Partida Rol por web

Cae la noche cuando la compañía llega al fin a Bree. Las últimas jornadas han sido agotadoras pero dentro de ellos tienen la certeza que el cansancio físico es un precio muy pequeño a pagar a cambio de no haber atravesado las nebulosas quebradas donde moran antiguos habitantes de estas tierras fallecidos hace siglos.

Dírhael os cuenta que se puede encontrar una puerta más pequeña que se abre cerca del final del brazo norte del gran seto, donde gira de nuevo hacia el este, en dirección a la colina. Rara vez se utiliza, si es que alguien lo hace, ya que conduce a un sendero que lleva al Camino Verde, el Camino del Norte que solo utilizan los montaraces y otros vagabundos de mala reputación. Hace un gesto de disculpa con la mano.

Llegar después de la noche obligaría a responder muchas preguntas indeseadas por lo que el dúnadan os apremia a pesar de la pesadez de los pies para acceder a Bree de forma sigilosa y dirigiros a la posada del Poni Pisador

Os dejáis llevar por Dírhael hacia la posada viendo con esperanza que será un lugar donde arrojar vuestra ropas sucias y vuestros cuerpos aún más sucios después de varias jornadas por las colinas. 

Cuando abre la puerta os sorprende el ruido de las voces. Gente. Personas grandes y pequeñas hablando y gritando. ¿Hace cuánto tiempo que vagáis por la soledad de las llanuras de Eriador?  Os sentís algo aturdidos y más aún cuando un hombre, el dueño claramente por el mandil manchado y la actitud de bienvenida, se dirige hacia vosotros.

Mira con desconfianza a Dírhael y con sorpresa a Ithildir a quien hace una reverencia algo torpe: Mi nombre es Bernabé Mantecona. Sois bienvenidos a mi humilde posada. Veo que venís de lejos y nadie de las puertas se ha tomado la molestia de avisarme. Oh, perdonar. ¿Queréis unas habitaciones antes de la cena? ¿Cómo andan las cosas ahí fuera? Porque claramente no sois de La Comarca y ahí las cosas siempre andan revueltas.

Therusia se sentía aturullada con tanto ruido. La gente, el volumen, los empujones al pasar de aquellas gentes sin tolerancia al alcohol o víctimas de la prisa. Por un momento, sintió que todo aquel ruido le iba a volver loca, hasta que se dio cuenta de un detalle: los susurros del ente encerrado en aquel anillo, maldiciéndola continuamente, se oían menos con todo aquel jaleo. Al resonar dentro de ella no se apagaban, pero desde luego, era mucho más soportable.

—Revueltas—respondió secamente la enana, haciendo gala de su don de gentes, aunque dándose cuenta de su actitud, intentó remediarlo — Y sí, buscamos habitaciones y comida, si no es molestia. Me han hablado muy bien de las posadas de Bree y mejor de su cerveza.

Bree. Por fin Bree. Por fin un núcleo de población. A la vista estaba que no sería ni el más cómodo ni el más tranquilo, pero el galadhel en aquellos momentos se contentaba con cualquier cosa que no fuese dormir otra noche más al raso y con otra jornada de marcha en vista.

Ithildir se sorprendió gratamente al notar tal buen humor entre las gentes, grandes y pequeñas, que alborotaban la taberna. Sin embargo, no tenía la mas mínima intención ni energía de unirse a la fiesta.

—Muchas gracias, señor Mantecona —respondió, devolviéndole algo más grácilmente el saludo—. ¿Tendría habitaciones disponibles para todos? Si no tiene individuales, no me importaría compartir una con mi compañero. Siempre y cuando él piense igual. Pero si me gustaría poder ubicar y relajarnos en nuestras dependencias antes de cenar. Oh, disculpe. Mi nombre es Ithildir y provengo del otro lado de las montañas. Ya habrá tiempo de comentar las novedades de por aquí y de por allá, si no le importa.

El elfo echa mano de un bolsito de piel y deposita unas monedas en la mano del posadero.

