Partida Rol por web

Astérope

La Ciudad de los Muertos

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23/10/2021, 12:09
Branwen Glyndwr

Ante sus ojos pasaron Nikita y Bediviere en la dirección que, unos minutos antes, creía haber mutuamente sintonizado, que era mejor no coger. Su ceja izquierda los vio pasar alzada por sorpresa y, ciertamente algo desconcertada. Hasta que la interiorización del 'Necesito estar solo un rato' le caló. Lo que levantó la pregunta de que pretendía hacer Bediviere yendo detrás casi sin pausa.

'Ojalá les vengan las palabras adecuadas' pidió con verdadero anhelo a quien quisiera escuchar.

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23/10/2021, 12:11
Branwen Glyndwr

Volvió, en busca de contexto, a mirar hacia Adam. La cara de él era la expresión de no ha ido todo mal ¿Verdad?. Distendió su propia turbación relajando la momentánea tensión de su rostro y encaminó su regreso hacia los brazos de su Amor.

Le acarició con ternura mientras se sentaba en su regazo dándole lo que él buscaba en ella con sencillez, contacto y ella, recibiendo la realimentación mejorada de su abrazo. Palpó los otros mudos gritos, afortunadamente ahora grititos, del lenguaje corporal invisible de él. Cogió la información que le daba, conversando fuera de los oídos del mundo, que no de los ojos, supuso, de Mariam.

Habría palabras ocultas de uno y del otro que su contraparte aún no sabría traducir, pero las que conocían las usaban.

Pidió Té en respuesta al afectuoso ofrecimiento de él. Negó sobre fumar. Ni necesitaba un relajante ni le apetecía empezar a soltar amarras y calcular sobre cuestiones y sobre todo personas, de una forma que ensuciara más la situación. Adoraba una cosa de Adam, que era que la hacía pensar más allá de modelos y números. Y que alejaba peligros personales del pasado acechantes en ellos.

Se impregnó de la explicación sobre, el en vías de llegar a ser el antes conocido como Capitán Tentáculo, con progresiva concentración en uno y otro de los presentes. Asintiendo mientras encajaba la exposición y tanteando en la faz de la Bruja las matizaciones. Aunque esperaba en Mariam una buena, si no magnifica cara de Poker.

Sonrió cálidamente ante la mención de las posibilidades del don de su chico, respondiendo al pensamiento que poco a poco había sentido de que era grande y solo le faltaba aprender a crecer y levantó alguna mueca pensativa ante detalles de la revelación. Pero esperó primero a ponerlos en solfa y contestar la última cuestión que Adam le planteó.

Escribió en el móvil, pero no le puso voz.

- Perdona que solo escriba. Pero cada vez me siento más como si estuviera haciendo trampas. Y hacer trampas me solivianta porque no es lo que tendria que hacer - explicó en pulcro Sans Serif enseñándoselo a los dos.

Después aspiro profundamente y encogió los hombros.

- Bry está dolida, creo, y cabreada con Bediviere, lo que respalda Ingvild porque ella es un sol, sintoniza con Bry y porque tienen razón en cabrearse. Aunque Ingvild se ha pasado tres pueblos. Más que nada por dispararle fuego amigo a Nikita que bastante tiene ya.

- No creo que las relaciones estén rotas. Bry movería el culo por Bediviere si esta estuviera en peligro mortal. Pero no se prestarán la sal. Esperaba que la ronda con Sirizne suavizase la tensión. Viajar y conocer gente abre la mente,ja... No sé. No conozco todos los roces de los que vino esa explosión.

- Pero me preocupa Nikita. Y Tú después de beber de ese vaso durante un rato - lo contempló - ¿Cómo está él? - el 'tu pareces estar sentado sobre un hormiguero' se lo expresó con un apretón inexperto de ánimo en la mano. Si algo se le daba peor a Branwen era el surcar por las emociones de los demás y dar consejo.

Le miró a los ojos para compartir mejor esos momentos. Compartir era lo mejor y eso era lo que quería que él sintiese y gozase. Aun los malos. O regulares. Lo contempló unos segundos solo por disfrute, esperando que así se resguardase del fragor general de sus corazones metidos en la Tempestad, para luego escribirle despacito.

- ¿En qué probaste a convertirte? - preguntó sin coartarle empezando a especular y se dirigió a Mariam - ¿Tú sabrías como ayudarle? - escogió más palabras - ¿Y a mí? ¿Qué sabes de las Diosas de los Bosques? ¿Están relacionadas conmigo? ¿Cómo cosa de faunos o así? - era la única forma en que podría ver a su padre aunque ya no sabía de qué rama venía su herencia - ¿Qué ves en mí, si es cortés preguntarlo?

La última secuencia de preguntas se la pensó un pelín más. La hizo mirando a ambos. Por casualidad (esa en la que no creía para nada) los dos estuvieron en aquel lugar.

- La gente Primigenia. ¿Era posible que las vasijas que encontrasteis en la casa fueran como sus sarcófagos? ¿Qué conectas con uno de ellos? ¿El que estaba, um... libre? ¿Sabes tu Mariam, algo al respecto? ¿O es como el dicho 'Primero haces el examen y después te pasas años averiguando como los apr

obaste? ¿Por qué lo vamos a aprobar? ¿Por qué para eso estás aquí? ¿No? - la miró sin acritud y con confianza. La confianza idealizada en una concepción de las brujas imaginaria que ella pedía que le actualizara. Porque así era la vida al fin de cuentas.

