Partida Rol por web

"Hay criaturas más antiguas y horribles que los orcos en las profundidades del mundo."

La compañía se prepara para proseguir su viaje con Baldor revisando la mercancía de la caravana y el joven Belgo tomando cuidado de los ponis.

La parte occidental del bosque Negro es hosca y peligrosa, eso lo sabéis, aunque esta parte del bosque se encuentra lejos de la Sombra del sur y en algunos lugares el aire no está tan estancado y la luz brilla más. A veces, a través de algún hueco en el dosel del bosque, podéis ver el cielo despejado por encima. A esa luz que se filtra, la compañía ve piedras marcadas con runas, o montones de rocas que demuestran que antaño hubo hombres que vivieron por aquí. Incluso encontrándoos aún bajo la sombra del bosque Negro, todos podéis notar que la temperatura aumenta y, conforme avanzáis, empezáis a sentir mucho calor.

Ya es mediodía cuando un sentimiento de fatiga parece surgir del terreno hasta encaramarse por vuestras piernas. Las moscas zumban alrededor de vuestros oídos y el agua que gotea de un centenar de arroyuelos suena como una canción de cuna a media voz.

Aunque el calor que emanaba del bosque resultaba cada vez más difícil de tolerar, el camino se ponía cada momento más interesante, comenzando a atisbarse hitos de antiguos viajeros, runas y mensajes que mantenían ocupado al joven hobbit no permitiéndole pensar en la carga que ya se iba haciendo notar para su pequeño cuerpo. - ¡Mirad, un trozo de cielo despejado! Incluso en lo profundo del bosque negro, los cielos son azules... ¡Pronto llegaremos a un lugar abierto y podremos disfrutar de la brisa del valle de nuevo, no desfallezcáis!

Aunque en el siguiente tramo de su viaje comenzaron a vislumbrarse signos de que el Bosque Negro se encaminaba hacia su linde occidental, Caranthir sabía que era ahora cuando más peligro corrían. Pues en ese momento comenzaba a crecer la confianza y a bajar la guardia.

- No os relajéis. Hasta que no dejemos atrás el Bosque Negro, no estaremos realmente fuera de peligro. ¡Atención ahora, pues es cuando más arriesgado será todo!

El aviso del elfo vino propiciado no tanto por las alegres palabras del hobbit, si no por el extraño cansancio que, desde el suelo, parecía trepar y atrapar sus piernas como si de unas manos invisibles se trataran.

Siendo que podía compartir su pesada impedimenta con los ponis y animada charla con sus compañeros, en especial el pequeño Belgo y el jovial Trotter, el camino le resultaba agradable y ligero al enano quien trataba de ayudar en la medida de lo posible asumiendo las tareas de montar el campamento para que los más fatigados pudieran tomarse un momento de respiro.

En una de esas pausas se acercó con un puñado de hierbas a Frida que se había quitado las botas y acababa de estallarse una molesta ampolla:

- Caléndula, puedes hervirla en agua y aplicarla con un paño limpio, seguro mañana esa rozadura estará mucho mejor, se sentó al lado de la mujer, - Sabes, he estado pensando estos días en los truhanes que estaban asaltando a Baldor, ellos te conocían, debes ser precavida cuando regresemos a Ciudad del Lago, no sea que hayan tramado alguna fechoría...

Beli se incorporó y se ató un pañuelo a la cabeza, buscando protegerse del sol y evitar que el sudor resbalase desde su frente al rostro. Desde que habían alcanzado la parte más occidental del Bosque Negro los días parecían haberse hecho más calurosos y una sensación de modorra parecía haberlos alcanzado a todos. Dejó caer sobre su cabeza un chorro de agua para sacudirse el bochorno ofreciéndosela después a Caranthir.

- No desfallezcáis, maese elfo, ¡un poco más y lo habremos conseguido!

El viaje por la parte occidental del Bosque Negro, a pesar de que el aire estaba menos viciado y había tramos en los que algún claro dejaba ver el cielo, y a pesar de la jovialidad de algunos de sus compañeros, como Trotter, se le hizo a Frida más cansado y complicado de lo que esperaba, hasta tal punto que en sus pies aparecieron unas molestas y dolorosas ampollas.

- Gracias - dijo, aceptando con agrado la planta curativa que Beli le ofreció en uno de los descansos, esperando que, de verdad, hiciera efecto tan rápido como el enano decía.