Mantecona sonríe al notar el peso de las monedas del elfo y da varias palmadas Bob, pequeño dormilón!!! Bob ¿dónde te has metido? Hay gente esperando!!! BOBBBB!!!!!! 

Se sacude las manos en el mandil con un poco de nerviosismo evidente y desde la cocina veis aparecer a un mediano de aspecto joven y sobre todo saludable con la boca manchada de restos de azúcar y todavía masticando. Os sonríe y varias migas caen sobre su camisa donde las sacude con energía, va a hablar pero no puede hasta que una vigorosa palmada del posadero le hace sacar el contenido de la boca que acaba en el suelo y son un suspiro os habla:   Bienvenidos señores, hagan el favor de acompañarme a sus habitaciones. Las damas en el ala de la izquierda y los caballeros por la derecha por favor. Si necesitan agua caliente ... esto... disculpe ese es el lado de las mujeres dice llamando la atención a Therusia. Esto... bien... eh.... si necesitan algo llámenme. Deja en las manos de Ithildir varias llaves numeradas y sale corriendo con la cara roja hasta las orejas.

Bien, ese muchacho recordará para siempre el día que descubrió que había mujeres enanas... Bien, ¿os parece que nos veamos en media hora en el salón? tiempo de sobra para quitarnos de encima el polvo del camino y coger ánimos para afrontar las voces y el griterío de ahí abajo.

—Creo que prefiero estar con las damas. Ya hemos compartido alcoba varias veces y no roncan menos que yo— respondió con sorna la enana, cortando al muchacho. Dirhael pareció divertido ante la actitud del muchacho, pero Therusia no parecía verle la gracia al asunto. Por una parte, le enfadaba que le confundiesen con un varón. Por otra, era consciente de la rareza de u viaje, y si el muchacho se iba de la lengua, sería fácil rastrearlos—. Eso será si ha caído en cuenta. Me es indiferente lo que cuente, aunque por el bien de nuestra misión será mejor que mantenga la lengua pegada al paladar. ¡¡Bah!! Igual da. Espero que encontremos pronto a ese montaraz

     Cuando abandonáis el salón te das cuenta de la mirada inquisidora de una figura encapuchada que permanece en las sombras, para cualquiera que no tenga ojos de elfo. Mira con interés hacia vuestro grupo y después dejando unas monedas de cobre sale de forma furtiva por una puerta lateral. No sería nada extraño de no ser por un tatuaje con forma de runa en el brazo que queda descubierto cuando roza a un parroquiano, es una runa en Lengua Negra y eso siempre es una mala señal.

—Muchas gracias, maese Bob. Que tengáis buen día.

El elfo esperó a que el pequeño se marchara. Y antes de hablar se cercioró de que nadie más estuviese cerca.

—Debes comprender que no es algo común, mi estimada Therusia. Anda, aquí tenéis las vuestras —dijo, tendiendo las llaves a la enana.

En ese momento Ithildir sonrió, haciendo un gesto a sus compañeras para que se acercaran.

—En la sala común había un tipo extraño que parecía tener interés en nosotros. Encapuchado y con una marca en el brazo, que estoy seguro era una runa de la Lengua Negra. Debemos ser cautos —murmuró en confianza.

     Las habitaciones son acogedoras, algo pequeñas para Ithildir pues tiene que vigilar las vigas del techo para no ir golpeándose con ellas pero la presencia de maderas envejecidas por el paso de tiempo y viajeros y una alfombra, algo desgastada, invitaban a quedarse en el lugar y disfrutar del descanso.

     A los pocos minutos van sonando las puertas y aparece Bob cargado con jarras de agua hirviendo que coloca junto a unos barreños. De forma solícita os señala un sistema de cierre que debéis retirar para que el agua acumulada caiga hacia un sistema de canalización que se la lleva hacia algún lugar. Regalo de los enanos al abuelo del Señor Mantecona dice el sonriente hobbit.

