Partida Rol por web

- Os garantizo que las podréis encontrar Rodrigo. Pero lo que los hermanos no protegen de primeras lo protegen de segundas. Andaos con tiento- la sonrisa pícara que sus compañeros ya están empezando a reconocer asoma a su labios- pero andaos a pesar de todo.

El ceño del padre Aringarosa se hace más pronunciado ante la duda de inquietud de Don Emilio sobre la posibilidad de que no hayan pensado como emprender el viaje.

- No han de preocuparse de eso los señores hidalgos - dice con algo de sorna mirando a Don Emilio y Don Ambrosio - pues ya se han dado ordenes para que les provean de lo necesario.

Dicho lo cual vuelve a su tarea y desentiende la atención de vosotros dándoos la bendición.

- Siendo así, padre, nos retiramos hasta que sea momento de echarnos al camino.- Con una leve inclinación se dirige a la puerta para salir del cuarto.

Visiblemente aliviado, no acierto a encontrar palabra alguna que añadir a las ya dichas por el padre Aringarosa, y me retiro tras don Emilio.

Al salir de Scriptorium os encontráis con un hombre de avanzada edad (aunque no anciano) con una prominente calva y el cabello incipientemente encanecido. Mientras se ajusto sus anteojos sobre el puente de la nariz se presenta como Gonzalo, el intendente.

- Bien, aquí tienen vuestras mercedes el pago por sus servicios. 400 reales de los que habrán de proveerse también de alimento y alojamiento - os dice mientras suelta la bolsa sobra la primera mano que tendéis.

- Pueden coger los caballos que necesiten de la cuadra mas, si lo prefieren, se puede disponer un coche de caballos a su servicio.

- Gracias, señor nuestro. Antes de pasar por los establos, el padre de la Rosa, que viajará con nosotros, ¿ha sido dispuesto ya su carruaje? Pues he de suponer que para él ha de ser menos ingrato que realizar viaje a caballo.- inquiere el joven alargando la mano para recoger la bolsa que les tiende el tal Gonzalo.

Por fin de vuelta a la bella Salamanca, la de las grandes ideas y catedrales inacabadas. Tal vez este trastear entre libros me de la oportunidad de hacerme por fin con el De Musica Libri Septem de Salinas que tan esquivo me fué durante mi estancia allí... - pienso ensoñadoramente. Vuelvo en mi al ver la mirada del tal Gonzalo, fija en mi como si pensase que está mirando a un lerdo.

Tomaré para mi un caballo, es un medio más discreto y a nadie extrañará que el padre de la Rosa vaya escoltado, dado lo peligrosos de los caminos y las callejas - digo con tono profesional - y me dará movilidad si las circunstancias se enrevesan y hay que salir por pies, o mejor por pezuñas, también vendrá mejor que un carro por las callejas estrechas - añado para mi.

Buen jinte soy, no de los mejores, pero bastante diestro en el arte de la hípica.

Yo escoltaré a nuestros guía espiritual a caballo, es lo más apropiado para un gallardo caballero como yo, lo que se espera de un protector de la fe cristiana.

Me muestro muy pío con mis compañeros y el cura, no en vano la cruz de santiago está bordada en mi pecho, he de comportarme como corresponde.

El intendente suelta la bolsa sobre las manos de Don Emilio y asiente.

- Efectivamente, señores, el carruaje de Fray Juan está preparado.

Os acompaña hasta los establos para que podáis elegir uno de los bonitos caballos que allí se encuentran.

Una vez habéis elegido uno los mozos os indican que os lo tendrán listo para el momento de vuestra partida.