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25/10/2021, 07:52
Bediviere Lafayette

Bediviere se amoldó a él, a aquella intensidad que por momentos se volvía codiciosa, acompañando a sus manos,  que apretaban su cuerpo de piel sensible y suave arrancándole suspiros. Seguía abrazada a él y a su cuello de piedra pulida cuando se separaron, y se encontró con las geodas de sus ojos, preciosas y sin embargo incapaces de reflejarse en sus pupilas de negrura infinita, que contemplaban su arrebatamiento con infatuación y fuego templado. 

Asentía ante sus palabras. Lo imaginaba emergiendo de las profundidades de los pantanos a bordo del Cotone, como un príncipe que en lugar de acudir al rescate a la torre más alta, ahondaba en la cueva marina más profunda. Como un capitán Nemo a bordo de su propio Nautilus, acudiendo al llamado de su sirena. Y aquel pensamiento la hizo sonreír, durante un instante, como no había sonreído desde que había comenzado toda aquella ordalía. Sabía además que aquello podía ser posible. Que habían viajado juntos a las profundidades primigenias de la Tierra y que comparado con eso, viajar a la guarida de Láveda debía ser fácil, siempre que pudiese localizarla. 

- Te adoro-susurró, volviendo a buscar su boca, perdiéndose en sus labios de tacto perlado, exhalando, despacio. 

Mi corazón está a salvo, si tú estás conmigo. Aunque no estés cerca. - aseguró, besando su cuello, su tatuaje bendecido- Ojalá pudiera escuchar música contigo, ahora.

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25/10/2021, 13:10
Nikita Pontecorvo

Ver una sonrisa en los labios de Bediviere alivió profundamente el corazón de Nikita. Él amplió la suya cuando la escuchó decir que lo adoraba y no habría podido borrarse de su rostro si no hubiera sido por la necesidad de seguirla en un nuevo beso tan arrebatador como los anteriores.

Ella también lo hacía feliz. Aún en manos como estaban de los Señores de los Muertos, aún en medio de una guerra, aún sin saber qué sería del mundo un par de días después, juntos componían una especie de mundo aparte en el que se sentía a salvo a pesar de la amenaza de que ella pudiera hacerle daño algún día. Tal vez no fuera lógico, pero era total y absolutamente real para Nikita. Por mucho que aquella pudiera ser la naturaleza de Bediviere y no simplemente “algo” oscuro que se le hubiera adherido, él la conocía y sabía que ella era mucho más, infinitamente más. Que aquella sombra suya era como una fuerza en bruto que podría amoldar y controlar, estaba seguro, y que juntos serían capaces de cosas que ahora no eran siquiera capaces de imaginar. Ella conseguía que se sintiera esperanzado en medio de todo el desastre y cuando se exaltaba entre sus brazos se sentía capaz de enfrentar cualquier cosa.

Sus ojos brillaron con intensidad cuando ella le dijo que con él su corazón estaba a salvo. No fue capaz de responder, pero apretó las manos de la chica con fuerza. Así se sentía, como si ella lo hubiera dejado en sus manos y custodiara la joya más valiosa del universo.

Cuando ella le propuso oír música, Nikita sacó su móvil del bolsillo:

Nunca he tenido unos auriculares, pero si alguien se ha traído los suyos podemos hacerlo, aunque sea con uno cada uno. O podemos escucharlo así, pero es que me gustaría poderlo hacerlo bien, que esto es todo un privilegio para mí, no puedo hacerlo con el altavoz del teléfono —razonó mientras se sentaba a su lado con la espalda contra la pared—. Pero la verdad es que ni siquiera sabría por dónde empezar... —comentó pensativo tomándole una mano—. Quiero que elijas tú lo primero que podré escuchar como Dios manda, antes de que Branwen me ponga a escuchar a Primal Scream —bromeó.

Tras dar un profundo suspiro, apoyó la cabeza en la pared y se quedó mirándola embelesado.

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25/10/2021, 15:38
Bediviere Lafayette

Le apretaba las manos, y luego se sentaba a su lado, tomando una. Sentía el tacto de sus dedos casi como si la acariciase por debajo de la piel- Me sigues distrayendo una barbaridad. No sé si algún día me acostumbraré a tenerte cerca con esta piel...-confesó, mirándolo acto seguido, mientras lo escuchaba. 

Alzó ambas cejas. No se le había ocurrido pensar que lo que proponía era posible en ese instante. Notó una inevitable presión en el pecho, al mismo tiempo que la responsabilidad de elegir la primera canción que escuchase de nuevo como lo habría hecho antes de perder el oído,  caía sobre sus hombros. 

Vio cómo la miraba, embelesado, y se dijo que tenía que elegir bien. Apretó su mano, un tanto inquieta, mientras sacaba su propio teléfono de entre sus cosas, y un pequeño estuche, que podría parecerse al de sus audífonos, pero contenía unos auriculares inalámbricos. 

Le dio uno de ellos a Nikita, soltando su mano, con delicadeza, para depositarlo en su palma, como quien deposita una moneda antigua de oro sobre la mano de un coleccionista- Son ergonómicos, así que deberían encajar parecido a tus audífonos- le explicó, mientras los conectaba al teléfono, colocándose el que no le había dado. 

