La intervención del otro humano no le sorprendió nada en absoluto al elfo. Todo lo contrario, hacía un buen rato que estaba esperando alguna otra intervención. Estaba convencido de que se producirían varias reacciones con su súbita aparición. Giró levemente la cabeza para echar un vistazo al otro humano, sin perder de vista la peligrosa amenaza que podría llegar a ser aquel anciano y su cimitarra.
El leve movimiento que hizo su cabeza fue suficiente para que su brillante pelo plateado le cubriese, en parte, su ojo derecho. Aquello le daba un aspecto diferente al elfo. Aunque todavía estaba manteniendo su semblante serio y concentrado, el movimiento de su cabello hicieron que Kaelendril tuviese un aspecto más tenebroso e inquietante. Parecía que cada parte de su cuerpo cobraba vida y por cada movimiento del elfo, el cuerpo se amoldaba de una determinada manera para conferir al elfo una apariencia distinta. Sin embargo, todo aquello eran solo ilusiones. ¿Magia quizás? Os puedo asegurar que no es cierta tal afirmación.
Los oscuros ojos verdes del elfo se clavaron en la mirada del humano que estaba al lado del mediano y de la mujer. Mantuvo su mirada durante unos segundos, pensativo, meditando una respuesta. Finalmente, rompió el sello del silencio y habló con voz serena:
-Busco a un anciano elfo llamado Arryen Garland. En Noyvern, escuché rumores sobre una figura que rondaba por estos bosques. Finalmente me dijeron que Cecil se encontró con él una vez.- paró unos instantes- Por eso estoy aqui. Albergaba la esperanza de poder dar con él o al menos tener una nueva pista sobre su paradero.
Kaelendril no estaba muy seguro de si había hecho bien contándoles aquello. Pero el humano tenía razón, quizá podrían darle algún tipo de información. En caso contrario, no pasaría nada. Ya son muchas las paredes con las que se ha topado, pero aquello nunca le impidió seguir su camino.
Se va sumando gente al baile... Parecía ser otra persona inofensiva y conocía a Cecil, por lo que entré un poco más en confianza respecto a él. Este hecho de que dos desconocidos aparezcan y pregunten por el difunto marido de Arrya me llamaba bastante la atención, al punto de dejarme con pocas palabras.
Miré fijo al elfo y luego a la viuda que estaba presente con nosotros, señalándola. -Aquí está su esposa. Creo que ella debe saber algo al respecto. Nosotros solo llegamos para salvarla, junto a su bebé. Cecil, lamentablemente, ya estaba sin vida.- digo, volviendo mi mirada al sujeto, esperando su respuesta. Mis ojos no se quedaban quietos, analizando a los recién llegados, desde sus actitudes, hasta lo que traían encima. Si bien no parecían dañinos, recién los conocíamos y no había que tomar todo a la ligera.
Mientras enterrabais a los sectarios, os percatáis de que en sus muñecas derechas tienen una especie de tatuaje de una araña. Los dos lo tienen, exactamente igual, y en el mismo sitio.
La mujer se da una palmada en la frente, como quien acaba de recordar algo.
-¡Arryen Garland! ¡Pues claro!- golpea con el puño la palma de su mano, en un cortante gesto- ¿Cómo no pensé en ello antes? ¡Podría ser la solución! Claro que... Va a resultar un poco complicado dar con él, pero si Cecil lo logró una vez por casualidad...- la mujer miró a los presentes- Vamos dentro, tengo algo malo que contaros, pero gracias a este orejas picudas, acabo de recordar algo que puede servir para solucionar el problema.
En ese momento, desde el interior de la casa se percibe un sonido como de una jarra rompiéndose en mil pedazos, y luego un poderoso grito de agonía.
-¡Violet! Debe ser peor de lo que creía. ¡Aprisa! ¡No hay tiempo que perder! Cada minuto puede ser vital.
Y tras decir estas palabras, da la vuelta y se dirige con decisión hacia su hogar, dejando al grupo aún más confuso de como lo encontró. Había invitado a los presentes a pasar. No parecía pensar del recién llegado como de un posible enemigo, pues la invitación se extendía a su persona.
Rolan había estado escuchando con suma atención las palabras del elfo Kaelendril, aunque aún quedaba algún resquicio de desconfianza en el viejo aventurero, aquel elfo parecía alguien de fiar dado que a diferencia de muchos desafortunados humanos, este había permanecido calmado y prudente. Eso era algo bueno a valorar.
