Partida Rol por web

Sea.

Y dicho lo cual, hizo el conde ademan de dejarle solo con sus señores, y eso hicieron los caballeros.

Al tiempo que obedezco los deseos del Conde y me retiro junto a mi primo del salón dejándolo con sus asuntos y sus caballeros, no dejo la pasar la ocasión de comentarle a Gwilherm en un susurro que no se alcance a escuchar más allá:

Primo, quién me iba a decir a mí que los condes como el nuestro andan metiéndose en asuntos de casamientos... aunque supongo que es señal de que os aprecia, más le valdría preocuparse por los sajones y los rebeldes que por decidir quién os acompaña en el lecho... pero qué se yo de lo que piensa un conde, éste o cualquier otro. Vayamos a echar un trago de vino, los asuntos de corte me secan la garganta y  me amargan el paladar. Después vayamos a entrenarnos en el campo de armas, a ver si vacío mi cabeza de asuntos que no sean que una espada me alcance...

La idea de una jarra de buen vino y un buen rato practicando me devuelven la sonrisa que había desaparecido de mi rostro durante toda la reunión.

_ Razón no os falta, Walter. Aunque creo que tu hora va llegando... Quizás en los sucesos venideros podamos encontrarte una doncella con la que desposarte. _ Le contestó con sarna, en el mismo tono.

En verdad, había razón en sus palabras. ¿Cuál sería los motivos del conde para/con mi casamiento? Quizás sólo se preocupaba por sus vasallos. Un mujer en casa es igual a niños correteando por la casona. Y un hogar con chiquillos, es un lar feliz.

_ Bien, acepto tu propuesta. Tiempo ha desde la última vez que cruzáramos aceros en el patio de armas. Pero por nuestro bien, primero entrenaremos y después beberemos, el perdedor pagará el vino. _

Dicho lo cual, abandonaron las estancias.

Ya tenéis tarea. Así que marcháis a vuestro señorío a dar razón de vuestra misión, y a reclutar a los soldados ofrecidos al conde.

Pasada la semana, llegáis en fecha y forma al castillo de Hertford. Traéis a vuestra tropa, que se junta con los la aportada por el condado de Hertford .Entre todos en número de 50, representaran al condado ante Logres y los Pendragon.

El tiempo ha volado y ya estamos de vuelta en el castillo de Hertford. Las tropas a nuestras órdenes reunidas y listas para partir. He pasado algo de tiempo intentando descubrir de qué están hechos los nuevos hombres reclutados por Gwilherm este invierno. Están verdes, pero parecen buenos soldados. En un primer vistazo no he visto ningún defecto que no se arregle con un poco de instrucción. Un viaje como éste les hará bien. El resto de la tropa a penas la reconozco. Intento calibrar la calidad de los hombres que el conde envía como muestra de su apoyo al Rey. Sé que nos envían a nosotros por deseo expreso del Príncipe, pero un vistazo  a la aportación de tropas del condado me hará tener una idea de lo serio que se toma el conde este asunto... y su lealtad.

Preparado a lomos de mi fiel Breogan, espero que mi primo dé la orden de marchar... volver a Logres me produce sentimientos encontrados, pero tengo claro mi deber para con los Pendragón. Así que no hay duda en mi corazón al respecto de que es una misión importante, al menos para mí.

El tiempo en Malderoi haciendo los preparativos trascurre como un suspiro. Apenas tiene Gwilherm tiempo para dedicar a su hijo, pero al fin y al cabo, la crianza es cosa de mujeres. Al menos, hasta que tenga edad sufieniente para sostener una espada de entrenamiento. Le hubiera gustado reunirse con el capellán para el tema del bautizo. Pero muchas son las dependencias de un Señor.

Así pues, tras reunirse con los sargentos Cherhan y Anther, para dilucidar cuáles de los novatos serían los idóneos para esta empresa. Tocó momento del equipo. Lanzas para los novatos y espadas y escudos para los experimentados. Era recomfortante y tranquilizador, como Walter no les quitaba ojo a los reclutas, escrutándolos en silencio como si pudiera leer sus mentes u observar su futuro. Sir Gwilherm no podía contar con mejor lugarteniente.

Y tras dar las órdenes a Sir Echen y planificar alguna estrategia en caso de asalto, todo estuvo listo. Pero el señor de Malderoi, debía mucho al Padre de todos, y más después de la confrontación con los sajones. Así, ordenó que la marcha se iniciaría después de la misa de Primas.