Partida Rol por web

Corazón Delator (VLM +18)

Arn Ortiz

Cargando editor
13/11/2018, 03:24
Director

Negar la sucesión temporal, negar el yo, negar el universo astronómico, son desesperaciones aparentes y consuelos secretos. Nuestro destino (a diferencia del infierno de Swedenborg y del infierno de la mitología tibetana) no es espan­toso por irreal; es espantoso porque es irreversible y de hierro. El tiempo es la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego.

Borges, J. L. (1952): "Nueva refutación del tiempo", Otras inquisiciones.

Cargando editor
13/11/2018, 03:25
Cloto

 

Arn Ortiz

 

Historia

Un chico normal, de una familia normal. Así sería su inicio en este mundo, pero para nada su final se acercaría a lo mundano o anodino.

Arn Ortiz. Sin duda se trataba de un nombre peculiar, pues, el pequeño recién nacido provino de una madre Escandinava y un padre argentino, y como no podría faltar, nació en Inglaterra, lejos de las tierras donde ambos progenitores se criaron.

Él un afamado neurocirujano, ella una historiadora de renombre. David Ortiz y Astrid Kaja. Se enamoraron, se casaron y tuvieron un único vástago; desde ese día sus vidas cambiaron como en cualquier matrimonio, solo que ninguno estaba dispuesto a dejar sus carreras profesionales y el pequeño Arn fue el que se llevó la peor parte.

Su infancia fue un sinfín de rostros desconocidos; sonrisas amables a las que debía acostumbrarse pues todas sus cuidadoras eran objetivo de los celos de su madre. En cada una de ellas Astrid vio una rival, más joven y bella. David les sonreía con amabilidad y Astrid solo podía ver una imponente cornamenta creciendo de su frente. Para él todo era una locura, para ella ese sexto sentido femenino.

Finalmente resultó que ella tenía razón, y él no era más que un cerdo. El divorcio no tardó en darse y Arn pasó su vida de internado en internado. Educándose gracias a los nutridos ingresos de papá y mamá, que toda la carencia de amor la “compensaban” con miles de libras al mes, miles de libras que se convirtieron en lo único que Arn valoraba. La pasta, el “cash”, la plata, eso era lo único que entendía y le motivaba.

Arn no despuntó demasiado, no era un chaval inteligente al uso, como se podría esperar de un Hawkin o un Voltaire. No, él era astuto, mordaz e incapaz de sentir nada por nadie. El distanciamiento con sus padres era a cada año mayor hasta que ingresó en la universidad, donde para sorpresa de todos estudió bellas artes especializándose en historia del arte. Sin duda algo que nadie esperó, nadie de su entorno apostaba un duro por él en semejante estudio, pero los calló a todos cuando obtuvo su título, aunque jamás ejerció de ello. Arn daba aspecto de hombre de negocios, un tiburón de la bolsa o un banquero sin escrúpulos; lo que nadie sabía, es que aparte de la fuente de ingresos de sus padres, Arn vivía la noche con demasiada intensidad, una costumbre que adquirió en todos los fines de semana que se fugaba del internado desde los dieciséis años.

Empezó como cualquier otro chaval que se interna en ese mundillo. Por lo bajo, haciendo de recadero para “SilverTeeth”, un pequeño capo menor que controlaba un pequeño territorio cuyos negocios se centraban en la prostitución y el tráfico de cocaína. Arn iba llevando papelinas de un camello a otro, o sencillamente vigilaba a las putas. Un trabajo de control y suministro que su astuta mente y hambre por el dinero lo impulsaron rápidamente hacía arriba.

Con tan solo diecisiete años dio su primer golpe. Se aprovechó de su primer padrino y lo traicionó vendiendo información a la banda rival. Él mismo organizó los asaltos con “El Señor”, el líder la banda contraria. En una noche y de un plumazo se quedaron con todas sus putas, su cocaína, eliminaron a “SilverTeeth” y sus cuatreros, de ese modo se quedaron con todas sus calles y la banda de los “Tuxedo’s” creció el doble de un día para otro.

