Ahora la prioridad que os habíais marcado era clara: teníais que salvar las vidas inocentes que estaban retenidas en aquel edificio.
Según el informe de inteligencia los rehenes estarían en cualquiera de las últimas plantas, así que con premura decidisteis usar las escaleras para no alertar innecesariamente a los terroristas junto con el ascensor.
Por desgracia existía un problema, el rango de posibilidades era demasiado alto y teníais en contra tanto el tiempo disponible como el hecho de que os puedan descubrir. Teníais que concentraros en ser sigilosos y astutos a la hora de rastrear a los terroristas y al lugar donde tenían a la hija del presidente y resto de civiles.
Debéis narrar vuestras impresiones y como intentáis alcanzar las plantas superiores para ir a por los rehenes. La dificultad es 12 en mente.
Una vez acordamos un plan de acción, llamamos para que los artificieros recogieran la bomba y ambos nos dirigimos cada uno a nuestro camino. A Morrigan le esperaban un buen puñado de escaleras para llegar arriba, y a mí, una lucha por no ser descubierto.
-Buena suerte, "Mor". En cuanto sepa algo, te lo digo. Seguro que vas a ser la agente más esbelta de todo el cuerpo -le dije riéndome, antes de despedirnos.
A continuación, llamé al ascensor y mientras tanto, cogí los dos cuerpos de los terroristas. Cuando entré, detuve el ascensor, coloqué los cuerpos justo en el centro y abrí la trampilla. Después, saqué de nuevo los cuerpos, activé el ascensor, pulsé los botones para que fuese a los cuatro últimos pisos y salté para encaramarme a lo alto del techo del ascensor.
En poco tiempo, estaría en el piso en el que se hallaban los terroristas, pero nadie debía descubrirme. Mi objetivo era hallar la planta, no intentar resolverlo yo solo. Así que me preparé para lo que pudiera encontrar. Dejé la trampilla ligeramente abierta, preparado para cerrarla en caso de que el ascensor se detuviese en la planta indicada, y contuve la respiración.
Motivo: Tirada de Mente1 (porque sé que voy a fallar)
Dificultad: 12
Habilidad: 4
Tirada: 7 8 10
Total: 8 +4 = 12 Éxito
Vayaaaaaa qué suerte jajajajaja
No me enterado bien de la frase que has puesto. ¿Uso entonces el ascensor tal y como dijimos, o has escrito que vamos los dos por las escaleras? Por si acaso, yo he puesto esto y he hecho la tirada. Si tengo que ir por las escaleras, me lo dices y vuelvo a narrar (que no a tirar, ¿eh?)
Le dediqué una sonrisa divertida a Columbus antes de despedirnos. Eran pocas las oportunidades que habíamos tenido de congeniar y mucho menos de conocernos a fondo, así que un poco de relajación antes de emprender una de las misiones más importantes de mi vida no estaba de más.
—Buena suerte tú también —respondí a sus buenos deseos. Al fin y al cabo él iba a tenerlo más complicado debido al ruido que iba a producir el ascensor.
Respiré hondo antes de comenzar a subir escalones. Sabía que no me podía demorar, pero tampoco quería agotarme en las primeras plantas y luego no ser capaz ni de hablar por haber ido más rápido de lo que debería, así que mantuve un paso constante, deteniéndome en cada una de las plantas para abrir con cuidado la puerta cortafuegos que separaba los pasillos de cada planta de las escaleras. El hecho de no saber en qué planta estaban concretamente los terroristas me hacía ir con sumo cuidado para que no me descubrieran y, en el caso de que lo hicieran, para que no comenzaran a matar indiscriminadamente a los rehenes.
Pero estaba claro que la suerte no me iba a acompañar ya que, llegando a las últimas plantas, donde seguramente en una de ellas estarían los terroristas con los rehenes, el sigilo con el que iba ascendiendo y controlando cada una de las zonas, se fue al traste al escapárseme una de las puertas que acabó golpeando con gran escándalo.
Joder. Mierda, mierda, mierda, me recriminé una y otra vez al ser consciente que aquello iba a dar al traste con toda la misión.
