El fraile asiente.
- Vámonos de aquí. El cometido de vuestras mercedes está realizado, con algo más de pena que gloria, pero realizado. Todo lo que se tenga que buscar aquí no es cosa que vaya con vuestra paga asi que... - dice comenzando a bajar por las escaleras.
Una vez en el piso de abajo véis a Don Álvaro tendido en el suelo. Tiene el vientre descubierto y un apósito blanco le cubre lo que debe de ser una gran herida. Atados de manos van saliendo algunos de los "jugadores" del garito. Entre ellos los contendientes de vuestro tullido amigo. Parece que alguno más iba a faltar a una cita esta noche.
Fray Juan hace la señal de la cruz sobre el cuerpo de Don Álvaro y se dispone a dejar la estancia.
- Les veré en el convento mañana - dice antes de recordar la herida de Don Ambrosio - bueno... puede pasar esta noche en el convento si no tienen donde dormir. Mañana les diré a vuestras mercedes algo más de los legajos que han recuperado. Despidanse de su amigo y pidan al santo padre por su vida.
Vuelve a hacer la señal de la cruz con la diestra y sale de la estancia.
Don Álvaro está tumbado y un monje a su lado espera para levantarle y desplazarle al convento. Todavía respira, puede que todavía no haya dicho la última palabra.
Añadid lo que gustéis a esta escena y pasamos a la siguiente:
Ánimo, valentón - digo a Álvaro hincando con alguna dificultad la rodilla en tierra a su lado, tratando de sacar fuerzas de flaqueza - Aún nos quedan muchos aceros que cruzar juntos.
Os acompañaré al convento, padre. No quiero dejarle solo y es mi camino también - le digo al fraile, con una seguridad que no deja lugar a la réplica.