Así pues, Rolan volvió a envainar cuidadosamente su cimitarra, se despusó de la tensa actitud con la que había tratado al elfo y se dirigió a él con un tono sereno pero duro - Está bien, disculpad mi desconfianza inicial, son tiempos difíciles - hizo una pausa, señalando los cuerpos de los que asaltaron la casa de Cecil - Toda precaución es poca.-
Rolan se acercó a escuchar a Arrya pero sin perder de vista los movimientos de Kalendril. Cuando se oyó el estrépito en el interior de la casa se apresuró a entrar en el interior.
Mientras el elfo hablaba con la parsimonia típica de su gente, y Arrya reaccionaba a sus palabras con más efusividad de la que me esperaba, pude fijarme en el extraño símbolo que los asaltantes tenían grabado en sus muñecas. Golpeé discretamente el brazo de Wimper para indicarle que mirase el dibujo, y justo después oímos el ruido procedente de la casa. Sin pararme siquiera a pensar un segundo, eché a correr hacia la casa. No sabía si podría hacer algo por ella, pero era mi deber acudir a su lado sin perder un momento.
Que Demian me haya mostrado las marcas en las manos de los malvivientes no era nada nuevo para mi, ya que sabía que uno de ellos la llevaba, por mi anterior pelea con ellos. Asentí con la cabeza a lo que marcaba mi compañero, pero no mostré sorpresa en mi cara, sino más bien algo de desinterés por no ser una novedad. Pero tuve que dar vuelta mi cabeza al escuchar el ruido proveniente del interior de la casa, debido a que no debía ser algo de descuidar y más si Violet estaba sola en el estado en el que se encuentra.
-Violet! Espero que no esté en riesgo!- grito, mientras comienzo a correr al mismo ritmo que el resto de los allí presentes. -Apurémonos, que puedo necesitarnos!- completé, con la voz algo entrecortada por el temor y el desgaste de por mi rápida marcha.
Kaelendril escuchó atentamente todas y cada una de las palabras que se produjeron instantes después de su intervención hasta que un grito desgarrador silenció a todos los presentes. La siguiente reacción del mediano y la mujer fue pronunciar con bastante nerviosismo, según observó el elfo, el nombre de alguien llamado Violet y dirigirse con rapidez a la casa; el humano, sin pensarselo ni un segundo, echó a correr al interior de la vivienda; por último, el anciano tras dirigirle unas palabras y un par de miradas siguió al resto del grupo.
¿Violet? Ese debería ser el tercer nombre al que se refería la mujer del difunto Cecil, razonó el elfo. Kaelendril pudo ver reflejado en el rostro de los otros una gran preocupación. Era la llamada del peligro y de complicaciones.
El elfo bajó por primera vez sus brazos hasta la altura de su cadera. Estaba pensativo. Quien sabe lo que estaría pasando en su mente en aquel preciso instante. Volteó su mirada de la casa al bosque y de nuevo a la casa. A continuación cerró los ojos para poner en orden sus pensamientos. ¿Cuál iba a ser su siguiente movimiento? ¿Irse del lugar y desentenderse de aquello? No, no podía hacerlo. Una vida podría estar en peligro y Kaelendril no podría perdonarse jamás que, habiendo podido ayudar, le pasara algo a las persona que había gritado.
Sabía que los otros no se fiaban de él, pero ¿Quien lo haría? Era un elfo que había aparecido de entre los árboles, que había estado observando los movimientos de aquellos individuos. ¡Era un completo desconocido! Lo más lógico de su situación era huir, ahora que estaba solo. ¡Era su oportunidad!
Pero, ¿lo hizo? No, por supuesto que no.
Kaelendril abrió los ojos con furia. Quien lo hubiera podido ver, sus ojos verde oscuro brillaban con mucha intensidad. Ese era su deseo. Su mente ya estaba preparada para lo que podía venir a continuación. Con asombrosa rapidez, volvió a colocarse su cinturón de armas, quedando su espada colgada en su cadera izquierda, lista para ser desenvainada, lista para librarse de cualquier peligro.
De pronto, sus pies avanzaron con rapidez al interior de la casa.
La miserable casita constaba de dos plantas. Arrya condujo a los presentes hasta el piso superior, haciéndolos entrar en su dormitorio.
