Partida Rol por web

El Sastre no podía dejar de observar de reojo al Arbitrador Enoch. El rostro tras la máscara hablaba de un hombre curtido en centenares de escaramuzas, un acólito que portaba sobre sus hombros la experiencia de un soldado veterano. Curiosamente, le resultaba más amenazante con el semblante al descubierto que oculto tras su careta de arbitrador.

Cuando el Inquisidor dijo que estaban listos, el quirurgo inspiró con fuerza para intentar mentalizarse en la empresa que iban a llevar a cabo: infiltrarse en el Auctoriate Porteus ante los ojos de los Sancionadores para sonsacar, con los métodos que fueran necesarios, a uno de sus Prefectos una información que le implicaba con actividades criminales...

Por el amor del Emperador..., pensó meneando la cabeza.

El Inquisidor abre la marcha, seguido de cerca por el Arbitrador Enoch, el Táctico Noctine disfrazado, y el Sastre.
 

007.755M41

06:30.

TECNOSACERDOTE CANTUS:

- Tu receptor de vox crepita un instante al activarse y escuchas con claridad la voz del Táctico Noctine, solicitando urgentemente que le envíes a tu Servocráneo Monotarea y especificando de forma concisa, pero exacta, el camino a recorrer.

- Después corta la comunicación. Toda la transmisión ha sido lo más breve posible. Entiendes que ha sido para evitar su intercepción, pues este no es un canal en modo alguno seguro. Si contestas será más peligroso que si simplemente mantienes el silencio de las comunicaciones.

- Supones que Noctine necesita tu Servocráneo por su interfaz de conexión a la terminal que abre la compuerta acorazada de la zona residencial de altos cargos del Officio Auctoriate Porteus. Claro, debiste pensarlo tú mismo, si Noctine no lleva un teclado portátil con interfaz de datos o un implante cibernético conector, probablemente no pueda acceder a manipular los controles de la puerta desde el panel de control más cercano, especialmente si la compuerta funciona mediante lecturas biométricas o un lector de retina ocular.

Cantus entiende que es una emergencia, de lo contrario Noctine no pediría el servocraneo en semejantes circunstancias.

"Han debido encontrar un obstáculo tecnológico insalvable para ellos", deduce.

Sin perder tiempo activa el mapa tridimensional de la zona, haciéndose una idea por donde debe pasar su pequeño ayudante. Es arriesgado enviarlo en solitario, pero no pone en duda el criterio del Táctico. Programa las coordenadas de ruta y una vez implantadas envía raudo al servocraneo al lugar especificado, dejando abierto el canal entre él y su implante cerebral.

TECNOSACERDOTE CANTUS:

- Más allá de los verdaderos seguidores del Omnisiah los implantes biónicos o cibernéticos son algo conocido en el Imperio, en especial en mundos avanzados como lo son la mayoría de los mundos-Colmena. Sin embargo, son costosos y difíciles de conseguir (y a veces es difícil encontrar quirurgos competentes que sepan implantarlos), por lo que suelen estar reservados a la elite.

El Táctico Noctine pertenece a la elite imperial, tanto por ser noble como por su rango militar, y sin embargo estás convencido de que no cuenta con implantes (aunque sospechas que sí con conocimientos de pirateo tecnológico).

Probablemente no cuente con las herramientas adecuadas, mientras que tu servocráneo podría facilitarle el acceso a un panel de control, sustituyendo la necesidad de usar un teclado o, lo que sería mejor, un injerto o puerto de datos.

- El Servocráneo del Tecnoadepto se eleva a una altura de dos metros flotando fácilmente en el aire gracias a su sencilla unidad antigravíctia. Se aleja con precisión por la ruta trazada meticulosamente por Dakka Cantus, hacia la posición actual del Táctico Noctine.

- Cantus ha podido observar antes que en la zona del edificio del Officio Auctoriate Porteus había en cualquier momento al menos una docena de servocráneos yendo de un lado para otro en tareas rutinarias sencillas para sus amos, por lo que espera que el suyo no llame especialmente la atención.

El iniciado observó como el servocráneo se alejaba. Con un poco de suerte, podrían enterarse de algo de lo que ocurría, y estar atentos al desarrollo de los acontecimientos, en vez de mano sobre mano, simplemente esperando a que el otro grupo tuviera éxito. 

Todo o nada. Vamos tomando todas las precauciones que podemos. Sorprende ver al Arbitrador sin su máscara. Aprendo sus rasgos de memoria, empapándome de ellos, pues dudo que en un futuro próximo vuelva a desprenderse de ella. Memorizo su voz natural, sin la distorsión de la máscara. Cuando nuestras miradas se cruzan, sonrío para transmitir confianza: su pequeño sacrificio no será en balde. Su gesto no puede ser desechado por una actuación incompetente... Ay, a veces parecemos profetas. El Inquisidorreparte instrucciones y deja el peso de las decisiones sobre el terreno a Enoch.

Me sitúo en retaguardia y espero, no sin cierta aprensión a que Noctinerealice su cometido. La preocupación la entierro a punta de fuerza de voluntad, pero los sentimientos son perversos y la inquietud tensa mis terminaciones nerviosas como cuerdas de arco, esas armas que empuñan las razas más primitivas.

Las puertas se abren y nos ponemos en marcha. La sensación de urgencia, de trabajar contrarreloj espolea nuestros músculos y, liderados por Sastre, llegamos a la cámara donde se halla el Prefecto. Centrada en vigilar la puerta, la escena trascurre a mis espaldas como una sucesión de órdenes, palabrotas y amenazas. Pasos precipitados y un sonido de descarga de láser rompen mi concentración. Confusa me giro y mi arma dispara, errática. Mi corazón late de manera tan atronadora que apenas si oigo el estruendo que la miríada de cristales rotos hacen al caer, como una lluvia a nuestro alrededor. Miro su resplandor, incapaz de soportar el peso que la culpa hace recaer en mis hombros. Nuevamente me convierto en un lastre para mis compañeros. No sé el tiempo que transcurre. Perdida en mil recuerdos, consciente de la mirada reprobatoria del Inquisidor, ayudo mecánicamente a disimular el cuerpo del Prefecto.

Me separo unos pasos y me concentro en una plegaria que ha de llegar a oídos del Emperador. Más centrada, me uno a la comitiva para lograr salir del edificio y alcanzar una posición segura donde continuar el interrogatorio.

Mientras Sastre realiza su curas, me acerco al Arbitrador y, con la cabeza gacha, murmuro una disculpa. Repito la acción para cada uno de mis compañeros. Luego me limito a vigilar.

- Minutos después de la partida del Servocráneo del Tecnoadepto de túnica roja, éste recibió una transmisión de Noctine: El grupo entero debía de avanzar hasta su posición de forma rápida y discreta.

- Así lo hizo el grupo, y pronto el Equipo Principal estuvo reunido al concreto, ante las puertas que conducían a los apartamentos de altos cargos en el Officio Auctoriate Porteus, al parecer temporalmente despojado de su seguridad por obra del Táctico Noctine.