Partida Rol por web

Bien, por fin había llegado el momento,  un momento de paz en aquel castillo convertido en casa de locos. No había mucho tiempo, pues aún quedaban infinidad de asuntos que atender, así que le espeté directamente a mi hija aquella pregunta que llevaba todo el día quemándome por dentro:

-Tu hermano, Vicenç... -titubeé. Las palabras que iba a pronunciar eran de las más duras que jamás había tenido que decir en mi vida. -¿Te ha amenazado de palabra o, Dios no lo quiera, de gesto? ¿Te ha puesto la mano encima? No tengas miedo ni quieras cubrirle por ser tu hermano... sé que son acusaciones graves, pero me vienen de buena fuente... y tu hermano, es distinto, se comporta de forma diferente desde hace un tiempo. Y yo... -me detengo, sin saber que más decir, y espero la respuesta de Clara, triste, dolida y temerosa de que sea cierto.

-Por el amor de Dios, ¿quién te ha enseñado a hablar de esa forma? Es de tu hermana de quién estás hablando. Si os oyera alguno de nuestros invitados...-corté aquellos improperios de forma tajante y con un gesto severo, le indiqué que aquello era todo lo que iba a decir sobre aquel asunto. Y en verdad, ya mucha respuesta le había dado...

Asentí y sin contemplaciones hablé

- Me ha amenazado con enviarme a que me violen, con matarme, con hacer que me quemen por impura... Me ha amenazado de todas las maneras posibles y no le importaría matarme... Y me dijo que disfrutaría de ver como me violaran diversos de sus guardias... - Mi voz era firme y seria, casi parecía haber asumido todo ello - Ese no es mi hermano, madre... Ha hecho algún pacto o algo con el demonio... Y... - Parecía haber temor en mis siguientes palabras - Creo... Creo que está intentando matar a padre... Luego irá a por ti... Y a mi sólo querrá hacerme sufrir... Quiere tener el poder de la casa Mormont cueste lo que cueste y no le importa pagar el precio en sangre... Además, se acuesta con la prometida de Ponç...

Miré a madre esperando ver su reacción. Ella me conocía bien y sabía que mis palabras eran todas verdad... 

- Además... Creo que iba a enviar cartas para que me encerraran, detuvieran o algo así... Y también para con tío Manel... Madre... Tengo miedo de lo que pueda hacernos...  

Como si fuera la directora de aquella particular representación que iba a tener lugar aquella noche, voy colocando a los nobles siguiendo un criterio algo irregular, pero que quizás resolviera la papeleta del protocolo. Nuestro señor Rey, por supuesto, en el lugar de honor, con el señor de Empúries a un lado y el señor de Lara al otro, como los segundos en rango aquella noche. Mi señor esposo, el barón, al lado de su señor, pues, al fin y al cabo, es el anfitrión y le corresponde tal honor. Me permití la pequeña satisfacción de enviar al conde del Rosselló al otro lado de la mesa, junto a Gonzalo de Lara y su familia, un lugar de honor, sin duda, pero desde donde no tendría que soportarle. El resto de la nobleza fue distribuida de forma acorde alrededor de aquel nodo central, como un coro en alabanza de aquel joven de presencia tan fascinante que era Jaume.

Tras todo el protocolo de presentaciones, reverencias, honras y perdones, la cena podía, por fin, comenzar.

- Tranquila madre, seguro que Vicenç conoce los modales de la corte y no dejará en mal lugar a la casa Mormont... Puede que, simplemente aún no comprenda que ya no soy una niña y he de vestir acorde a la moda de la corte... 

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La velada estaba transcurriendo tan bien como era de esperar, con las puñaladas pasivoagresivas justas, y el vino convenientemente aguado que la señora baronesa había procurado a los invitados manteniendo los juicios claros en la medida de lo posible. El joven rey parecía divertido, fingiendo susurrar algunas bromas al señor conde de Lara, que fingía entenderlas. El conde de Empúries, por otra parte, estaba visiblemente molesto por verse eclipsado por ese señor extranjero del que, paradójicamente, dependería pronto gran parte de su tranquilidad.

Pero todos los ojos volvieron a posarse sobre él cuando, en mitad de la ceremonia, la puerta se abrió y, con retraso, apareció por ella el joven, guapo e imponente Ponç, el heredero.

Ni que decir tiene que la aparición del heredero de Empúries os hiela la sangre. ¿Acaso no habíais visto su cabeza rodar por el suelo en aquel cementerio en el bosque? Oh, pero Roger no había encontrado el cuerpo...

Aunque al principio mi rostro fue de sorpresa no pude sino sonreír con cierta satisfacción cuando vi entrar a Ponç por aquella puerta. 

