarme más aplastado y atravesado que una banderilla..

Afortunadamente, fui lo suficientemente rápido como para quitarme a tiempo, pero tenía un grave problema. No disponía de armas. Así que eché a correr intentando desandar el camino.

¡Victoria! Gracias a tu sabia decisión sobre cómo proceder, conseguiste librarte del minotauro. Eso tan solo significaba una cosa: ¡debías salir del laberinto lo antes posible!

Continuaste tu camino hacia la salida empleando el mismo recorrido que habías usado para llegar hasta tu posición actual. Tan solo te tomó un minuto que se hizo tan largo como un día para llegar hasta la escalera que indicaba que tu triunfo estaba al alcance.

Casi tropezándote, subiste las escaleras sin desvincularte de tu más preciada posesión ahora: el pañuelo rojo.

De vuelta en el templo de Zeus observaste como Jason estaba rodeado de más de una veintena de personas, eran otros competidores que no fueron capaces de llegar hasta donde tú.

Comenzaron a gritar eufóricos cuando te vieron salir con el lazo, era la prueba definitiva de que habías tenido éxito.

En un gesto triunfal, Jason se acercó a ti y alzó tu brazo. El resto del público te vitoreó y aclamó tu nombre a la vez que te hacían entrega de la cornucopia de oro.

Nunca habías sentido una sensación así, tener a tanto público alabando tus esfuerzos. Si ya de por sí la llegada al templo fue dura, el poder salir del laberinto teniendo en cuenta quién había en su interior fue una proeza aún mayor.

De repente, mientras sostenías aquella reliquia, sentiste las náuseas que caracterizaban que tu paso por la Grecia clásica había llegado a su fin. ¿Había sido aquello una victoria frente al desafío que te había propuesto el programa? ¡Por supuesto que sí!

En cuestión de segundos llegaste de nuevo a la sala blanca, con tu uniforme de Imperum y con la iniciativa de continuar con el proceso: el programa te estaba poniendo a pruebas y acababas de demostrar que estabas a la altura a pesar de las circunstancias.