En la miserable cama de gran tamaño yacía una joven, cuya voz era la que os había alertado anteriormente mientras conversabais amigablemente en el bosque. Una de sus manos colgaba inerte fuera de la cama. Con ella había arrojado la bandeja que portaba una gran jarra de alguna infusión de hierbas, lo que había provocado, sin duda alguna, el estrépito que os había hecho entrar en la casa corriendo.
Violet respiraba entrecortadamente. Su rostro se hallaba cubierto de sudor, al igual que el brazo que colgaba fuera del lecho. Además su piel se había azulado, y los labios se veían amoratados. Los pómulos y la frente, sin embargo, parecían incandescentes cual sol de mediodía.
-Ha empeorado- dijo Arrya, mordiéndose el labio con preocupación- Las heridas que le causo aquella asquerosa araña gigante han sido demasiado para ella. Sé bastante de venenos menores, plantas y remedios curativos, y os aseguro que esto no lo cura ninguna hierba que yo conozca. Desde anoche ha empeorado hasta límites insospechados. Y tras haber arriesgado su vida por salvar la de mi hijo, es una cuestión de honor: no pienso dejarla morir.
Arrya se toma un segundo para tomar aliento. Acude a la habitación contigua y regresa con su bebé, Keno, en brazos. Antes de comenzar a hablar de nuevo, y mientras coloca a la criatura en la cama, cerca de Violet, se pasa la mano por la hinchadísima nariz, la cual le duele considerablemente desde que se la rompieron en la trifulca de la jornada anterior.
-Estaba desesperada sin saber qué hacer, rogando a todos los Dioses por una respuesta a todas nuestras dudas, y por fin ha llegado. Es una posibilidad remota, pero es posible.
Cogió a su hijo en brazos, y os instó a bajar al salón, en donde os sirvió unas humildes jarras de cerveza aguada, posiblemente la mejor que tuviese en aquella modesta morada. Cuando todos os hubisteis sentado en círculo sobre los ajados pero confortables cojines, prosiguió su charla.
-Os pondré en antecedentes, pues de otro modo, todo esto resultaría harto confuso. Aquí Demian, Wimper y yo hemos llegado a la conclusión de que atacaron mi hogar por esto- mete la mano bajo un cojín y extrae un gran medallón. Es bastante grande y ornamentado. Parece bastante valioso. Tiene una especie de piedra ambarina con una araña fosilizada en su interior- Es lo único que tengo de valor en esta choza. La mayoría ya sabéis cómo llegó a mí- dice, señalando a todos menos a Kaelendril- Pero tú, misterioso elfo, no tienes ni remota idea. Nos lo regaló un extraño al que dimos cobijo y protegimos de unos salteadores de caminos. Decía que poseía ciertas capacidades mágicas, aunque ni él ni mi familia supimos ni cuáles, ni cómo mostrarlas, por lo que supuse que se todo el cuento de dichas propiedades mágicas era una patraña. A mi difunto marido- al referirse a su recientemente fallecido Cecil le tiembla un poco la voz- No le gustaba, y me lo quedé yo. Ahora os pertenece- dijo a Wimper y Demian- Pues es el pago por rescatar a Keno.
Entregó el medallón a Wimper y prosiguió la historia.
-Lo que desconocemos es quiénes eran estos tipos, qué hacían en el Bosque de Noyvern, y qué poderes tiene este medallón como para que merezca la pena asesinar a una familia inocente por él. Además, está el tema de Violet. Necesitamos unos poderes de curación que sobrepasan con mucho lo cotidiano, o esa valiente chiquilla morirá.
Tras una pausa dramática, eleva la mano y señala a Kaelendril.
-No tenía ni idea de qué hacer. Iba a salir en dirección a Noyvern en busca de medidas desesperadas, pero tú, elfo, nos has traído una esperanza. ¡Arryen Garland! ¡Si alguien puede darnos las respuestas a todas nuestras dudas y curar a la chiquilla, o al menos saber cómo hacerlo, es él!
Sin duda, Arrya había enloquecido. ¿Arryen Garland? ¿El elfo druida más esquivo de la historia de Nuncainvierno? Se podía contar con los dedos de la mano la cantidad de personas que lo habían visto alguna vez.