Esperó a que se lo colocase él, y puso el volumen a una intensidad media. Buscó entre las canciones que tenía descargadas para escuchar sin conexión, procurando que él no pudiese ver la pantalla. Y justo antes de darle a "reproducir" lo miró, un tanto sonrojada- No te rías de mí, ¿vale? Me la bajé cuando volvimos de Morrisley. -confesó, dejando que el Lovesong de The Cure,  comenzase a sonar, apoyando la cabeza sobre su hombro y tomando su mano. 

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25/10/2021, 18:30
Nikita Pontecorvo

Una sonrisa pícara se formó en sus labios cuando la oyó decir que no se acostumbraría.

Sinceramente, espero que no… —comentó mientras alzaba las cejas—. Por mi parte pienso boicotearte todo lo que pueda —aunque sonara a broma se lo proponía muy en serio.

Ante su respuesta acerca de la música, vio como el rostro de Bediviere cambiaba valorando algo. Nikita siguió cada pequeño gesto suyo con atención y sonrió complacido al ver lo que dejaba en su mano.

Oh, genial… —sus ojos refulgieron al ver el auricular. Después de colocárselo, tomó aire y lo soltó con un resoplido mientras le indicaba que estaba listo con un pequeño asentimiento de cabeza.

Y no, no rio al escuchar de qué canción se trataba, al menos no como una burla. Eso sí, su sonrisa se abrió de par en par mientras ella tomaba de nuevo su mano.

Los labios de Nikita dibujaron un "perfecto" sin que llegara a pronunciar ningún sonido. No quería que nada, absolutamente nada se superpusiera a la música y las palabras de aquella canción que le pareció que había sido escrita para ellos y para aquel preciso momento. Como le había parecido también cuando la oyeron en el coche, pensó. Como quiso que fuera en adelante cada vez que pudieran escucharla.

Después cerró los ojos, apoyó su cabeza sobre la de Bediviere y se dejó llevar por aquella profundidad desconocida, por los ecos y matices de una voz que le resultó mucho más dulce de lo que había imaginado.

Cuando la canción terminó, Nikita acarició su mejilla de porcelana con el dorso de los dedos, muy suavemente, muy despacio. 

Gracias…—susurró completamente sobrecogido.

No pensaba permitir que ningún pensamiento sombrío ni nada de cuanto los rodeaba se abriera camino hasta ellos en aquel instante. Aquel momento era suyo y, por tanto, perfecto.

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25/10/2021, 20:31
Director

Aunque en las siguientes horas el tiempo pasó muy rápido, una vez entrada la noche, la sensación era de que, echando la vista atrás, habían sido años.

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25/10/2021, 20:31
Sirizne

La sensación del peine surcando el pelo de Sirizne había sido de un goce artístico difícil de expresar con palabras: tenía algo como de adentrarse en el océano en un velero y a la vez era como labrar tierra muy fértil, hundiendo los pies en ella.

La dueña de la casa, mientras charlaba amigablemente —rehuyendo de temas que tuvieran que ver con la política, la magia o la "identidad feer" de cada cual, pero adentrándose en cualquier otra cosa que se refiriera al arte, como los colores y las sensaciones que estos transmitían o la obra de cualquier autor anterior a los años cincuenta cuyo cuadros se guardaran en un museo—, había trenzado el pelo de Bryony con una maña tal que se hacía evidente que su "peluquera" no podía haber sido humana. A ella no le gustaba esa ciudad y añoraba volver a su hogar.

El paje se había ido para ultimar los detalles de la visita al palacio de los reyes cuando salieron del baño y se secaron unas a las otras, en una intimidad tranquila pero exaltada, como una campana que se queda sonando. La sensación exacta era la de que si un mortal hubiera entrado en esa sala, molestándolas, lo habrían matado sin contemplaciones, por romper el tabú de ver algo que estaba vetado a ojos humanos.

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25/10/2021, 20:31
Mariam Daquino

Como si al estar juntos se hubieran sintonizado, Nikita y Bediviere volvieron rodeados de un aura de paz.

Mariam no contestó a la mayoría de las preguntas, las más de las veces porque decía no conocer las respuestas. Según su opinión no solo había un alma por persona, sino varias, insistiendo en que los cambios de forma tenían mucho que ver con la armonía de los aspectos que podía tener el alma de cada cual y que la forma de llegar a ellas pasaba por una suerte de sintonización o mímesis. A Branwen le dijo que la veía como una corderita, y se rio. Bromeó con que podría ser una de las mujeres ciervos de los indios americanos, que parecen muchachas jóvenes y que atraen a los hombres para matarlos, aunque a veces se unen a las fiestas atraídas por los tambores y luego, un poco más en serio, dijo que había quien vería en ella una representante del árbol de la vida y mensajera de los dioses, antítesis del macho cabrío.

En definitiva se llevaron la impresión de que Mariam estaba segura de que, de una forma u otra, iban a salir de allí con vida.

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25/10/2021, 20:32
Serafín

Serían las doce de la noche y habían tenido ocasión de estar un par de horas todos juntos. Todos llevaban los velos y las máscaras. La longitud de las "túnicas" y las mangas hacía difícil mostrar una mano o un pie. De todas formas un joven paje —no se podía saber seguro si era un muchacho o una muchacha, aunque se hacía llamar Serafín— les había explicado que un pequeño accidente como que se viera un tobillo durante unos segundos, no desencadenaría una matanza y que en peor de los casos tanto Sirizne como él tratarían de protegerlos. Ambos iban también cubiertos, no así los muertos que portaban antorchas a los flancos.