Mi mirada se dirigió entonces a Manel y a Vicenç, especialmente a este último. 

El joven Ponç se presentó en la U formada por las mesas y, con la rodilla en el suelo, hizo un anuncio.

-- Mi señor rey, mi señor barón, mi señora, ilustres hombres venidos de todos los reinos de la Península debo hacer un feliz anuncio. 

>> Mi señora Teresa Fernández de Lara, aquella por la que todos mis pensamientos se inclinan, aquí presente, y yo, su humilde servidor, nos casaremos en un mes en Castellón de Empúries. Espero la bendición de Su Majestad el rey, habiendo ya recibido la de su padre mi señor Gonzalo. 

>> Y, por supuesto, en caso de obtenerla, todos los aquí presentes serían invitados al festejo.

Y así quedó, cabizbajo, esperando la respuesta del rey. Se le veía un poco pálido, probablemente a causa del miedo a la negativa real.

Vicenç podía leer lo siguiente en mi mirada: "Todos tenemos nuestros secretos y nuestras bazas..." 

Ya lo había visto antes, me costó creerlo e incluso entender el por qué pero su aparición ahora hizo que me sintiera algo mejor... Era cierto lo que habían visto mis ojos... 

Me alejé un poco, pasando desapercibida aprovechando el momento para escribir una nota:

"Su majestad debería conocer que la señora Teresa de Lara lleva días saliendo y entrando del dormitorio del señor Vicenç d'Alós, a horas en las cuales una dama debería guardar el honor y la decencia para con su prometido"

Seguidamente se la entregué a uno de los criados para que se la hiciera llegar a su majestad de manera discreta y disimulada. 

Pido perdón a mi hermano y mi cuñada, me retiro con la excusa de que me estoy encontrando cada vez peor.

Espero que disfruten de la reunión por mi.

Sonrío ante la llegada del heredero de Empúries.

Por dentro estaba conmocionado con su presencia pero externamente tenía que mostrarme impertérrito, como si estuviera esperándolo, sabía que Manel y Clara estarían mirando hacia mi en aquel momento.

-¿Es eso cierto? ¿Es... es todo cierto... -mi voz se quebró. No era propio de mí, pero cada palabra, cada nuevo horror que mi hija añadía a aquel triste relato se convertía en una daga que se clavaba y removía mi pecho. La lagrimas no tardaron en aflorar en mis ojos, cayendo por mis mejillas, a pesar de mis esfuerzos por contenerlas. Quizás, incluso más duro todavía, era aquella inflexión seca, dura, de su voz -y que tanto me recordaba a mí misma- aquella aceptación de lo que le había sucedido. -No, no se lo permitiré -dije, abrazando a mi hija, en parte, para ocultarle mi rostro. -Aún no sé como, pero nos mantendremos fuertes. No se lo permitiremos.

Y aquellos recuerdos tan tristes y que tanto esfuerzo hacía por dejar atrás volvían a mí. Sangre de la familia ya había sido derramada en el pasado... toda aquella locura y aquel sinsentido. Quizás eso era lo que más me dolía, que debería haberlo visto venir, debería haber hecho algo, pero ¿qué podía hacer una madre cuando todo lo que veía era a su niño pequeño?

Permanecí en segundo plano ante aquella escena que se produjo. Tras el sobresalto inicial, no pude sino alegrarme por aquella joven pareja. Al menos alguien parece disfrutar, ser feliz, en estos días... En silencio, esperé la respuesta del monarca, evidentemente, no iba a interrumpirle. Discretamente, sin que ninguno de los demás presentes lo notara, alcé mi copa, la llevé a mis labios y tomé un sorbito de vino. Mi particular brindis por la pareja.

Intranquila duerme la cabeza que ciñe la corona. El rey Jaume tuvo tiempo de pensar eso, exactamente, mientras el joven Ponç (pero tenía más o menos su misma edad), uno de los nobles del reino, anunciaba su matrimonio con una de las nobles más poderosas del reino vecino. Y la sonrisa, la maldita sonrisa encantadora de Ponç (hoy, esta noche, parecía mucho más bello de lo normal) iluminaba el ambiente. Teresa se levantó, y fue hacia su prometido, entrelazando sus manos con las de él. Y el monarca no pudo sino hablar:

-- Bienhallados, Ponç de Empúries y Teresa Fernández de Lara. Será para nos un verdadero honor apadrinar la unión de este noble joven con esta noble, y hermosa, doncella ---como mínimo mucho más hermosa que su mujer, piensa, pero está allí y no puede decirlo--. Aceptamos gustosos la invitación, y bendecimos el enlace.

Y calló, ordenando un brindis con su diestra.