Atacas a Gregorio sin previo aviso, pero éste responde poniéndose en guardia rápidamente, demostrando que esperaba esa reacción.
Motivo: Iniciativa Gregorio
Tirada: 1d10
Resultado: 2(+10)=12
Veamoslo, porque yo todavía no lo he visto XD
Primer paso: (declaración)
Iniciativa. (1d10 + tu valor en agilidad) (+ mod de armaduras o hechizos) que si tienes o has lanzado, debes de indicármelo por aquí para que lo tenga en cuenta.
En este post tendrás que indicar solamente cuáles son tus intenciones.
Si sacas más de 12, empiezas tú.
Segundo paso: (acción)
Puedes atacar, moverte y defenderte. Puedes elegir dos acciones en cualquier combinación. Pueden ser repetidas.
Tercer paso: (conclusión)
De esto me ocupo yo, que es narrar lo que ha ocurrido.
Motivo: Iniciativa Isaac
Tirada: 1d10
Resultado: 9(+10)=19
Iniciativa: 19.
Intenciones: Si suponemos que los PJs están ya enzarzados, atacar y defender. Si no, moverse y atacar.
Vale, actúas tú primero.
Debes elegir si luchas con un arma cuerpo a cuerpo o con Pelea. Y hacer una tirada según su competencia. Supongo que lanzarás cuchillo que es con lo que más competencia tiene.
Aunque el enterrador estaba prevenido de lo que podía ocurrir, Isaac fue el más rápido. Después de apartarle el cuchillo de la cara a Gregorio, lo agarró con ambas manos y se lanzó con él por delante apuntando al mismo centro del cuerpo, justo bajo el diafragma, en el mismo nudo de intestinos.
Motivo: Ataque cuchillo
Tirada: 1d100
Dificultad: 40-
Resultado: 4 (Exito)
Motivo: Daño
Tirada: 1d6
Resultado: 2
Motivo: Localización
Tirada: 1d10
Resultado: 8
Motivo: Defensa cuchillo
Tirada: 1d100
Dificultad: 40-
Resultado: 90 (Fracaso)
Te dejo todas las tiradas de las dos acciones. Si prefieres hacerlo paso a paso, ignora las que quieras:
-Primera acción.
Ataco con el cuchillo (40%).
Resultado: 4 (éxito) -> Según la tabla de la escena "De Re Militari", tengo un crítico. Sin embargo, supongo que el enterrador se defiende y será una tirada enfrentada, así que no sé cómo va.
Daño: 1d6 (cuchillo) + 0 (FUE 10)
Resultado: 2.
Localización: 8 (Abdomen).
- Segunda acción.
Defiendo con cuchillo (40%)
Resultado: 90 (fallo)
El ataque de Isaac va directo a golpear el abdomen de Gregorio, pero éste logra frenar el golpe con el pico de enterrador que llevaba consigo. El cuchillo no logra a hacerle ningún corte, pero Gregorio pierde su arma y ésta se cae al suelo a algunos metros de él.
El sepulturero no pierde el tiempo, y rápidamente da una vuelta,y girando sobre sí mismo para agacharse y recuperar su arma de nuevo. Dando una nueva oportunidad al zapatero.
Motivo: Parada (Pico)
Tirada: 1d100
Dificultad: 35-
Resultado: 5 (Exito)
XD porque poco no te hago crítico para protegerme del tuyo XD
Al parar tu cuchillo con mi pico, un ataque de un arma ligera con un arma media, no pasaría nada.
Pero al haber sido tu tirada un crítico, Gregorio logra parar el golpe, pero su arma se le escapa de las manos y se queda sin arma.
Al ver cómo el pico salía despedido de las manos del enterrador, Isaac se echó encima de él lanzando cuchilladas diestro y siniestro, con más ímpetu que tino.
Motivo: Ataque cuchillo
Tirada: 1d100
Dificultad: 40-
Resultado: 52 (Fracaso)
Motivo: Ataque cuchillo 2
Tirada: 1d100
Dificultad: 40-
Resultado: 60 (Fracaso)
Este turno solo ataco. Fallo ambos :(.
Habiendo perdido el pico Gregorio, era cuestión de tiempo que acabaras con su vida. Él no parecía querer dejarte en paz, en vista de que no le dejabas recoger su arma, trataba de asestarte puñetazos y patadas que lograbas bloquear. Al final, terminas con la vida de Gregorio. Entonces reparas en tu error. A pesar de tus sospechas, no puedes asegurar que él matara a Fernando. No obstante, tu única oportunidad de salvar a Tobías es intentar convencer a don Pedro de que Gregorio es el verdadero culpable.
Creo que podemos eternizarnos con el combate, y ahora mismo tú tienes las de ganar ya que tú estás armado y él no. Y evidentemente no le vas a dejar recoger su arma, y él no tiene suficientes puntos en pelea como para luchar contigo cuerpo a cuerpo.
