- Padre poco hemos averiguado desde que llegaramos ahora. Nuestros amigos indagan por su parte lo que al parecer es comidilla de la plebe: que a las puertas de la Universidad un criado de los nobles del lugar ha tenido un mal encuentro, que para él ha sido el último. Si esto se debe a la mala fortuna o tiene que ver con algo más oscuro, habremos de verlo más adelante.- Emilio se acerca al padre y le ofrece a beber del jarro de vino que compartían Álvaro y él mismo cuando le ponen un vaso en que servirse- Si queréis continuar hablando de esto, en otra ocasión elegid lugar más discreto, que las palabras corren raudas entre el gentío. Y hablando de esto, en cuanto vuelvan Rodrigo y Ambrosio tengo una visita que proponerles. Nada indecente, claro- dice irguiendose en la silla, el tintorro en una mano y la palma de la otra en alto- solo una visita que pueda permitirnos discernir verdades y leyendas. Y mientras el momento acontece y el vino se acaba, ¿no habrá nada que podáis contarnos y nos guíe en esta empresa?
Ahora os fijáis más detenidamente en el semblante del fraile Juan. Presenta una mirada febril y la tez pálida. Acerca un tanto la cabeza al centro de la mesa para susurraros algo.
—Verán, como les digo he estado estudiando el libro toda la tarde y... como decirselo —parece soltar las palabras con cuentagotas y notáis como su ritmo cardíaco se acelera mientras gesta la frase —, verán... el libro describe multitud de rituales fuera de la obra de Dios, especialmente uno de ellos habla sobre cómo convocar al Príncipe de las Tinieblas —acaba diciendo.
Vuelve a la posición ergida sobre el respaldo de la silla recuperando el ritmo cardíaco.
—Llámenme loco, pero no entiendo por qué a alguien pueda interesarle semejantes... ya me entienden.
- Lo que sugerís y los rumores parecen tener relación padre, pero espero nos hayemos errados de pensar así. ¡Ah!, salgamos a tomar un poco el fresco, que la jarra está ya vacía y nuestros comparsas se están tomando su tiempo. - propone Emilio levantándose de la mesa - Podemos seguir charlando afuera mientras les esperamos.
Me levanto con los otros y mientras vamos hacia la calle le comento al fraile:
- No sé yo quien le diga que debe leer o que no, maese, pero creo que la revisión de ese libro no le está sentando nada bien. ¿No sería mejor quemarlo y punto? ¿Para qué andar a leerlo si ya se sabe que no trae nada bueno? De cualquier modo he visto muchas muertes y nunca fue la mano del diablo sino la del hombre la que empuñaba los puñales... Claro que los que siguen a demonios tienen el pulso más rápido...
El fraile asiente con la cabeza gacha.
—Sí, seguramente tiene razón vuestra merced, Don Álvaro —dice sacudiendo la cabeza.
Ya es bien avanzada la tarde y comienza a refrescar. El cielo amenaza tormenta y pronto acabarán las últimas horas de luz.
—Don Emilio, ¿qué es eso que le hace relacionarlo? ¿De qué rumores habla?
Emilio tras un vistazo al contrario clima, pero ya lejos de oídos indiscretos, prosigue aportando nuevas al cura:
- Verá Fray Juan, pasé mi juventud en estas tierras y conozco historias añejas, de esas que se cuentan a la lumbre para asustar a los críos o en voz baja y ebria en las malas noches de tormenta que se pasan en la taberna. Varias de estas tienen relación con tratantes del diablo, cuando menos nigromantes como un tal Enrique Villena al que se dice la justicia no llego a aprehender y ajusticiar que dejó escuela en algún rincón de la Torre Carvajal. Y otra es la que habla del inquilino de la llamada casa de las muertes, que como habréis de suponer no puede ser persona de bien, y menos, habitando en semejante lugar. Dado el interés que muestra quien encargó el libro que vuestra merced custodia en los blasfemos contenidos que afirma en el se hallan, y los sucesos acaecidos la noche anterior según dictan los rumores, no serían mal sitio donde buscar al posible practicante de tan negras artes.
El fraile abre los ojos a más no poder y, definitivamente dobla ante la petición de Don Emilio.
—A fe mía que tiene cierta razón, Don Emilio. Si vuestras mercedes gustan de ir a ese lugar, así sea —dice mientras invita a Don Emilio a tomar iniciativa y busca complacencia en Don Álvaro.
Nos vamos a la escena: De una noche salmantina