Arn recibió una gran bonificación por sus servicios, pero como cabría de esperar “El Señor” no lo integró en su banda; ¿quién podría fiarse, en su sano juicio, de un traidor como él? Así era el mundo de los negocios y Arn contaba con ello.

El siguiente paso fue letalmente fácil, insultantemente fácil, se podría decir. Arn, con ese dinero, contrató varios sicarios de gran habilidad y citó a “El Señor” en territorio neutral suplantando la identidad de otro indeseable. El líder de los “Tuxedo’s” se personó en la hora acordada con bastantes matones y la trampa se activó. Arn no era para nada amilanado, y conociendo el recelo de ese bastardo lo usó en su contra.

Los sicarios que contrató no iban armados con armas pequeñas o rifles largos, no, iban con dos RPG soviéticos que destruyeron los vehículos donde iban los secuaces de “El Señor”. Solo, fue reducido con facilidad y Arn salió de entre las sombras sin esbozar sonrisa alguna y blandiendo un puñal de grandes dimensiones. Él suplicó, pero Arn no lo escuchó, únicamente le rajó el cuello de lado a lado y lo dejó desangrándose como un cerdo; no podía perder el tiempo, sabía que ese futuro cadáver almacenaba gran cantidad de oro en un almacén del puerto, protegido por una gran cantidad de hombres, que llevó consigo esa noche.

El robo fue fácil y el premio grande, menor de lo que creía haber sabido, pero suficiente. Les dio una bonificación a sus sicarios y se sentó a esperar que las abejas y las avispas se mataran entre ellas. “El Señor” era el primo pequeño de un capo italiano que operaba en la City, y el mafioso por el que Arn se hizo pasar un irlandés de cierto poder. La escalada de violencia no tardó en darse y ambas familias se mataron y diezmaron entre sí.

Pasaron dos largos años tras ello y Arn le tocó mover ficha dado ese momento. Contactó con los chinos e hizo un negocio rápido y una alianza con ellos. Para los chinos el territorio irlandés y para él el control de la City y su noche. Con toda la fortuna amasada y buen recaudo compró los locales claves, compró lealtades y sentó las bases de su pequeño imperio.

Cuando acabó sus estudios empezó a dedicarse por entero a sus turbios negocios, cuyo centro giraba en torno el trafico de obras de arte. Sin lugar a dudas también vendía droga, tenía scorts de alto standing para sus ricos clientes y la paz reinó durante muchos años, pues, si algo nos enseñó la historia, fue que todo imperio que asciende rápido, su declive es igual de veloz y letal.

Como ya se ha dicho, Arn carece de escrúpulos y para muchos, de sentimientos. Pero todo hombre acaba por desarrollar un talón de Aquiles. Para unos es la bebida, otros el juego o el dinero; pero para Arn se llamaba Monique, una francesa de mirada peligrosa y curvas sinuosas. No puso impedimento en amarla y desearla, ella tampoco. Fue una relación muy pasional, ardiente y muy viva. Ambos casaban a la perfección y los dos vivieron ese tórrido romance durante cuatro largos años, lo que duró el imperio de Arn.

Monique no era de fiar, y eso Arn lo sabía, pero ella era su debilidad, no podía remediarlo, era superior a todo su ego y ansias de poder. La mujer, su amante, lo traicionó en varias ocasiones. El grupo de Arn estaba recibiendo duros golpes, en sitios sensibles donde muy pocos sabían que ahí había cosas de valor, ya fuera dinero, droga u obras de arte. Arn no llegó a sospechar de ella hasta el tercer golpe, donde le sustrajeron su cuadro favorito, “Palas y el Centauro” de Botticelli. Aquello le hizo pensar y comenzó a mover los hilos, el Arn del pasado volvió para quitar de en medio al acomodado de ese momento.