     El tiempo acordado se desvanece antes de que os deis cuenta y junto a él las pocas energías que os quedaban. Salir del agua, ponerse ropa no muy sucia y volver a atarse los cordones de las botas supone un pequeño suplicio antes de dirigiros de nuevo al salón donde el ruido ha aumentado de volumen, al igual que el número de parroquianos que en una esquina cantan, en otra parecen jugar a algún tipo de juego de dados y fichas que hace que griten enfervorecidos y más allá discuten acaloradamente sobre algún asunto que no llegáis a entender.

     Mantecona os recibe nuevamente con su eterna sonrisa y os lleva hacia un reservado Aquí podrán estar algo más tranquilos, no puedo evitar a mis clientes más... intensos, pero somos buena gente que gusta de la compañía de los nuestros y de la buena cerveza. En un momento les traeré algo de comer y unas pintas locales.

Llegué cansada, con los pies doloridos y el ánimo bajo. Ni siquiera Caín hacía que me animara algo, y eso que el can se esmeraba en hacerme mimos. Bree era la población más populosa en la que había estado y el Poni Pisador la taberna más ajetreada que había visto. Pasar de los ruidos típicos del campo al bullicio de la sala principal hizo que me empezara a doler la cabeza. Fui con gusto a la habitación que nos habían dado y estuve a punto de quedarme dormida en la mullida cama. El golpeteo de la puerta y la aparición del mediano con el agua caliente me despejaron un poco. Me aseé y me cambié de ropa, aunque la muda nueva no estaba en mejores condiciones que la que llevaba al llegar. Al poco, salí junto a los demás al gran salón para cenar algo. Caín se quedó al lado de mi cama, tumbado en una alfombra. Según Ithildir, allí había un tipo sospechoso, así que habría que andarse con cuidado y no hablar muy alto.

-"Allí parece haber una mesa libre. Cenemos rápido y vayamos a descansar, me muero de sueño y de cansancio." Dije bostezando.

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   Tras trotar aquí y allá, allá y aquí y posiblemente por acullá, he aquí que estamos en, en... ¿Bree? Si, esto es Bree. Desde luego esto no parecen ya las quebradas, aunque esté en una colina. Voy trotando con los demás cual poni por la calle del pueblo. Lo bueno de estos sitios es que posada sólo hay una. Y posiblemente taberna otro tanto, y también sea la posada.

   Entramos.

   Luego dejo la parte diplomática a elfos y enanos, o enanas, todo el mundo sabe que los enanos son muuuuyyy diplomáticos, sonrío para mí. Y alzo la ceja divertida mientras charlan unos y otros.

   Cuando llega Bob con el agua hirviendo, aunque se supone que es para bañarse, me apropio de una jarra.

   - Gracias, chico. -

   Y sin esperar, desmenuzo unas hierbas fragantes en el agua hirviendo llenando la estancia con una fresca fragancia que alivia el descanso. En cuanto a bañarse... me quito las botas y pongo los pies en remojo. Primero los pies, luego entrepierna y luego ya veremos si es necesario más limpieza.

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     El banco en el que os sentáis es un poco más bajo de lo que os gustaría, pero por suerte hay espacio suficiente para estirar las piernas y recuperar un poco la sensación de vuelta a la civilización. Desde que salisteis del Salón de la Montaña... hace muchos muchos meses, no habíais vuelto a tener la agradable compañía de platos, jarras y sonido alrededor. El tiempo en la ciudadela junto a Moria se notaba que era una ciudad en ruinas habitada por tribus nómadas y el viaje... bueno, el agotador y largo viaje no se puede decir que haya sido precisamente un camino fácil y cómodo.

     Aprovecháis los momentos en los que Bob o Mantecona no están sirviéndoos platos o bebida para recordar el paso secreto por las Montañas Nubladas, el descubrimiento del lugar de culto bajo tierra de los elfos y el agotador paso por las Quebradas. Todo para llegar hasta aquí en busca de la persona de la que os ha hablado Dírhael, un sabio entre los suyos y el único en el que confía que pueda tener la respuesta sobre el anillo que porta Therusia y su funesta influencia.

