Partida Rol por web

...que estás vivo.

Tus ojos comienzan a abrirse y comienza a volver la luz a ese mundo de color oscuro al que casi te habías acostumbrado.

Despiertas sobre una buena cama arropado con una fina sábana blanca. A tu lado un monje sonrie al verte abrir los ojos. Comprendes que te hayas en las dependencias de la santa madre iglesia y que, lo creas o no, el arbitrio del santisimo se ha decantado a tu suerte.

Levantas un poco la sábana y ves un aparatoso vendaje en tu estómago. Todavía te duele, mucho, pero más te duele la derrota que la simple herida.

Por un momento el intenso dolor provoca una maldición en mis labios, pero al ver el sorprendido rostro del fraile me callo rápidamente e intento sonreir. ¡El mastodonde me hirió de muerte! ¿Y mi padre? ¡Lo vi en aquel momento! Intento incorporarme pero un fogonazo de dolor visceral atraviesa todo mi cuerpo, haciendo que caiga nuevamente derrotado sobre las sábanas. Calidez. Sopor. Duermo levemente. ¡Me despierto de nuevo sobresaltado!

- ¿Qué hora es? ¡Tengo un duelo!- digo intentando incorporarme de nuevo. El dolor es demasiado intenso y me dejo mecer nuevamente por las cálidas sábanas - ¿Y Don Emilio? ¿Ambrosio? ¿Rodrigo? ¿Donde están mis compadres?

No quiero ni pensar en la cicatriz de mi estómago. Más le habría valido al tudesco haberme rematado bien rematado porque Álvaro del Monzón y Rodriguez no es de los que olvidan una derrota. ¡A muerte! Las heridas no son eternas pero si la deshonra que no se limpia con sangre.

El monje deja caer una delicada sonrisa.

- ¿Un duelo dices, hijo? Me temo que eso es lo que te ha traído aquí. Relajate y descansa, te vendrá bien - dice acercandose a ti.

Te destapa y observa con atención el vendaje que cubre tu herida. Coje la jofaina llena de agua y la deja caer sobre una palangana.

- Voy a limpiarte eso.

El monje retira el vendaje y por fin ves tu herida. Es fea pero tampoco puedes decir que nunca viste una así. Moja una gasa en el agua caliente y limpia la herida. Un fuerte dolor te encoje el estómago pero ocultas la queja como puedes.

Una vez terminada la operación vuelve a taparte la herida.

- Tus amigos volverán pronto. Fray Juan está con ellos.

El monje se acerca a la ventana y corre la cortina. En ese momento te das cuenta de que es de día. Has pasado la noche aquí.

Alguien da unos toques a la puerta y pronto se abre lentamente. Pronto ves asomar la cabeza de otro monje.

- Fray Ángel, los amigos de Don Álvaro desean verle, ¿dais el consentimiento?

El monje asiente y tus tres compadres entran a la habitación donde descansas.