Motivo: Mente
Dificultad: 12
Habilidad: 3
Tirada: 2 2 7
Total: 2 +3 = 5 Fracaso
Finalmente, tras usar el sigilo y el ingenio como arma principal, Columbus encontró la ubicación donde tenían a los rehenes. Se trataba de la penúltima planta del edificio que aún estaba en obras.
Fue fácil de discernir porque en una de las salas había cuatro guardias custodiándola, y justo se escuchaban voces que provenían del interior. Al parecer los civiles estaban intentando aún en vano pedir auxilio, sin saber que realmente el rescate iba a caer en manos de dos personas.
Por fortuna, el ruido que generó Morrigan no alertó a nadie ya que las plantas que inspeccionó estaban todas vacías.
En cambio, intentar acceder a la sala sería imposible sin una confrontación directa, intentar distraer a un guardia podría ser fácil, pero es imposible hacerlo así con cuatro. Existía la dificultad de la superioridad numérica pero... después de todas las vivencias dentro del programa, el miedo no era una opción. Teníais que plantar cara a esos secuestradores y liberar a los rehenes antes de que fuese demasiado tarde.
Elegisteis sabiamente vuestra arma y accedisteis a luchar contra el enemigo ¡todo sea por salvar vidas inocentes!
Debéis afrontar como resolvéis la situación. Columbus ha accedido por el ascensor y Morrigan por las escaleras (estáis en la penúltima planta del edificio) Son cuatro guardias contra ustedes, no será fácil pero podréis libraros de ellos sin realizar tiradas debido a vuestro aprendizaje.
El ascensor se detuvo en dos plantas antes de que localizara exactamente la situación de los rehenes. Cuando las puertas se abrieron en la penúltima planta, uno de los terroristas, arma en mano, entró enfurecido en busca de alguien a quien disparar, sorprendiéndose de no encontrar nada.
-¡Eh, no hay nadie! -dijo a alguien que no podía ver.
-Debe haber sido un cortocircuito. Detenlo para que nadie más pueda utilizarlo.
Al menos son dos, me dije.
El terrorista volvió a entrar en el ascensor y activó el interruptor que hacía que no se pudiera utilizar. Estaba bien. No necesitaba salir de allí, sino saber cuántos eran y coordinarme con "Morr".
Estaba a punto de cerrar la trampilla para hablar con ella, cuando oí voces que parecía más bien sollozos. Debían ser alguno d los rehenes pidiendo que los liberaran. También oí otras dos voces más exigiéndoles que se callaran y amenazándolas con dispararles a todos, por lo que definitivamente, no eran dos sino cuatro los terroristas.
Factible, pensé.
Ahora sí, cerré la trampilla, me deslicé lo más lejos posible de la puerta y me llevé a la boca el comunicador que tenía en mi manga.
-Morrigan. Morrigan. Aquí Columbus. Están en la penúltima planta. Repito. Tienen a los rehenes en la penúltima planta. Son al menos cuatro terroristas y han detenido el ascensor, así que puedo salir sin ningún problema.
Ahora venía la parte difícil. Planear la operación.
-Cuando llegues a la puerta de la escalera, avísame. Lo que voy a hacer es deslizarme hacia el interior del ascensor y atraer su atención... como siempre hago -dije, silenciando una risa. No sabía por qué pero siempre me tocaba a mí.
-Dame diez segundos y entra. Entonces los atraparemos entre dos fuegos. ¿Te parece bien?
Espero respuesta antes de entrar, por si se te ocurre otra cosa ;)
¿Todo bien guapi? Ya sabes que si necesitas más tiempo o algo no tienes más que avisar.
Cuando la puerta se cerró con fuerza me mantuve en tensión esperando ver aparecer a alguno de los terroristas, pero por suerte para mí, y seguramente para los rehenes también, nadie acudió al oírse el golpe por lo que pude relajarme un poco y seguir subiendo a otras plantas.
Aún no había llegado a las últimas cuando el pinganillo chisporroteó en mi oído dando paso a la voz de Columbus.
—Recibido, subo ya —contesté, sin elevar la voz.
Eché a correr hacia la planta que él me había indicado y, cuando llegué junto a la puerta pude escuchar alguna que otra voz, aunque a diferencia de mi compañero, yo no pude distinguir cuántos terroristas podía haber pero sabía que Columbus no se habría equivocado y si él creía que eran cuatro serían seguramente cuatro.
