Lo examinas todo cuidadosamente, pero no encuentras nada fuera de lo común. Entonces te parece percibir un brillo en el jergón. Rebuscas en él y encuentras nada menos que un anillo de oro con las iniciales "F.F." ¡Era el anillo de Fernando! Te lo guardas y sales de la cabaña.

                Áviva hace un descubrimiento muy importante: en el jergón, en la cabaña, está nada más ni menos que el anillo de Fernando. Se lo guarda entre sus ropas y sale de ella. Si enfrenta al tipo grandote sin más, sin refuerzos, sería riesgoso. No tiene ganas de perder su cuello y que todo sea para nada.

                Quiere ir a ver a Tobías y decirle el hallazgo para coordinar con él un plan de acción en donde ese anillo pruebe la inocencia del pobre hombre. “Que Yahvé me acompañe en este momento de tribulaciones pues es el que busca la verdad el que la encuentra. Y la verdad lo hará libre…”

A pesar de tu intento de evitar que Gregorio te descubriera, en cuanto sales de la cabaña el sepulturero está justo en la puerta esperándote.

Al verte ya en peligro, te envalentonas y en seguida le increpas:

- ¿Por qué has intentado inculpar a Tobías del asesinato de Fernando? Inquieres. Gregorio se queda estupefacto ante tu reacción, pero se recupera rápidamente.

No se de qué me hablas. Te contesta.

-Ayer fuiste a su casa con la excusa de comprarle nabos y escondiste la daga de Fernando en su casa. ¿Fuiste tú quien lo mató?

¡Todo eso es mentira! Grita fuera de sí. ¡No tienes pruebas!

-¿Ah no? Contestas ¿Y esto que es? Añades, enseñándole el anillo que has encontrado en su casa.

El miedo se apodera de Gregorio, que mira el anillo como extasiado. Segundos después sin pensárselo dos veces, alza su pico y se lanza sobre ti. Pero tú eso ya te lo esperabas y le esquivas. Gregorio tropieza y se clava su propio arma en el pecho. La herida lo deja gravemente herido, pero aún consciente.

¡Por favor, no me mates! Implora, cubriéndose con los brazos.

            Ve a ese hombre tirado en el suelo luego de haberse clavado su propio pico en el pecho, intentando atacarla, pero siendo esquivado por ella en el último momento. Ve que la sangre brota y que pide por su vida. Áviva se arrodilla junto a él. Sabe que su amigo sufrió por su causa y que podría vengarse, pero no siente deseos de venganza. Sólo quiere justicia.

           -Iré por ayuda. Debes decir lo que hiciste, mi compañero está preso por algo que no cometió... que Yahvé te dé consuelo en estos momentos y fortaleza para hacer lo que sabes que es correcto.
      
          "Tobías, ya estarás libre... estarás libre. Por otro lado, lamento el trato que recibirá este hombre. Asesino o no lo cierto es que el señor de estas tierras es un tipo que no me agrada en absoluto. Su manera de impartir justicia es cruel."
 

Coges una cuerda de la cabaña de Gregorio y lo arrastras hasta un árbol. Le atas a él de forma que no pueda mover ningún músculo de su cuerpo, dejando libres sus manos. A continuación coges uno de sus dedos, dispuesto a torcérselo si no responde a tus preguntas.

                   Ella jamás, pero jamás, se hubiera imaginado lastimando a alguien y menos de esta forma. Lo que la motiva es la desesperación. A menos que Gregorio confiese, Tobías morirá y todo será en vano. De tanta pasión por obtener la respuesta siente un crujido y en el rostro de dolor del sepulturero se ve que le ha roto el dedo.

                  -Díme cómo mataste al hombre... dímelo y así mi amigo quedará libre. No quiero hacerte esto, ¡maldición! ¿Por qué mataste a ese tipo, ¿por qué?

                 Ávisa sentía náuseas de sí misma, no quería pensar en cómo su creador la estaría juzgando. No salía llorando porque no quedaba otra. Hasta aquí había llegado y no se iría sin respuestas.

      Áviva no podía contener sus lágrimas mientras continuaba con la tortura del tipo. No era su forma de ser, no. Nada que ver con la chica dulce y pacífica que era. ¿Pero qué más podía hacer? ¿Cómo salvar a Tobías? La vida la había llevado a una terrible encrucijada y solamente podía hacer lo necesario y esperar la ayuda del creador, o no volverse loca.

Gregorio no puede soportar más el dolor; te implora clemencia y jura que te lo dirá todo si dejas de hacerle daño. Le das un respiro para que hable.

Todo empezó hace dos meses. Comienza a decir, balbuciendo entre lloriqueos Estaba en mi cabaña cuando vi que alguien merodeaba por el cementerio. Salí para ver quién era y me encontré con una mujer muy hermosa. Me propuso que desenterrara un muerto cada día y se lo llevara a la Cueva de los Murciélagos.

