Partida Rol por web

Astérope

Tercer día

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08/01/2021, 19:04
Casa de Bryony

Había tanta gente que Nikita tuvo que salir de la casa y cruzar la carretera para encontrar un lugar poco concurrido. Los coches estaban aparcados de cualquier manera, aprovechando un claro junto a la cuneta y se detuvo junto a un BMW de los noventa color blanco-gris muy cuidado. Fue en ese momento cuando Bediviere lo abordó.

Al otro lado de la carretera que acababan de cruzar quedaba la casa iluminada —de cuyo salón se escapaban haces de luz de colores— y Bediviere podía oír la música y las risas. Eran las once y poco y el mar parecía negro debido a la noche sin luna.

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08/01/2021, 19:22
Bediviere Lafayette

Bediviere siguió a Nikita a través del gentío. Fruncía el ceño, molesta por el griterío y las risas, y miraba hacia los lados, llevándose una mano al pecho al notar, con más claridad una vez abandonada la sala del DJ, que su corazón retumbaba como un tambor pasado de ritmo.

Saber que no podía llamarlo, porque no iba a escucharla, le generó una angustia soterrada demasiado familiar, que fue encogiendo su cuerpo, a medida que braceaba, hacia un lado y otro, esquivando bailarines y caminantes.

Trataba de seguirle el paso a Nikita, más o menos de cerca, pero sus piernas considerablemente más largas que las propias impedían que pudiera darle alcance, al igual que su estado, un tanto más intoxicado que el suyo. No trató de alargar la mano. La imagen de su cuerpo escurriéndose ante sus dedos era lo último que quería contemplar aquella noche.

Cruzó la carretera, mientras lo veía detenerse junto al BMW. Dudó, a unos pasos, deteniéndose mientras se mordía el labio. Pensó que quizá lo atosigaba. Que quizá quería estar solo. Que quizá... No era ella a la persona que necesitaba a su lado. Pero la imagen de aquel mensaje luminoso en la pantalla de su teléfono la había arrastrado hacia atrás, cuando la idea peregrina de cometer una estupidez absurda comenzaba a tomar ligera solidez en su cabeza. Y se dijo, que tras eso, no podía dejarlo solo. No podía. Se lo debía. 

Se acercó a él, despacio, y sin decir nada, apoyó una mano sobre su espalda, delicada y comedida.

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08/01/2021, 20:23
Nikita Pontecorvo

Como era de esperar cada pasillo de la casa, cada estancia y el propio jardín estaban a rebosar de invitados. Nikita caminó atravesando todo a grandes zancadas, la mirada al frente. Era el último momento en que querría cruzar a algún conocido que le parara para saludar. Sus ojos terminaron desbordándose y los limpió con la mano de un rápido ademán solo para que se llenaran de lágrimas otra vez.

Su cabeza empezó a hervir con pensamientos desordenados y al salir al exterior y ver la negrura del mar y la noche sin luna, volvió a pensar en la carretera y la striga. Volver a casa, coger la pistola, los dos cargadores, sal, bridas… Aquella lista demencial volvía a repetirse en su mente mientras otra parte de sí mismo sabía que era una completa estupidez y que ahora además estaba drogado. Pero sentía hervir su sangre presa de la impotencia, y el ansia por desahogarse volvía sus ideas peligrosas. Al llegar hasta su coche se apoyó en el capó con ambas manos y lo que vino a su mente fue su padre y las últimas palabras que le había dicho hacía tan solo tres días: "papa, fidati di me". Pero, ¿qué habría hecho su padre en su lugar?

Mi dispiace tanto…1 —susurró con la voz rota y la cabeza gacha. Tenía la mirada perdida en el suelo que por efecto de las lágrimas aparecía como un borrón.

De pronto sintió que alguien tocaba su espalda. A pesar de la suavidad del contacto, Nikita se sobresaltó y al girarse vio que era Bediviere.

Por un momento se quedó petrificado, mirándola a los ojos sin saber qué decir. Al final lo había hecho, había conseguido preocuparla lo suficiente para que entendiera que pasaba algo y le siguiera hasta allí. No quería contarle. No podía… Ella tenía que estar bien. Necesitaba estar bien aquella noche.

Lo siento —dijo ahora en inglés. Suspiró entrecortadamente por efecto del llanto reciente e irguió la postura quedando frente a ella—. Es solo… Bediviere, necesito hablar con alguien. Hay algo que necesito saber.

Notas de juego

1. "Lo siento mucho" en italiano.