-No, no me tachéis de chiflada. ¡Cecil lo vio! ¡Y sin buscarlo! Sé por qué zona fue, Cecil me lo contó. Parece rocambolesco, pero existe la posibilidad. Quizás él pueda desentrañar los misterios de este maldito medallón, y decirnos una cura para Violet. Y Kaelendril, si es ése tu nombre, corrígeme si me falla la memoria, tú lo estás buscando. ¿Qué os parece? ¿Me he vuelto loca o estáis de acuerdo? ¡Es una posibilidad!
Os mira expectante. Antes de que respondáis, pregunta a Wimper y Demian:
-Algo os oí cuchichear en el bosque, antes de subir. ¿Habéis dado con algo que nos pueda ayudar a solucionar este misterio? Cualquier pista o indicio, por ínfimo que sea, es un algo a lo que aferrarse, una posibilidad para solucionar este embrollo.
La situación de Violeta era cada vez peor y debíamos movernos con rapidez para que mejorara. Maldigo la hora en que se cruzó con esa araña... Escuché con atención lo que decía Arrya, recibiendo el medallón y guardándolo en el bolsillo de mi pantalón. Luego, oí lo de ese tal Arryen, quien parecía que tenía poderes sanadores y podía salvar a la enferma joven.
Luego de pensar en lo que se estaba hablando, fui sorprendido por la pregunta sobre lo que Demian me había señalado antes de entrar. Esos extraños dibujos en el cuerpo de los malvivientes, quizás símbolo de alguna agrupación. -Hablabamos de que los asesinos de tu esposo poseían unos singulares tatuajes, el cual se trata de una araña. No sé su significado, pero quizás alguien de aquí conozca del tema.- digo, frunciendo el ceño y mirando a todos los presentes, esperando a ver si alguien tenía una respuesta.
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Me sentí un poco inútil al ver a la mujer llamada Violet sufrir de aquella manera. Era una chica fuerte, no había duda. Estaba resisitiendo titanicamente un tipo de veneno que ninguno de los presentes parecía conocer. Ni siquiera yo. Pude notar su fuerte espíritu que trataba de luchar contra una fuerza que muy pocos podrían resisitir. Sin embargo, a pesar de que la ardua tarea de aferrarse con todas sus fuerzas a la vida era algo digno de elogio, si no hacíamos algo por tratar de contrarrestar los efectos del potente veneno, sus esfuerzon los estaría haciendo en balde. No pude hacer otra cosa más que resignarme, escuchar los comentarios de la mujer de largos cabellos respecto a Violet y volver al piso inferior.
Durante el breve trayecto por las escaleras, contemplé como la mujer tenía al bebé en sus brazos. Ver una vida tan pequeña me recordó inevitablemente a mis años en mi tribu. Lo podía recordar todo. Las risas de los más pequeños, los cantos de los mayores. Y todas aquellas memorias me traían siempre al mismo lugar, al mismo recuerdo en el que yo, muy joven, lloraba en brazos de mi madre porque mi padre desapareció de la noche a la mañana (nunca supimos a donde marchó); Y después, un largo tiempo después, el ataque a mi pueblo, a mi gente, a mi vida. Era el recuerdo donde lo perdí todo.
Mi corazón empezaba a palpitar con mucha rapidez y noté como los ojos estaban preparando una descarga de lágrimas. Tuve que contenerme. Debía evitar que perdiese la compostura.
Momentos después, estábamos sentados en unos cómodos cojines, escuchando la historia de aquella mujer. Una mujer que había perdido a un ser querido y trataba también de mantener la compostura. Y todo aquello por culpa de un medallón. Había algo que no me cuadraba. ¿Qué tenía de especial ese medallón para que fueran atacados una humilde familia? También me pareció una extraña coincidencia el hecho de que fueran atacados por una araña y que en ese medallón estaba dibujado un arácnido. ¿Tendría alguna relación? Sabía que en algún lugar de mi mente tenía la respuesta. Había algo que se me escapaba, pero no era capaz de saber qué.
La mujer siguió hablando y estuve muy atento a cada palabra que pronunciaba. A pesar de haber perdido a Cecil, no quería que le pasase lo mismo a Violet. El elfo que yo estaba buscando le infundó una nueva esperanza para la recuperación de la chica enferma y estaba dispuesta a llevarnos al lugar donde, según se cree, Cecil vio a Arryen Garland.
