Dallas. 20:45. Emisora de Radio
—Eh, Reba ¿me estás escuchando?
Reba seguía mirando las notas que tenía sobre la mesa. Intentaba centrarse en su trabajo porque si no era capaz de eso entonces podía tirarse ya de cabeza al abismo. Tenía que pensar en otra cosa. Luego ya resolvería el problema y hablaría con ellos1. ¿De qué iba hoy el programa? Centrarse, eso era lo importante.
Levantó la mirada para ver a su técnico al otro lado de la pecera y luego miró de nuevo el reloj.
Tengo un pequeño problema de 'continuidad' con tu escena y es que ellos están todavía en la mañana, mientras que tú ya estás por la tarde (sé que el programa acaba a las 22:00 pero ¿a qué hora empieza?). Por ahora vamos a ir jugándolo y luego ya veremos si tenemos que hacer algún flashback para reposicionar cosas.
[1] De hecho he empezado dejando algo 'en el aire' por si sucede algo a tus compañeros. Si no les pasa nada luego meteremos un evento personal tuyo para darle coherencia al asunto.
O....k... Según el reloj sobre la ventana de la pecera eran las... Mmmmmf... 20:45, llevaba una hora y media de programa, cómo se le podía haber ido la pelota de aquella manera. Había tomado sus dosis recomendadas de mierda, tenía la cabeza en su sitio cuando llegó, pero en algún momento, en mitad del programa, se había encontrado devolviéndole la mirada al caimán no muerto que había visto en el almacén de Ace, y después había caído en un pozo del que solo ahora comenzaba a salir.
Sigamos, enfoque. Ese estribillo... Vale, es el 'Shivers' de Boys Next Door, una sátira sobre los primeros amores adolescentes que terminan con declaraciones de intenciones suicidas por puro melodrama hormonal... Vaaaaale, melodrama, suicidio, ok, ok, canciones sobre suicidio y desamor. Mierda, bien: Gloomy Sunday, había improvisado de que de eso iría el programa, ¿No?
Al menos se aseguró de que el piloto del micro estuviese apagado, solo faltaba que la cagase en abierto.
- Ok, Ron... Mffff... Creo que te dejé varios discos con distintas covers de Gloomy Sunday, ten a mano la versión original, es la del vinilo con el nombre raro, de un tal Reszo no-sé-qué, cómo se pronuncie y la versión de Billie Holiday. Mira entre el resto de vinilos a ver si ahy un... Un bootleg en CD de Diamanda Galas, si está ahí, creo que el corte que nos interesa es el... Ehhhh... El cinco. Hago un comentario mínimo entre temas y arranca con el húngaro.- Mientras hablaba, Reba removía folios y post-its buscando algo importante, ¿Pero qué coño era?
- De acuerdo, Reba, pero... en tu pelo.- Le comentó el técnico algo nervioso, era un fumeta de mucho cuidado pero eso la escenita le estaba inquietando más de la cuenta.
Reba pasó una mano por su pelo y se encontró un papel pegado, arrugado. Lo tomó netre dos dedos y leyó.
- Michael/Morgan Willis... Ok, señor, le buscaremos.- Comentó para si misma, Ron permaneció callado preparando el vinilo en el plato que le quedaba libre.
Dándole la espalda, Moon tomó la primera caja de CD que encontró, el Sticky Fingers de sus satánicas majestades, sacó una bolsita de su bolsillo y se hizo un canuto con un flyer que rondaba por encima de la mesa. Haría el comentario y se pondría las pilas... Esperaba
El piloto rojo se encendió y continuó con su panoplia por medio segundo, como si el mundo no se hubiese detenido en aquel ojo muerto y devuelto a la vida.
- Roland S. Howard no creía en la amenazas suicidas de sus compañeros de instituto tras sus primeras rupturas sentimentales, tal vez habían escuchado demasiadas veces seguidas la versión más popular de nuestro próximo tema y creían que con ello ganarían enteros. Pajilleros. Queridos diablos de la música, con todos vosotros la denominada canción suicida húngara.- Indicó a Ron con la mano que diese paso a la canción y se inclinó sobre el CD con sus herramientas en ristre.
El programa comienza a las 19.
De pronto una luz parpadeante se iluminó. Una llamada externa. El rostro del técnico de sonido reflejaba su sorpresa ya que no era habitual que se recibieran llamadas externas. Levantó el auricular y luego pulsó un botón para comunicarse por el audio interno con Reba:
—Oye, es un tipo que quiere hablar contigo, pero parece bastante borracho. No se quiere identificar. ¿Lo mando a paseo?