El paje les ofreció un sistro a cada uno, y les enseñó a agitarlo. Tenían que hacerlo todos a la vez para espantar los malos espíritus.

Cuando salieron de casa de la ninfa, las calles estaban llenas de espíritus. Algunos eran personas muertas pero los había animales o simplemente monstruosos. No vagaban sin rumbo, ni haciendo trabajos, como lo hacían los muertos por el día. Más bien parecían acudir a observar la procesión que ellos formaban, acompañándoles en su trayecto.

Igualmente todo tipo de aves carroñeras se aprovechaban de los monumentos para observarlos desde una situación privilegiada, levantando las alas a su paso, como si les hicieran una reverencia.

Entraron en una gran avenida de columnas que representaban cuerpos descabezados y pozos de los que salía fuego. La avenida acababa con un gigantesco templo redondo, una columnata en cuyo interior había otro edificio, con una puerta diminuta en comparación con el resto de la construcción. Aunque a ellos les quedaba cerca de cien metros para llegar, se intuía un foso abismal entre las columnas que formaban el círculo y el edificio central.

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26/10/2021, 22:37
Branwen Glyndwr

La escucha que puso en las explicaciones de Mariam, la hizo con el entusiasmo e interés gozoso a la par que juicioso, del que saborea un caramelo porque es un disfrute y es limitado. 

Puesto por la mujer sobre la palestra un punto de vista tan sugestivo como debatible, le dio un par de puntadas en su mente para investigar posteriormente. Ahora estaba mucho más dotada para prestar oídos que para disparar discusiones. Pero internamente, se dijo, que de su experiencia podía separar un par de líneas de eventos, con una línea a favor y otra en contra de lo que había comentado Mariam. Era muy tarde, llevaban buenas horas despiertos y aún faltaban por venir incógnitas, por lo que puso sus ideas en barbecho bebiendo sorbos de Té con tranquilidad.

De las palabras de la Bruja extrajo la percepción de que podía ser adorable, temible y/o grande. No le quedó claro si podía ser todas esas cosas a la vez. Solo que las opciones eran exhuberantes, lo suficientemente, como para compartir un momento extra de búsqueda, más allá de las palabras, hacia las intimidades de los ojos de la Bruja. Sin presionar. Solo curioseando.

El tiempo y la espera la fueron acurrucando en Adam, con algún intervalo de liberación para que no se le durmieran a él las piernas.

No sabía como mejor prepararse para cuando el tiempo se acabara, por lo que  tomó todo el disponible, con aplomo y dedicación.

Estaba en una esfera de calma chicha que armonizó con la que trajeron, en el regreso, Nikita y Bediviere a los que miró a través de los rizos y la distensión ejercida como buena gimnasia. Esa con la que quería sintonizar antes de que surgieran por todos lados amenazantes puntas para erizar sus nervios.

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26/10/2021, 22:37
Branwen Glyndwr

El basto ajetreo de las definitivas preparaciones, y su incipiente y elegido voto de silencio, le redujo, en las pocas horas de vuelta a estar todos juntos, las oportunidades de averiguar en que punto estaban entre si los presentes, y más concretamente, las particularidades de las andanzas de Ingvild y Bry o de los intercambios de Bedi y Nikita.

La hora había llegado y era medianoche, y pesaba como si hasta allí hubieran llegado cargándola de muchas más, como llenándola de días, meses o años.

Se sentía como más... ¿Vieja? Quizás no era esa la palabra que le hiciera justicia. No abarcaba todos los matices, creía.

Se enfundó en su atuendo y echo una mano si la tenía que echar en los de los otros dejándose a su vez. Calada detrás de la máscara experimento un inicio de sensación de irrealidad, de telas y metal hacia dentro que fue aumentando sin alterarla en demasía. Solo haciéndose notar.

Agitó el Sistro, y lo hizo con ganas y mantenido en respuesta a la visión de lo que iban convocando. Cerró su mente a otras cuestiones que no fueran el ir a la morada de sus anfitriones y contemplar la estampa con ojo desprejuiciado y objetivo. Instructivo. Los espíritus, las alimañas, las expresiones del paisaje si la presionaban, no era inmune y buscó la mano de su amor para hacerse o al menos sentirse más fuerte.

El feudo de los Reyes se desplegaba al frente, y más que una amenaza, creyó intuirlo como un reto. Una lección. Un misterio.

Todas esas cuestiones respetuosamente reverenciables. Al tiempo que genuinamente sobrecogedoras.

Inconscientemente se estuvo tratando de erguirse lo más posible, como tratando sin doblez, de valer y ser digna del honor de lo que le estaban ofreciendo.

