La sensación de éxito al conseguir eliminar al lagarto no duró demasiado, pues uno de los goblins aprovechó la ocasión para atarcame nuevamente por la espalda. Por desgracia para ellos, conseguí liberar mi espada ayudado por el impulso del golpe y ahora podía prestarles toda mi atención mientras Kylian atendía a los heridos.
—Uno a uno —le digo a Briand, animándola a ella y a mí mismo. Los goblins no deberían de ser un gran peligro, pero en nuestro estado ya no debíamos de correr ningún riesgo.
Tirada oculta
Motivo: Ataque
Tirada: 1d20
Resultado: 17(+6)=23 [17]
Tirada oculta
Motivo: Daño
Tirada: 1d20
Resultado: 2(+3)=5 [2]
Ataco al goblin de la izquierda, al que flanqueamos.
Briand se entrenta valientemente a su sanguinario adversario, dispuesta a resarcirse del ataque recibido, pero es la espada de Lowen la que atraviesa por la espalda al hombrecillo antes de dedicar su atención al último goblin.
Éste, viendo que las tornas han cambiado y que ahora es él quien se encuentra en graves apuros, aprovecha que Lowenherz se encuentra ocupado liberando la espada del cadáver de su compañero para echar a correr y perderse en la distancia. Ninguno de vosotros tenéis la menor duda de que no tardará en reunir a más de los suyos para vengarse, así que os apresuráis a poneros en marcha de nuevo.
Entretanto, Kylian ha logrado detener también la hemorragia de Lluvia y ponerla fuera de peligro.
Todavía os queda un buen trecho hasta el castillo y os alegráis de que los campesinos desoyeran las órdenes de Briand y no soltasen vuestras bestias de carga o habríais tenido que llevar vosotros en brazos a vuestros inconscientes compañeros. Tendéis a Glin y a Lluvia sobre sus respectivos pollinos y reemprendéis la marcha con paso vivo.
Una vez más es lady Le Besco quien avanza en cabeza, con los dos lugareños conduciendo a las mulas de los heridos un poco más atrás y Kylian esforzándose por seguirles el paso. En la retaguardia, Lowen se las entiende como puede con su testarudo animal mientras intenta no perderos de vista a los demás.
No tardáis en dejar atrás el puente y en avanzar hacia el corazón del pueblo, siguiendo el camino a falta de un guía que os conduzca por rutas menos concurridas. A vuestro alrededor veis casas ardiendo y escucháis los gritos de los aldeanos tratando de reunir a sus familias o suplicando piedad. Y distinguís también varias formas tanto humanoides como trasgoides entre el humo y la cortina de lluvia de la tormenta.
En la lejanía descubrís a una pareja defendiendo a tres niños pequeños de ochos goblins, pero ni estáis en condiciones de acudir en su ayuda, ni pensáis que podáis llegar a tiempo para salvarles. Cariacontecidos, bajáis la vista y avanzáis obstinadamente hacia el castillo, haciendo un esfuerzo por ignorar las desesperadas peticiones de auxilio.
Sin embargo, os veis obligados a deteneros de nuevo cuando apenas os encontráis a cincuenta pasos de las puertas.
Una cantidad cada vez más numerosa de asaltantes se está dando cita en las inmediaciones del lugar, asesinando a cuantos intentan refugiarse. Desde las almenas, los defensores disparan una andanada de flechas tras otra para tratar de alejarlos; aunque parecen tener problemas para distinguir enemigos de aliados.
Corréis bajo la lluvia y las flechas. A vuestro alrededor la gente muere o agoniza, pero pararos a socorrerles sería un suicidio. Por encima de vuestras cabezas, la figura de un pequeño dragón azul pasa volando por encima de vuestras cabezas, vomitando un relámpago que ilumina las tinieblas y calcina a un desesperado viajero que intentaba llegar hasta la fortaleza.
Las puertas del castillo comienzan a cerrarse cuando solos os faltan unos pocos metros para llegar hasta ellas pero alguien grita desde las almenas:
—¡Son de los nuestros! ¡Dejadles pasar! —ordena la voz a los guardias.
Sin dejar de correr, alzáis la vista y descubrís al amable sargento que dirigía esta mañana la competición de tiro con arco. Os ha reconocido y seguramente eso os ha salvado la vida.
Las puertas dobles del castillo se cierran tras vosotros con una pesada tranca y no podéis evitar sentiros unos privilegiados. Todos los que han quedado fuera parecen condenados.
Tirada oculta
Motivo: AdO
Tirada: 1d20
Resultado: 5 [5]
Lo que son las cosas, hacía unos instantes Glinthalas se debatía entre la vida y la muerte, tendido sobre un charco de su propia sangre. Poco después, inconsciente pero estable, su vida dependía de que sus compañeros consiguieran sobrevivir a un trío de goblins, porque si ellos caían, aunque sólo uno de aquellos malvados humanoides hubiera logrado mantenerse consciente, hubieran estado todos condenados, avocados a convertirse en pasto de criaturas como la que había mordido al elfo. De hecho, aquel enorme reptil no hacía otra cosa que alimentarse de un cadáver muy reciente cuando se lo encontraron. Y ahora, por fin, había estado a punto de sucumbir por flechas amigas.
Era en momentos como aquel cuando el silvano se encomendaba a los dioses élficos de sus padres. Su alma, sin saberlo aquel cuerpo inconsciente transportado en la grupa de su pollino, rogaba por su salvación. Quien sabe, tal vez aquellos dioses le hubieran oído, porque las puertas del castillo se abrieron para ellos.