Deberíamos descansar hoy y mañana preguntar por el montaraz del que nos habló Gandalf. ¿Recordáis sus palabras? No parecía ser alguien a quien tuvieran en mucha estima aquí en Bree.

Hmm... quizá sea algo bueno, si no gusta a los habitantes significa que es conocido.

—No podemos olvidarnos tampoco de lo que ha dicho Ithildir— Therusia se tocó el brazo, recordando a todos que había alguien con un tatuaje con una runa de la marca negra— Dejémonos ver, pidamos algo de beber y veremos si se acerca alguien... o si nos observa con interés.

La enana buscó con la mirada, confirmando que nadie más podía oírlos y añadió

—Si veis que nos mira, indicádmelo con discreción, me retiraré y veremos si nos sigue. En ese caso, quizás debamos tener unas palabras con él

El galadhel quedó sorprendido al presenciar la magnífica juerga en la que estaban inmersos los locales. Era un jolgorio distinto al que estaba habituado, pero pensó que en otro momento podría ser una experiencia interesante sumergirse en tal festejo.

—Ehm, sí, sí. Estemos ojo avizor. Disfrutemos de la cena, y si nos percatamos de alguien sospechoso, tratemos de acercarnos a él disimuladamente. Tanto si es el contacto del sabio como ese otro personaje que vi anteriormente. A ver qué tal esa cerveza. Por cierto, enhorabuena a todos por haber llegado hasta aquí —alzó la jarra mientras hablaba—. A mí, sinceramente, me ha costado un pelín el último tramo. Aunque esa visita a las ruinas de mis congéneres fue... En fin, sólo puedo agradeceros el que lo hayáis encontrado y que hayamos podido maravillarnos con esos frescos y... ¡Qué sabroso está todo!

El final de la tarde y la caída de la noche os encuentra con una jarra de cerveza en las manos mientras intercambiáis ideas y opciones de cómo afrontar el día siguiente. Sentiros observados a vuestra llegada ha despertado la inquietud que empezó al otro lado de las Montañas Nubladas cuando huisteis del grupo que os asaltó en la cueva donde el Viejo Gris os aconsejó llegar hasta aquí.

El ruido y alboroto va decayendo y con ello también vuestras energías. Pagáis la cena y el alojamiento de esta noche y os dirigís a vuestras habitaciones en busca de un más que merecido y reparador descanso.

Según me iba tomando cervezas, el alcohol hacía que me fuera relajando poco a poco. No estaba a gusto en sitios tan bulliciosos, y menos tan lejos de casa y con gentes de otras culturas y razas. Me quedé más callada de lo habitual, solo asintiendo o negando con la cabeza a lo que relataban mis compañeros. Algunos monosílabos también se me escaparon de vez en cuando. Miraba furtivamente al tipo que había mencionado Ithildir, además de intentar averiguar quién diantres era el montaraz al que buscábamos. Si él no lo conocía, que era de su ralea, ¿íbamos nosotros a encontrarle?

-"Caín está solo en la habitación y no me gusta dejarle allí tanto tiempo. Prefiero ir a dormir ahora y mañana temprano buscar a ese tipo." Comenté en voz baja. "Fijemosnos en quién nos sigue a las habitaciones, como dice Therusia."

     Un gruñido sordo y grave os hace abrir los ojos con sobresalto. Entre las sombras distinguís la figura de un hombre sentado al que Caín mira con desconfianza. Entre el momento del sueño y la vigilia llegáis a entender que no representa ningún peligro para vosotras, ha tenido la oportunidad de atacaros y no lo ha hecho.

     Bien, damas del este, hay que moverse. Las sombras han superado la empalizada y te buscan a ti dice señalando a Therusia Aún deben atreverse a superar las marcas que protegen este lugar pero pronto lo harán. Rápido, coger vuestras cosas  y nos vemos en el salón.