Tras la marcha de Shalt y Cavatina y habiéndose retirado Stan Nargead, la guardia de Nav Hidad pasaba por sus horas más bajas. Tan solo tres integrantes permanecían en activo en aquel cuerpo venido a menos. Un anciano al que le interesaba más el cuidado de sus gallinas que los problemas de sus conciudadanos. Un enano que había demostrado no ser muy espabilado y un gran trasgo al que le costaba bastante razonar cuestiones sencillas.
Beoric Hidad había intentado por todos los medios retener a Shalt y se le había propuesto a una elfa oscura unirse al cuerpo, algo que desde luego nunca hubiera hecho antes de no ser por la extrema necesidad en la que se hallaban. No quedaban demasiados nombres a los que acudir. En la aldea quedaban pocos hombres jóvenes y menos guerreros todavía.
Tan solo Ripp podía dar con el perfil, pero aquella antigua gloria no estaba tampoco por la labor de convertirse en guardia. A expensas de una petición que el gobernador lanzó hacia la capital de la provincia, en aquellos tres guardias era en los únicos que podía depositar la defensa de la aldea y la resolución de los problemas entre los pocos vecinos que le quedaban al lugar.
Por ello convocó a los tres integrantes de la guarida en el cuartel nada más partir el carruaje en el que viajaban Shalt y Cavatina. Tenía un importante anuncio que llevar a cabo. Tan solo esperaba no equivocarse demasiado, pues no estaba muy convencido de la decisión, aunque no le quedaba otra.
- Roht… - Comenzó a hablar sin demasiada convicción el gobernador. – Has demostrado valor, de eso no cabe duda. Eres una persona comprometida con el Nav y leal a mi casa. – Afirmó con rotundidad. – Confío en ti más que en nadie en este momento para que asumas el cargo de jefe de la guardia de esta noble aldea. – No mintió. Confiaba poco en que Roht pudiera sacar adelante aquello, pero todavía confiaba menos en Eahes o en Dragor. Aunque no tenía alternativa. – Por eso me enorgullece nombrarte jefe de esta guardia. Si estás de acuerdo, claro está…
El enorme trasgo apoyó el peso de Última Sombra suavemente en el frió suelo del salón, dejando el mango de la enorme herramienta mirando al techo. Roht se desprendió del yelmo, dejando su fea cara mestiza a la vista. Abrazando con uno de sus fuertes brazos el casco de la armadura y con el otro agarrado al mango de Última Sombra, Martillo Invencible hincó una rodilla en tierra y agachó la cabeza antes de contestar al Nav.
[B]- Es un honor que no rechazar él... Juro por mi vida que protegeré este pequeño lugar de cualquier enemigo, ya sea de dentro o extranjero. Trataré de cumplir con mi cometido de forma que el pueblo esté orgulloso de su guardia y de mi mismo. [B]- Proclamó, mientras se ponía en pie .
Tras una mirada sería, pero con sonrisa, el guerrero volvió a colocarse el yelmo. Dio la espalda a su interlocutor, recogiendo su enorme martillo, y se dispuso a salir de la sala. Estaba hecho, pero a Roht aún le quedaba mucho trabajo por delante. No sabía dónde se había metido. El tiempo diría si había tomado la mejor decisión o no...