Vamos a darle vidilla a esto mientras esperamos a tus compis.
Reba trazó una línea blanca con el polvillo de su bolsa de reserva siguiendo el bulto del paquete de la portada y absorbió la coca desplazando el canuto en la dirección contraria, aspirando nerviosa. Volvió a dejar la caja del CD sobre la mesa y escuchó a Ron.
Puede que se hubiese recompuesto, pero eso no significaba que recordase lo que había pasado desde el inicio del programa. ¿Realmente había preguntado ya a sus oyentes por el tal Willis? Que la aspasen si lo sabía pero quedaba minuto y medio de tema antes de que tuviesen que continuar, le preguntaría al tipo qué quería, para ver si podía ser útil en abierto para el programa o si no...
- Mffff. Sí, pásamelo, a ver qué carajo quiere...- Dudó si preguntarle si ya había preguntado por el blanco de sus pesquisas en abierto, pero prefirió darle algo de tregua al técnico.- Si ves que me lía encadena la versión original con la de Holiday, por favor.- Comentó haciendo un gesto repetitivo con el brazo en alto, para indicar que le diese paso.
- Soy Reba Moon ¿Con quién tengo el placer de hablar y cuál es el motivo de su llamada?- Preguntó mientras pasaba un dedo distraído por encima de la caratula del disco de los Stones una vez más, repasándose las encías con los restos de coca mientras esperaba sus respuestas.
—Hey Reba... Escucho tu programa siempre.— la voz al otro lado sonaba pastosa, lenta, ebria tal como decía Ron —Me gusta mucho y... estaba pensando... verás... te vi ayer en el Goat con Bruno. Bueno... no quiero que pienses que soy uno de esos tíos chungos que van siguiendo a la gente famosa... joder... eso ha sonado realmente chungo... bueno... yo... estabas preguntando algo sobre el Sugarman del que hablan los periódicos. Y no me atreví a decirte nada. Yo... oh, joder... debería colgar. Perdona... esto ha sido un error.
Pero no colgaba. El tío seguía en la línea. ¿De que coño iba aquello? Ya era bastante siniestro que aquel individuo confesase que la había estado observando mientras se tomaba algo pero ¿qué aludiera a la conversación con Bruno?
Ron la miraba al otro lado del cristal tan desconcertado como ella, esperando una señal por si debía cortar la llamada.
La charla con Bruno... Ok, si, no había salido para nada como ella habría querido pero tal vez podía tirar de ese hilo con la esperanza de sacar algo de su gambada.
- No, no espera, tranquilo, por favor. Si, le estaba comentando a Bruno que, como mucha gente del lugar sabe, Sugarman uno de los especialistas en materia de blues de la zona y eso conlleva que a veces le pidiese o le prestase plásticos. El tema es que con estos intercambios suelo extraviar material y juraría que el tipo en cuestión tenía unas grabaciones difíciles de encontrar que me gustaría recuperar. Bruno pareció verme como una buitre, pero no pienso hablar de Sugarman, lo que hiciese o dejase de hacer en mi programa. No es mi mierda, pero estoy trabajando en un especial sobre...- Hizo una pasusa para pensar si se lanzaba en plancha...- Robert Johnson, ya hice uno, puede que lo oyeses en su día, pero estoy buscando un material muy especial y puede que con las cosas que Sugarman me había birlado pueda llegar a hacer tratos con los poseedores de esas rarezas.
Se había liado más de la cuenta y ya escuchaba los primeros segundos del Gloomy Sunday de la malograda Billie. A ver con qué le venía el tipo, no podía pasarse más de dos canciones seguidas sin hacer algún comentario o parecería más un espacio de relleno sin anunciantes que un programa propiamente dicho. No le gustaba echar mano de las cintas de los anunciantes, prefería hacer algo personal pero esperaría a ver qué le decía aquel stalker beodo. Tapó el micro un segundo y le pidió a Ron que las preparase.
- ¿Hay algo en concreto que me quieras comentar, don...?- Dejó caer, en espera de un nombre y una respuesta.
—Sugarman está donde se merece...— la voz transmitía una cantidad de odio que ni la borrachera ni la línea telefónica podía amortiguar —Pero sí que sabía... de muchas cosas... De Robert Johnson. Nena... el gran Diablo del Mississipi. ¿Quieres hacer tratos? Hehehe...