Tras un mes dio con la verdad, Monique lo estaba vendiendo a los italianos, que, en un deseo de venganza por lo ocurrido hacía años querían recuperar lo que era suyo por derecho. Arn tuvo que darle carpetazo a aquello y no dudó. No dudó, pero si lloró.

Ella se encontraba desnuda de cintura para arriba, se probaba un collar de perlas nacaradas y vio por el espejo como Arn, vestido con su traje negro entraba en la ostentosa habitación. Monique le sonrió sibilina cubriéndose los pechos con los brazos. Arn se acercó, como acostumbraba, serio, impertérrito y sin vacilar. La rodeó con sus brazos en un cálido abrazo y beso su mejilla sin hacer el menor ruido. La miró a los ojos a través del espejo y entonces, horrorizada, Monique pudo ver que Arn lloraba por primera vez en su vida. Unas lágrimas silenciosas resbalaban por sus marcadas facciones.

Monique supo al instante que él lo sabía. Suspiró con tristeza sin apartar la vista de sus ojos y descubrió sus turgentes senos. Arn ladeó la cabeza y un brillo metálico iluminó la habitación durante una fracción de segundo. El puñal, de larga hoja atravesó la espalda de Monique en un rápido movimiento perforando su corazón desde atrás.

-Te quiero – musitó ella notando como la sangre inundaba su boca mientras moría con rapidez. Arn la miró – hasta en tu último aliento me mientes – ella respondió con una última sonrisa cargada de tristeza y una única lagrima brotó de su ojo derecho antes de morir. Sustrajo el arma y se marchó. Tenía que huir, si la camorra lo odiaba a muerte, ahora lo odiarían aún más. Acababa de matar a la hija del mayor capo de Europa y lo buscarían en el infierno si era necesario. Pero Arn siempre tenía un plan.

Huyó a Argentina, donde poseía contactos y una docena de cuentas bancarias con dinero suficiente como para vivir dos vidas si se controlaba en el gasto. Allí montó una pequeña agencia de seguros y se dedicó a venderlos. Era un trabajo legal, una pequeña tapadera mientras dedicaba sus tiempos libres a contemplar los bellos lugares que aquella ciudad le ofrecía. Sus museos y sus locales con buena música. Su castellano estaba algo oxidado, pero pronto se mimetizó con la sociedad argentina.

Ahora Arn tiene treinta y cuatro años, viste de negro, y se esconde tratando de no llamar la atención de nada ni nadie.

Notas de juego

Pongo la historia de tu pj aquí así la vamos afinando.

Cargando editor
10/01/2019, 15:18
Láquesis

 

Prólogo

 

Cargando editor
13/01/2019, 15:24
Láquesis

Aquella era una mañana gris en la ciudad de Buenos Aires, un amanecer invernal con unos regios 10°C que la lluvia parecía intensificar con su gélido y húmedo aliento. El tráfico había estado como siempre, horrible; el que había diseñado las calles de la ciudad no había planificado el crecimiento exponencial ni de la población ni de los automóviles, las calles estaban entonces atestadas de gente que iba hacia sus lugares de trabajo y de niños yendo hacia los colegios.

Las hojas hacía rato que habían caído desde los árboles dejando la silueta de sus ramas desnudas impresas contra la masa de edificios de época y modernos que se mezclaban caprichosamente, solo al detenerse y haciendo a un lado la prisa de la gran ciudad podía uno ver las cariátides de los pórticos de sus edificios emblemáticos, los faroles de finales del siglo XIX en algunas esquinas, las magníficas cúpulas de la Avenida de Mayo, las escalinatas del Congreso y del Teatro Colón. Buenos Aires era una ciudad que teniendo su pasado siempre delante de los ojos había decidido ignorarlo en nombre del progreso, un progreso que era una ilusión porque mientras no hubiera paz social y limpieza de conciencia como sociedad no habría un destino común hacia el cual ir.