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08/01/2021, 20:53
Bediviere Lafayette

Tienes la misma cara que tenía yo el día que hice la mayor gilipollez de toda mi existencia.-dijo, apoyando una mano en su mejilla, acariciándola, sin hacer, sin embargo, ademán alguno de intentar secar sus lágrimas. No iba a darle ningún motivo más para pensar que no podía derrumbarse. Que no podía permitirse flaquear - No voy a dejarte solo. -dijo, serena, pero tajante, suspirando entrecortadamente. 

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08/01/2021, 21:56
Branwen Glyndwr

Adam la cogió por sorpresa, haciéndola callar con el toque amable de su mano. Había adquirido una sonrisa extendida, como mejorada. ¿En su salsa? Ella arqueó las cejas, admirada y con genuina fascinación.

Se relajó bajo el roce de sus palabras. Que lo definiera como una ceremonia la impresionó. Además de parecerle muy inteligente.

Ciertamente Adam, impulsó a sus gestos con una agradable parsimonia instructiva que la ayudó a concentrarse. Parecía, tener una voz más consistente y sugestiva cuando la empleaba para un tema que le interesaba o, quizás era, porque quería impresionarla a ella. Cualquier de las dos cosas animaron placidamente por dentro a Branwen.

Asintió levemente cuando él coincidió en dar la justa medida a su aproximación primera al asunto, aunque no pudo disimular el pequeño tumulto de emociones que afloraron a sus ojos, respondiendo a la gráfica comparación que él puso sobre su imaginación.

¿Acababa de avanzar inconscientemente la descripción de lo que ella se podría encontrar explorando pocos centímetros más allá de la actual zona de exposición? ¿Una suerte de sugerencia de perfección erótica…? - Que no se me inflamen las mejillas. Que no se me enciendan las orejas.

Gracias a todos los sabios, él le pidió la lengua y ella la liberó con suavidad para que él la alimentara con el sobrante de su preparación. Era un tenue recuerdo a las golosinas burbujeantes que probaba de niña pero sin el sabor dulce pero si el picante.

Corrió por los labios, un lametazo reflejo y rápido primero, y uno más sentido y lento después, como si al gusto le emocionara el lanzarse a explorar más a fondo y más lejos. La calentó un acicate de descubrimiento, como la exaltación de Dora buscando algo perdido o en este caso algo nuevo.

Él la alentó a que no titubeara. A lanzarse y dar el instante y no distorsionarlo. Ella lo hizo. Evitando la pausa. Agarró firme y aspiró. Dejó que el narcótico la embargara la nariz y todo fuera rápido para concentrarse y disfrutar al momento las siguientes sensaciones.

Abrió bien los ojos y lo miró. Volvió a aspirar, ahora solo aire, y lentamente entornó los ojos hasta cerrarlos y escuchar a su cuerpo y a su mente durante unos segundos. Su boca respiraba despacio y se entreabría curvada sutilmente hacia arriba.

- Como el chocolate. Realmente es como el chocolate casi por cien puro - murmuró -. Como cuando te vicias a comer demasiados cuadraditos de la tableta... - dijo con aire de confesión - … pero todo de golpe. Ya. No a cachos.

Abrió los ojos. No solo deseaba ver su propia euforia, si no que también deseaba ver la expresión de Adam observándola.

Había muchos pensamientos siempre en el filo de su mente, pero en ese instante algunos que casi siempre se quedaban rezagados tenían las agallas que normalmente les hubieran faltado. Sonrió.

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08/01/2021, 22:11
Nikita Pontecorvo

La mano de Bediviere acarició de nuevo su rostro. Nikita se dejó tocar sumiso mientras atendía a sus palabras. La chica parecía leer en él como en un libro abierto y su última afirmación le produjo sentimientos encontrados. Pero no podía esperar que simplemente se fuera a seguir con la fiesta después de lo que había visto en él. Y la necesitaba, seguramente aún más de lo mucho que era consciente. Antes había sido su mensaje, preguntándole si había ido a la fiesta cuando había estado a punto de marcharse casi tan ofuscado como en ese mismo instante. Ahora era su presencia y sus manos, sus palabras suaves pero firmes que parecían sujetarlo al lado coherente de la existencia.

Nikita asintió mientras buscaba atemperar su respiración y su pulso respirando profundamente. Si seguía leyendo en él como hasta aquel momento podría ver el agradecimiento en sus ojos.

Sí, por favor, quédate conmigo —rogó con un tono algo más sereno mientras limpiaba de su rostro lo que quedaba de las lágrimas.