Tras la dura batalla consiguieron ahuyentar al último goblin que quedaba con vida. Habían sobrevivido, y había que dar gracias a los Dioses por ello. Kylian ayudó en todo cuanto pudo para acomodar los cuerpos casi inconscientes de sus compañeros. Ya no se debatían entre la vida y la muerte, pero necesitarían de cuidados las próximas horas si no quería que empeorase su delicada situación.
Bajo aquella lluvia incesante avanzaron por la villa hacia las puertas del castillo. El escenario resultaba desalentador, familias enteras masacradas por las hordas de goblin, gritos de dolor mezclados con las salvajes risotadas de los goblins. Y en mitad de la tormenta, un enorme dragón azul cruzó los cielos, perforando su negrura con un rayo que despuntó incandescente hasta acabar con otra vida humana. El ejercito de las tinieblas se había alzado de nuevo, bajo el manto de la Diosa de los mares, Zeboim, la siniestra heredera de Takishis.
Cuando el sargento de la guardia les reconoció un halito de esperanza insufló su pecho. De nuevo la luz del conocimiento les franqueaba las puertas de la seguridad tras la pequeña fortaleza. Una vez dentro, Kylian sujetó con fuerza su equipo de sanador.
- Hay mucha gente que necesita auxilio, Briand y Lowen os dejo, el deber me reclama. No soy un seguidor de Mishakal, pero ya ha habido demasiada muerte por hoy, y si Belleria ha de resurgir, necesitará de cada vida que salvemos esta noche.
Tras esas palabras se adentró en los pasillos de la fortaleza, atendiendo a los heridos y tratando de organizar las camas improvisadas en largas hileras de cuerpos mutilados y gente sufriendo. Dando pleno uso a sus capacidades y a todo lo que tenía para salvarlos.
Difícil seguía siendo para la joven recuperar la compostura en aquel momento, frustrada aunque ligeramente aliviada cuando Lowenherz nuevamente demostró lo que no pudo en la feria, y acabó con su hostigador de nuevo. Viendo como el restante huía. Con una necesidad inminente de desahogarse, se dedicó a aplastar con fuerza la cabeza inconsciente del goblin con su ostentosa bota, presionando sus dientes detrás de sus finos labios con tal de terminar de reventarla. Las prendas que había estropeado valían más que todo lo que esa sabandija verde en su vida podía aspirar a asaltar.
Ya libres de esa carga, y mientras los demás habían terminado de cargar los cuerpos caídos en sus mulas, se dispuso a retomar y encarar su escape a paso ligero. Muchos otros hombres se los veía caer a su alrededor, mas siendo fría y realista, su vida valía más que la de un puñado de campesinos. Ya no podía permitirse seguir jugando a la heroína, no con lo herida que estaba y cuando el riesgo era tan grande y real. Lo sentía por ellos, pero tanto su sangre como su papel en esta tierra era mucho más importante y era lo que le tocaba a cada uno.
Al ver la figura del veterano arquero, no tardó en alzar su mano en una seña y apresurar su paso, para refugiarse en el castillo cuanto antes. Una vez se sintió el fuerte sonido de los portones cerrar, la muchacha dejó caer todo el peso de su cuerpo sobre sus rodillas, buscando recuperar el aire de lo agitada y estresada que estaba.
- Necesito un trago de aguamiel... - Suspiró, una vez recuperado su aliento, esperando que alguien se lo trajera.
—Gracias a los dioses... —murmuro en cuanto las pesadas puertas del castillo se cierran a nuestras y dejamos ese pequeño infierno atrás. Me encontraba fatigado, ensangrentado y magullado por todas partes, pero al fin estábamos en un lugar seguro.
Habíamos conseguido sobrevivir, pero sin embargo notaba una extraña sensación en el pecho. Estaba aliviado por haber llegado hasta el castillo, pero no dejaba de pensar en todas las personas que dejamos atrás en el último tramo de nuestra huida. En cierto modo sabía estaban condenados y nada de lo que pudiera hacer podría haber cambiado su destino, pero saberlo no hacía que me sintiera menos culpable. Era una sensación agridulce, algo que esperaba no tener que volver a sentir nunca más.
Mientras recuperaba el aliento, Kylian se encargó de acomodar a nuestros compañeros. Suspiro aliviado al saber que ninguno de los dos corría peligro, aunque seguían inconscientes y necesitaban reposo. Y sin tomarse un segundo de descanso, el clérigo se adentró en la fortaleza para continuar tratando a los heridos que pudiese encontrar. He de seguir su ejemplo, pienso motivado por sus acciones a la vez que trato de erguirme, aún dolorido por los golpes de los goblins, y me dirijo hasta donde se encuentra el sargento de la guardia.
—Muchas gracias por permitirnos entrar —le comento—. Nos habéis salvado de ese infierno, aunque esto parece lejos de haberse terminado. ¿Necesitáis un buen par de manos? Ayudaré en lo que sea.
Sumida nuevamente en aquella insondable oscuridad, revivió el pavor que recorrió su cuerpo hace casi un año atrás. Las manifestasiones de la profecía eran cada vez mas evidentes pero nada estaba claro para la mística Que-Shu.
-¿Que quieren de mi? ¡Dìganme!- Imploraba a los espíritus consumida totalmente por las tinieblas, hasta que maravillada se quedó observando como un halo de luz rojiza se abría paso en aquella negrura, instintivamente extendió su mano intentando alcanzarlo.
¿Sería aquella una luz de esperanza? Sea cual sea la tarea que tenían designada los espíritus, debería descubrirlo. Su corazón aún latía aferrándose a la vida mientras su conciencia se esforzaba por salir de aquellas penumbras.
Lluvia soñando...