Las oficinas de la compañía de seguros de Arn estaban localizadas en el segundo piso del edificio Otto Wulff, cerca del corazón financiero de la city en el barrio de Monserrat, él siempre se había sentido orgulloso de que las ventanas de sus oficinas descansaran entre los atlantes que sostenían las columnas del lugar, como si eso le diera todavía más solidez a su negocio, y quizás tuviera razón por eso de que las primeras impresiones cuentan.

La construcción, del estilo Jugendstil -una versión alemana del Art Noveau -había sido recientemente restaurada y en su planta baja ahora había un local de la famosa cadena de cafeterías Starbucks. Arn, había presenciado la lucha de los otro propietarios del edificio, muchos estudios de arquitectura entre ellos, para detener la apertura de la famosa cafetería que estaba realizando reformas sin respetar la estructura original. Finalmente, habían logrado parar las reformas y que la cadena respetara el valor arquitectónico del edificio y lo restaurara a conciencia.

Al ingresar a su despacho, y luego de atravesar el lugar de los cubículos de sus empleados, Arn fue saludado por su secretaria Anne que ya tenía listo su café y la notebook sobre su escritorio, una joya barroca con molduras doradas y tapa de mármol veteado.

Cargando editor
14/01/2019, 02:39
Anne Mattsson

La muchacha vestía un traje color uva de tweed y una camisa color crema de seda con lazo al cuello. En el trayecto desde la puerta hasta tu escritorio sus ojos te inspeccionaron con detenimiento y sus labios se curvaron suavemente al saludarte -Buenos días, jefe. ¿Cómo se siente hoy?

Notas de juego

Ya podés postear, sentite libre de rolear desde tu despertar hasta este momento en el que Arn entra a la oficina. ¡Comenzamos! :-)

Cargando editor
15/01/2019, 18:20
Arn Ortiz

La mañana llegó y el despertador hizo lo suyo avisando de que la hora había llegado. Realmente, Arn llevaba despierto desde una hora antes. Su cuerpo sudaba con cierta calma mientras terminaba la ultima de las dominabas que realizaba. Su cuerpo no es que fuera un portento, en absoluto, pero lo mantenía en forma, con dedicación y delicadeza, como un artista del Bonsai, cada día una hora de cuidados y mimos, con respeto y tibieza no queriendo romper nada innecesariamente. 

Nada más acabar, fue directo a la ducha. Todo en silencio, ni tan si quiera el ajetreado escándalo de la calle era capaz de violar aquel remanso de paz y quietud, solamente el agua saliendo a presión chocando con calidez sobre él. Una ducha rápida, un secado rápido, pero todo realizado de manera meticulosa, como una danza sin música que lo acompañara. La mirada de Arn era ausente, perdida, entregada totalmente a lo que hacía. 

Desnudo fue hasta el armario, lo abrió y sacó uno de sus trajes oscuros, bien cuidado, y limpio. Primero los calcetines, negros, de tacto suave para sus pies. Le siguió la ropa interior, de color blanco, como si aquello fuera lo único puro que conservaba. Los pantalones del traje después de poner el cinturón de piel negra mate y con el toque de una hebilla plateada. No se lo abrochó, pues era el turno de la camisa. Blanca como su ropa interior. Los gemelos, que eran de cuarzo negro, redondos y rodeados por metal plateado. Primero se puso el izquierdo, luego, el derecho. Se abotonó la camisa de abajo a arriba para terminar abrochando el cinturón y el pantalón. Se colocó la chaqueta, se pasó un cepillo y se ajustó bien el traje. 

Antes de salir del piso cogió su maletín, una bufanda negra de cachemir, el abrigo de lana largo a juego y salió de su casa, la cual, jamás podría llamar hogar. 

En la calle llamó a un taxi que lo llevó a la calle donde se encuentra su modesta oficina. Allí se paró en una panadería que se encontraba a media calle y compró dos cafés, uno solo para él y otro al gusto de Anne. La compra la acompañó con cuatro alfajores y sin más, tras pagar, fue hacía su lugar de trabajo.

