Partida Rol por web

"¡Ayuda! ¡Por favor, ayudadme!"

La Compañía se encuentra cerca del lago Largo, a campo a través. Estáis de camino en dirección al agujero hobbit construido hace un tiempo por orden de los enanos de la Compañía de Thorin Escudo de Roble, una morada humilde pero tremendamente cómoda, en el que temporalmente habita Trotter desde su regreso de las ciénagas Largas y que ha servido en incontables ocasiones de lugar de reunión para todos vosotros.

Habéis pasado unos meses tranquilos y provechosos, merecidos al fin y al cabo, pues aunque las heridas y ampollas del viaje se restablecieron con los días, aquellas que quedan en la memoria cuestan más de cerrar como bien podría decir Caranthir.

A vuestro lado camina también Frida, hija de Finnulf, una mujer del Lago tan alta como Beran con la que habéis congeniado en vuestra estancia en Esgaroth desde vuestro regreso triunfal con los enanos desaparecidos, Balin y Óin. Sus padres forman parte del Consejo cívico de la ciudad del Lago y a través de ellos fue como la conocisteis pero aunque cualquiera podría haber dicho que ella seguiría sus mismos pasos, nada más verla entendisteis que no sería así: el brillo en sus ojos parecía decir de ella que había nacido para una vida distinta, una vida quizá como la vuestra.

Las ruinas de la vieja ciudad del Lago son claramente visibles en el agua. Pilares ennegrecidos sobresalen como costillas y, cuando el agua está muy, muy quieta, a veces se pueden divisar los huesos de Smaug el Terrible. Beli llegó a escuchar incluso que de vez en cuando, alguna gema del fabuloso chaleco de diamantes del dragón es arrastrada hasta la orilla, pero aún no habéis tenido la dicha de encontrar ninguna.

Pero la calma de aquella mañana es rota de repente cuando un chico de unos diez años de edad sale corriendo de las cañas que hay delante vuestra. Nada más veros corre hacia vosotros, agitando los brazos y con un reguero de lágrimas recorriendo sus mejillas. 

- ¡Ayuda! ¡Por favor, ayudadme! ¡Mi padre, sus guardias quieren matarle! - os grita tembloroso sin frenar un ápice su ritmo

- Si las únicas fuentes que vais a considerar al respecto como válidas son las de tradición élfica, entonces no tengo mucho más que añadir, maese Caranthir, pero debéis saber que en la época de Dhain I se grabó una placa conmemorativa que todavía se conserva en los salones de Erebor, cuando gustéis yo mism...

Beli y Caranthir acababan de enzarzarse en la enésima discusión acerca de la fiabilidad histórica de los registros que elfos y enanos mantenían, en lo que ya era una escena habitual para el resto de miembros de la compañía que, como la cosa no pasaba a mayores, se intercambiaban miradas, a veces divertidas a veces de resignación, a cada nueva vez.

En esas estaban cuando la aparición del muchacho entre los cañaverales los hizo ponerse repentinamente en alerta.

- ¿Qué ocurre, pequeño?, ¿de que guardias hablas?, cálmate y respira profundo y después dinos que está pasando para que podamos ayudarte... - dijo Beli intentando tranquilizar al chico.

La discusión con el enano había terminado en el mismo terreno en que solían acabar cuando de historia y saber antiguo se trataba. Caranthir escuchaba la diatriba de Beli como si oyera llover. ¿Por qué las razas mortales no terminaban de entender que, para los elfos, la historia era memoria viva, no recuerdos o textos escritos en legajos polvorientos, traducidos una y otra vez según pasaban las generaciones para que ese saber no se perdiera, y sin embargo se perdía en las traducciones?

Por suerte, la irrupción de un niño humano, lloroso y nervioso, interrumpió al enano. Pero las circunstancias de aquella interrupción, a juzgar por sus palabras, más bien hacían merecedor un "por desgracia". Beli, no obstante, ya se había adelantado y sugerido al infante calma, por lo que no parecía necesario redundar a tal efecto. En su lugar, el elfo se centró en estudiar la situación y ver si se le ocurría alguna razón por la que unos guardias quisieran atacar a su patrón.

Trotter intercambió una mirada de diversión con Beran mientras escuchaban la sempiterna discusión entre Beli y Caranthir de camino hacia la madriguera, donde tenían planeado organizar una pequeña reunión para el segundo desayuno.
Desde que habían regresado de los pantanos, los dos compañeros se pasaban horas y horas a la gresca, sin que por ello se empañasen las relaciones entre ambos.
El hobbit se dirigió en un susurro a Frida, que por llevar menos tiempo con ellos podía estar asustada de la vehemencia de las aseveraciones del enano, que podían hacer temer a quien no le conociera el estallido de un conflicto diplomático entre el bosque negro y Erebor de un momento a otro. - Tranquila; ahora Caranthir comenzará a mirar al infinito durante un rato hasta que a Beli se le olvide la historia, y dentro de media hora serán mejores amigos de nuevo. Por lo menos durante un par de horas. - Las discusiones entre el elfo y el enano, si bien eran en extremo frecuentes, nunca solían durar mucho tiempo.