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27/10/2021, 00:35
Ingvild Hoem

El retorno del baño con Sirizne fue un tanto incómodo, al menos para Ingvild, que intentó adoptar una expresión contrita y algo evasiva pero cool, chill, para nada enfadada, para nada histérica, demostrando ser una mujer en completo dominio de su condición mental. A punto estuvo de referirles a Branwen y Adam sobre sus experiencias con la ninfa del mar, pero se sentía tan fuera de lugar que se sumió en un obstinado silencio, ya les contaría Bry si estaba con ánimos de hablar. En realidad todo había sido un tanto ridículo porque lo que más le había molestado era ser testiga de como el intento de aproximación de Bry con B. había sido truncado, más conociendo el carácter de su amiga, y ahora sentía como si ella (Ingvild) fuera la principal responsable de poner una bomba en aquel precario puente entre las chicas, puente que ella había anhelado desde siempre y que para comenzar apenas contaba con unas pocas tablas de madera un tanto carcomidas. Y eso sin detenerse a pensar en lo de Nikita. Oh, dioses, Nikita. Si pensaras antes de hablar,  pensó, otro pájaro te cantaría. Y también: eres una mema. Y también: hay que tener cojones para enfrentarse a B, soy la Sid Vicious fae. Y también: hay que ser muy idiota para meterse con B. Y también: jamás podré volver a mirar a Nikita a los ojos.

Pero poco importaba entretener aquellos pensamientos pues por fin llegaba la hora, todos se convertían en una especie de sábanas ambulantes, como el típico crío perezoso que no le pone mucha voluntad a su disfraz en Halloween, aunque debía admitir que las máscaras eran bellas. Serafín volvía a conducirlas, esta vez al exterior, donde una inquietante procesión de espíritus y cosas más raras las contemplaban sin escrúpulo alguno,  como esos predadores nocturnos de los que una siempre debe cuidarse las espaldas cuando sale sola en la calle. Finalmente tuvo que romper aquel silencio autoimpuesto, aunque fuera de puro asombro.

Qué cojones es esto... —murmuró, maravillada— Qué pasada.

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27/10/2021, 11:27
Nikita Pontecorvo

El tiempo hasta la llegada de la noche transcurrió deprisa. A Nikita le dio la sensación de que, en general, se había impuesto una especie de silencio. Él mismo había pensado en decir algo a sus amigos antes de la hora de partir, pero ¿qué podría decir que ellos no supieran ya? Casi todos habían estado presentes cuando se enfrentaron al Pescador y sabían a lo que se habían expuesto al retarlo. Solo una combinación de bendiciones y la respuesta de Bry habían evitado un desastre. En un momento dado se acercó a la muchacha para saber si además de su bastón y su anillo había traído el papel que enarbolara entonces para reclamar las almas de todos. Y por lo que pudiera pasar más adelante no quiso perder la oportunidad de darle las gracias de nuevo por haberles salvado la vida y, más que eso, por haberles salvado de la esclavitud. Conforme más tiempo pasaba allí más agradecido estaba. Y aunque no estuvo muy hablador procuro evitar aislarse en sí mismo y se mantuvo accesible para todos.

Nikita había meditado antes acerca de cuánto podría durar la condena de los muertos, pero lo que no había pasado por su cabeza es que, además, el tiempo allí pudiera transcurrir de un modo diferente. Una vez cayó la noche sintió todo su peso y por unos momentos una duda terrible hizo mella en él. Había asumido que cuando salieran habrían pasado unas horas pero, ¿y si no era así? ¿Cuánto tiempo podría haber pasado? Tal vez el pozo negro en que se encontraban los había aislado de todo y todos de una forma que no quería siquiera imaginar. Sin embargo no quiso decir nada a los demás; no sabía si se equivocaba y no quería añadir más angustia a la que cada uno llevara ya consigo. Tal vez aquella sensación fuera cosa de su propia naturaleza mineral, quiso pensar, así como otras razones con las que, en realidad, no pudo autoconvencerse.

El tintineo de los sistros parecía una marcha fúnebre y conforme avanzaban por las calles más y más espíritus les seguían. Alzó la vista y divisó todos aquellos pájaros carroñeros aguardando también su momento para lanzarse sobre ellos. Y eso le parecieron también los Reyes de los Muertos, unos carroñeros, oportunistas despreciables que se alimentaban de los desastres para construir un lugar espantoso, señorear sobre almas inocentes y obligarlas a levantar sus templos, quién sabía si a sí mismos. Se propuso pensar en ellos de ese modo buscando desesperadamente que dejara de aterrorizarle solo recordar la imagen del Pescador de la Guadaña. Trataba de entenderlos como una magia oscura, no algo fatídico e inevitable, sino un foso artificial donde caían las almas que habrían debido seguir libres su camino.

Escuchaba el crepitar del fuego con toda nitidez cuando a lo lejos se divisó el complejo palaciego al que se dirigían. La visión de aquella puerta estrecha en particular le heló la sangre. Para llegar hasta ella debían cruzar un abismo, otro más, pensó al recordar el puente que había atravesado la limusina y de nuevo le quedó claro que si no se lo permitían, jamás podrían salir de allí.

Oyó el comentario de Ingvild como si la chica estuviera leyendo en voz alta sus propios pensamientos. Por mucho que se había propuesto que no le impresionara el espectáculo del terror, todos sus esfuerzos resultaron absolutamente vanos en aquel instante.

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27/10/2021, 13:49
Adam Dyer

Cuando volvió a la sala lo hizo con otro rostro. Había resignación, calma y cierta vergüenza en su expresión, cuando miraba a los demás. No volvió a sacar el tema que la había hecho buscar un refugio lejos de la sala, incluso antes de que Nikita saliese por la puerta. Suspiró, y escogió una máscara y un velo, y tomó algo más de té mientras observaba a los demás. 