Nada más llegar observó detenidamente a Anne. Arn llevaba el abrigo reposando sobre su brazo izquierdo, perfectamente doblado hasta que extendió la derecha donde llevaba la bolsa con los cafés y los dulces. Se tomó un momento para colgar el abrigo cuando la chica los hubiera cogido y, sin todavía responder se acercó a ella. La miró con intensidad, sin remilgos hasta que sus labios se abrieron sin variar su permanente seriedad - Buenos días señorita Mattsson. Como siempre, pletórico - se permitió una media sonrisa que se dibujó por la comisura izquierda de sus labios - ¿y vos? - le preguntó con educación.

Cargando editor
16/01/2019, 18:43
Anne Mattsson

La muchacha te miró con sorpresa a los ojos, parpadeando un par de veces en los que sus iris claros parecieron brillar más de la cuenta, sonrió como un reflejo instintivo a tu misma sonrisa -Bien, excelente -respondió como atontada, como si fuera la única respuesta posible estando delante tuyo. Se volteó apresuradamente para desviar la mirada en un intento torpe de que no notaras que se había sonrojado. Consideró que teniendo en cuenta que siempre se habían tratado de usted el "vos" había sido un desliz de tu parte, si es que eso era posible.

Dándote la espalda a conciencia buscó los alfajores y los acomodó en simetría en un plato formando una cruz, tomó el café que tenía tu nombre y lo ubicó sobre el escritorio junto con el platito de porcelana impoluto con los dulces encima. Cuando volvió a mirarte juntó las manos delante de sí permaneciendo de pie delante del escritorio, esperando que le dieras el pie para hablar, evidentemente tenía algo que decirte que requería atención.

-Señor Ortiz, tengo que hablarle de un código naranja -dijo con voz segura pero discreta. Hacía tiempo habían establecido una serie de códigos para identificar siniestros viales con diversas complicaciones o que presentaran detalles curiosos que pudieran ser de interés para ti. El código naranja hablaba de un incidente que debía resolverse con el mayor bajo perfil posible y que involucraba a un cliente importante.

Cargando editor
20/01/2019, 10:52
Arn Ortiz

Le gustó la reacción de la buena de Anne, pero como era costumbre en Arn, no mostró en absoluto lo que pasaba por su interior, se lo guardó para si mismo mientras observaba con detenimiento como Anne iba colocando los dulces con aquella minuciosidad y simetría. Ese fue uno de los principales motivos por que la contrató, Arn adoraba la simetría en todas sus formas, por mucho que el cuerpo humano fuera por definición asimétrico, buscar aquello en el resto de cosas le parecía algo endiabladamente bello.

Sin embargo, aquello fue rápido y en seguida Anne le trajo malas nuevas, o ¿excitantes nuevas? Arn asintió levemente y la miró a los ojos como acostumbraba - ven a mi mesa e informame - le dijo con un susurro encaminando sus engalanados pasos hacía su escritorio.

Cargando editor
21/01/2019, 19:19
Anne Mattsson

La chica asintió y desapareció unos segundos para rebuscar en su escritorio, que estaba en una habitación contigua a tu despacho, ambos lugares se comunicaban por una puerta entre sí. Luego te siguió hasta tu escritorio, cuando se lo señalaste tomó asiento y chequeó por instinto que la puerta estuviera cerrada, como efectivamente estaba. Tenía entre sus manos una carpeta de folios en la que podía leerse sobre la tapa "Franco Noble - Alfa Romeo", sus dedos tamborilearon sobre la cartulina de la carpeta unos segundos hasta que se sintió autorizada para hablar.