- Si tienes el anillo de Fernando (82)
- Si no (106)
Isaac tropezó con su propia pierna agarrotada por las viejas heridas, se derrumbó sobre el enterrador que trataba de recuperar su arma. Juntos se precipitaron al agujero recién cavado en la tierra por Gregorio. El judío encima, arrebatándole el resuello a su oponente. Hincó el hombro bajo su barbilla y le pasó un brazo bajo las axilas, manteniendo las manos lejos de su cuchillo, que subía y bajaba una y otra vez sobre las tripas descubiertas como el pico de un minero.
No se detuvo hasta que el otro dejó de agitarse bajo su peso como si fuera una anguila desesperaba por regresar al agua. No fue consciente de lo que había hecho hasta que vio toda esa sangre con sus propios ojos, y los intestinos deshechos del enterrador asomar por los sietes de su carne como un ramo de flores infernales, hediondas.
Vomitó allí mismo, en el hoyo, sobre sus ropas perdidas de sangre y el cadáver, y no perdió un instante más en escapar de la fosa que Gregorio, sin saberlo, había cavado para sí mismo.
Corrió a la choza del muerto y allí robó un chaleco basto. Era demasiado grande para su esmirriado costillar, pero escondía la sangría de su pechera de ojos inoportunos.
Anduvo desorientado por las afueras del pueblo, ojos desorbitados muy abiertos, como enajenado o poseso, recuerdos de una vida de oraciones bajo la piel y el nombre de Yavhéh en los labios temblorosos. Vagó así hasta que la melodía del río al fluir lo atrajo hasta su seno. Y allí, metido en las aguas hasta los muslos, cedió de nuevo su pierna, haciéndole caer y sumergirse.
El chapuzón no se llevó todos sus males. No había perdón para lo que había hecho, aunque Gregorio fuera un asesino. ¿Y para qué? No le había arrebatado confesión ni había encontrado pruebas. Se había dejado llevar por el frenesí y había hecho de sí un matador de hombres. Razón tenían por haberlo corrido de Tafalla. En el camino había sacado el ladrón que se agazapaba entre las virtudes esculpidas a fuerza de años de rezo, y esa mañana había caído en el peor de los pecados.
Chorreando el agua del río, cojeó colina arriba hacia el castillo. No había vuelta atrás para sus actos. Pero al menos, tenía que intentar que no fueran en vano, que Don Pedro entendiera que el Tobías no había tenido nada que ver con el asesinato de su hijo. Tendría que bastar con el anillo que había encontrado en la choza de Gergorio.
(82) Tengo el anillo.
Vuelves al castillo y solicitas entrevistarte con el conde, alegando que has descubierto al verdadero asesino de su hijo. El conde enseguida da permiso para que entres en la torre del homenaje. Un soldado te acompaña hasta su interior, donde Gonzalo y don Pedro te esperan.
Entregas al conde el anillo de Fernando, y le cuentas que lo encontrase en la cabaña de Gregorio, y que cuando lo acusaste de su asesinato te atacó y no tuviste más remedio que matarle.
Me has prestado un gran servicio dice el Conde. Gonzalo ordena entrégale trescientos maravedíes.
El mayordomo abandona la estancia para volver con una bolsa repleta de monedas.
"¿Qué será de Tobías ahora?" Preguntas
Sigue siendo culpable. Dice Gonzalo, ya que no se ha encontrado ninguna prueba que lo exculpe. Él mismo podría haber vendido el anillo a Gregorio. Será ejecutado.
Te retiras apesadumbrado por no haber podido ayudar a Tobías. No deseas asistir impotente a su injusta ejecución, por lo que abanzonas Zuheros y reemprendes de nuevo tu viaje.
Agrégate los 300 maravedíes por si llegas a reutilizar el PJ.
Bueno, si quieres puedes poner un último post.
Espero que el sistema te haya gustado, o te haya entretenido.
La partida en sí era un estilo "elige tu propia aventura" con poca libertad real para rolear. A pesar de ello (cosa que es lo que menos me ha gustado) qué te ha parecido el sistema. ¿Te interesaría jugar otra aventura más adelante con más jugadores y un poquito más abierta a la interpretación? ¿Con el mismo PJ?
Y de tal modo fue como Isaac dejó su nueva ocupación al servicio de Don Pedro y abandonó el señoría de Zuheros. No se detuvo a dar la mala nueva a la señora de Tobías. Descendió por la superficie rocosa de la colina como le dejó su pierna dañada, y se echó a andar, después de darle una hora para recuperarse, por los campos de Al-Andalus, sin tener muy claro hacia qué dirección encaminarse.
El peso de la bolsa en su cadera era agradable. El del alma, sin embargo, era insoportable.