No volvió a preguntar nada más a Mariam, y cuando volvieron las chicas, simplemente las miró, sabiendo que el deber de pedir perdón era mutuo. Ella había tenido una salida de todo horrible. Y ellas habían sido crueles. A sus ojos, aquel era el resumen. Un resumen que valía de poco, a medida que se acercaba la hora. Aquellas rencillas carecían de importancia cuando pensaba en lo que estaban a punto de hacer, así que ofreció cigarrillos a ambas, y a los demás, a modo de pipa de la paz. No es que pensase que no tuviera razón en absoluto, pero no merecía la pena seguir enfadada. No cuando estaban a punto de enfrentarse a algo desconocido que podía ser terrible. 

Fumó, lentamente, y fue preparándose, a medida que pasaban las horas. Se puso aquella túnica color arena, y la máscara de expresión neutra que había seleccionado. Y vestida, y con el sistro en la mano, se sintió como un espíritu. Como un alma vagando en medio de un mardi gras macabro. 

Siguió al ser andrógino que había venido a buscarlos, e hizo sonar el instrumento. En el exterior, comprendió que aquello era todo un desfile. Y que ellos eran el evento principal. Espíritus, y seres que no era capaz de nombrar, los seguían. Aves carroñeras saludaban batiendo las alas a su paso.

¿Era aquella una bienvenida, una reverencia o un cortejo fúnebre? La sensación de que había un poco de todo aquello envuelto en esa procesión le erizaba la piel. 

El abismo, rodeando el templo, se abría ante ellos. ¿Era el mismo abismo que habían atravesado antes? ¿Era aquel del que había salido su sombra? No lo sabía, pero la sangre abandonaba su rostro, empalidecido tras la máscara y dio gracias de poder ocultar aquello tras la misma. 

Como la última comida que se le ofrece al reo de muerte, aquel Té, especiado por el regusto a la hierba del porro de Miriam, le supo a gloria a Adam. Ya había abandonado la fase de la negación, la confrontación y la ansiedad que proporciona la muerte. Ahora solo había aceptación. Aceptación de que, en verdad, nunca tuvieron la más mínima opción de oponerse a cuánto les había pasado. De algún modo, el concepto de destino cobró sentido allí, acurrucado en un banco con la piel de la preciosa Branwen envolviendo la suya propia en un abrazo que reconfortaba y era reconfortador a partes iguales y con ínfulas exponenciales. Adam rio sin desvelar el motivo de su risa. Le parecía gracioso que su mente explicase sus sensaciones y emociones con torpes y simplistas teoremas matemáticos. La transferencia en las relaciones se hacía carne en la suya... y si él bebía de aquel manantial de álgebra que manaba de su Amor, ¿en qué términos estaría ella alimentándose de él? O, de un modo más prosaico, ¿qué podía aportar él a aquella relación?  Según los principios equilibradores del universo y la ley del eterno retorno, con ascendencia matemática y literaria por igual, él debía estar aportando tanta carne al guiso como ella, por lo que debía de estar tranquilo aún no sabiendo qué parte del potaje le correspondía y cual era de agradecer al otro cincuenta por ciento de la ecuación. —¿Ecuación...? —volvió a reír entre dientes. Una parte buena le correspondía. Eso estaba claro. A tenor de la innegable inteligencia de Branwen, esta no estaría con alguien por estar. Y si ese era después de todo, su destino, pues tan ricamente. 

Y con este pensamiento en su cabeza besó la de su Amor, plagada de rizos voluptuosos deteniéndose con especial deleite en aquellos cuernecillos envueltos en piel de melocotón que tanto adoraba. Oliéndolos con profusión para almacenar el petricor que de ellos emanaba, como el prota de la novela de Süskind, pero sin querer licuar a nadie. Y, así, sin comerlo ni beberlo, la hora de la verdad llegó a sus relojes. Los demás aparecieron por la puerta como si jamás se hubiesen ido. Su presencia no supuso una nueva confrontación ni siquiera en el plano del ánimo. Así al menos lo percibía Adam que entendió que el interludio había sido más que necesario y convenientemente aprovechado por todos y cada uno de sus amigos. El silencio atenazado impidió que preguntase por su estado, pero el aura le llegaba cargada de expectación y, sí... igual que en su propio caso, aceptación.

El carnaval se dispuso conforme los cicerones habían organizado y, una vez pertrechados de túnicas (perfectamente largas incluso para alguien de la talla de Adam, máscaras y sonajeros rituales, comenzaron a andar por la avenida que conduce a las puertas de la Muerte. Por si el contenido poético, terrorífico y metafórico no fuese suficiente input, aquella comitiva que les seguía de animales, espíritus, monstruos y demás, recordó a Adam a la variopinta clientela del balneario de El viaje de Chihiro, creando con ello una nueva capa sobre las multiples facetas de la parca. Y es que si hay algo capaz de abarcar todos los aspectos de la vida, esto es, sin duda, la Muerte.

Llegados a aquel punto ya no había capacidad de hacer o decir nada. El momento era el que era y el asombro había consumido cualquier otro atisbo de emoción. Lo hermoso y lo terrible se enzarzaron en un baile que agarró a Adam de las pelotas y le impidió articular palabra. Menos mal que Ingvild se las arregló para dar aire a lo que su garganta no era capaz de verbalizar.

