Sar Ëldên algún remoto lugar en los escarpados acantilados de Cabo Delka, los vestigios de una civilización antigua perduran como ruinas en el interior, la vegetación es abundante y el mar fiero, los días sin niebla puede verse una antigua construcción a lo lejos siguiendo la ruta de la sal, que lleva hasta Puerto Bravo en el Reino de Silmar. Son pocos los que se atreven a permanecer en este cuadrante dada la virulencia del mar y la presencia de piratas ante la proximidad del puerto gris.
El olor a salitre se introduce por las fosas nasales, haciendo a los pulmones contraerse, y a la nariz moquear, la mandibula duele pues el corazón bombea sangre muy rápidamente, las encias se abren por el golpe del viento y las velas de los barcos de extienden, colosales, fibrosas, magnificas en un espectáculo digno de los dioses. Todo sería tranquilo, si recordasemos los últimos pasos del Aegis, desde Silmar hasta Puerto Gris, y después hasta Sar Ëldên en busca de tripulación, refugio y aliados, el cántico del mar armoniza el viaje, las olas golpean contra el casco, violentas y hacen vibrar la madera, resistente, inamovible, que flota sobre él. Brama el viento, vigoroso, acariciando el oido y meciendo los cabellos. List, el semielfo, ahora capitán de un barco alza el mentón con la diestra sobre el timón, su rostro serio, inquisidorial, seguro de si mismo, una figura de poder, un semielfo que escaló por encima de todos los demás y logró parte de su objetivo.
Su mirada, fija en el horizonte, podría ser la de un explorador, o la de un cazador de tesoros, pero no la de un ladrón, sino de alguien digno, con porte, como sus ropas y su espada, hungido por los Altos Elfos como igual, reconocido diplomático en los cuatro puntos cardinales, desde Silmar a Cabo Delka, conocido de enanos, aliado de humanos y salvador de elfos, ahora podía ser el terror de los mares...
Si no fuera, claro, por el rugido de los cañones, que golpea el centenar de barcos que se concentra en la entrada del tómbolo, cerca de Sar Ëldên, piratas, escoria, ladrones y cazadores de tesoros reconocidos, todos vuelven a casa con tesoros, pero el hogar no pertenece a nadie o pertenece a todos, una lucha por un puesto estratégico en los mares, un refugio natural perfecto, un paso para los barcos comerciales, el paraiso de cualquier pirata, allí podría incluso erigirse una ciudad, aunque ahora sólo hubiese roca, plantas tropicales y dura y húmeda roca. Un nuevo cañonazo retumba en los oidos, y a este le siguen una decena, explosiones, y la madera cruje, rota, florando por el mar, agitado como nunca, deseoso por tragarse los barcos que no resistan su embestida. Las maderas con cadaveres de hombres que en vida se aferraban a ellos, golpean el casco y se hunden, tragados por Lantamae ue no perdona ni una de aquellas suculentas piezas.
Las banderas hondean, son decenas de enemigos, pero algunos están más cerca de otros, y en una lucha caótica en la que todos tienen algo que perder, los que menos tienen, como el capitán List, son los que más pueden ganar. Los informadores habían contado que todos aquellos portaban tesoros en sus bodegas, y aunque el armamento del Aegis era pobre, era un barco manejable capaz de desenvolverse entre las grandes embarcaciones, saliendo ileso, surcando las olas como una raya de mar.
El Aegis golpeó otro barco, el estallido de la madera no descubrió rotura alguna, aunque parte de su popa se astilló, era resistente, tanto como los dioses que se lo regalaron, forjado por la mano del arquitecto supremo, un regalo imperecedero, su confianza, su maravilla, el premio a toda una vida de esfuerzo. Al grito de...¡¡¡Al abordaje!!! siete garfios sujetaron los mástiles, y de los siete, otros siete piratas descendieron, llegando a la cubierta del Aegis, armados con sables que sujetaban con sus destrozados dientes, de encias sangrantes y rostros desencajados, morenos por el influjo constante de un sol de justicia que hoy no acompañaba, pues las nubes cubrían el firmamento, bramando, como el viento, en una amenazante tormenta que a lo lejos ya descargaba fuertes relámpagos.
Las decisiones de List serían seguidas por sus cinco hombres incluso si les conducían a la muerte, él estaba el mando, él tenía que decidir, el capitán del otro navío, como una sombra esbelta se alzaba desde la popa de su barco, mucho más grande y armado que el Aegis, espectante, sin saltar junto a sus hombres, parecía reir entre dientes, aunque apenas se distinguía su naturaleza, era flacucho, hombros bajos y en la cabeza llevaba un gran sombrero.