—Ya estoy en posición —volví a susurrar indicándole que estaba ya preparada para actuar—. Cuando quieras.
Agarré la katana sabiendo que debería mostrarme todo lo cautelosa y sigilosa que pudiera, ya que el arma que había elegido era más apropiada para ese tipo de movimientos debido a que los terroristas llevarían armas de fuego. Conté hasta diez, un número por cada uno de los segundos que Col me había pedido y, cuando mi mente llegó al número exacto, abrí la puerta que daba acceso a la planta con toda precaución. Había llegado el momento de la verdad.
Era consciente del peligro que corrían nuestras vidas y, en especial, las de los rehenes si los terroristas nos descubrían antes de tiempo o si, por desgracia, su número era mayor al que habíamos supuesto. Pero esos pensamientos no iban a serme de ninguna ayuda así que los aparté de mi mente, centrándome en los siguientes movimientos que serían los más importantes para llevar adelante el rescate.
Col no me iba a fallar y, nada más que atrajera la atención de los secuestradores yo sólo tenía que acercarme a ellos sigilosamente y rebanar el cuello a todos los que pudiera, que esperaba que al menos me diera tiempo a acabar con dos, mientras a los otros mi compañero podía acribillarlos a balazos. Teníamos que hacerlo y, a poder ser, a toda velocidad ya que contábamos con el factor sorpresa.
Nada más recibir la confirmación de Mor, abrí la trampilla con mucho cuidado, la retiré, y descendí al interior del ascensor. Me coloqué en un lateral, fuera de la vista de todos, y me aseguré de que tenía el arma cargada y preparada.
Después realicé unas pocas inspiraciones profundas y me asomé.
Los cuatro terroristas estaban dando vueltas por toda la sala, por lo que no me costó apuntar a uno de ellos, dispararle... y acertarle de lleno. Su cuerpo fue lanzado varios metros hacia atrás, en medio de los gritos de todos los rehenes.
Sorprendidos, los terroristas se giraron, pero yo aún tuve tiempo de realizar un segundo disparo antes de ocultarme, impactando contra un segundo hombre en la cabeza, que quedó completamente destrozada. Su cuerpo se desplomó entre la histeria generalizada, mientras yo volvía a esconderme en mi pequeña esquina del ascensor y me preparaba para recibir una buena cantidad de disparos.
Y así fue.
Los terroristas empezaron a disparar sin control contra el ascensor, agujereando la pared del fondo y obligándome a agacharme para evitar las balas que rebotaban al chocar contra algunas partes de metal.
Diez, pensé.
Había estado contando los segundos, y aunque me parecieron muchos más, ese era el tiempo que le había dado a Morrigan para entrar, y en cuanto lo hiciera, yo saldría de nuevo y acabaría con cualquiera que quedase en pie.
Ahí estaba, el primer disparo había sonado lo que me indicaba que ya había llegado mi momento de actuar. Aprovechando la confusión que Columbus había provocado, me acerqué sigilosamente por detrás de los terroristas, aún sabiendo que corría el riesgo de que las balas de mi compañero me pudieran alcanzar a mí también. Pero ese era un riesgo que tenía que correr y la vida de las personas que habíamos ido a salvar merecía el intento.
Era mucho lo que había aprendido en el entrenamiento y, recordando con cariño a Aoshi, me moví veloz y en silencio consiguiendo que, cuando el segundo terrorista cayó fulminado por el disparo de Columbus, mi espada ya había entrado en acción, seccionando con precisión a lo largo de la columna vertebral del primer terrorista que me encontré para, acto seguido y sin dejar de moverme, lanzar un movimiento circular cuyo viaje acabó en el costado del segundo que aún quedaba con vida, el cual, aunque no cayó muerto, se encontró lo suficientemente sorprendido además de herido para reaccionar a tiempo.
Eficaz, rápido y letal, así había sido nuestro trabajo demostrando de esa forma la eficiencia del duro entrenamiento al que habíamos sido sometidos.
