Partida Rol por web

Personalidad: 

Historia breve:

Trabajo: Sicario, asesino profesional.

Nombre: A elegir, a poder ser en clave, como un apodo o nick.

Eres lo que eres, has nacido para la sangre…

Frío, calculador, perfeccionista, preciso… Hace un tiempo que te dedicas a esto y todo el mundo sabe que eres el mejor. Sin pasado, sin futuro, vives el presente. Nunca sabes directamente quién te contrata, pero no lo necesitas. Ellos, los clientes, saben lo que vales y pagan lo que pidas. Saben lo que pagan, anonimato y calidad. Actúas como un reloj, todo premeditado siempre y todo pensado. Esta vez no iba a ser distinto.

La orden de trabajo había sido clara, acabar con Armando Díaz. Él era un empresario de la noche, adinerado, exitoso y mujeriego. Tu objetivo iba a dar una enorme fiesta para inaugurar una de sus numerosas discotecas, quizás la más grande hasta ahora y tú tenías la invitación consecuente. Un nombre falso escrito en ella: Mr. Sherman. Sabías que la seguridad estaría más que controlada, no podrías colarte con armas de fuego… Pero quizás pudieras disfrazar un arma de filo, usar venenos o tus propias manos para acabar con la vida del empresario. El porqué de su muerte lo desconocías, pero tú no te planteabas nunca eso. Tu trabajo nunca fue pensar, sino ejecutar y para eso estabas. La única petición que te habían hecho es que trajeras una prueba de su muerte inmediata, que tomaras el anillo de su mano derecha y lo depositaras en un buzón a un par de calles del local.

El lugar está lleno de gente, concurrido y la seguridad como esperabas es comparable a la de una prisión federal por lo menos. La prensa está apartada a un lado, donde se ha habilitado un photo call para las celebridades y demás famosos que fueran a entrar en el local. Aquello era un gran acontecimiento. Te diriges a la puerta y en la misma está Bárbara Gallardo. Es la mano derecha de Armando. Una mujer bella, exuberante y la supuesta esposa del empresario... Pero dada la fama que tenía Armando de mujeriego seguramente sería una pareja por conveniencia. Quizás podías actuar por ahí, usarla para acercarte más o quizás podría ser demasiado arriesgado.

-La invitación, por favor- dice sonriente cuando llegas a su altura, mirando en la lista que sostiene sobre una carpeta uno de los seguratas del local.