Un halo dorado hizo que la figura se desvelase, y aunque la orden estaba dada, era demasiado tarde para que los lacayos de List lograsen cortar todos los garfios. De este modo, impidieron que más se unieran a aquella batalla pero tendrían que repeler su abordaje con las cimitarras y las espadas, los cuchillos, la maña y la fuerza bruta.
El firmamento bramaba, por los cañonazos y por los truenos de una amenazante tormenta, el crepitar del fuego que consumía ya algunos barcos y el centelleante impacto de metal contra metal.
Un garfio más se alzó, y la figura, colgada con la diestra y una cimitarra entre los dientes descendió con su brillante aura hasta el barco de List, dispuesta a tomarlo sin dejar un alma con vida. No era la primera vez que List había oido hablar de ella, era plato diario en las posadas de Cabo Delka, odiada por todos, querida por nadie, frente a él, vio que aquella que muchos temían, sólo era una adolescente, poco mayor que pwyll.
- ¡Ahá!
Gritó después de empuñar una gran cimitarra y bloquear el paso de List hacia la cubierta, donde sus hombres competían en una encarnizada batalla donde todos estaban dando lo mejor de si mismos. En el barco de Letradorada aún había piratas que lo defendían y protegian a su vez del innumerable encuentro de infames que allí acontecía.
Su diestra descendió firme, apuntando con el filo del arma blanca el cuello de List, a apenas veinte centímetros de distancia.
- ¡Abandona tus esperanzas, marinero! ¡Demando tu barco y tus tesoros! ¡No dudes en rendirte, abandona la esparanza, tus posesiones te han sido arrebatadas!
Con una gran sonrisa y una carcajada esperó la reacción de List ofreciendole una oportunidad para luchar, si no lo hacía, clavaría su cimitarra en su carne y lo mataría, ¡nada puede interponerse entre Lynn y sus objetivos!
Mientras aquella niña apuntaba a List con su espada, él dirigia su mirada preocupada hacia sus hombres aguantad chicos penso hacia si. Tras escuchar las palabras de la Capitana Lynn esbozo una sonrisa e inquirio.
- ¿Porque deberia rendirme a una niña? No he recorrido tanto camino para detenerme ahora. Saco una de mis espadas y aparto la cimitarra de Lynn mientras doy un pequeño salto hacia atras para ganar algo de distancia y colocarme en posición. Veamos como te desenvuelves con la espada y luego podras pedir clemencia.
Con una mano sostengo la espada mientras la otra se coloca a mi espalda imitando una posición de esgrima, aunque realmente busca otra daga oculta detras de mi capa.
¿Tengo las dos espadas de los elfos o sigo portando la de Silmar?
Esque perdi por segunda vez mi equipo al "morir" y tengo todo un atuendo elfo... la ultima vez... pero si es un medio flashback de cuando la guerra tengo la de silmar todavia... >.<
El olor a salitre se introduce por las fosas nasales, haciendo a los pulmones contraerse, y a la nariz moquear, la mandibula duele pues el corazón bombea sangre muy rápidamente, las encias se abren por el golpe del viento y las velas de los barcos de extienden, colosales, fibrosas, magnificas en un espectáculo digno de los dioses. La trayectoria de la Reina del crepúsculo había seguido una ruta conocida como La vía del contorsionista cojo, pues al final de la misma, del Norte al Sur , había un tómbolo con forma humana al que le faltaba, singularmente, una pierna, haciendo una especie de...pino puente, bastante extraña. Ver aquello era buena señal, pues eran aguas tranquilas. Sin embargo...una tormenta había desviado al poderoso navio de su dirección, tal era su velocidad y la experiencia de sus tripulantes, cinco fornidos piratas, que incluso avanzaron por delante de ella, dejandola a su espalda con viento fresco, y nunca mejor dicho.
El oleaje estaba crispado, como si no desease dejarles avanzar, y a lo lejos todos podían ver la silueta de una especie de islote, era una gran noticia, pues no habían pisado tierra en más de un año. Les pudo llamar la atención que pareciese en llamas, algo más que anonadado, uno de los piratas bajo el mando de "Parrotless" oteaba con un catalejo, maldiciendo mientras tartamudeaba.
Pero...algo...iba mal, terriblemente mal. Cuando Joe tomó el catalejo entre sus manos observó una batalla naval.