Sudando, mitad por el esfuerzo realizado y mitad por la tensión vivida, me permití sonreír al comprobar que habíamos logrado nuestro objetivo. Habíamos desactivado la bomba y habíamos rescatado a los rehenes. Un buen trabajo que habíamos realizado en equipo, complementándonos el uno al otro, lo que demostraba que juntos podíamos hacer grandes cosas.
—Este aún está con vida —hablé en voz alta para indicarle de esa forma a Columbus que ya podía salir de su escondite. Quizás él quisiera interrogarlo de alguna forma, por mi parte simplemente me apetecía ir a tomar una copa y descansar.
Madre mía, que post más "fantasma" me ha quedado :P
¿Vas a postear algo más o posteo yo? Recuerda que cualquier intento de interrogatorio será un fracaso.
Salí de mi escondite en cuanto vi que Morrigan se ponía en marcha. Su destreza con la katana era formidable y acabó con los dos terroristas que quedaban en un abrir y cerrar de ojos, haciendo que pareciese que en realidad, nada hubiese ocurrido, no hubieran raptado a nadie y que tampoco hubieran amenazado a la ciudad con una bomba.
Poco a poco, los rehenes fueron poniéndose en pie entre sollozos y muestras de agradecimiento. Yo me acerqué a Morrigan, que estaba junto al cuerpo moribundo de uno de los terroristas.
Este aún está con vida
-Supongo que habrá que llamar a un médico... cuando lleguemos abajo -le dije, dando claramente a entender que por mí, aquello había terminado -. Vamos, te invito a tomar algo.
Listo, dire ;)
Aunque pareciese a ojos de un extraño que ganar ese combate era imposible, el adiestramiento recibido pro Imperum había demostrado que no existía nada inalcanzable si se tienen los propósitos claros.
Rápidamente entrasteis en la habitación comprobando como estaban todos los rehenes maniatados pero sin amordazar. Entre la casi docena de civiles había una chica que resultaba llamativa por su forma de vestir...
...se trataba de la hija del presidente que nada más rescatarla se abrazó a ustedes entre lágrimas.
Ahora no había tiempo que perder, debían de ponerse a salvo.
Ahora lo único que teníais que hacer era esperar a que el helicóptero soltase la escalinata para ustedes. Parecía que todo había terminado, la bomba había sido desactivada y los rehenes liberados. Habíais sobrevivido a una operación que parecía imposible ¡el programa había tenido éxito!
En poco tiempo la escalinata apareció y os aferrasteis a ella igual que os aferraríais a la vida. Se podía contemplar como el resto de las cámaras os enfocaban, erais el centro de atención de todos los medios, de todos los cuerpos nacionales. Solo dos personas habían sido capaces de detener la catástrofe de Detroit.
Sonreísteis mientras os llevaban a un lugar seguro, ésta había sido la experiencia de vuestra vida... pero... un momento... ¿por qué estabais empezando a sentir náuseas? No podía ser posible ¡estabais en el mundo real!
Narrad vuestras impresiones...
Con el trabajo hecho, nos dirigimos hacia el tejado para ser recogidos. Yo estaba ya pensando en el descanso que me iba a pegar después de tanto jugarnos la vida, así que en cuanto vi la escalinata delante, me agarré a ella con rapidez y subí.
Desde arriba podía verse todo el despliegue de medios de la ciudad, la larga caravana de policías, medios televisivos y curiosos que se agolpaban alrededor del edificio, y sonreí.
-Lo mejor de este trabajo es poder huir antes de tener que responder preguntas -le dije a Morrigan, pero nada más le hube dicho eso, el maldito mareo, tan familiar ya, empezó a inundarme por completo.
-Pero qué... -comencé a decir, sin entender lo que ocurría y mirando a Morrigan -. ¿Esto... no es de verdad?
Las nauseas fueron en aumento y me pareció que la cabeza iba a explotarme.
-¿Qué demonios ocurre? -pregunté, temiendo que la pregunta iba a quedarse sin respuesta.
—Lo estoy deseando —respondí a mi compañero cuando él me invitó a tomar una copa. La verdad es que la necesitaba y, sobre todo, necesitaba relajarme después de la intensidad con la que habíamos vivido los últimos días. Le palmeé en la espalda asintiendo con la cabeza ante su propuesta de dejar al terrorista a su suerte, al fin y al cabo estaba más muerto que vivo y sólo le estábamos devolviendo un poco del sufrimiento que él iba a causar a otras personas.