-Es sobre uno de nuestros asegurados, Franco Noble, de "esa" familia Noble*, la que es dueña del diario Clarín -remarcó por si hacía falta -Hace unos 6 meses tuvo un incidente vial con su Alfa Romeo, llegó a nuestros talleres con graves daños en la carrocería y en la mećanica en general -explicó mirando el archivo, fijando sus grandes ojos en las hojas que pasaba -Tenía tantos agujeros de balas que el daño fue total y el vehículo tuvo que ser reeemplazado, nuestros peritos determinaron que eran semiautomáticas, y había una gran cantidad de sangre en su interior que pertenecía a su chofer -te miró vehementemente -Nada de esto ha salido en ningún medio de comunicación y no es que han tapado el hecho, no hay siquiera videos de vigilancia al respecto -la muchacha te entrega la carpeta para que le des una ojeada.

La familia Noble era opositora al Gobierno, un hecho de estas características les hubiera venido muy bien para consolidarse en el papel de víctimas o perseguidos políticos, sin duda algo había salido muy mal si es que lo habían encubierto de esta manera. Las cámaras de vigilancia, tanto del edificio en el que ocurrió el incidente como las de la policía, habían dejado de funcionar a esa hora y el parte policial hablaba de un robo sin víctimas. El único rastro de que el incidente había ocurrido era la carpeta que tenías ahora en la mano y su información estaba protegida por una cláusula profesional exclusiva de discreción que ofrecías a tus clientes.

Notas de juego

*Familia Noble.

Cargando editor
22/01/2019, 19:32
Arn Ortiz

Escuchó lo que le tenía que decir mientras se reclinaba sobre su asiento. La miraba a ella, con fijeza, sobre todo sus labios, como danzaban a cada silaba pronunciada. Cualquiera hubiera perdido el hilo de la conversación, pero Arn era capaz de tener la atención puesta en varias cosas al mismo tiempo. Su expresión no varió, mantenida en ese rictus de seriedad perenne hasta que le entregó la carpeta y él mismo comprobó lo que le acababa de decir. No es que no confiara en ella, sino que tenía la costumbre de corroborar lo que le decían, y más en algo tan delicado. 

Intentó imaginar que querían los Noble, pero realmente se le escapaba a su comprensión ¿ellos mismos habían matado al chófer? no tenía sentido, esto olía a ajuste de cuentas en un asunto realmente turbio que como parecía, no querían que saliera a la luz pública, ya que agitar el corral, provocaría que husmearan en los asuntos de los Noble; y cuando empieza a tirar del hilo, puede encontrarse cosas extrañas. 

Dejó la carpeta sobre su mesa, en perfecta alineación con el escritorio y miró a Anne a los ojos colocando sus manos entrelazadas frente a su boca - Dime Anne, ¿qué crees que puede haber pasado? - le preguntó con voz profunda y sería, como queriendo jugar con ella. 

Cargando editor
23/01/2019, 20:36
Anne Mattsson

La chica pareció pensárselo unos minutos -Parece una especie de vendetta -reconoció -¿Qué pudo haber pasado? No puedo saberlo. No hay rastros siquiera del médico que atendió al chofer o de su autopsia -ladeó la cabeza pensativa -Creo que fue un atentado en contra del señor Noble pero que por alguna razón el señor Noble no estaba allí, la sangre es solo del chofer -se llevó el dedo índice al labio inferior y calló unos segundos -Nuestro informante en la policía no quiso hablar de ello por teléfono, pero me dijo que si quería encontrarse con él le avisara de la misma manera de siempre.

Eso quería decir que le dejaras el recado a tu vendedor de periódicos y que él se lo daría al oficial en cuanto fuera a comprar el periódico por la mañana.

Cargando editor
26/01/2019, 11:01
Arn Ortiz

Arn quiso sonreír, pero su intensa mirada y su fría expresión solo pudo reflejar un ligero esbozo de sonrisa que se esfumó enseguida. Anne sabía que eso significaba que Arn se sentía complacido, aunque queriendo confirmar dicha sensación, Arn le habló con calma levantándose de la silla - Siempre tan astuta, veo que pensamos de la misma manera y eso me congratula - se acercó a una de las ventanas y observó la calle, los coches circulando, los viandantes con prisa y despreocupación, ajenos a las cloacas de la sociedad humana que dominaba sus vidas. Lo vio con insultante claridad, un rebaño de ovejas donde él se sentía un lobo solitario, taimado y peligroso. 