Nikita sacó la funda con sus audífonos del bolsillo y volvió a colocarlos en su cabeza. El barullo y la música electrónica llegaron de pronto hasta él desde la casa. Después cogió las llaves para abrir la puerta del copiloto del coche en que se había apoyado.

Aunque no vayamos a ningún sitio prefiero que nos sentemos, si te parece bien —pidió dejándole paso. Él entró por la otra puerta y antes de sentarse, sacó el móvil del bolsillo trasero de su pantalón.

Hace un rato envié un mensaje a mi prima Ariadna —explicó—. Necesitaba ponerme en contacto con una amiga suya. Ella… —se llevó una mano a la frente consciente de que le resultaba imposible saber por dónde empezar—. Ella me ha dicho que esa chica murió y… Y necesito saber cómo murió —miró a Bediviere con ojos sombríos y un gesto evidente en que le pedía paciencia. Suspiró. Después levantó el teléfono y escribió un mensaje para su prima.

Ari, cuéntame qué le pasó y cuándo. Y también a David, por favor.1

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08/01/2021, 22:43
Bediviere Lafayette

Asintió, ante su petición, que más bien parecía un ruego, aún con la mano en su mejilla. Tragaba, notando cómo los latidos de su pecho ascendían por su garganta, mientras observaba cómo se ponía los audífonos, dándole la sensación de encontrarse más acelerada de lo que le gustaría. Respiró hondo, con los brazos, las manos tensas, a ambos lados del cuerpo.

Nikita abría el coche, para su sorpresa, provocando que fuese en ese instante en el que se fijase en lo cuidado del vehículo, recordando que el chico había hablado de su trabajo, en un taller, en la playa, el día que habían visto a la striga. No comentó nada al respecto, sin embargo, pues aquello no era relevante. No en ese momento. 

Se sentó en el asiento del copiloto, y lo observó. Pensó en lo duro que tenía que haber sido sepultar su malestar, su dolor, durante las horas que llevaban en la fiesta. Se podía hacer una idea bastante aproximada. Durante demasiado tiempo había sido toda una experta en ignorar su propia circunstancia. Mientras su propia circunstancia, eso sí, cavaba profundos recovecos putrefactos en su pecho. 

Asentía de nuevo, al ver que trataba de explicarse, de excusarse y de pedirle paciencia. El mensaje... La culpabilidad traslucía a través de sus pupilas negras y dilatadas, al recordar lo que aquella maldita voz interna suya le había susurrado al oído al verlo escribir y buscar a su lado, mientras miraba momentáneamente hacia la ventana del copiloto, dando a Nikita la intimidad que pudiera necesitar para poder escribir. Para ordenar sus ideas. 

¿Es la persona de la que me hablaste antes?-preguntó, tratando de entender, de comprender su dolor, y de ayudarlo a empezar, mientras sacaba el porro que se había guardado en el bolsillo de la falda junto al zippo, al volver a mirarlo- Me late el corazón demasiado deprisa. -explicó, justificando por qué podía necesitar encender aquello en ese preciso momento- ¿Puedo...?-preguntó. 

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08/01/2021, 23:58
Nikita Pontecorvo

Terminó de escribir aquel primer mensaje, buscando ver si Ariadna estaba conectada.

No, no es la persona de que te hablé antes, es… —levantó la vista de la pantalla y miró a Bediviere como con una disculpa en los ojos. No podía dejar de remorderle la conciencia meterla en todo aquello. Con un gesto de la cabeza le indicó que podía fumar si quería—. Esta noche, antes de encontrarte a ti estuve hablando con alguien, una chica llamada Billie, Billie Ellison. No la había visto desde que… Desde que éramos niños. Empezó a hablarme con lengua de signos porque su hermano pequeño era sordo… —Nikita inspiró con fuerza. Le costaba realmente encontrar palabras para todo aquello. Se notaba que cada una de ellas llevaba asociado algo doloroso—. Era ese niño de quién te hablé antes, quién te dije que me acababa de enterar que había muerto. Tenía solo ocho años… Pero… Todo fue muy extraño. Billie me habló de pronto y pude oírla, la toqué y sentí el frío glacial de sus manos… Se marchó y necesitaba hablar más con ella, necesitaba entender qué le había pasado a su hermano, porque ellos... Ellos vivían en la casa de que te hablé, los Ellison. En la villa de estilo toscano —levantó la vista de nuevo hasta los ojos de Bediviere para saber si ella recordaba de qué lugar estaba hablando.

Billie era amiga de prima. Es la chica que Ariadna me acaba de decir que está muerta.