Notas de juego

Aprovecho y backupizo a Bediviere. :)

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27/10/2021, 16:07
Bediviere Lafayette

Sintió el peso de Nikita sobre su cabeza, y puso una mano sobre su corazón. Lo sentía, contra su palma, casi como si pretendiese seguir los compases de aquella música. No se atrevió a hablar. No habría roto aquel momento tan especial para él por nada del mundo. 

Lo veía,  sonriendo y con los ojos cerrados, sumergido en el sonido. El pecho se le encogía, sobrecogido. Apretaba su mano, y cerraba también los ojos, y al hacerlo, se quedaron a solas. Ella, él, y la música. 

No sabía si se querrían para siempre, porque el futuro era siempre una incógnita. Lo que sí sabía es que lo consideraba posible en aquel instante, y que, en efecto, su hogar, en ese momento, era él. 

La canción terminaba, pero la cálida burbuja que los contenía seguía ahí. Temió abrir los ojos y provocar que estallase, y con los párpados cerrados recibió su caricia, sobre aquella piel de porcelana sensible, arrancándole un suspiro entrecortado.

No tienes que dármelas.-dijo, buscando su boca a tientas, para depositar un beso suave y cálido sobre sus labios. Pensó en poner alguna canción más, pero aquello quizá le habría restado importancia al momento. Se dijo que debía dejar intacta aquella sensación, y aquel sentimiento, y guardó el teléfono. Se quitó el auricular, y lo guardó en la cajita. 

Luego lo miró, un tanto avergonzada, y soltó su mano, sólo para poner encima el pequeño estuche y cerrarla, despacio, sobre el mismo- No tienes unos y eso es un pecado. Guárdamelos, ¿vale? Aunque a lo mejor se me olvida pedírtelos de vuelta...

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28/10/2021, 02:09
Bryony J. White

El rato pasado en la piscina junto a Ingvild y la sirena dejó a Bryony con los sentidos enardecidos, hipersensibilizados a cualquier roce artístico que llegase a sus ojos, su piel o sus oídos. 

Había aprovechado para comentar sutilmente que ella no tenía ninguna intención de ser candidata al trono de Neptuno y se había sentido cómoda al notar que Sirizne parecía tomarlo con naturalidad. Así que se había dedicado a disfrutar de una conversación sobre un tema que la apasionaba en todas sus vertientes y del placer de ser peinada por unos dedos tan habilidosos. 

Suspiró, rebosante de gozo, cuando salieron de la piscina y se despidió de la sirena con cierta renuencia, sin ocultar que le provocaba cierta pereza regresar junto a los demás. Por el camino le pidió a su amiga que la esperase un momento, mientras intentaba contactar con el poeta usando el bastón. No tuvo éxito y eso perturbó en parte el estado de placidez que había alcanzado. 

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28/10/2021, 03:06
Bryony J. White

Cuando regresó junto a Ingvild a la sala donde debían prepararse, Bryony parecía estar muy relajada, aunque también algo dispersa, enredada en sus propios pensamientos. Tenía el pelo húmedo y llevaba los cabellos trenzados con tanta maestría que no parecía un peinado hecho por dedos humanos.

No llegó a explicar dónde habían estado ni qué habían hecho en ese rato, pero sí que se acercó hasta Branwen para darle un beso en la sien. 

Contempló con seriedad a Bediviere cuando les ofreció tabaco, que rechazó con una amabilidad distante, y después de eso no volvió a fijarse en la americana. 

A Nikita cuando se acercó a ella le dijo que sí, que había llevado el salvoconducto, aunque también le confesó que no tenía ni idea de lo que ponía ni de en qué términos o situaciones podía ser útil o no. Se lo mostró si él quiso verlo, una hoja con un texto escrito en un idioma desconocido. Sonrió a su agradecimiento, pero alargó la mano para apretar el brazo del chico con calidez y sacudió la cabeza quitándole importancia. En realidad era consciente de que aquel había sido un movimiento temerario, pero habría ido contra su naturaleza quedarse quieta sin intentar nada. 

Y después el tiempo le pareció elástico como un chicle. Se vistió y preparó para el viaje hasta el palacio siguiendo todas las indicaciones de Serafín, salió al exterior y empezó a agitar su sistro. Tenía cierta sensación de despersonalización, como si estuviera contemplando todo aquello desde fuera de su propio cuerpo, pero, al mismo tiempo, tenía un cosquilleo de excitación en las tripas y la adrenalina que se deslizaba por sus venas la anclaba a la corporeidad de su realidad. 

Sus ojos se abrieron fascinados al ver aquella multitud de espíritus, muertos, aves y criaturas en general que los acompañaba en la procesión. Escuchó la voz de Ingvild y se le escapó una risa amortiguada por la máscara. 

Es escalofriante, pero también es hermoso le respondió en voz baja—. La belleza grotesca y macabra de la muerte. Como una obra viva de Witkin.

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28/10/2021, 14:04
Adam Dyer

Serafín

Branwen notó en el beso de Bryony una sensación parecida a la que ocurre con un cambio de presión, cuando uno sale de una bañera. Nikita había reconocido en el salvoconducto de la londinense el mismo alfabeto que había visto en el que se guardaba en la guantera de la limusina.