Y lo que era peor...la niebla, había cegado sus ojos. Cañones. Estruendosos truenos de pólvora y el brillante fogonazo, lenguas de fuego entre las nubes de polvo y vapor de agua, antes de que se hubiesen dado cuenta, se vieron involucrados en un infierno de piratas y marinos. La experiencia de Joe, en aquellos años había sido poca, pero había viajado tanto con su padre que sabía distinguir bien un barco de otro, de tal forma que reconoció, entre ellos varios que recordaba con particular crudeza. Se trataba de la Flecha de fuego y la Sirena aullante, dos embarcaciones gigantescas de grandes velas y mástiles, armadas con gigantescos cañones, no comparables al armamento del que Joe y sus camaradas disponían, y no sólo estaban esos navios, muchos más, contados por decenas, luchaban involucrados en un polvorín en el que la luz de un sol pálido, de esos que preceden a la tempestad, la misma que había dejado atrás no hacía mucho, se cuela entre el humo y la niebla. Peleaban por Sar Ëldên, eso era obvio, un lugar perfecto para establecer una morada, aunque resultaba...contraproducente.
Más cañonazos, una de aquellas pesadas bolas negras pasó cerca de la proa, sin llegar a alcanzarles. La Sirena aullante se acercaba, cortando el mar con su impresionante casco, en el que había esculpida una gigantesca sirena, sus tripulantes preparaban los garfios para asaltar la Reina del Crepúlculo. Los botes, a la par, llenos de piratas dispuestos a dar sus vidas por un nuevo botín.
La despensa de la Reina del crepúsculo estaba vacía y no sólo eso, no habían conseguido ni un solo tesoro digno de mención, sin embargo eso...el capitán de la Sirena aullante..no lo sabía, y podría aplastar su barco sin despinarse. Comenzaba a colocarse en posición de ataque, pero con sus hombres tan cerca, no se atrevería a disparar. Joe...tendría que prepararse para su primer combate como capitán.
Pronto...se oyó el anuncio del enemigo, y Joe Parrotless recordó el nombre de aquel capitan, Johan "devoracostas" Jonson, alguien respetado en muchos mares, y que nadie se tomaba a la ligera. Nunca lo había visto, pero decían que tenía varios miembros de palo y que había perdido la cara peleando contra un Kraken, posiblemente sólo fuesen historias para asustar a los marineros de agua dulce en las tabernas de los caladeros.
- ¡AL ABORDAJE!
Y los ganchos fueron lanzados ante los ojos del capitán sobre su preciado barco, legado de su propio padre.
Y no sólo se enfrentaba a aquello, las cuerdas ascendiero trabandose en la madera, los piratas ascendían también desde los botes. Si no reaccionaba rápido y daba las órdenes pertinentes, pronto lo perdería....todo.
Bienvenido ^^ No marques a List cuando postees ;)
- Mientras hablamos mis hombres se hacen con el control de tu navio. Sólo quedas tu...
Blandió la cimitarra en un ágil giro que demostraba su destreza con el arma.
- Pero...¡que demonios! ¡Acabemos con esto!
Viento en popa, a toda vela, el navio de List surcaba cortando las grandes olas enturbiadas por la pólvora y la sangre, todo parecía perdido en aquella guerra, un asalto poco premeditado, donde cientos de piratas se daban muerte unos a otros, y los barcos con la bandera de Cabo Delka sucumbían ante el pillaje y la fuerza.
- ¡En guardia grumete!
La primera estocada fue veloz, precisa y contundente, al pecho, a la altura del corazón, nada que supusiese un verdadero problema a un elfo criado en los astilleros del Cabo, donde los humanos veían a los elfos como criaturas inferiores. ¿Cuáles eran las raices de List? Posiblemente se hubiesen olvidado ya en la marea de robos e incursiones que había realizado a lo largo de su servicio para "El Loro de Ébano", su antaño amada organización de ladrones, quizás ahora sus dedos recordarían mejor su fuerza empuñando las dagas de los elfos y vistiendo como ellos.
Lynn se carcajeó, como si aquello tan solo fuera un juego.
- ¡No tienes ni una sola oportunidad, te aplastaré como a un pez gato!
Más piratas ascendían por las cuerdas desde los botes y la tripulación fiel, de por vida, al no tan joven elfo, luchaba con fervor, ninguno había caido y si List ganaba ese combate ninguno moriría, ¡no bajo sus órdenes!
El mar gime con estruendo pavor ante las redondas bolas de cañón negro, tan oscuras como el humo que brota de los barcos cercanos. Uno de los barcos, no muy lejos de allí se hunde, y los gritos de pavor se escuchan, los de dolor no parecen tener posibilidades de cesar.
Doy un paso atras ante la certera estocada y casi sin darme cuenta aparece una sonrisa en mi cara al recodar la cantidad de ocasiones en las que me han lanzado una igual. Sin embargo mi ceño se frunce e intento apartarla de su objetivo, devolviendo un tajo hacia la garganta de la joven, con mas intención de ganar espacio que de herirla por su amplitud.