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09/01/2021, 00:08
Ingvild Hoem

Una chica inglesa, hermosa y delgada. Artista, divertida, rebelde. Traviesa como un nisse. El labio superior por delante del inferior, apenas. Era la primera vez que se atrevía a tanto en público, pensó mientras observaba por encima del hombro como la silueta de Azia, en cámara lenta, saltaba de un lado a otro como un cervatillo de manchas coloradas, algo entre un chico y una chica, vestigios de un tiempo en el que la propia noruega aún no había decidido al respecto, un tiempo en el que nada ni nadie le había forzado a decidir.

Sentía los dedos de la chica sobre sus labios, que cedieron a la más leve insinuación, acariciando con la punta de su lengua al intruso. Y entonces el dedo ya no estaba y fueron los labios suaves y húmedos y la bolita mágica que iniciaba su trayecto previa escala entre dos lenguas que la empujaban entre sí, como rehusando el final del viaje.

Ella le respondió extendiendo una mano hacia el trasero de la chica, acercándola mientras apoyaba la otra en su cintura. La primera mano apretó suavemente, para luego recorrer sus muslos delgados de flamenco. Un fuego se extendió por su vientre, de pronto se dió cuenta que perdía el control y una expresión de terror atenuado la hizo abrir los ojos, clavarlos en la mirada risueña que Bediviere les dirigía, calmarse otra vez gracias a la americana. Sonrió sin mostrar los dientes, intentando recuperar el aliento.

—¡Venga, vamos a bailar! —propusó tirando de la británica en un ejercicio de autocontrol. Sólo esperaba que sus movimientos de Josephine Baker —si ésta hubiera sido blanca, y ponías una mano por delante de la nariz y los ojos de Ingvild, y tal vez una depilación más intensiva de cejas, un nuevo peinado, y si no se moviera como si a la francesa la hubiera arrollado un tren que la hubiese dejado coja prematuramente en su carrera— espantaran a la chica. De más está decir que no notó la huída precipitada de sus dos amigos.

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09/01/2021, 00:49
Bediviere Lafayette

Bediviere encendía el porro, dando una profunda calada, que sintió candente, en los pulmones. Tosió, virando ligeramente el rostro hacia un lado, y llevándose el dorso de la mano a la boca para taparla, manando humo lechoso de entre sus dedos. Entrecerró los ojos, e inspiró profundamente por la nariz, tratando de hacer oídos sordos al latido que vibraba ya contra su mandíbula, tratando de centrar su atención sólo en la voz de Nikita, y en el acto mecánico de fumar. 

Escuchó con atención cada una de sus palabras, tal y como él habría mirado fijamente sus labios para entenderla. Observaba sus gestos, sentía la dificultad con la que cada palabra salía de entre sus labios, y reparaba en el hecho de que fuese precísamente antes de verla cuando había visto a esa chica, notando cómo un inevitable y poderoso escalofrío ascendía por su espalda, provocando que cruzase los brazos sobre el vientre, perdiéndose su mirada durante un instante, en un punto indefinido, mientras Nikita desgranaba aquella historia.

La casa a la que ibas, la última vez que escuchaste a tu madre cantar.-dijo, percatándose en el acto del peso de sus propias palabras, mirándolo de nuevo, mientras comprendía. La última vez que Nikita había escuchado a su madre cantar, debía haber sido justo antes de que casi perdiese su propia vida- Entonces... Fue allí donde...-supuso, sin terminar de pronunciar aquella frase, apretando durante un instante los labios en una fina línea, para inspirar y tomar su mano, guardando silencio durante un instante dilatado, dentro de aquella burbuja, aquel escape de la ruidosa realidad de ahí fuera que era el interior del coche. 

Sus pupilas se posaban entonces sobre el tatuaje bajo su oreja. Había sido el hecho de que preguntase precísamente por él, lo que lo había quebrado una primera vez, aquella noche- Está relacionado, ¿verdad? El viaje, tu accidente, el tatuaje, la historia con tu abuelo, y la muerte de esa chica.-dijo, sin atreverse a preguntar directamente sobre ello, antes de ofrecerle el cigarro. 

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09/01/2021, 00:40
Bryony J. White

La intensidad de la respuesta de Ingvild hizo que Bryony deslizase las manos hasta rodear su cuello y se apretase contra ella, restregándose, impúdica y desinhibida, mientras el calor aumentaba entre sus bocas, donde sus lenguas se encontraban y acariciaban. 

Pensó fugazmente que podía derretirse en lujuria líquida. Las sensaciones amplificadas latían en oleadas pulsátiles, en sus labios, en su vientre, en sus brazos y en sus empeines. Y cuando Ingvild se separó de golpe, Bry se quedó con ganas de más. Se repasó los labios con la punta de la lengua, con una sonrisa ladeada y una mirada intensa, oscurecida por las drogas y el deseo, llena de promesas. 