A pesar de encontrarse maniatados, del miedo que reflejaban sus caras y de la angustia que debían haber pasado y que no cesaría pasado mucho tiempo, los rehenes se encontraban bien, incluida la hija del presidente que, en un arrebato producto del agradecimiento y el alivio que sentía, se abrazó a nosotros a punto de caer en el histerismo.
Ahora sólo quedaba salir de allí y, a poder ser, con la mayor discreción que se puediera, algo difícil dado el número de curiosos, policías y medios de comunicación que habían rodeado el edificio. Teníamos que ir hasta la azotea donde nos estaría esperando un helicóptero com así fue. Mientras los civiles iban subiendo por las escalerillas, me giré hacia Columbus con una sonrisa satisfecha en la cara.
—Lo hemos hecho bien ¿verdad? —le dije, orgullosa por haber terminado con aquella amenaza sin que ninguno de los rehenes hubiera caído—. Formamos un buen equipo.
Detrás de los civiles rescatados nos llegaba el turno a nosotros y, una vez acomodados en el helicóptero sabiendo que nos esperarían unos días de paz y tranquilidad, me permití soñar con los días tan merecidos de vacaciones que tendría y dónde podría pasarlas. Quizás tumbada en la playa sin hacer nada o simplemente perdida en algún lugar recóndito de las montañas, ya tendría tiempo para planificarlo, pero ante todo pensaba en esa copa prometida y en darme un largo y relajante baño.
Pero mi sueño fue interrumpido por una sensación que ya, a esas alturas, era más que conocida. Las náuseas, el vuelco del estómago, la sensación de vértigo...
—Pero qué coño... —comencé a decir dándome cuenta de lo que aquello significaba. ¿Acaso nos habían engañado? ¿Pudiera ser que el mundo real no existiera y que a partir de ese momento estaríamos pasando de un mundo a otro sin opción a la paz y la tranquilidad? Sin lugar a dudas todo aquel asunto empezaba a resultar una puta mierda.
El pitido del electrocardiograma mostraba que vuestras constantes vitales eran estables, por lo menos eso era lo que decía el doctor ahora.
- Bienvenidos, agentes Smith y Connor – comentó un tipo en bata blanca y con una barba oscura que hacía creer que su edad rozaba más la juventud que la madurez.
Estabais confundidos, no entendíais porqué habíais vuelto a sentir náuseas, eso tan solo ocurría cuando regresabais a la sala blan... miraste a vuestro alrededor y todo era blanco... impoluto... impecable. El doctor sonrió.
- Hemos conseguido muchísima información gracias a vuestros progresos, a vuestras decisiones, a vuestros fracasos y también a vuestros éxitos... – observasteis horrorizados como la bata tenía escrito el nombre “Caronte”. ¿No era ese el nombre de la banda terrorista?¿para quién estabas trabajando?
- Quizás ahora os encontréis un poco confusos... pero debéis saber que en pocos minutos recuperaréis la memoria... ¿verdad agentes?... tan solo tened paciencia – poco a poco iban llegándoos los recuerdos, sobre como en mitad de una misión en la agencia unos terroristas provocaron un tiroteo y acabaron con todos vuestros compañeros y... también con vuestras vidas.
El electrocardiograma empezó a pitar con más frecuencia, vuestro ritmo cardíaco subió por encima de las 100 pulsaciones. ¿Qué pasaba?¿dónde estabais?¿qué era entonces el programa?¿la barca?¿Imperum?
- Ahora debéis relajaros... tomad... – con la velocidad de un rayo el hombre administró un potente sedante para que estuvieseis más tranquilos.
- A estas alturas ya deberíais haber recordado que técnicamente tendríais que haber muerto agente Smith, al igual que usted agente Connor... sin embargo, lo que ha quedado funcional de vuestro cuerpo ha servido para un propósito mayor, para el proyecto Caronte. Gracias a su colaboración hemos extraído los patrones que pueden llevar a un soldado a mejorar sus habilidades tales como la orientación, la destreza en combate, el liderazgo, su percepción... estos resultados nos harán salvar muchas vidas – os sonrió afable.