Se giró, sintiendo su ego inflado por sus pensamientos y miró a Anne durante unos instantes - entonces le avisaré como debe ser, gracias por tu excelente trabajo. ¿Algo más?

Cargando editor
29/01/2019, 23:03
Anne Mattsson

-Nada más, señor -apuntó satisfecha con su trabajo y tu complacencia. -Si no desea nada más de mí me retiro.

Notas de juego

Dime qué planeas hacer y seguimos.

Cargando editor
02/02/2019, 09:17
Arn Ortiz

Puedes Anne, puedes - le dijo con calma - revisaré el expediente de los Noble y luego marcharé - le dijo sin quitarle ojo ni perder de vista sus curvas cuando se fue. Era un ser humano al final y al cabo, y como todo ser mortal, los pecados de la carne no le eran ajenos por mucha imagen que diera de ser una persona carente de sentimientos o emociones.

Arn hizo lo propio, revisando todos los documentos con suma atención, tratando de memorizar cada detalle, cada dato. Las piezas habían encajado, a su entender, con el primer vistazo, pero nunca se debe dar todo por sentado. Arn esperó a que se acercará la hora convenida y en cuanto esta llegó, se fue del despacho cogiendo su abrigo para convocar a su informador en la policía de esa bella ciudad.

Notas de juego

Pues lo posteado, me espero hasta la hora, voy y hago la señal para reunirme. Perdona la demora, semana dura en el trabajo.

Cargando editor
04/02/2019, 19:23
Roberto Trobbiani

A la salida dejaste el recado con el vendedor de periódicos que te pasó a la mañana siguiente un mensaje para ese mismo día*: el detective te vería a las 20 horas en el segundo piso de las Galerías Pacífico, allí estaban las muestras permanentes y abiertas al público del Centro Cultural Borges que funcionaba en un área del shopping. Cuando saliste de la oficina fuiste caminando hacia el centro comercial que estaba a unas 15 cuadras de allí.

En el imponente edificio de las Galerías Pacífico había toda clase tiendas, cafés y restaurantes, allí pudiste hacer tiempo hasta la hora señalada, aquella tarde había poca concurrencia a causa del frío aunque algunos cafés como el Madison siempre estaban concurridos.

Cerca de la hora señalada subiste hacia el lugar indicado y comenzaste a caminar por los pasillos y salas que presentaban distintas instalaciones artísticas y muestras. En una sobre escultura africana estaba tu contacto esperándote, eran los únicos en la sala dentro de media hora comenzarían a desalojar el lugar para el cierre.

Al verte te saludó con un asentimiento de cabeza -Qué gusto volver a verlo, ¿para qué me citó aquí?

Notas de juego

* por si no se entiende, esto sucede a la noche siguiente.

Cargando editor
07/02/2019, 18:07
Arn Ortiz

Arn no le dedicó ningún asentimiento, solo lo miró de soslayo y se giró para poder ver con claridad la muestra sobre escultura africana - sabe, uno de los aspectos que más me gustan de las esculturas del continente Africano, allá donde la humanidad se originó de manera primigenia, es su afán por no representar a alguien en concreto, sino que fue en su vida, que lo caracterizó. Me fascina como se centran siempre en aquello que creían que merecía la pena perdurar en el tiempo - se humedeció los labios con cierta timidez y se giró a su contacto - me sorprende que no sepa porque esta usted aquí hoy, pero jugaré a su juego - no estaba nada ofendido, más bien, divertido; aunque claro, viendo la total falta de expresión de su rostro, era realmente difícil saber que pasaba por su mente.

