—Cualquier cosa… —Una pequeña sonrisa fue dibujándose en mis labios. ¡Tenía una posibilidad de que se cumpliera! ¡Debía trabajar duro para conseguirlo!
El hombre se fue, dejándome con la intriga de a qué se refería. Pero me sentía alegre. Solo tenía que esperar unas horas…
Regresé a casa, y papá no había llegado todavía, como siempre. Mi única compañía era Elvin y mis libros, pero eso me bastaba para ser feliz. Fue una tarde normal, sin contar la aparición del mago. Cuando por fin llegó, no pude pasar más de cinco minutos con papá, y encima estaba muy cansado y no me hacía ni caso. Me fui a la cama, todavía pensando en lo que el hombre me había dicho.
¿Dónde estaba? ¿Por qué estaba todo tan oscuro? ¿Quiénes eran esas figuras? No podía verlos, pero tenían unas ropas muy chulas. Yo también llevaba un vestido precioso, que no recordaba haber llevado nunca, pero al mismo tiempo reconocía de algo, aunque no sabía qué:
Quería preguntar qué era ese mapa. Dónde estábamos. Quiénes eran. Pero por alguna razón no pude hablar. Sin poder encontrar respuesta, las siluetas se convirtieron en luz y desaparecieron…
Me había costado dormir un poco por la emoción, pero en algún momento dejo caer la cabeza a un lado en la almohada y me voy... a... mimir... Al volver a abrir los ojos, muy ilusionada, me quedo en el sitio, sentada con las piernas cruzadas encima de mi silla. ¿Quiénes son? Está bastante oscuro, pero aún así no me dan miedo, así que les miro con curiosidad. Mis ropas también son distintas, con un vestidito rojo y varios cristales de colores a mi alrededor, brillando y tintineando cada vez que me muevo en la silla. ¡Qué bonito! Me quedo mirando luego el mapa encima de la mesa y antes de que pueda intentar leerlo, noto cómo algo... pasa.
Habitualmente el sueño la invadía en el segundo que tocaba la almohada, y aquella noche no iba a ser la excepción.
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La habitación en la que estaba se le hacia conocida, pero no lograba recordar de donde. Era simplemente como algo familiar al respecto que la hacia sentir tranquila, como en su casa. Se irguió en el sillón mirando a quienes tenía alrededor, pero más que ropas extravagamentes, no había nadie allí, o nada. No tenía idea donde estaba, pero sabía que estaba en el lugar correcto, era una sensación peculiar pero para nada desagradable. Miró las llamas unos segundos, antes de estirar su mano hacia ellas.