- Vuestros seres queridos han recibido un cheque muy cuantioso por el compromiso con nosotros. Espero que las simulaciones, incluida la del atentado de Detroit hayan sido como mínimo, entretenidas – así que esa era la realidad. Todo había sido una simulación, incluso Detroit... ahora tan solo eráis un conejillo de Indias a manos del Estado.
- Por desgracia, me temo que el tiempo se agota, no podemos mantener vuestro cerebro y corazón funcionando mucho más, de ahí que aprovechásemos el tiempo al máximo, una vez pasadas las primeras 48 horas desde la resurrección cerebral el organismo empieza a deteriorarse... así que tan solo puedo daros mi más sincero agradecimiento por parte del país y de su presidente: sois unos héroes – dicho aquello el científico hizo un saludo militar mientras notabais que aún tenías fuerzas para moveros y hablar... si es que realmente queríais hacerlo.
Este será vuestro último post en la partida. Debéis narrar vuestras sensaciones, impresiones o conclusiones. Podéis inventaros incluso como fue aquella misión en la que oficialmente moristeis, y como empiezan a llegar todos los recuerdos. Vuestra muerte es inevitable pero al menos habéis contribuido a vuestro país con una información valiosa. Realmente os habéis convertido en héroes... héroes anónimos.
Por suerte, vuestro subconsciente no morirá, en vuestro epílogo podréis elegir uno de los mundos que habéis vivido (incluido Detroit) y podréis narrar como volvéis a él, como si fuese vuestra nueva vida. Quizás para otro no sea más que fantasía, pero para es realidad, vuestra realidad.
Espero de corazón que hayáis disfrutado esta aventura en primicia en la Comunidad, habéis sido unas jugadores de 10 no, de 15. Espero haber estado a la altura de vuestras expectativas.
Las nauseas dieron paso a un silencio casi sepulcral, roto únicamente por un extraño pitido intermitente y por el sonido de algún tipo de sistema de ventilación.
Abrí los ojos esperando encontrarme de nuevo en la habitación blanca, pero en lugar de eso, me encontré mirando al techo, completamente desconcertado.
Bienvenidos, agentes Smith y Connor
Una voz desconocida me sacó de mis pensamientos. Me di cuenta de que no podía mover la cabeza, pero sí los ojos, así que lo busqué con la mirada. Se trataba de una especie de médico, como podía deducirse de su bata blanca. A mi lado vi que se encontraba una mujer... Morrigan. Tenía la cabeza vendada y cuerpo inmóvil. Pero si ella estaba en aquel estado, yo...
Hemos conseguido muchísima información gracias a vuestros progresos, a vuestras decisiones, a vuestros fracasos y también a vuestros éxitos...
Mierda. Mierda. Mierda. ¿Nos habían capturado? ¿Qué demonios era todo aquello? En ese momento, me fijé en el nombre que había en la bata.
Caronte.
Una especie de click pareció activarse en mi cabeza. Caronte era el nombre de los terroristas, pero de repente, tuve la extraña sensación de que nada de eso era real. El hombre continuó hablando.
Quizás ahora os encontréis un poco confusos... pero debéis saber que en pocos minutos recuperaréis la memoria... ¿verdad agentes?... tan solo tened paciencia.
Paciencia.
Paciencia.
Paciencia.
Un flash de disparos. Dolor. Gritos. Dolor. Hombres cayendo a mi lado. Morrigan muerta. Dolor.
De pronto, todo me quedó claro. Yo era un agente que trabaja para el gobierno junto con Morrigan y otros compañeros, y debíamos detener a una célula terrorista. Alguien nos traicionó. Alguien debió avisarles y caímos en un fuego cruzado. Todos... resultamos abatidos.
Pero yo estaba vivo. Pensaba, sentía. ¡Estaba vivo!
Escuché como los pitidos se hacían más frecuentes y al mirar hacia un lado, vi el electrocardiograma registrando como subían mis pulsaciones.
Quería moverme, pero no podía. ¿Por qué no podía moverme? Había salvado un tren, escalado una montaña y vencido a un samuraí. ¿Por qué demonios no podía ponerme en pie?