La llegada de un niño en un importante estado de agitación aceleró el final de la discusión. Lo primero era intentar tranquilizar al chiquillo para que pudiera explicarse con algo más de sentido.

- No te preocupes, vamos a ayudarte. Pero párate un momento y escucha a Beli; toma aire y respira antes de hablar. Necesitamos que nos cuentes lo que ha pasado con un poco más de detalle; si vas tan atropellado se te pueden olvidar cosas importantes, y necesitamos todos los detalles para ayudar a tu padre.

La brisa que soplaba suavemente en las aguas del Lago llegaba a Beran en forma de agradables caricias. El aire fresco y el sonido del agua le recordaban a su hogar, donde la naturaleza era su compañera constante. Habían pasado meses pescando y viviendo una vida tranquila, lejos de las tensiones y peligros del viaje que habían emprendido. Sus compañeros aderezaban el encuentro con su graciosa conversación, mientras él observaba las runas de la vieja ciudad. La belleza del paisaje le brindaba cierta paz y en su imaginación las gemas de Smaug brotaban de las orillas, pero eran las olas espumosas brillando con el sol.

La tranquilidad se rompió repentinamente cuando el niño les suplicaba ayuda y el instinto protector del beórnida emergió para recibir al niño.

—Tranquilo, pequeño. Estamos aquí para ayudarte. Cuéntanos lo que ha sucedido y haremos lo que esté en nuestras manos para ayudar a tu padre —el tono calmado y tranquilizador de los beórnidas que cuidan de sus raíces se reflejaban en sus palabras y a partir de ahora no iba a dejar que le pasara nada malo.

Frida caminaba junto a Trotter, a escasa distancia detrás de Beli y Caranthir, oyendo el intercambio de opiniones que el enano de la Montana Solitaria y el elfo del Bosque Negro mantenían sobre los registros conservados por ambas culturas. Aunque la joven llevaba poco tiempo formando parte del grupo, y al principio dichos intercambios de opinión la habían llegado a alarmar, ahora estaba tan acostumbrada a ellos que ya nos les prestaba atención. Cuando el hobbit le comentó lo que  era lo más probable que ocurriese a continuación, se limitó a sonreír y a seguir sumida en sus propios pensamientos.

Entonces vio que algo, o alguien, corría hacia ellos, gritando, e instintivamente su mano derecha se dirigió hacia la espada que colgaba junto a su cadera izquierda. Al darse cuenta de que se trataba de un niño, y de que éste solicitaba su ayuda para rescatar a su padre, soltó el arma, y se acercó al muchacho, al igual que habían hecho el resto de sus compañeros. Después, mientras ellos intentaban calmarle, y hacer que les contase lo ocurrido, se limitó a esperar, escudriñando el paisaje que había a su alrededor.

No parecía que las palabras tranquilizadoras de Beli, Beran o Trotter sirvieran de consuelo para el pequeño, cuyas palabras salen de su boca de forma torrencial y aterrada y sigue sollozando igual de alterado. Os mira desde su baja estatura, sobre todo a Beran y Frida, mientras trata de explicarse.

- ¡Mi padre! ¡Vamos hacia el bosque Negro y quieren matarle! ¡Me dijo que echara a correr! ¡Que buscara ayuda! ¡Ayudadme! ¡No hay tiempo!

Tanto el enano como el elfo, podéis ver que la situación parece desbordar al chico, por lo que no dudáis de que sus palabras no solo deben ser ciertas, si no que su urgencia está más que de sobra justificada. Este coge a Trotter de la manga de su camisa y tira de esta, apremiándole a que le siga a toda prisa.

La situación debía de ser realmente desesperada cuando las palabras tranquilizadoras de Beli, Beran y Trotter no surtieron efecto alguno. Aunque también era probable que, dada la juventud de su interlocutor, el asunto le pareciera más grave de lo que realmente era. Pero en el mismo instante en que mentó el Bosque Negro, el elfo tuvo claro que podía haber realmente un problema: los guardias posiblemente querrían más dinero por seguir semejante ruta... Y el padre del crío quizás no quería pagarlo.

- Vayamos pues a echar un vistazo. - Caranthir empuñó la lanza como si de un bastón se tratase y se dispuso a seguir a Trotter, al ver como el niño apremiaba al hobbit con continuos tirones de su manga. En el fondo, aun esperaba que todo fuera una discusión por un aumento del precio que pagar por escoltar a unos viajeros por una ruta peligrosa.

Después de unos merecidos meses tranquilos y provechosos, esta era la primera vez que algo le preocupaba. Las palabras del niño parecían sinceras y sus sollozos aseguraban que el padre del muchacho corría peligro. El niño, que se fijaba más en Beran y Frida, parecía ser un cachorro humano y probablemente considerase a Trotter como otro más, dada su actitud.

La mención del Bosque Negro le hizo fruncir el ceño.

