Partida Rol por web

Después de mirar si encontraba algo útil o de valor me rendí, sabiendo como siempre que el tiempo apremia. Me giré a mis compañeros y me dispuse a dar instrucciones de limpieza rápida. Viendo como el Sastre empezaba a vomitar decidí darle las más sencillas.

Aquí no hay nada útil. Tenemos que limpiar rápido y volver con los demás. Sastre vigile la zona por donde hemos accedido, Liri, tenemos que recoger los casquillos y buscar algo para quemar los cuerpos.

Trabajo en silencio y con absoluta precisión. Indico a Cantus con palabras escuetas y parcas que nos dividamos la zona para una mayor eficiencia. Cuando ya hemos recogido todo, lo miro con expresión interrogante: él tiene más experiencia que yo en estas tareas y prefiero confiar en su criterio.

Ante los ojos del Sastre, Liri y el tecnsacerdote trabajaban con la meticulosidad y la frialdad que les aportaba la práctica, yendo y viniendo entre los cadáveres de los pandilleros como si estuvieran paseando por los pasillos de una tienda de comestibles. Todavía algo mareado, el quirurgo vigilaba la entrada del callejón, pero nadie parecía haberse percatado de la reciente batalla. El medicae había vivido el tiempo suficiente en las Tres Estacas como para saber que las apariencias siempre engañan en los barrios bajos de la Subcolmena: los carroñeros estaban en camino y la lucha por el saqueo de los restos podía llegar a ser tanto o más cruenta que la que acababan de vivir.

Cuando sus dos compañeros empezaban a arrastrar los cuerpos de los Caritas de Bebé, el Sastre llamó su atención con un leve carraspeo:

- No sé cuál es el procedimiento estándar, pero si queremos desviar la atención de nuestro grupo podríamos... -empezó a decir, mientras rebuscaba entre los pliegues de su túnica hasta encontrar un afilado bisturí-, podríamos dejar pistas falsas. Los Máscaras de la Muerte arrancan la piel de las caras de sus enemigos abatidos. Si alguno de estos tres no llega a quemarse completamente y puede apreciarse que le han despellejado el rostro, parecerá que esto no ha sido más que una pelea entre bandas... 

Empezamos a recoger todos los casquillos de las balas y los fui guardando para mas adelante, quizás si el inquisidor quería podría usarlos para crear mas munición cada vez mas escasa. Una vez acumulados los cuerpos el sastre tuvo una idea interesante, aunque con algunas dudas si podría hacer el trabajo después de vomitar por la escena vivida asentí.

-Si se ve capaz y puede hacerlo rápido, no tengo problemas. Debemos irnos en dos minutos, el vehículo estará llamando mucho la atención y debemos volver con los demás e informar. Me acerqué a los restos de vómitos de sastre y, usando una botella de amasec, les prendí fuego. No me imagina a ningún pandillero soltando los restos de su comida en mitad de una batalla. Aunque una de las balas me había alcanzado, sabía el que el daño no era para tanto, al menos de momento y las obligaciones eran lo primero.

Una vez que el sastre cortara o no sus caras después de los dos minutos, vertí varias botellas mas de amasec y les prendí fuego , lanzando mas botellas sobre los cuerpos para avivar mas las llamas y me dirigí hacía el vehículo con el arma preparada y los ojos muy atentos. Arranque, esperando a los demás a que se subieran y volví a la zona donde se encontraban Lazarus y Zariel, escondiendo el vehículo para informarles de lo ocurrido.

Guardo parte de los casquillos que me entrega el acólito Cantus en mi mochila y reviso las cargas de mi arma. Todo en orden. Aguardo pacientemente a que el que apodan el Sastre realice las operaciones para posteriormente prender fuego a los cadáveres.

- Algún tiempo después, el grupo vuelve a reunirse en la misma entrada al barrio de las Tres Estacas por el que accedieron con el Cargo-8 horas atrás.

- Parece un punto de encuentro lógico y conveniente, aunque el grupo no llegó a acordar un lugar, y tampoco disponen de ningún medio de comunicación.

- Cuando el Cargo-8 conducido por el Tecnosacerdote Cantus se detiene ante el Arbitrador Enoch y el Iniciado Marius la multitud nerviosa por fin se ha dispersado, aunque es una fortuna que no puedan ver a Liri, oculta en el interior del espacioso compartimiento de carga del vehículo.

- Enoch y Marius pueden ver que el vehículo ha sufrido daños en los laterales, probablemente resultado de haber querido meter el transporte terrestre en un corredor no lo suficientemente ancho. Sin duda en días próximos Dakka Cantus pasará muchas horas ocupado en el taller.

- Probablemente haya llegado el momento de retornar a la base.

Recorrí con el Cargo-8 las calles que nos separaban de nuestros compañeros, llegando junto a ellos, pare y mire a Liri. -No desciendas del vehículo, si alguien te ve podrían tener una reacción diferente a salir corriendo. Sin más abrí la puerta del conductor y salte fuera acercándome a los otros dos.

-Hemos tenido unos contratiempos. Dije señalando al cargo-8. Creo que deberíamos hablar dentro y decidir si volver a por más órdenes o seguir vigilando. Miré Lazarus y Marius con cara interrogante. Las cosas no habían ido muy bien y esperaba que algo amortiguara la furia del inquisidor.

Lazarus apenas puede contener la rabia y su lengua, pero decide que como dice Dakka Cantus lo mejor es que entre en el transporte y hablarlo dentro.

Tras cerrar la puerta.

Maldita sea, ¿que es lo que entendeis por discreccion?. A duras penas Marius y yo hemos contenido a la gente, nos hemos quedado aqui tirados...

¿Estais empeñados en que me degrade el Inquisidor?. Me he quedado aislado, no se que es lo que ha pasado, nos hemos saltado la discrecion y volvemos con el transporte abollado y eso despues de que en la primera mision muriese uno de los miembros y otro casi...incluso yo mismo.

Se acerca a Liri

Como vuelvas a ponernos en un riesgo similar...no sera de la muchedumbre de quien te tengas que preocupar...

El iniciado asintió ante las palabras del adepto de Marte, y subió al vehículo... Para escuchar las palabras del arbitrador. No es que, en cierto modo, no se las tuviese merecidas. Pero, aunque el celo y la furia eran parte de la base del credo imperial, también había que saber dirigirlos. Y aquel no era el momento, ni sus compañeros los enemigos. Incluso los psíquicos, siempre y cuando estuvieran autorizados, ocupaban un lugar en el gran plan del Emperador. Una vez Enoch hubo terminado, Marius hizo la pregunta evidente.

-¿Qué ha pasado?

Levanto la vista y miro con ojos carentes de vida y pasión al Arbitrador.

- Hace mucho que dejé de preocuparme quién tiene una carga láser con mi nombre.

Después vuelvo a mi mutismo. Ante quién debo dar respuestas es el Emperador, en la figura del Inquisidor Eisengaard.

- El vehículo de ocho ruedas, conducido por el Tecnosacerdote Cantus, se desplaza lentamente hacia la salida del barrio, de vuelta hacia la base.

- El Equipo retorna sin más incidentes a la base inquisitorial Eisengaard.