Ahora debéis relajaros... tomad...
Aquella voz era sencillamente odiosa, pero sentí como la acompañó una calma absoluta que hizo que de repente, nada de todo aquello pareciese importante. Miré de nuevo a Morrigan, que a su vez me miraba a mí. Recordé todas las misiones que habíamos compartido juntos y también, todos los momentos privados.
Deseo. Besos. Su aliento en mi piel. La calidez de sus manos en mi cuerpo.
A estas alturas ya deberíais haber recordado que técnicamente tendríais que haber muerto agente Smith, al igual que usted agente Connor... sin embargo, lo que ha quedado funcional de vuestro cuerpo ha servido para un propósito mayor, para el proyecto Caronte. Gracias a su colaboración hemos extraído los patrones que pueden llevar a un soldado a mejorar sus habilidades tales como la orientación, la destreza en combate, el liderazgo, su percepción... estos resultados nos harán salvar muchas vidas.
Yo no quería salvar otras vidas salvo la mía. Quería salir de allí, correr, tomar una cerveza con los amigos, casarme y tener hijos...
Y sabía que nada de eso iba a ser posible.
Sin darme cuenta, empecé a llorar. Noté como algunas lágrimas comenzaban a deslizarse por mis mejillas, abriéndose paso entre las vendas y acompañando al dolor que sentía en mi interior porque era consciente de que no habría nada más.
Vuestros seres queridos han recibido un cheque muy cuantioso por el compromiso con nosotros. Espero que las simulaciones, incluida la del atentado de Detroit hayan sido como mínimo, entretenidas.
Giré los ojos hacia aquel hombre y lo odié con toda mi alma. Hubiera preferido morir y no recordar, que continuar viviendo un solo minuto más, una hora, o un día, para poder sufrir por los recuerdos que ya no iba a ser capaz de crear. ¿Cómo podía alguien ser tan cruel? La muerte formaba parte de nuestra misma existencia, y también de nuestro trabajo. La aceptaba, la abrazaba, pero aquello no era la muerte.
Era mucho peor.
- Por desgracia, me temo que el tiempo se agota, no podemos mantener vuestro cerebro y corazón funcionando mucho más, de ahí que aprovechásemos el tiempo al máximo, una vez pasadas las primeras 48 horas desde la resurrección cerebral el organismo empieza a deteriorarse... así que tan solo puedo daros mi más sincero agradecimiento por parte del país y de su presidente: sois unos héroes.
Cuando finalmente, nos hizo el saludo militar, reuní todas las fuerzas que pude para decirle lo que pensaba de todo aquello. Iba a morir, pero desde luego, lo haría honrando mis sentimientos e ideales. Me importaba una mierda ayudar al país si con ello, sufría aquella tortura, porque era eso precisamente. La más cruel de las torturas.
Así que abrí la boca lentamente. El hombre acercó el oído para poder escuchar lo que iba a decirle, y finalmente, conseguí expresarle lo que pensaba de todo aquello.
-¡C-cab-br-onnn-es!
El esfuerzo había sido de tal grado, que a pesar de haberme levantado apenas unos milímetros de la camilla, me sentía como si se hubiese tratado de algo mucho mayor.
Me puse a recordar entonces todo por lo que habíamos pasado Morrigan y yo y recordé el máximo momento de paz, aquellos instantes en los cuales habíamos permanecido en el maldito lago intentando capturar a Yenyi. Sonreí. La paz que se respiraba en aquel lugar era ahora lo que necesitaba. Cuando estuvimos allí, me resultaba muy sencillo desesperarme, pero ahora, lo que más me llenaba era volver a ese lugar y respirar... paz.
Así que cerré los ojos y me dejé llevar. Me imaginé a mí mismo siendo de nuevo un samurai caído en desgracia, pescando, o simplemente, esperando a que el tiempo avanzase hacia mi inexorable final.
Lo último en lo que pensé, fue en la mirada de Morrigan en una cálida mañana de verano, dulce, feliz y relajada. Aquel si que era un buen final.