Hubo un momento de silencio, durante el cual Reba pensó que la comunicación se había cortado, pero de pronto el tío entró de nuevo a la carga:
—Tú sabes mucho de tratos con el diablo ¿no nena?— susurraba, arrastraba las palabras de una forma que quizás intentase parecer siniestra pero sonaba bastante patética —Pues pregúntale a tu coleguita Browley que pasó la última vez que se buscaron esas grabaciones. Ojalá tengas suerte nena... ojalá podamos escucharlas y abrir por fin las puertas de la percepción. Los dos Jim sabían de lo que hablaban... por eso los callaron. Pero a lo mejor tú tienes suerte... sería la puta caña...
De pronto se escuchó la línea cortada, como si hubieran golpeado con fuerza el auricular contra el cuerpo del teléfono.
Cuando la llamada se cortó, Reba continuó escuchando las palabras, aquel desgranar de nombres y aquella risa borracha que puntuó la charla, como un eco en el que trataba de fijar información con banderitas y chinchetas, pero aquel diagrama se le escurría entre los dedos... ¿Pero qué coño...? El puto Sonny no estaba ayer con ellos e el vintage, si tenía que quedarse con algo de lo que este tío le había dicho este tío sería de su torpe intento de no sonar como un puto acosador: tenía que haberla seguido para saber de su relación con Sonny que, joder, era un tío al que hace 48 horas ni tan siquiera conocía. Eso era casi lo que más le escamaba, el no saber cuanto tiempo llevaba aquella ladilla pegada a su vello púbico.
Volvió a dirigir su mirada distraída a la portada del Sticky Fingers... ¿Había dicho los dos Jim? ¿Quiénes coño eran los putos dos Jim? Su cara se contorsionaba como si se hiciese todas estas preguntas en voz alta pero sin emitir ni un sonido más allá del sonido semi seco de sus labios juntándose y separándose... Preguntar a Sonny... Coño, claro que le preguntaría, si supiese dónde coño localizarlo. Tomó su mazo de post its amarillentos y apuntó el nombre de Sonny y aquellos dos tocayos... Tft, los enigmas no le gustaban una mierda cuando no se le daban todas las piezas para poder resolverlos.
Pactos con el diablo, Robert 'El Gran Diablo del Mississipi' Johnson. Un genio gafado y muero antes de su hora de una manera rocambolesca, llamarle diablo le parecía demasiado. Estaba deseando que llegase el momento de reencontrarse con sus compañeros para que le pasasen el número de aquel puto trapichero que aparentemente no les había dado toda la información, más si aparentemente todo esto había causado otras posibles defunciones más recientes, aparte de las viejas leyendas del delta.
Puta mierda. Putísima mierda.
Por encima de sus pensamientos empezó a escuchar un parloteo inesperado... Ron trataba de hablar con ella pero Reba estaba perdida entre sus pensamientos y la intro del Bikini Girls with Machine Guns de los Cramps.
- Coño, Ron. Me alegro de que sea tu puta banda favorita pero al poner esta mierda has jodido el crescendo del puto programa.- Le espetó al técnico antes de tragarse sus palabras y darse cuenta de que si el tío había puesto eso es porque ella estaba en otro lado y no le había dejado comanda para el próximo tema. Genial, el programa se había ido a la mierda, a ver cómo lo recuperaba.- Perdona, perdona, tío. Ffffff, sé que ha sido culpa mía. No es mi noche.- Susurró con un sudor frío en las sienes.
A medida que se acercaba la hora de terminar el programa, Reba había conseguido reponerse un poco, no sin un poco de ayuda extra, pero ya no podía abusar más. Había retomado el tema de Willis sin saber si ya había dado por culo con ello antes, peor para tres oyentes que tenía (y uno ya había llamado) supongo que no se molestarían. A Ron ya lo compensaría con unas cervezas cuando volviese, o algo de costo o yerba si parecía muy escamado. No era su mierda pero seguro que alguno de sus camellos de confianza tendría más de esa mierda que de sus polvos mágicos.