- ¿Te refieres a Jonar, Kelmund, y Finnar? - preguntó cuando su compañero hizo mención a los tres rufianes a los que Baldor había contratado por error como guardias, y en los que no había vuelto a pensar desde su desafortunado encuentro con ellos. - No creo que sean tan valientes como para intentar nada, sobre todo teniendo en cuenta que ya no tienen el apoyo del antiguo gobernador, pero aún así me mantendré en alerta. Gracias por el consejo, amigo -

El último día fue el peor de todo el viaje, pues un inquietante calor hacía que a la mujer del Lago le costase más que nunca avanzar.

- Este calor no parece normal - pensó mientras se concentraba en hacer que sus piernas se movieran - ¿Y por qué me zumban los oídos como si tuviera cientos de moscas a mi alrededor? ¿Será, quizá, que he contraído alguna enfermedad en la casa de aquel extraño ermitaño? -

Recién entrada la mañana, siguiendo la sabiduría de los elfos, Beran entregó el regalo del ermitaño, envuelto en su propio paño, a quien le había advertido de sus poderes.

—Si la hoja partida pertenece a vuestro reino, lo más sensato será que viaje con individuos afines —dijo a Caranthir, alzando su mano con el objeto para entregárselo—. No he tenido ningún malestar durante la noche. Si de verdad oculta un poder oscuro, el trapo lo amortigua. De igual manera, tómalo, este recuerdo perdido pertenece a vuestra historia.

La temperatura aumenta y la fatiga se apodera del terreno, pero el beórnida no deja que esto lo desanime. Siente el calor en su piel, una sensación poco común en las frías montañas que llama su hogar. Las moscas zumban a su alrededor, y el sonido del agua goteando crea una melodía monótona. Ese tintineo se hace cada vez más insoportable.

Pese al buen ánimo que parece acompañar en esta etapa de vuestro viaje, el camino empieza a hacerse más duro y fatigoso para algunos de vosotros; algo que podría entenderse perfectamente en el pequeño Belgo o incluso el propio Baldor, menos acostumbrados seguramente a la oscuridad del bosque Negro, pero estos no son los únicos. Para Beran y Caranthir esa fatiga parece ir más allá del propio cansancio del viaje hasta el punto que comienzan a caminar algo más lento y a quedarse atrás, ralentizando ligeramente la marcha pero no tanto como para frenarla. El resto se pregunta si no sería una buena idea hacer alguna pausa antes de que pase el mediodía y retomar el camino después de comer algo frugal.

Pese a las sombras del bosque el caminar con el sol en su zenit estaba resultando agotador para buena parte del grupo de aventureros. Beli avanzaba al frente del grupo observando con atención el entorno, se había percatado de que poco a poco Caranthir y Beran se iban quedando rezagados y, cuando vio un claro sombreado con una pequeña colina, decidió levantar la mano para parar la marcha.

Como Belgo se daba buena mano con los ponis pidió al muchacho que buscase una buena sombra para que descansasen y a Trotter que echase un ojo para ver si había algún arroyo cercano dónde pudieran abrevar los animales. Una vez todos se hubieron quitado sus fardos y buscado un lugar confortable para descansar y comer algo, el enano se acercó al elfo.

- Sois terco como una mula minera, maese elfo, no entiendo porque insistís en cargar vuestro pesado fardo cuando estas nobles bestias pueden aligeraros el viaje, dijo mientras señalaba a los ponis que aprovechaban el descanso para mordisquear el pasto y las ramas bajas de los árboles.

Palmeó entonces cordialmente al elfo en un intento de darle ánimos para lo que quedaba de viaje. 

- Necesitamos vuestros sentidos alerta, amigo mío, como bien habéis dicho no estaremos fuera de peligro hasta que abandonemos el Bosque Negro...

Algo maligno estaba operando en aquella región. A Caranthir cada vez le quedaban menos dudas de ello. Y también menos fuerzas para dar el siguiente paso. Así que no le extrañó que la comitiva hiciera un alto para tomarse un respiro y que tanto el beórnida como el elfo recobrasen fuerzas y no se rezagaran. Sospechaba que eso era lo que buscaba el encantamiento que pesaba sobre la zona.

- No necesito mucho de mis sentidos para saber que estamos en peligro. Este cansancio no es natural. - Replicó al enano cuando éste intentó bromear con su tendencia a llevar a cuestas su propio equipaje. - Debemos detenernos lo justo aquí; deberíamos alejarnos de este lugar cuanto antes. Preferiría pernoctar lo más lejos posible y ya me preocuparé de descansar cuando estemos a salvo fuera del Bosque Negro. No confíes mucho en las bestias de carga; algo en el bosque podría asustarlas, salir en estampida y quedarte sin tus fardos en medio de la floresta.