Se rio con el ímpetu por ir a bailar y asintió a la idea, dejándose llevar por la mano de la noruega de regreso a la pista. Notó la ausencia de Bediviere y Nikita, pero la achacó de inmediato a una búsqueda de intimidad y se rio de nuevo. Por ahí estaba el músico portador de luz que la pareja había dejado atrás y le robó el porro con descaro de la boca para dar una calada larga y devolvérselo con un guiño travieso. 

Con el humo en la cabeza y las venas llenas de amor, Bry empezó a bailar, entregándose a la melodía y a la luz. Le gustaba tener a Ingvild cerca y también a Sharif. De tanto en cuando deslizaba los dedos por los brazos, la cadera o el cuello de una o el otro, incluyéndolos en la danza errática que respondía a un ritmo algo distinto del que flotaba en el aire. Toda la sala le parecía una obra de arte con vida propia, con un latido personal que nacía de la suma de muchos, y en medio de todo, cada uno sumaba su parte. 

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09/01/2021, 02:05
Nikita Pontecorvo

Los ojos de Nikita, aún enrojecidos por el llanto, miraban a un punto indefinido mientras asentía a las conjeturas de Bediviere. Así era. Ella leía en su rostro, en sus gestos y había sido capaz de hilvanar su discurso errático y desordenado. El chico aferró su mano. Sentía que aquella conversación se había ido componiendo paso a paso, desde que hablaron en la terraza y ella le preguntó por lo último que recordaba haber oído, tal vez desde antes, y con sus preguntas sobre el tatuaje o incluso cada vez que lo acariciaba él tenía la sensación de que podía sentir algo sobre su piel, tal y como había podido sentir su presencia en la puerta de la casa abandonada. La miró de nuevo a los ojos pensando que se había resistido en vano, que ella habría sabido todo de un modo u otro, se lo hubiera contado o no. Era el momento pues de empezar desde el principio.

La última vez que vi a Billie fue el día que estuve a punto de ahogarme. Yo tenía siete años y ella solo tres, pero esta noche me ha dicho que recordaba el momento en que me habían llevado a su casa, que se acordaba de mi rostro, blanco como la nieve. Y que el sitio donde me encontraron se había convertido para ella en su lugar secreto.

Nikita tomó el porro de los dedos de Bediviere y dio una larga calada antes de devolvérselo.

La penúltima vez que fui con mis padres a aquella casa nos quedamos a pasar el fin de semana. Durmiendo allí tuve un sueño: había una mujer joven, de pelo muy largo y ojos oscuros. La encontraba en un lugar en el bosque que había cerca de la casa, es un lugar protegido, lleno de encinas centenarias —aclaró—. Ella venía a mi encuentro, recuerdo que me llamaba por mi nombre… Parecía muy feliz de encontrarme. Recuerdo que me tomaba de la mano para caminar conmigo, que me peinaba con sus dedos. Decía que me enseñaría muchas cosas hermosas y que me cuidaría para siempre. Me besaba y recuerdo sus besos húmedos, su voz melodiosa o el olor del bosque mezclado con algo… Denso y dulzón, las caricias de sus manos frías... Y me dijo que quería volver a encontrarme —Nikita se recostó algo más en el asiento. Seguía sin soltar la mano de la chica—. La última vez que fuimos a la casa me escapé para buscarla. Tenía la certeza absoluta de que me estaría esperando donde la había visto en el sueño. Conocía ese sitio porque habíamos ido a pasear por allí con los Ellison algunas veces. Y no me equivoqué —miró a Bediviere y ella podía ver un destello de miedo en sus ojos—. Estaba muy asustado, pero había algo, no sé… No dejé de pensar en ella desde que había tenido aquel sueño. Sentía que estaba haciendo algo malo, pero no lo quería evitar, no sabía cómo —suspiró—. Ella me llevó hasta un remanso del río. Eran mediados de noviembre y hacía frío. Aún así me desnudó y me metió en el agua… —hizo una pausa sabiendo que Bediviere entendería—. Lo último que recuerdo haber oído es su voz, su voz diciéndome todas aquellas cosas, que cuidaría de mí para siempre —miró a Bediviere con una disculpa en sus ojos—. No recuerdo nada más, apenas cosas entre brumas. Cuando me encontraron me tuvieron que reanimar y sufría hipotermia. Lo siguiente que recuerdo era el hospital. Y el silencio.