- Recordad, diabolus míos. Estoy intentando preparar un programa muy especial sobre uno de nuestros músicos malditos favoritos pero para ello necesito un poco de vuestra ayuda. A ver, cerebrines del blues añejo. ¿Os suena el nombre de algún productor discográfico de nuestro amado sur que responda por Michael o Morgan Willis y trabajase en la industria en la década de los 50? No os puedo prometer mucho más que un programa que os coja de los huevos y dé la vuelta a todos los órganos de vuestro cuerpo pero tampoco me parece un mal trato, ¿No?- Hizo un gesto para que su técnico pusiese la grabación de audio en que se desgranaba el número de teléfono de la emisora entre efectos de sonido de dibujos animados y a continuación le pidió que pusiese su última cover del tema del día. Se frotó sus descuidadas rastas grasientas y deseo estar ya en el coche con los otros tarados con que le tocaba capear en esta extraña investigación.
Durante un rato la música sonó sin que ninguna luz indicase llamada entrante, con lo que Reba estaba ya a punto de rendirse. Y justo entonces se iluminó la pequeña alarma y el técnico le pasó la llamada a Reba. Una voz de edad imprecisa, femenina, sonó al otro lado.
—¡Hola Reba! Me llamo Diane y que sepas que me encanta tu programa. Lo escucho todas las semanas. He dudado en llamar porque no sé si hablamos del mismo tipo pero había un Morgan Willis que trabajó aquí en Dallas produciendo discos allá por los 50 o 60... fue el productor de un par de bombazos de blues de aquella época. Yo tengo aquí un disco de Bob Haunting que copó los primeros puestos de las listas en el 58. Tuvo una canción 'Hoodoo's lucky boy' que estuvo solo un puesto por debajo de la 'I beg of you' de Presley. Yo lo conocí en los 80 por casualidad, ya estaba retirado hacía años, pero era una puta máquina de datos sobre el blues. Creo que estaba con un familiar... ¿Esta llamada tiene premio? ¿Podré ir al programa cuando hagáis lo de Johnson? Me haría la puta hostia de ilusión...
- Jajajajajaja. Buenas noches, Diane, encantada de encontrar una diabolus tan entregada. Creo que si que podríamos hablar del mismo fulano, sería raro que hubiese dos productores de blues en la zona con el mismo apellido, pero la historia también nos ha enseñado que los celos fraternos en muchas ocasiones no conocen límites.- Reba se paró un segundo a evaluar la petición de la oyente (cuya voz y forma de hablar le gustó en demasía) y echó un vistazo al interior de la pecera.- Pues no sé cuando terminaremos el proceso de investigación para lanzarnos a las ondas con el especial, y tendré a algunos expertos en la matería acompañándome, pero si no te importa estar un poco encogida y toleras el olor del tabaco para pipa, serás más que bienvenida en esta pecera infernal.
Reba hizo un gesto a Ron para que fuese poniendo una cuña publicitaria y el siguiente tema, mientras tomaba nota de los nuevos datos y le pedía su número de teléfono a Diane, por si se diese el hipotético caso de que realmente pudiesen hacer el Johnsonmania (Ya tenía título para el programa).
La mujer estaba encantada por la invitación y dejó la información de contacto a Reba. La música se adueñaba del ambiente y el ritmo parecía recuperarse dejando atrás aquella primera llamada tan siniestra.
Reba miró el reloj. El programa estaba cerca de su final y le pesaba el cuerpo como hacía mucho tiempo que no le sucedía. Y según lo que habían acordado quizás les quedase un largo viaje todavía por delante.
Pronto llegarían sus compañeros. Mientras ponía ya las últimas canciones antes de cerrar el programa, esperando verlos entrar por la puerta en breve, Reba no podía quitarse de la cabeza lo que le había contado Chief por teléfono.
El sacerdote se mantenía tranquilo como era habitual en él. Aquel tono de voz era más el que alguien usaría para contar como había terminado un partido de los Lakers en lugar de explicar que acababa de jugarse la vida, y quizás el alma, en un exorcismo en casa de la señora Painbell. Un exorcismo nada menos. Con la bolsita de Hoodoo. A Reba no le resultaba extraño el contacto con el Otro Lado. En su familia era casi una tradición. Coño si lo era: ¡tenían un edredón en el que se habían tejido conjuros generación tras generación! Pero ¿había estado ella tan cerca del otro lado como el sacerdote?
No es una pregunta retórica. Cuéntanos que experiencia tiene Reba con el Otro Lado.