—¿Ibais al Bosque Negro, pequeño? ¿Solos padre y tú? —preguntó Beran, dudando de las motivaciones del adulto. Llevar a niños al Bosque Negro lo consideraba peligroso, incluso si solo era bordear las ciénagas—. Llévanos, pequeño, pero no te adelantes más que nosotros. Debemos protegerte.

Ahora, las motivaciones de Beran eran, además de proteger al niño y su padre, descubrir lo que sucedía más allá del conflicto.

- Estoy de acuerdo con Caranthir. Vayamos a ver qué ocurre y cómo podemos ayudar - dijo Frida después de que el elfo terminase de hablar. Esperaba que pudiesen llegar a tiempo al lugar en el que se encontraba el padre del muchacho y pudiesen resolver la situación de la mejor manera posible. Si podía ser sin derramamiento de sangre, mucho mejor. 

Después, al ver que el niño agarraba la manga de la camisa de Trotter y tiraba de él, comenzó a caminar tras ellos, con paso apresurado, confiando en que el resto del grupo haría lo mismo también.

- Me pregunto qué asuntos habrán hecho que este chico y su padre quieran internarse en el Bosque Negro, y por qué sus guardias les quieren matar -

A Trotter siempre le había sorprendido la fuerza que tenían los humanos ya desde niños. Este ejemplar en concreto, sin estar aún cerca de la adolescencia le sacaba media cabeza y con su tirón pudo arrastrar fácilmente al mediano, que, para evitar caer y para darle apoyo, corrió a su lado sintiéndose ligero como una pluma por la tracción que le daba el tirón de mangas, seguido a corta distancia del resto de sus amigos.
Sobre todo se cercioró de no alejarse mucho del resto.
Si el niño estaba exagerando o la vida de su padre corría ciertamente peligro, se enterarían pronto.

A Beli no le cabía la menor duda de que el chiquillo estaba en apuros y que la situación apremiaba, así que se aprestó a seguir a Trotter y a su joven guía en su carrera, ¿qué sería lo que podía llevarlos a él y a su padre a dirigirse al Bosque Negro?. Probablemente era una pregunta que debería ser respondida a su debido tiempo, pero ahora la prioridad era otra.

Echó mano a la piqueta que colgaba del lateral de la voluminosa mochila en la que el enano cargaba su impedimenta, lo que para un humano hubiera supuesto una carga difícil de soportar, el enano la transportaba como una pluma, al fin y al cabo, nunca se sabe lo que puedes encontrar a la vuelta del camino.

El chico os conduce una corta distancia, rápido aunque todavía sollozando, hacia el sendero que lleva hacia el bosque desde el antiguo emplazamiento de la ciudad de Lago. Sabéis que este sendero está ahora prácticamente tapado por la vegetación, y muy poca gente suele pasar por aquí, puesto que la ciudad se tuvo que trasladar después de la muerte del dragón.

Una vez el muchacho detiene su carrera, encontráis a un hombre de espaldas a un árbol, sujetando una gruesa rama en la mano. Frente a él, otros tres hombres están rodeándole con las espadas desenvainadas. Uno de ellos luce un fuerte y reciente golpe en la cabeza, pues todavía está sangrando, posiblemente consecuencia de un impacto de la rama del primer hombre.

Al percibir la presencia de la compañía, el más musculoso del trío gira su cabeza hacia vosotros.

- ¡Largaos! - os grita - ¡Esto no os concierne!

Al terminar tu carrera y ver aquella escena, reconoces inmediatamente a esos tres guardias como Jonar, Kelmund y Finnar, tres conocidos alborotadores de la ciudad del Lago. Es bien sabido que hace unos cuantos años eran matones al servicio del antiguo gobernador. El nuevo gobernador, más sabio que su predecesor, les expulsó del servicio cívico y ahora no son más que ladrones y espadas de alquiler.

- ¡Jonar, Kelmund, Finnar, dejad tranquilo a ese pobre hombre, y largaos de aquí! - gritó la mujer del Lago, al reconocer a los tres matones, sintiendo como una cálida oleada de ira comenzaba a recorrer su cuerpo - ¡Pensaba que después de haber estado al servicio del antiguo gobernador no podíais caer más bajo, pero ya veo que estaba equivocada -

Frida avanzó un par de pasos, echando mano a su arco. Quería que aquellos tres rufianes supieran, sin dar lugar a confusión, cuál era su intención si no la hacían caso.

- ¡Vosotros decidís! ¡Quedaros, y que el Bosque Negro se convierta en vuestra tumba, o marcharos, y poder ver un nuevo amanecer!

Jonar, el que parece ser el cabecilla del grupo, fija sus ojos en Frida, impasible completamente ante sus palabras.

- Te conocemos también, niñita de papá - le responde - no estás cerca de tu amado Consejo cívico para protegerte. Este hombre - dice ahora sí dirigiéndose a todos vosotros mientras señala con un dedo al hombre arrinconado - nos ha engañado; sólo estamos recuperando lo que se nos debe. ¡Nada más!