Nikita había dejado el teléfono sobre el asiento y tomó la mano de Bediviere entre las suyas.

No fue un accidente. Pero no me atreví a contarle a nadie lo que había pasado. Me sentía culpable y tenía miedo, miedo siquiera de nombrarla o pensar en ella. Hasta que unos meses después viajamos a Rusia a ver a mi abuelo. Él era como tú —dijo cayendo en ello de pronto. Una leve sonrisa se formó en sus labios—. Podía leer en mí como en un libro abierto. Se dio cuenta de que había pasado algo, algo más de lo que todos le contaban. Me preguntó y se lo conté. Hasta hoy era la única persona a quien se lo había dicho —confesó—. Él me llevó a ver al stárets como te he contado… Y bueno, fuera o no por la bendición, jamás volví a verla o a soñar con ella.

Volvió a mirar hacia la pantalla del móvil y de nuevo a Bediviere.

Siempre pensé que se había acercado a mí por mi don, que es por eso que la había podido ver y hablar con ella, como con tantas otras presencias a lo largo de mi vida… —sus ojos se ensombrecieron de nuevo y Bediviere pudo ver la tensión de una ira soterrada en cada músculo de su cara—. Pero nunca, jamás, se me ocurrió pensar que fuera un peligro para otros. ¡He sido tan estúpido! ¿Por qué no dije nada? ¿Cómo pude callarme? —sus ojos volvieron a enrojecerse—. Tenía que haber gritado hasta que todos me creyeran y se marcharan de allí. En esa casa estaba Billie y luego… Luego nació su hermano David. Y ella hizo de ese remanso en el río su lugar secreto y le llevaba a él allí… Me lo ha contado esta noche. Que nació sordo por no sé qué síndrome y que también podía quedarse ciego. Y que allí decía que podía oír a los pájaros. Pero que allí no habían pájaros —el discurso de Nikita comenzaba a desordenarse y acelerarse hasta que calló de pronto. Las lágrimas volvieron a desprenderse de sus ojos. Soltó sus manos de Bediviere y comenzó a apretar los dedos de una con los de la otra—. Allí había un monstruo y yo no hice nada. Y ahora los dos están muertos —volvió a mirarla muy fijo—. Por eso necesito saber cómo murieron.

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09/01/2021, 12:03
Bediviere Lafayette

El tacto de la mano de Nikita ardía, sobre la piel. Entreabría los labios, notando de nuevo cómo se le llenaba la boca de latidos, y respiraba hondo. Paladeaba su angustia, como si esta emergiese de la yema de sus dedos, y se le metiese en lo profundo, provocando que se preguntase si de verdad aquel sentimiento había cobrado transmisibilidad, o si sólo había construído un reflejo, dentro de si. 

Observaba cómo también se arremolinaba, tras sus pupilas, en el centro de la oscuridad que las abarcaba, y apretando su mano de vuelta, asentía, tratando de infundirle aliento, entereza para proseguir. 

La historia que se desgranaba a continuación sonaba lejana. Distante como un cuento de invierno. Imaginaba a aquel niño de pelo dorado y mejillas de porcelana, y aquella voz, que debiera ser dulce, armoniosa e incisiva, capaz de colarse en lo profundo de cualquier sueño. La mención de aquel tacto de hielo erizaba el vello de su nuca. 

Los cabellos negros ondeando como seda oscura, y su mano de reina de las nieves tomando la mano y la vida de aquellas mejillas sonrosadas. Las lagrimas se le escapaban, al imaginarlo bajo las aguas. Al imaginarlo, desnudo, aterido, pálido y helado, a los pies del meandro del río mientras su mano reposaba entre las del adulto que era ahora ese niño frente a ella. Su piel ardía, y sin embargo sentía frío. 

Observó su rabia, esa suerte de dolor sordo y rojo juntando sus dedos y contrayendo su rostro, y tragó saliva. Tomó aquel puño entre sus manos, acariciando la tensión de sus nudillos, y buscó su mirada.

Eras un niño. Y actuaste como lo haría cualquier niño.-dijo, entreviendo aquel rostro de porcelana fría entre sus facciones afiladas- Nikita, el mundo no está lleno de personas como tu abuelo, o como yo. -puntualizó, inspirando honda y entrecortadamente- Tú sabes que lo que te ocurrió es cierto. Y yo también. Pero, ¿acaso para la familia de Billie habría sido algo más que la fábula nacida del temor de un niño que intentaba justificar algo terrible? Podrías haber ido gritando, vociferando a los cuatro vientos lo que te había ocurrido, y aún así, lo más seguro es que no hubieses conseguido nada. O incluso que hubieses llamado con ello la atención de Billie y de su hermano, aún más, hacia ese sitio. -dijo, tragando saliva- Lo que pudiera haber pasado es sólo eso. Una posibilidad y no una certeza. Y las posibilidades siempre son infinitas. -sentenció, negando con el rostro, y soltando su puño, despacio, para acariciar su pelo dorado- ¿Qué pretendías hacer antes de que viniera a por ti?- preguntó, preocupada. 

