Partida Rol por web

La situación era confusa, pero más por los tintes surrealistas que por lo complicado de los detalles. Superados los momentos iniciales y con la ayuda del tranquilizador alcohol (algo rancio), pusieron en común todo lo que sabían, intentando entender el papel que jugaban en el asunto.

Por una parte estaba Luis, un crítico de renombre, que tras muchos años trabajando con honestidad y rigurosidad, se acababa de dar cuenta de que no a todo el mundo le sentaban bien sus críticas. Lo peor era que esta vez parecía haber molestado a alguien suficientemente importante como para contratar a unos matones y perseguirlo por media ciudad.

Luego estaba Lucía, una editora soñadora, que acababa de descubrir que más que soñar lo que hacía era meterse en medio de las historias. Y sin comerlo ni beberlo se había metido en casa de Mrs. Hudson y su huésped, Holmes. El quid de la cuestión estaba en saber porqué había irrumpido allí, si había sido por casualidad o porque necesitaban al detective.

Y finalmente estaba Sherlock, quien no necesitaba presentación para sus dos compañeros. Que había visto cómo el trabajo de aquel día se veía interrumpido por una inesperada visita y se encontraba ahora en una nueva misión, completamente diferente de las que había tenido hasta el momento. Aunque tampoco tenía muy claro cuál era el problema.

Y de fondo, la preocupación de que algo malo estaba pasando en el Mundo de los Libros y en el mundo de los libros. La mala calidad de las últimas publicaciones como uno de los síntomas más preocupantes, seguido por los ataques más personales. ¿Hacia dónde dirigir la investigación?

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Tras la puesta en común parecía claro que necesitaban más información, y como parecía que no iba a aparecer nadie ante ellos para explicarles nada, decidieron ir a hablar con un conocido de Luis que a la sazón era director de una de las editoriales más importantes del país, Palíndromo. Así que cogieron el coche y se plantaron en pleno distrito económico de Madrid, en el barrio de Castilla, donde se concentraban las principales editoriales.

A pesar de que ellos se sentían como si mil ojos estuvieran vigilando, la realidad era que el bullicioso barrio se mostraba como en cualquier día de trabajo. Caminaron con precaución hasta entrar en el edificio, pero nadie parecía darse cuenta de que estaban allí. Cosa que tenía mérito teniendo en cuenta la presencia de Sherlock, que iba vestido al estilo victoriano y miraba a su alrededor con tremenda curiosidad. Llegaron hasta la planta 15 con total tranquilidad, y les atendió la secretaria del editor. Por suerte para ellos, Luis era bastante conocido y, aunque el editor se encontraba reunido de momento, los hicieron esperar directamente en su despacho. La sonrisa cordial de la mujer sólo añadía un toque extra de normalidad a toda la escena. El lugar, lleno de libros hasta los topes, resultaba acogedor pese a tratarse de un lugar de trabajo.

Sherlock parecía un poco descolocado. Estaba en otro pais, en otra epoca, ¡y en otro mundo!. Todo le parecía extraño y miraba cada detalle con atención.

Se suponia que tenian que hablar sobre qué le dirían al hombre, pero estaba claro que la voz cantante la tenia que llevar Don Luis. Asi que el detective se centró en cosas más importantes.

- ¿De verdad consideran que estas sillas son lustrosas?  - señaló aquellas sillas blancas, y que no sabia que eran modernistas. - Aberrantes. - se quejó sin más.

Lucía se sentó en un sillón, ignorando las quejas de Sherlock sobre decoración moderna, mientras repasaba mentalmente su guión para aquel encuentro.

-¿Cómo deberíamos plantear el tema? No estoy muy segura de que decir "¿ha visto muchos asesinos rondando últimamente por las editoriales?" funcione demasiado bien. ¿Quizás hablar sobre su opinión sobre los cambios en las políticas editoriales?

Luis andaba por el despacho con las manos a la espalda y el seño fruncido. Volver a estar en un lugar civilizado, con aquellos matones pisándole los talones, no le gustaba nada. Pero no había más remedio que hablar con alguien que pudiera ayudarles.

- Tendremos que tener cuidado, en efecto -dijo para mostrar su acuerdo con Lucía-. Ya ha quedado claro que este asunto es muy turbio... demasiado. Un acercamiento suave me parece lo mejor. Cuando observemos la reacción del director, podremos decidir cómo seguir la conversación...

Y se quedó quieto, mirando por la ventana a nada en concreto para intentar calmarse un poco.

- Hagan lo que hagan, no consigan que se sienta culpable. Estoy seguro de que en la situación en la que se encuentra, sentirá mucha presión por lo que está sucediendo. - El detective miró la habitación, estudiandola al detalle. Quería saber todo lo posible sobre aquel tipo, y mirando fijamente su estudio, sabía que podía aprender bastantes cosas.