EPÍLOGO
¿Cuál es la mayor amenaza del Imperio? ¿Es tal vez, las huestes del caos que golpean sus murallas una y otra vez, incansables, volviendo en oleadas tras cada nueva derrota frente al valor de los hombres? ¿O es el continuo hostigamiento de ejércitos menos poderosos, como los de los orcos, que a base de débiles pero incesantes incursiones, debilitan cada vez más a la raza humana, tal y como lo hicieron antaño con otras razas? La respuesta no es ninguna de ellas, la respuesta es el mismo corazón corruptible de las personas que vendiéndose por sus oscuras ambiciones, ponen en peligro a sus semejantes al convertirse en el enemigo interior que algún día terminará por acabar con la integridad del Imperio, sin necesidad de fuerzas enemigas externas, mientras la humanidad no aprenda cuales son los verdaderos valores que importan.
Y eso es un secreto a la vista de todos, tan común y cotidiano, que las personas han aprendido a vivir con ello en las calles de las ciudades, sin darle importancia y limitándose a sobrevivir en un difícil mundo, en el que una vez más, los compañeros de un particular grupo que trataron de, sencillamente, ganarse la vida con un, en principio, trato justo que no haría daño a nadie, y en todo caso repararía el ya provocado por unos indeseables ladrones.
El final de aquel trato no fue todo lo bueno que aquellos compañeros hubieran querido, y tal vez, si Ranald les hubiera sonreído, o si hubieran actuado de otro modo, las cosas no habrían salido como salieron, pero aquello ya no importaba, no, lo único que importaba ya era seguir sobreviviendo en un mundo demasiado difícil y oscuro.
Jekil y Larymian se perdieron en las oscuras calles de Altdorf, la ciudad Imperial, dejando atrás a sus perseguidores y ganando unas pocas coronas de oro con las que poder continuar cada uno su propio camino, por lo que aquel trato fue zanjado para ellos, pese a la traición de Hacket al serle entregado su impío ídolo, y a que las 427 coronas de oro, las tuvieran que robar por la fuerza de sus dependencias cuando todo se les fue de las manos.
Y no lo hubieran conseguido de no ser por Ruy, el bribón estaliano quien como ya lo hicieran Joss y Gustav antes, se sacrificó para atraer la atención de quienes los perseguían, huyendo por su propia cuenta, y con la esperanza de que separándose, lo tendrían mejor para lograr huir. Qué fue de él nunca lo supieron con certeza, pero con el tiempo les llegaron noticias de Bretonia en la que un vengador desconocido, diestro espadachín, y hábil con la réplica y las mujeres, se dedicaba a hacer justicia contra la tirana nobleza del lugar, lo que les hizo esbozar una ligera sonrisa de complicidad al recordar al que fue su compañero de aventura.
Por otro lado, para Joss, el viaje había concluido. Su incansable búsqueda de la muerte había llegado a su fin, cuando esta vino a su encuentro en las calles de Altdorf en el momento en el que decidió hacer frente a La Llama Purificadora y a la Guardia Imperial, para ayudar a huir a sus compañeros. No fue la más gloriosa de las muertes, pero si una de la que sin duda alguna Grimnir, se sentiría orgulloso, puesto que Joss dio su vida por salvar a sus compañeros, algo que sin ninguna duda, lo ennoblecía, y hacía que el honor que un día perdió el enano, le fuera devuelto en los salones del Dios de los Matadores, cuando Joss compareciera ante el mismo.
Y a Gustav, infalible Cazador de Brujas, triste fin le había tocado en aquella aventura. Enterarse de la forma de la que se enteró de que colaboraba con una bruja, no fue la mejor de las cosas que le sucedieron, pero por fortuna, no tuvo ocasión de comprobar que Hacket, aquel para quien había decidido trabajar, era un adorador de Slaanesh que traicionó a los compañeros que le devolvieron el ídolo por el que todos se habían involucrado en aquel feo asunto. Dado por muerto junto a su compañero Joss, despertó en el carro de los recogedores de cadáveres de la ciudad antes de ser llevado a la pira que consumiría su cuerpo junto al de los apestados muertos recogidos en las calles, y al de su propio amigo Joss, pero las fuerzas no le abandonaron por completo, y pudo saltar del carro y refugiarse en las calles antes del trágico fin. Mutilado como estaba, poco podría hacer embarcándose en su cruzada particular contra el caos teniendo un brazo menos, por lo que se dedicó a lo que mejor sabían hacer los ciudadanos del Viejo Mundo: Sobrevivir. Sin embargo, su mente seguía siendo inquebrantable, y la fe en Sigmar le decía que quizás algún día, volviera a tener la oportunidad de castigar a aquellos que lo habían sumido en su nueva condición.
Y en algún lugar del espacio y el tiempo, los Dioses del Caos rieron sabiendo que la propia alma humana sería el arma que les daría la victoria.
C´EST FINI
Títulos de Crédito
Jugadores por orden alfabético de PJ-s
Gustav Johannsen Elwalrog
Jekil Finster Mell
Joss Peierock
Larymian Lari Aebal
Ruy de La Vega Dark Golgota/Madlock/Akrabu
Director
Akrabu
Técnico de Penejotas
Akrabu
Técnico de Sonido
Akrabu
Técnico de Imágenes
Akrabu