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09/01/2021, 12:58
Nikita Pontecorvo

Se dejó tomar la mano de nuevo, relajando la presión de su puño al sentir de nuevo el contacto de Bediviere. La miraba otra vez intensamente a los ojos y los labios mientras hablaba. Entendía que quisiera consolarlo y que en parte tenía razón, pero no era capaz de sentirse mejor.

Era un niño entonces, pero hace mucho de eso. Tuve tiempo de comprender lo peligroso que era y hacer algo. Billie… —tragó saliva. Era tan extraño hablar de ella como si hubiera sido una chica normal más que hubiera podido cruzar en la fiesta—. Billie dijo que su hermano había muerto hacía tres años. Pero también, cuando se dio cuenta de lo que empecé a pensar sobre ella al poder escucharla y sentir el frío de su contacto, me dijo que no estaba muerta —negó con la cabeza sabiendo que todo era un galimatías—. Y yo la creí. Aunque estaba confusa… Por eso necesito que Ariadna me cuente qué pasó exactamente. Y cuándo pasó todo. Bediviere… —Nikita bajó la mirada hacia las manos de la chica que tomaban las suyas y las apretó con fuerza—. No puedo… —comenzó, pero la voz se le quebró sin poder aclarar a qué se refería.

Escuchó la última pregunta de la chica y tardó unos momentos en volver a mirarla a los ojos mientras ella acariciaba su pelo. Bediviere vio su mirada cambiar, como si un nuevo brillo apareciera en ella. Pero no era tranquilizador.

Aprenderé cómo cazarla e iré a por ella —sentenció—. La devolveré al pozo del que no debió salir. No voy a equivocarme dos veces. Tiene que seguir allí, en algún sitio.

Notas de juego

Edito: una repetición.

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09/01/2021, 13:39
Bediviere Lafayette

Su voz quebrada encogía su pecho, y esbozaba un interrogante en su rostro. Su culpabilidad se le antojaba cercana. Dolorosa y retorcida. Implacable con su consciencia. Suspiró, notando cómo se le cerraba la garganta, tomando una nueva calada del cigarro, y depositándolo otra vez, equilibrado, en un área del salpicadero en la que ninguna clase de tapicería pudiera lamentar el roce de una colilla. 

Bediviere contempló su rostro, al emitir aquella sentencia. Aquella declaración de intenciones. Exhaló despacio, y de lado, en silencio. El temor que sintió al contemplar aquel brillo determinado y peligroso en su mirada, la hizo apretar de nuevo los labios- Está bien. Es lógico, es comprensible que quieras ir a por ella. Y yo voy a ayudarte. -sentenció, aunque no tuviera una idea completa de cómo podía hacerlo- Pero esto debe hacerse bien, Nikita. Tenemos que entender qué fue lo que viste. Qué era, y qué puede hacerte. No puedes pecar de imprudente con algo así. Con algo que ya casi se te lleva una vez.-dijo, estremecida, sin a penas percatarse de que sus dedos de crispaban ligeramente, sobre su pelo, pensando en atraerlo hacia si, en envolverlo entre sus brazos, y odiando al mismo tiempo la presencia de la palanca de cambios y el freno de mano, entre ambos asientos. 

Chasqueaba la lengua, y apoyándose en su hombro se aupaba sorteando aquel obstáculo y encontrando un sitio sentada de lado sobre sus piernas, situando su teléfono en el salpicadero, cerca del volante, visible. Volvía a mirarlo, tomando suavemente su barbilla, contemplando su rostro humedecido y contrito, besando la senda de sus lágrimas, antes de abrazarlo, estrechándolo contra su pecho mientras inspiraba, reconfortada por la realidad olfatoria de su presencia. 

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09/01/2021, 14:32
Nikita Pontecorvo

Lo sé, no te preocupes —respondió a su inquietud con un tono entre calmo y resignado. No le dijo sin embargo nada de su idea loca de marcharse a buscar a la striga aquella misma noche. Ese impulso se atemperaba también bajo el influjo de su mirada y su voz y sobre todo aquella caricia en su pelo que empezaba a producirle pequeños escalofríos gozosos que se expandían por su cuerpo recorriendo su espalda.