Al templo de las columnas se llegaba por una escalinata. Sobre ella les esperaba uno de los "pescadores". Serafín pidió que dejaran de mover los sistros y le hizo una reverencia.

La figura envelada hizo un gesto similar a una reverencia. Habló el joven guía.

—La bruja no puede seguir, ni los muertos. Si alguien quiere quedarse con ellos no se tomará como ofensa.

Mariam

Mariam se sorprendió de una manera un tanto teatral, mirando al tipo del velo con cierta aspereza para luego resignarse.

—He vivido demasiado para entrar ahí sin consecuencias graves... No os preocupéis. No os harán nada malo.

Sirizne también se dio por aludida y se quedó con su séquito. Aparte del grupo de afinidad solo entraría Frida.

Branwen supo que el beso de Bryony le había devuelto la voz.

Ibis

Cuando comenzaron a subir las escalinatas una bandada de ibis eremitas vino volando y se posó en la parte de arriba.

Adam sabía que aunque no era la misma bandada que había parado el autobús a su llegada a Astérope, estaba tan desorientada como aquella. Distinguió al alfa. El más gordo de todos, que extendía las alas, entre solícito y amenazante.

A pesar de lo extraordinario de todo aquello, Adam se encontraba tranquilo. Notaba las pulsaciones golpeando sus muñecas y sus sienes con absoluta excitación, pero no era una reacción malsana, de esas que te paraliza. Se trataba más bien de una dosis monumental de dopamina que su cuerpo estaba generando con el fin de no perder detalle de cuanto había allí ante sus ojos. Los sentidos del chico se encontraban en un estado de completa concentración y profusamente afinados para captar el más mínimo dato que pudieran decodificar y almacenar pàra el resto de su vida. Tanto daba si esta duraba cien año más o si, por obra y gracia de los Masters of Puppets a los que estaba a punto de conocer, decidían que concluyese cinco minutos después. Nadie había visto ni vivido aquello. Y el término "nadie" resultaba muy confuso al descubrir que la humanidad había compartido realidad con hadas, ninfas, brujas y demás fauna recién descubierta. Pero era lo mismo. La posibilidad de confrontar a la misma muerte era como tener audiencia con Dios. Uno no puede simplemente decir que no... y menos por miedo. Y eso que, dado que la cabra tira al monte, cuando el Pescador convino que si alguien quería quedarse en la sala de espera podría hacerlo sin causar perjuicio, la parte de Adam que se aferraba a su yo "de antes" a punto estuvo de levantar la mano para, agradecido, poder eliminarse de la ecuación. Menos mal que esa otra parte... la de "ahora"... impidió que sucediese y simplemente quedó erguido (qué maravilloso era estar siempre erguido cuando vestía su piel fae) esperando el devenir de los acontecimientos.

Y así fue. Estos, los acontecimientos, llamaron presurosos a su puerta para recordarle con vehemencia que no venía en calidad de acompañante. Que si bien Bry ostentaba el anillo mágico al igual que Branwen, tanto si Sirizne apostaba por una o por la otra como candidatas al sillón presidencial de la Casa Blanca fae, él, habida cuenta de su sangre y su condición, quizá tendría alguna papeleta en aquel sorteo. Probablemente todos la tuvieran... y en el momento en que el bombo empezase a girar, no importaría la cantidad de números o las probabilidades de acierto de cada cual. Al final solo se reducía a un ejercicio de suerte.

Ummm... ¿solo suerte?

Había algo en cada uno que impulsaba a esta, a la suerte, al lugar dónde se debía esgrimir la fortuna. Los actos. No reina quien debe sino quien puede. Y aunque Adam no quisiese un trono, sí deseaba decirle al mundo... "eh, ¿y yo por qué no?" y como dicen que la ocasión la pintan calva, en aquella ocasión, esta se pintó a sí misma  emplumada y con la cabeza carmesí y una expresión en los ojos desafiante. Así lo encontró Adam en su ánimo y, sin embargo, no consiguió amedrentarle. La referencia era evidente y el llamado acudió a su cita con una sonrisa bajo el embozo y la máscara. Sabía lo que tenía que hacer y lo hizo. Caminó despacio entre los ejemplares de ibis que se le antojaron más grandes que los de antaño y se ubicó cerca de aquel que debía ser el cabecilla de la bandada. Sin saber muy bien por qué recordaba las palabras y las inflexiones que le había enseñado el viejo con precisión casi absoluta. 

"La yazal ladayk tariq tawil linuqtieih , 'ayuha alttayir almuqadas , litawjih al'iinsan 'iilaa masirih. Eubur misr alqadimat walbahr 'iilaa makatin. 'iinaha hunak."

Sin mayores aspavientos, señaló hacia el este, a la Meca. Extendiendo el brazo con cuidado de no desvelar la carne bajo la tela. Entendía que los monstruos no podrían pasar de aquel punto, pero prefirió ser cuidadoso. Y tras ello decidió esperar pacientemente a que los pájaros reaccionasen. Sin embargo, a diferencia de cuando llegó por primera vez a Astérope, no tenía miedo. 

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28/10/2021, 23:33
Director

El macho alfa agitó sus alas y voló frente a la cara de Adam manteniendo la posición mientras el resto revoloteaba o daba saltos a su alrededor. Cuando el canadiense señaló con decisión hacia La Meca, el pájaro voló hacia allí, enérgico, seguido por su bandada.