A pesar de esto, a pesar de estar atento a cada palabra, mi mente estaba buscando una respuesta. Mi mente estaba trabajando a marchas forzadas por encontrar la relación entre el medallón y los asaltantes. Había algo que se me escapaba, pero el qué?
Motivo: Saber: Demonología
Tirada: 1d20
Dificultad: 12+
Resultado: 4 (Fracaso)
Motivo: Saber Demonología
Tirada: 1d20
Resultado: 15(-1)=14
Cuando tenga las tiradas de Rolan y Demian, proseguimos :)
Rolan escuchó con atención las palabras de la mujer y se sorprendió a encontrarse con la enferma. Todo aquello era demasiado raro.... bandidos, un elfo llamado Arryen Garland, el otro elfo Kaelendri que aparece desde las sombras.
Cuando Wimper mencionó los simbolos que llevaban los ahora difuntos bandidos se atuso el bigote pensando acerca de ellos, sin embargo ninguna idea le vino a la cabeza.
Motivo: Saber demonología
Tirada: 1d20
Dificultad: 12+
Resultado: 4(-2)=2 (Fracaso)
Te parece que tanto la araña del tatuaje como la de medallón podrían estar de alguna forma relacionadas con Lolth, la Diosa de las Arañas. ¿Acaso había algún grupo de fanáticos de la diosa maligna en el Bosque de Noyvern?
Lolth es la diosa principal de los drow, elfos oscuros. Entre sus adoradores se encuentran drows y elfos malvados. Pero el caso es que los encapuchados eran humanos. ¿Acaso comenzaba a poseer seguidores fanáticos desde las filas de los humanos?
Bien se sabe que Lolth valora la muerte, la destrucción y la tortura, por lo que sería comprensible la falta de sensibilidad de los asesinos que habían sesgado la vida de Cecil y que habían atentado contra la vuestra y contra la de los demás inquilinos de la casa sin titubear.
Pero, te repetías una y otra vez, ¿qué hacen unos humanos involucrados en este asunto? Cabría esperar encontrarse elfos oscuros allá donde se mencionase el nombre de Lolth, ¿pero humanos? ¿Por qué?
Luego de bucear un poco en mi memoria, recordé un detalle atípico y muy llamativo. -Lolth! La diosa de las arañas! A eso hacía referencia el medallón y los tatuajes!- dije en voz alta, exaltado por demás, mientras daba un chasquido al aire por el hallazgo. Sin embargo, mi cara paso a un todo de incertidumbre, reflejado en la elevación de mi ceja derecha y en la fricción que dedos pulgar e indice hacían sobre mi barbilla. -De todos modos, esto es muy extraño. Si bien dicha deidad valora la destrucción, la muerte y la tortura, está relacionada a los drows y elfos malvados, siendo único y raro que un humano tenga alguna conexión con ella. Por qué la seguirían?- comenté a todos, terminando en una negación con la cabeza, al no entender que ocurría.
El elfo salió del estado de ensimismamiento en el que había entrado, una vez había terminado de hablar la mujer de los largos cabellos. Su rostro, concenctrado por algún motivo, cambio a una expresión de horror mezclada con la preocupación. El mediano parecía haber dado en el clavo. Si aquel medallón hacía referencia a Lloth y los drows (sus parientes de la infraoscuridad), el asunto se había vuelto más turbio y oscuro y sobretodo peligroso. Aún así, se sentía igual de confuso que el mediano. ¿Para qué querían exactamente los asaltantes el medallón?
-Coincido contigo- habló con serenidad- Que este asunto esté relacionado tanto con Lloth como con los drows es algo muy peligroso. Aunque desconozco mucho sobre ellos, eso no me impide saber cuán peligrosos pueden llegar a ser, y más, sabiendo que van detrás de ese medallón. Desconozco totalmente cuál pueda ser su función o por qué van tras él- hizo una pequeña pausa- pero si hay alguien que puede saberlo, ese es Garland. No hay tiempo que perder. Debemos ponernos en marcha.
Kaelendril acabó con su intervención. En su mente todavía resonaba el nombre de Lloth, reina de las arañas, deidad de los drows. Y en su rostro, una mueca de dolor y preocupación apareció. ¿Qué pensamientos del elfo de los alrededores de Luna Plateada le estarían rondando en aquel momento? Era un misterio.