- No creais que a todos los que os enfrentais son gordos marineros borrachos, por cierto ese pez gato no lo conozco... ¿habeis pensado en dedicaros a estudiar en vez de luchar?
Si consigo ganar un poco de espacio en la ultima maniobra lanzo una de mis dagas contra una de las cuerdas por las que suben marirenos enemigos.
- Lo siento pero el cupo de escoria acaba de ser rebasado.
De nuevo mis sentidos se centran en la espadachina, si consigo someterla el navio es mio. ¿No lo ha sido siempre? Sonrio para mi mismo.
- ¿¡Qué os hace pensar que no soy dama de letras y hermosa poesía!?
Golpeada en el orgullo dio un paso atrás para evitar que le rebanase el cuello, en ese momento la daga de List surcó la distancia entre su posición y la de uno de los ganchos, cortando la cuerda de golpe ante el grito y la disconformidad de todos los sucios piratas que, contra su voluntad, tendrían que darse un buen baño de agua salada.
- ¡Wraaaggghhhhh! - fue el último alarido después de que algo similar a un cañonazo alzase las aguas hasta la cubierta, era raro que con tanto peso el navio no hubiese eslorado hacia estribor (la parte derecha del barco)
Lynn frunció el ceño lanzando la espada al aire y tomandola de nuevo para contraatacar.
- Te destrozaré esa maldita cara. ¡Mis enemigos huyen despavoridos al verme llegar!
sonrió dibujando un extraño arco con la espada que llevaba el filo en dirección al rostro del patrón del navío.
Acercandome a la joven espadachina intento bloquear su ataque poniendo mi espada en su camino de tal forma que las dos queden trabadas apuntando al cielo.
- Ahora que os tengo más cerca, no puedo culpar a vuestros enemigos de huir despavoridos, vuestro rostro es... horrendo. - Le increpo con una sonrisa ladeada.-
Aprobecho si he conseguido para su ataque y la situación actual, para agarrar la muñeca de la joven y forcejear para quitarle su espada, quizas sea agil y tenga buenos reflejos pero dudo que sea más fuerte que yo.
- ¡Indeseable bribón! ¡Pagareis por vuestra insolencia!
Aquello sin duda había cegado a la jovencisima preciosidad, que se lanzó con furia y arrojo innegables contra List con tan mala fortuna que despreocupaba su defensa peligrosamente. Los gritos de los piratas chocando contra el barco golpeados por el oleaje no eran nada comparados con los de aquellos que veían pasar de cerca a los colosales tiburones de aquel turbio mar que ahora se teñiría de rojo sangre...sin duda, caerse por la borda era en aquel momento el peor de los males. Pero ni Letradorada ni List corrían ese peligro.
Las sogas en forma de red del mástil central estaban ahora sobre la encolerizada muchacha y el cabo que las mantenía tensas y sobre su cabeza a la altura de una estocada del mercenario, su sombrero bailaba en su cabeza casi tan rápido como se sucedían sus estocadas, rápidas y precisas.
- ¡Yo te enseñaré lo que es apestoso! ¡Cuando te corte en canal y puedas oler tus propias entrañas!
Las opciones no eran limitadas, podría retroceder por la cubierta en busca de los números obstáculos que podían interponerse entre las estocadas y su cuerpo, soltar la soga de un golpe preciso, o contraatacar aprovechando que había dejado grandes huecos en su defensa, puede que con menos ropa, luchara con menos fiereza...o con más.
En cualquiera de sus opciones, no sería sencillo derrotarla...¿o si?
La joven Lynn habia ganado empuje y sus ataques eran cada vez más fieros, tanto es asi que casi me obligaba a centrarme unicamente en la defensa por lo que las aberturas que encontraba en su ataque pocas veces eran aprovechables. Mientras luchabamos vi como pasamos debajo de una de las sogas con forma de red la cual hubiera sido una buena trampa, pero no tenia intención de dañar mi barco.
- Pareceis conocer muy bien los olores apestosos, os recomiendo una ducha más a menudo.
Diciendo esto con una sonrisa burlona y sacrificando todo mi ataque gano unos pasos de distancia a traves de los barriles, sogas y utensilios del barco, quizas ahora si ella sigue atacando a lo loco pueda volver a ver una apertura e intentare hacer un corte superficial en sus ropajes.
- ¿Ya os habeis cansado de pelear o todavia os queda aliento para seguir?
Le increpo haciendo un gesto con la mano libre de que venga a por mi, mientras adopto una postura chulesca.