Lo que Chief acababa de relatarle no le era ajeno en absoluto. Puede que no fuese un tema para sacar en una conversación ligera entre cervezas, pero ya se había topado con más gente que llevaba mierda innombrable a cuestas. No quería pensar que era un imán para 'locos' con las historias más pasadas de rosca que pudiese encontrar pero, coño, presentaba un programa de radio sobre la cara oculta de la música por algo, ¿No?
Recordó cómo conoció a Emily. Había sido en una cita a ciegas organizada por un par de amigos comunes. La chica era mona e interesante, por lo menos tanto como para hacerle fantasear con un buen rebolcón y poco más, pero ¿No va ella y le suelta sin más ni más que de pequeña se crió en una casa encantada? Ella conocía su programa y debió de parecerle una gran forma de tirar el anzuelo. Decía que su abuelo materno había sido un magnate que terminó por darles la espalda pero no sin haberles dado cobijo en la Mansion Hoyt hasta que madre e hija tuvieron que salir de allí por pies, acosadas por un ente invisible. Emily empleaba las historias sobre aquella casa como un aliciente para cuando se quedaban sin tema de chachara, como si de un running gag se tratase: '¿Pues sabías que en la Mansión Hoyt esto o aquello o lo de más allá...?' Siempre acababan riendo, aún narrando las mayores atrocidades que pudiesen imaginar teniendo lugar bajo aquel tejado.
Pero esto era solo un ejemplo. Realmente el interés de Reba por estos temas venía de mucho antes. Algo había pasado en su casa cuando ella era pequeña. Sus padres y ella vivían con su abuela, Agnes, y su tío Gerald, un inutil que siempre le había resultado repugnante. Había olvidado los detalles, pero una noche en que sus padres estaban ausentes algo se había dado la vuelta en el interior de la casa. No sabía explicarlo de otra manera. Se despertó en lo que debía de ser mitad de la noche, pero no estaba western su cama... Ni en su dormitorio... Ni en su mundo... Estaba tumbada encima de algo orgánico, muy extenso, como una enorme alfombra de casquería. Sobre su cabeza brillaban dos lunas, una llena y otra menguante, y el cielo era de un verde enfermizo. Escuchó a su abuela en la distancia, llamándola por encima del sonido de un millón de grillos, pero ella era incapaz de ponerse en pie.
Resbalaba y caía. Resbalaba y caía un poco más adelante, cubierta por los restos nauseabundos que conformaban el firme. En una de sus caidas, mientras llamaba desesperada a Agnes, se dio de morros con una bolsa de líquido amarillento purulento que reventó bajo su rostro, descubriendo en su interior el sonriente rostro beodo de Gerald. Aquello la aterró, quedandose inmovilizada en aquella pesadilla, con formas extrañas reteniéndola, rozándola y forzándola hasta que perdió el sentido...
Cuando recuperó la consciencia vio el rostro de su abuela cubierto de sangre. Y cuando abrió los ojos por segunda vez, estaba fuera, sobre el campo, envuelta en el edredón de su abuela mientras su casa ardía consumida por llamas de un color que nunca había visto ni volvería a ver.
Agnes y Gerald habían muerto en el incendio pero había detalles sobre el desastre de los que sus padres procuraban no hablar, y en caso de hacerlo, intentaban que ella no les oyera.
Desde entonces había cargado con aquel edredón familiar y no era rara la noche en que no se despertase oyendo a su abuela en lontananza mientras las carcajadas de Gerald chocaban contra un techo de estrellas puntiagudas.
Tras la muerte de su padre, ocho años antes, su madre comenzó a contarle cosas que este había tratado de ocultar pero con las que Agnes le había llenado la cabeza: las muchas leyendas sobre las mujeres de la familia Moon, pero Reba estaba demasiado distraida entre cervezas, canutos y chicos y no tenía tiempo para aquellas mierdas de locas malfolladas.
Si tan solo hubiese tenido un poco más de paciencia y hubiese escuchado, tal vez sabría algo más de las Costureras de Gaad. Ahora aquel nombre ya no le decía nada.
Reba meneó la cabeza. Arrastró lo que había encima de la mesa dentro de su bolso, tomó su maleta de viaje (ocupada mayormente por su colcha) y se despidió de Ron. Prefería airearse un poco antes de que llegase el resto.
El tema de que había 'olvidado los detalles' para después contarlo todo con pelos y señales es porque Reba cree que todo aquello fue un sueño con el que ha sustituido lo que realmente cree que ocurrió aquella noche...