Al principio me sorprendió aquel negocio tan macabro, pensé que no era más que una chiflada y estuve a punto de mandarla a tomar viento, pero entonces sacó una bolsa llena de dinero y me dijo que me entregaría otro tesoro como ése por cada cadáver que le llevara. No pude resistirme.

Cada día desenterraba un cadáver y se lo llevaba, y ella siempre cumplía su promesa. Pero poco a poco el cementerio se fue quedando sin cadáveres. Cuando le dije que quedaban pocos, me dijo que le llevara uno cada tres días. Así lo hice hasta que anteayer, cuando le llevé el último me dio un anillo de oro y una daga de plata, y me dijo que acusara a uno de los vecinos de la muerte de Fernando escondiéndola en su casa y avisando a los soldados.

Yo ya sospechaba que había sido ella quien había matado al hijo del conde.

Le preguntas por qué quiere inculpar a un campesino del asesinato.

No lo sé. Asegura Gregorio. Supongo que al ver que se le están terminando los cadáveres, quiere que le "fabrique" más... el anillo también es para inculpar a otro vecino una vez que Tobías haya sido ejecutado.

Gregorio te confiesa que tiene el anillo de oro escondido en su cabaña.

- ¿Cómo puedo encontrar a esa mujer? Inquieres.

Al entrar en la cueva, te explica, debes torcer a la derecha hasta llegar a una pequeña cámara con una roca en forma de estrella. En la pared derecha hay un pasadizo cubierto por una gran piedra. Si lo sigues, llegarás a su guarida.

Dejas a Gregorio atado al árbol y te diriges a la cueva en busca de la mujer.

Armada de valor decides volver de nuevo a la Cueva de los Murciélagos y sigues las indicaciones que te dio Gregorio. Buscas en la pared oriental de la cámara y das con la roca que cubre el pasadizo donde se esconde la mujer. Te ves obligada a inclinarte, ya que el techo del pasadizo es muy bajo.

Asciendes durante un rato hasta que percibes una luz titilante tras un recodo, producida por un fuego. Al doblarlo, entras en una pequeña caverna. El fuego procede de una fogata al fondo, al lado de la cual se sienta una mujer que, alertada por la claridad de tu antorcha, se mantiene expectante.

Es tal como te la describió Gregorio. Tras ella puede entrever un cadáver yaciente al que le faltan los brazos y cerca de él, una espada de bella manufactura está apoyada contra la pared. Al verte, la mujer se levanta y emite un gruñido. No eres la persona que esperaba. Entonces te das cuenta de que tiene la boca cubierta de sangre. Te quedas boquiabierta cuando comienza a tranformarse en una peluda bestia bípeda.

           Áviva escucha sobre la mujer que le ha pedido al sepulturero que desenterrara un muerto por día y se lo llevara a la Cueva de Murciélagos. Le horroriza la historia, casi tanto como la manera en que la obtuvo, nunca se olvidará de que hubo una vez en la que torturó a un ser humano. Comprende que ella pagaba un muy buen dinero por tal tarea y le asquea que el hombre haya aceptado sin ningún precepto moral, pero entiende que a veces el dinero es como un dios para las personas, lamentablemente. Cuando el cementerio se fue quedando sin cadáveres, supo, fue el turno de conseguir uno nuevo y por ello el tipo ese, Fernando, fue a "cumplir su destino". El sepulturero inculpó a Tobías del asesinato a sabiendas de que sino pagaría él un precio muy caro y de que había sido la mujer la verdadera autora del hecho.

        -Es... es una bruja, ¿verdad? Debe ser eso. Es espantoso el relato, no debiste haber pactado con el diablo, ¿acaso no sabes que siempre hace trampa?- preguntó, mirándolo a los ojos pero luego desviando la vista de su persona, que estaba realmente dañada. El sepulturero no responde a ese interrogatorio pero sí a la ubicación de la mujer y Áviva se dirige hacia la maldita cueva. Su temor es solo superado por la sorpresa de todo lo que pasó desde el día en el que llegó a estas tierras.

         Encuentra a la "señora" y cuando lo hace hubiese preferido tener otro resultado. Su boca es un terror genuino, llena de sangre, se está alimentando de los cadáveres, eso parece. Áviva siente que las entrañas se le tuercen de asco y miedo mas en ese momento la mujer, si se la puede nombrar de ese modo, comienza a transformarse delante de sus ojos. 

         -¡¡Dios mío!! -exclama con espanto, retrocediendo mecánicamente, presa del horror.

Entonces recuerdas una leyenda que habla de una criatura que se alimenta de cadáveres y tiene la capacidad de convertirse en mujer. ¡Esta criatura es un gul! La leyenda también dice que con su aullido es capaz de hacer abortar a las mujeres y de causar una gran conmoción en todo aquél que lo oye.

Rápidamente, arrojas al suelo la antorcha y te tapas los oídos. Ves como la criatura alza el hocico emitiendo un sonoro aullido, pero por suerte no lo oyes. Seguidamente te acercas a ella y te dispones a luchar.