¿Qué me puede contar del tiroteo al chófer y al auto de los Noble?

Cargando editor
08/02/2019, 03:54
Roberto Trobbiani

El hombre esbozó una sonrisa -Ah, cierto, los Noble -alzó las cejas y se metió las manos en los bolsillos. -El automóvil quedó arruinado, pero el chofer se salvó, milagrosamente dicen algunos, por obra del diablo dicen otros -se encogió de hombros y miró una máscara tribal en detalle acercando su rostro al objeto tallado en madera -Pero eso no fue lo que me llamó la atención, alguien le pagó mucho dinero a los policías que fueron a la escena del crimen para que hicieran desaparecer evidencia, los videos de las cámaras de seguridad están corruptos -explicó -Hay algo cocinándose, quizás una guerra familiar en puerta... ¿Por qué el interés?

Cargando editor
10/02/2019, 18:28
Arn Ortiz

Clientes - respondió con sencillez encogiéndose de hombros, como si aquello fuera de menor o de ninguna importancia. Las cosas que le dijo eran ya las que se imaginaba, por ello sintió una ligera punzada de decepción, esperaba algo más. Sin embargo, sospechaba de que sabría más de lo que decía. Arn se cruzó de brazos y volvió a mirar la exposición de arte; consultó el reloj echando hacía atrás un poco la manga de chaqueta y volvió a colocarla como debía estar.

Me pregunto si tiene más información, como ¿quién podría estar cocinando todo aquello? ¿cual es el móvil? ¿droga? ¿armas? ¿extorsión? - solamente citó uno de los pocos y evidentes ejemplos, pero claro, los Noble fueron y son una familia con poder económico y político...

Cargando editor
11/02/2019, 16:17
Roberto Trobbiani

-No es extorsión -negó enfáticamente -No parece un atentado motivado por eso... En realidad, todos saben que la señora Ernestina Noble es la cabecera de la familia pero su edad es avanzada y empiezan a haber pujas de poder -alzó la mano pensativo y se acarició varias veces el mentón sin afeitar -Franco Noble figura entre los posibles candidatos a hacerse cargo del imperio, el otro es Héctor Magnetto, el CEO del Grupo Clarín.

-Hay un rumor... -comenzó y dudó un instante pero prosiguió -De que entre las evidencias que se pudieron confiscar existe un arma muy peculiar, desconocida y de avanzada hasta este momento, la policía federal estaba investigando el asunto pero lograron comprarla... Vaya a la morgue judicial y pregunte por el forense del turno nocturno, Aníbal West, él tiene más información que yo sobre este asunto. Pero imagínese qué escandalo sería que la familia que posee el multimedios más grande del país traficara armas, ¿No?

Te miró como si el asunto le pareciera divertido, sin duda era un cínico. -Si quiere más información tendrá que pagarme más, estimado amigo, y darme tiempo para investigar -agregó a modo de despedida.

Cargando editor
13/02/2019, 19:41
Arn Ortiz

A Arn aquella información le sorprendió someramente, pero claro, su expresión no varió ni un ápice ocultando su sorpresa interna y mostrando a su interlocutor que era lo que se esperaba. Mentira. No se imaginaba una lucha interna de ese calibre y que pudiera resultar tan violenta. Su mandíbula se tensó varias veces y ante su cinismo final, como un engalanado broche final para su encuentro, Arn asintió - le pagaré lo habitual, solo si averigua algo más, si viene con las manos vacías, no espere mucho - le contestó de manera atona, como si estuviera por encima del dinero y haciéndole ver lo que acostumbraba a hacer, a lo sumo le pagaba para cubrir gasto, pero nada más - gracias por su información señor Trobbiani, como siempre, ha sido de mucha utilidad - y dicho aquello, se despidió con un gesto de mano y se marchó, con expresión altanera y echando un último vistazo a las esculturas; en otra vida ya serían suyas.

El próximo destino estaba claro, la morgue del forense.