Caranthir se tomó unos instantes de pausa antes de añadir aquella advertencia al enano, como si quisiera enfatizarla por encima de sus otros avisos.

El beórnida siente la pesadez que se cierne sobre él mientras avanzan por el bosque Negro. Aunque su resistencia es considerable, la oscuridad del bosque Negro ejerce su influencia. Le cuesta seguir el ritmo, quedándose rezagado. La propuesta de hacer una pausa antes del mediodía para recuperar fuerzas no cae en oídos sordos y no es hasta que Beli proclama una pausa que logra alcanzarles. Allí observa a Belgo y a su padre y nota una evidente incomodidad que la oscuridad del lugar les causa.

—Belgo, Baldor, ¿cómo os encontráis? —pregunta Beran, preocupado por ellos. Después se acerca a Caranthir y los demás para susurrarles—. El paseo es por este bosque es más pesado y agotador de lo que acostumbro, como tener una carga extra en las espaldas. ¿Qué nos acecha que desprende semejante influencia?

El sabio elfo ya les había salvado de alguna buena gracias a su instinto refinado. Sería necio ignorar sus advertencias ahora. De modo que si debían continuar, Beran estaba de acuerdo.

Al pequeño Trotter, asustado como estaba por los cuentos de su abuela orientados a evitar las ínfulas aventureras en los jóvenes hobbit, y que hablaban sobre artefactos malditos en tierras humanas, no se le escapó que los dos que habían cargado con el filo del hacha eran los que peor estaban sobrellevando el viaje por el bosque negro en esta ocasión.

Preocupado por sus amigos, se lo hizo saber a Caranthir en la ocasión, magníficamente orquestada por Beli, en que pudieron descansar un poco. - Maese elfo, esa pesadez que sentís... ¿Pudiera ser obra del filo que portáis, y que Beran llevó anteriormente?
Ya sé que es un arma de factura humana, pero, ¿ha podido alguna criatura oscura impregnarla con su poder?

Si es así  y nos turnamos en llevarla, quizá no sintamos esa pesadez con tanta intensidad. - Aunque Beran la había tocado sólo unos segundos y también se le notaba extenuado, con lo que su teoría hacía aguas por ese lado. Pero aún así le ofreció su ayuda al elfo. - Contad conmigo para ayudaros a portar ese fardo.

Caranthir insistía en seguir caminando, y la opinión del elfo tenía el mayor respeto dentro del grupo, ya que su juicioso parecer les había sacado ya de más de un aprieto, por lo que tras la pequeña pausa para recuperar fuerzas se dispuso a partir de nuevo, recuperando la carga que había dejado sobre el poni siguiendo el consejo de su amigo. Esperaba que, como decían, el final del trayecto por el bosque no se encontrara ya lejos.

Baldor y Belgo han permanecido en silencio buena parte de esta etapa de viaje. Ambos asienten ante las palabras de preocupación de Beran, queriendo dar a entender que se encuentran bien o, al menos, todo lo bien que cabría estar dada la situación. Al comerciante se le puede ver cansado por la marcha, incluso sudoroso por el calor, pero pareciera que no lo está más que cualquiera de vosotros. El que podría preocuparos es su hijo, que camina cabizbajo mientras sujeta las riendas del poni que va en cabeza de la caravana y apretando en su mano derecha el talismán recuerdo de su madre. Si bien nadie duda de su valía, pues ya ha demostrado estar a la altura pese a su edad, sin duda es demasiado joven para tener que soportar todo lo que está teniendo que vivir.

Sabes que el territorio que atravesáis fue colonizado por la raza de los hombres hace ya demasiados años, donde se asentaron y levantaron sus casas de madera gracias a la tala de los árboles de la zona. Hay quienes dicen que los árboles aún recuerdan la mordedura de sus hachas...

Algo te dice que no estáis a salvo, y que no lo estaréis a menos que tú protejas a la compañía. Necesitas encontrar un refugio para ellos... uno cercano y fresco... donde el calor sofocante no nuble vuestro juicio...

Eres el más preparado de todos tus compañeros; sin duda que lo eres. Siempre ves venir el peligro mucho antes que ellos y gracias a eso os habéis salvado en más de una ocasión. Confían en ti y escucharán tus sabias palabras para ponerlos a salvo... y deberían hacerte caso... Llévalos fuera del camino... busca cobijo... ocúltalos de la luz del sol...