La vio después mirar hacia la palanca de cambios con gesto contrariado y chasquear la lengua y aquello lo hizo sonreír. Grácilmente la chica saltó todos los obstáculos y se sentó sobre su regazo, apartando el teléfono, silencioso aún. Lo miró de aquella forma en que parecía querer aprenderse la posición de cada peca, arruguita o pestaña y después sintió el cosquilleo de sus besos recorriendo sus mejillas. Nikita se hundió en su pecho, acomodándose allí como si hubiera vuelto de algún combate. Se sentía emocionalmente exhausto y ese mismo agotamiento le ayudó a apartarse un poco de su congoja, lo suficiente como para dejar la mente momentáneamente en blanco o lo más en blanco que podía dejarla ante la rotundidad de su tacto y su presencia. Era su nuevo "blanco" por así decir, el lugar de reposo de sus pensamientos, allí cerca de su calidez. Inspiró su aroma con profundo agrado y la rodeó con sus brazos.

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09/01/2021, 15:11
Bediviere Lafayette

- Eres un jodido encanto, ¿lo sabías?-musitó, dejando que reposase contra su pecho, volviendo a acariciar su pelo de tacto aterciopelado, con una cadencia lenta y continua- Normal que todas esas crías que han venido con tu hermana hayan empezado a sonrojarse y dar grititos por telepatía adolescente al verte.-dijo, bufando y sonriendo de medio lado, sin poder evitar emitir un hondo y prolongado suspiro- Y encima hueles bien... -añadió, anhelante, rozando su pelo con la punta de la nariz, despacio, notando que bajo la camisa fina y transparente, se le erizaba la piel. 

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09/01/2021, 15:58
Sharif Karamani

Sharif que, divertido, había soltado risotadas —inaudibles por la música— a cada gesto de Bryony miró por encima de ellas e hizo un gesto en lengua de signos a alguien que se acercaba hacia ellos, sorteando a la gente con pasos de baile ridículamente ágiles.

Notas de juego

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09/01/2021, 16:01
Elio Pontecorvo

Vestía una americana color tarrina de flan de huevo, pantalones de cuero, camiseta de rejilla que dejaba ver su pecho lampiño y sus pezones mucho más oscuros que su piel y llevaba su pelo rubio de punta y la sonrisa beatífica de los que van muy muy drogados pero todavía se pueden tener de pie.

Se acercó a Bryony con los codos en alto, moviendo la cintura y rotando sobre sí mismo y alrededor de ella.

Los presentó Sharif alzando el tono de voz casi hasta el grito.

—Es Elio, el hermano de Nikita.

»Elio ellos son el Hada Luminosa, Ingvild, Azia y Chiba.

Y él fue repartiendo besos, pletórico.

Era cuatro o cinco años más joven que Nikita, un poco más delgado, igual de alto e igual de pálido.

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09/01/2021, 16:16
Nikita Pontecorvo

Apoyado aún en su pecho, Nikita sonrió absorto en las caricias de Bediviere cuando escuchó que lo llamaba "jodido encanto", piropo que sonaba a gloria con aquel acento sureño suyo. Le daba la sensación de que cuando se relajaba todavía se le marcaba más y aquello le fascinaba, como si fuera una pequeña marca de "descontrol" que le incitaba profundamente. Frunció el ceño al oírle hablar de las amigas de Vera y sin despegar la cabeza de su seno respondió: —Qué va… Siempre están así, es como su estado natural—. Después separó un momento la cabeza para mirarla. Aún con los ojos enrojecidos y las pestañas mojadas, Bediviere podía ver que su gesto era mucho más parecido ahora al Nikita de siempre.

Gracias… —susurró acariciando su mejilla mientras recorría su rostro con mirada atenta—. Por estar ahí conmigo incluso en los peores momentos, como la aparición de Elio —bromeó—. No sé quién ha rescatado a quién —comentó recordando las palabras de la chica después de besarlo en la sala del DJ.

La mano que había acariciado su mejilla bajó hasta reposar en el muslo de la chica. La otra subió acariciando lentamente su espalda hasta hundir los dedos en su cogote y recrearse después con los mechones de su pelo entre los dedos. No quería parecer un cursi ni perder más puntos después de lo del tatuaje, pero tenía ganas de decirle que era la mujer más preciosa que había visto jamás.

Y tú eres la mujer más preciosa que veré jamás.

Sí, así todavía sonaba más cursi.

Notas de juego

Edito: un par de repeticiones.