Se habían confirmado mis temores, las náuseas habían sido un aviso de lo que estaba a punto de suceder y, aunque había creído firmemente que el rescate había ocurrido en la vida real, ahí estaba de vuelta una vez más en la sala blanca aunque, en esta ocasión, había algo distinto, algo que no debería estar allí. Escuché una voz y mis ojos buscaron a su dueño y, a medida que recorrían el lugar donde me encontraba para dar con el punto exacto de donde provenía la voz, me di cuenta que la sala blanca no era la misma que había conocido hasta el momento. ¿Qué cojones era aquello? Más parecía la sala de un hospital o un laboratorio que cualquier otra cosa.
Por fin di con el dueño de la puñetera voz que estaba contando una historia que, a mis oídos, sonaba increíble. Intenté hablar, contestar a sus estupideces con otras estupideces, gritarle a aquel sujeto lo imbécil que era, pero no pude. Giré los ojos y pude ver con sorpresa a Columbus, a mi compañero, a mi amigo, tendido en una cama y, de repente, los recuerdos fueron apareciendo en mi cabeza como luces parpadeantes a medida que la voz de aquel hombre proseguía con su discurso.
Entonces lo vi claro,lo que aquel tipo estaba contando era cierto. La misión, el ataque, la muerte de todos mis compañeros, la muerte de Columbus y... la mía también. Había caído en medio de una misión, había muerto defendiendo aquello en lo que creía, por aquello en lo que siempre había creído, pero aquellos desgraciados nos habían mantenido a Col y a mí enchufados a máquinas sólo por el placer de experimentar, de buscar al puñetero soldado perfecto. Habíamos sido conejillos de indias dando vueltas sin fin en una rueda hasta que habíamos acabado reventados de agotamiento. Habían hecho con nosotros lo que les había dado la gana y ahora... nos volvían a dejar morir.
De nada me sirvió escuchar que mi familia no tendría problemas económicos a partir de ese momento ya que les faltaría su hija, su hermana, su sobrina junto a ellos, y mucho menos sirivó el falso agradecimiento que nos estaba dando por servir tan bien ¿a quién? ¿al Presidente? ¿a la patria? Todos se podían ir al carajo, panda de inútiles que se repantingaban en sus sillones con un puro en su boca y una copa en sus manos mientras mandaban sin un ápice de lástima a otros a morir por ellos.
Escuché el esfuerzo que Columbus hacía por hablar y una sonrisa, que no sabía si había asomado a mi cara, apareció al escuchar lo que decía. Por mi parte no tenía fuerzas para hablar y tampoco tenía nada que decir, pero sí me esforcé por levantar el dedo corazón de mi mano derecha cuando el hombre nos saludó militarmente. Podían joderse él y toda esa panda de desgraciados a los que servía, los mismos a los que yo había servido hasta el día de mi muerte.
Me hubiera gustado despedirme de Columbus, agradecerle lo buen compañero que había sido, recordar las risas y los momentos tensos que habíamos vivido, la amistad que habíamos forjado con el tiempo, pero no pude. Sin embargo, mientras me iba sumiendo en una oscuridad cada vez más profunda, tuve la sensación de que lo volvería a ver, que volvería a compartir con él buenos momentos, que los dos encontraríamos la paz que por tanto tiempo habíamos estado buscando.
Me aferré a los últimos recuerdos que tenía, los que esos hombres nos habían creado, y de todos los mundos que había tenido la oportunidad de visitar y de vivir fue uno en concreto al que me dirigí. Busqué caminar hacia aquel remanso de paz que había encontrado en la cabaña de Aoshi, el sonido de la cascada, el viento soplando entre las hojas de los árboles,... Sí, quería volver allí y hacia allí encaminé mis pasos. Como todos, era un mundo cruel, despiadado, sangriento, duro, pero en él había encontrado la tranquilidad que siempre me había faltado, me había reencontrado con mi espíritu y había sido feliz a pesar de las duras enseñanzas de Aoshi al que tenía muchas ganas de volver a ver.
Volvería a empuñar mi katana con honor y, sobre todo, volvería al estanque para pescar de nuevo a Yenyi y Columbus estaría allí. Porque sabía que volvería a ver a mi compañero, a mi amigo, junto al estanque rodeado de cerezos en flor.