Si bien esta parte del viaje estaba siendo complicada para toda la compañía, era evidente que estaba afectando muchísimo más tanto a Beran como a Caranthir, quizá debido a que, como más tarde diría el hobbit, ellos eran los únicos que habían tocado el fragmento del arma, y éste podría haberles impuesto algún tipo de maldición. Por eso cuando el enano propuso que hicieran un descanso, a Frida le pareció una excelente idea, pues era necesario que todos estuviesen en óptimas condiciones para poder cumplir con su cometido de escoltar a Baldor y a su hijo.

- ¿Estás bien, muchacho? - Le preguntó a Belgo una vez reanudaron la marcha, preocupada por él, pues éste hacía ya tiempo que caminaba en silencio, cabizbajo, sujetando las riendas del poni con una mano, y apretando con la otra el talismán que colgaba de su cuello. - Sé que hace poco tiempo que nos conocemos, y que sólo soy una de las personas que tu padre ha contratado para que os protejan si surgen problemas durante el viaje, pero si hay algo que te preocupa, quiero que sepas que puedes contármelo. -

Tras la breve pausa, el beórnida avanza con precaución, atento a cualquier indicio que pueda guiarlos a una catástrofe cercana. Observa el bosque a los dos lados del territorio y siente su gran hacha vibrar. Sin lugar a duda pasean por un territorio marcado por las hojas de antiguos hombres. Parece como si los árboles lejanos observasen de vuelta recordando aquellos días antiguos en sus cicatrices. La hoja del ermitaño bien reposa con el elfo, evitando la ofensa de ser expuesta en un campo de batalla.

—Estamos en tierras que una vez fueron colonizadas por los hombres, pero el paso del tiempo ha cubierto sus huellas —murmura.

Beran frota sus ojos. De alguna manera aquello pesa lo suficiente para tenerle inquiero. Le urge la necesidad de encontrar un refugio fresco, libre de todo conflicto. Con un poco más de esfuerzo se sumerge en la tarea de buscar indicios que los lleven a un descanso seguro, intentando discernir entre la maraña de árboles.

Beli, quién era escéptico por naturaleza, se detuvo para escuchar la conversación de sus compañeros mientras se rascaba perplejo la parte de atrás de la cabeza.

- ¡Paparruchas!, refunfuñó dejando bien clara su opinión sobre el tema, - Ese hacha es una hermosa arma, forjada por un hábil artesano y por su nombre debía hacer un bello trabajo cuando se trataba de combatir a lobos o huargos.

- Todos estamos cansados, lo entiendo, pero nos queda solo un último esfuerzo, pensad maese Trotter, que cuando salgamos del bosque, Caranthir os permitirá de nuevo sacarle el polvo a esa mandolina vuestra, dijo intentando infundir algo de ánimos a sus compañeros. 

Los extraños pensamientos que le habían asaltado durante el alto habían hecho que Caranthir se pusiera en pie como impulsado por un resorte. Sus sentidos se enfocaron en el bosque a su alrededor, como si esperase desvelar la presencia de alguna entidad que le hubiera sugerido tales cosas. En una cosa tenía razón, sin embargo: debía de sacar a sus compañeros del bosque con seguridad. Y aquello debía hacer... pero sin ir contra lo que la razón y el sentido común le decían. La única certeza en el Bosque Negro era no abandonar el sendero élfico.

- Apresurémonos, debemos alejarnos de esta zona cuanto antes.

Incluso si aquello le agotara aun más, tenían que dejar aquel lugar rápidamente. Y hacerlo mientras aun fuera capaz de pensar con cordura. Porque sólo la locura podía sugerir salir del camino e internarse en el bosque. Y mientras fuese capaz de reconocerlo como locura, significaba que aun tenía un atisbo de cordura y lucidez.

El pequeño Belgo parece escuchar las palabras de consuelo y ánimo que Frida le brinda, pero sin mirarla siquiera a los ojos, cabizbajo aún como si anduviera perdido en otros pensamientos. Beli igualmente intenta levantar la moral de toda la compañía, viendo que por momentos parece disminuir ante el caluroso día de otoño al que se enfrentan en este tramo del viaje.

Por su parte, Beran hace las veces de guardián y de explorador a la misma vez, sintiendo esa urgencia de hallar un lugar seguro lejos de aquella sensación que bombea su corazón; y es ese instinto el que gobierna sus pasos y le empuja a un lugar al margen del sendero. Caranthir también como si percibiera la Sombra caer sobre el grupo, lanza su advertencia y consejo con una misma frase, con la misma urgencia con la que el beórnida comienza a internarse entre los árboles.