        Áviva recordó esta historia de una criatura conocida como Gul: un ser que puede convertirse en mujer pero que no lo es, que se alimenta de cadáveres y es capaz de producir abortos con su aullido solamente. Está aterrada, pero sabe que si se queda aquí morirá. Por si eso no fuese suficiente, también lo hará su amigo Tobías. Así que intentará escapar, corriendo por dónde vino con toda la rapidez que sus piernas le permitan. Si ve que la criatura la sigue muy de cerca, o si se tira sobre ella, usará la daga para cortarla, aunque sea, ganar tiempo. No cree que pueda matarla, y ni sabe si le dará tiempo a sacar su arma, pero su cabeza idea rápidamente sus posibilidades:

    *Correr

    *Usar la daga en caso que se le arroje encima

Sales huyendo de allí antes de que la criatura logre darte alcance.

Así que ésta es la criatura que mató a Fernando, ahora lo tienes claro. Y decides volver al castillo.

Una vez allí, anuncias que has encontrado el anillo de Fernando. Pides una audiencia con el conde que escucha tu relato. Le cuentas que has encontrado las pertenencias de su hijo en casa de Gregorio, y que éste, para quedar libre de culpa, escondió la daga en casa de Tobías y le acusó, cosa que él mismo te ha confesado bajo tortura. Le indicas dónde le tienes atado y manda a dos soldados para que lo traigan ante tu presencia. Al cabo de un rato, los soldados vuelven llevando en volandas a Gregorio

- ¿Has matado tú a mi hijo? Grita el conde, encolerizado. ¡Confiesa!

¡No! Exclama un aterrado Gregorio. ¡Fue ella! ¡La mujer de la cueva! ¡Ella lo mató!

A los ojos de todos los presentes, Gregorio empieza a desvariar hablando de venta de cadáveres a una mujer misteriosa y asegurando que fue ella quien le obligó a inculpar a Tobías. Nadie cree su historia. Don Pedro ordena que lo encierren y se lo llevan pataleando y lloriqueando. Poco después sueltan a Tobías, al que ayudas a regresar al pueblo para reunirse con su familia, que lo recibe con fuertes abrazos y lágrimas de alegría.

Esa noche todo el mundo asiste a la ejecución de Gregorio. Don Pedro se encuentra de muy buen ánimo, y se sienta en una grada de madera construida para la ocasión, acompañado de sus parientes. Todos los campesinos se acercan para ver cómo muere el traidor de Gregorio, y le insultan y le arrojan piedras antes de que la soga le desnuque.

Por primera vez desde que don Pedro llegó a Zuheros, se respira un buen ambiente entre el señor y sus vasallos. Después tiene lugar un banquete en el salón del castillo, al que eres invitada como premio por haber descubierto al verdadero asesino. Durante el banquete, don Pedro te pide que aceptes una recompensa, que Gonzalo te entrega en una pequeña bolsa. Miras en su interior y compruebas que tiene 300 maravedíes.

Pero tal vez sea mayor la recompensa de saberte acreedor del hecho de que un pueblo se haya reconciliado por fin con su señor.

Fin

                Sus palabras tenían que ser acertadas, porque ese hombre de adelante no tenía piedad y si dudaba de la veracidad de Áviva, no solo Tobías sino ella misma estarían muertos. Así que cuando el sepulturero dijo sus mentiras, la chica se adelantó y contó la  verdad en forma pausada y calma, intentando parecer templada.

                -Mi señor, he arriesgado mi vida para que el asesino de Fernando pague su culpa y no mi amigo, Tobías. Este hombre dice que yo lo asesiné, pero mi contextura y fuerza es bien poca. Solo a base de usar la inteligencia pude llegar a la verdad. Y tampoco tengo tanta de ella, después de todo solo soy una mujer.

                Era necesario que no se olvidara de que vivía en un mundo totalmente abocado a la superioridad del hombre.

                -Encontré que había cosas que no tenían que ver con el hecho, pistas… no sé. Algo en mi corazón me hizo buscar la verdad…

                La historia prosigue y cada vez menos es creído Gregorio, sobre todo cuando cuenta sobre la mujer que era una “cambiaformas” por así decirlo. La joven incluso siente pena por él en la ejecución pero se lo ha buscado por hacer fortuna de mala manera. El pueblo ahora vive una mejor relación con su señor y Áviva recibe una recompensa que jamás podría haber imaginado, aunque nada es mayor que saberse la salvadora de un buen hombre.

                -Tobías, mi querido amigo, mi corazón está lleno de amor al saber que tu esposa y tú estaráis juntos muchos años más. Déjame darte la mitad del dinero, yo estoy más que completa con la otra parte.

                Añora volver a sus tierras a contarle a su esposo toda su aventura, pero sobre todo, a abrazarlo una vez más. Ha venido a este pueblo como una campesina y ha retornado con aires de heroína. Incluso a ella le cuesta creerlo.

                Es feliz, y ora porque el sepulturero, en el otro mundo, reciba también el perdón de Dios.