Partida Rol por web

-No era eso a lo que me refería- dijo sonriente ante la respuesta de Femshen, una vez cogió su arco y regresó a donde se encontraban los demás- De no ser por Wimper, quizá esa flecha- señaló al hombre que tenía clavado en su hombro la certera flecha que lo había desequilibrado- os hubiera dado en las piernas. Me alegro de que no haya sido así.

El nuevo elfo empezó a quitarse aquellos atuendos oscuros mientras explicaba cuál había sido su plan y cómo había actuado. Kaelendril no pudo evitar sorprenderse ante el cambio radical que dio aquella figura. Había estado fingiendo muy bien y todo ello siguiendo un plan muy premeditado. ¿Estaría fingiendo ahora también? No lo parecía.

"Ciertamente, has hecho algo muy peligroso actuando sólo" dijo para si Kaelendril, no queriendo interrumpirl. Una vez más surgió el tema del medallón. ¿Qué diantres tendría ese medallón de especial, a parte de pertenecer a la diosa del terror? Y, ¿cómo sabía él que tenían el medallón? ¿Se lo habría dicho el mediano? Kaelendril no podía saberlo. Sólo podía mantenerse alerta por si acaso.

A pesar de eso, cuando Femshen terminó su intervención queriendo examinar de cerca el medallón, Kaelendril no pudo evitar sentir un fuerte furor en su interior. Él sabía perfectamente dónde se estaban metiendo y aquello le gustaba cada vez más. Era uno de los motivos por los que había empezado a viajar desde el norte, tratando de huir de su pasado. 

Cruzó los brazos y esperó a ver qué hacia Wimper.

Tras la muerte del líder bandido, Rolan se sintió joven de nuevo, recordando a todas aquellas almas abandonadas de la suerte de Tymora a las que había dado muerte con su también "anciana" cimitarra. Rolan no había sido un pirata, sin embargo la vida de marinero a veces llevaba a situaciones difíciles en tabernas o almacenes de puerto en la que la única comunicación válida era el choque de los aceros.

Tras la aparición del elfo, Rolan le miró con semblante serio, no demasiado seguro de sus intenciones... aún así algo le hizo intuir que sus intenciones no eran malas, por lo que extrajó el medallón que con mucho celo había guardado y se lo mostró a este, sin desprenderse de él.

- Este es el medallón.... -

Femshen tomó el medallón y le echó un vistazo sin prestar demasiada atención. De pronto, sus ojos se abrieron como platos, y de su boca surgió una única y sin embargo elocuente expresión:

-¡Oh!

Por su cara y su elocución de sorpresa, era evidente que no era exactamente lo que había pensado que iba a ver. Le devolvió el medallón a Rolan y, tras darle las gracias por permitirle echarle un vistazo, comenzó a explicar el motivo de su extrañeza.

He visto alguno de esos medallones. Hay ocho en total, algo casi hasta demasiado obvio: uno por cada pata de una repugnante araña. Y todos son iguales. Todos, sin excepción. Salvo... Salvo el que tienes en tus manos. Éste es distinto. Es más grande. Considerablemente más grande. Los demás parecen chatarra a su lado. LA elaboración de éste ha sido muchísimo más profesional. Arryen querrá examinarlo, sin duda.

Se puso en pie, y comenzó a caminar indicándoos con un gesto del brazo derecho que lo siguieseis. Os iba a conducir hacia la guarida de Arryen Garland.

-Os contaré lo poco que sé. Existen ocho medallones mágicos con un gran poder. Desconozco cuál, pero sí lo sabe mi maestro, quien no dudo que compartirá sus conocimientos con vosotros. Pertenecen a una secta que se remonta a cientos de años. Una secta que rinde culto a la Diosa Araña, a esa puerca de Lolth. Sin embargo, ni se creía que dichos medallones existiesen en realidad, siendo todo fruto de mitos y folklore, ni se sabía dónde habían acabado en el caso de existir. Historias de ancianos, de éstas que gustan de contar en torno a una hoguera de una noche fría, hablaban de que se habían disgregado por todo el reino. Leyendas, vamos. O eso creíamos, hasta que un día mi maestro, sigiloso como el más silencioso de los gatos, localizó a unas extrañas gentes en nuestro bosque, el Bosque de Noyvern.

Un tronco de árbol caído bloqueaba el camino. Era sencillo trepar por él. Femshen subió a lo alto con la agilidad propia de un elfo y extendió su mano galantemente para ayudar a Arrya a subir. Una vez el grupo dejó atrás aquel insignificante obstáculo, el elfo de azulados ropajes prosiguió con su historia.

-Por supuesto, desde aquel día se puede decir que apenas me ha tocado pasar una noche a resguardo en la guarida de mi maestro. Arryen me envió por el bosque a buscar pruebas, y me jacto con orgullo de haberlas encontrado con presteza. Esta zona tan desierta del bosque ha sido escogida por una banda de adoradores de Lolth. Me consta que poseen varios de esos medallones, desconozco cuántos en total, pero al menos he oído que cuatro están en sus manos. Sabía a ciencia cierta que les faltaba uno, ése- señala a Rolan, quien porta el medallón en su bolsillo- No me fue muy difícil infiltrarme en sus filas como un joven estúpido con ansias de poder. DEbo ser un buen actor, o ellos demasiado estúpidos. El caso es que sé dónde está la guarida de esos rufianes, pero nunca he estado en su interior. Iban a conducirme allí por primera vez cuando los asesinasteis. Tampoco se ha perdido nada, aunque sí que nos hemos quedado sin una valiosa información. El caso es que están aquí para recuperar ese medallón, y yo me pregunto qué tiene de especial para que tantos seguidores hayan movido sus culos hasta este remoto lugar. Y eso es algo que solamente Arryen puede responder.

Durante unos minutos no dijo nada más. Avanzabais con cautela, con mil ojos por si aparecían más de esos seguidores, pero hubo suerte y ninguno hizo su aparición.

No sé cómo lo hace- de pronto Femshen retomó su historia bruscamente- El viejo barbudo no se mueve de su sillón. Allí se queda, como dormido, y discurriendo y discurriendo llega a las más extrañas o disparatadas conclusiones. Y lo mejor de todo es que SIEMPRE son verdad. Es una criatura... Extraña- Parecía no tener muy claro cómo describirlo- El caso es que su sabiduría no tiene comparación posible con otro ser de esta región. Si alguien puede saber qué es o cómo se usa ese medallón que portáis, es él.  Creo que ya os he explicado todo lo que sé. ¿Me he saltado algo? No creo, pero si tenéis alguna duda, preguntadme. A veces me pierdo entre mis propias divagaciones y no recuerdo lo que digo, así que si he omitido algo, no ha sido voluntariamente.

Toda aquella información enlazaba pefectamente con lo poco que sabían sobre el medallón que les había entregado Arrya. Pero había una pregunta, puede que la más importante y a su vez la más inquietante, que a Wimper le zumbaba desde hacia rato en su cabeza.

-Y porqué quieren recuperar los medallones? Cual és su objetivo? Espero que no tenga nada que ver con las leyendas sobre el retorno de la Diosa Lolth a nuestro mundo...

El mediano seguia sin problemas a Femshen, pero al decir aquellas palabras, se detuvo y un escalofrío recorrió su espalda. Sin saberlo, podían estar metidos en una misión de consecuéncias bastante más serias de las que esperaban al abandonar su hogar.

Mielikki no lo quiera- dijo el elfo en voz baja, ante la respuesta de Wimper. Era consciente del peligro que supondría el regreso de la diosa araña de los drow. Aquella secta a la que se había referido Femshen, quiénes se creían que eran? ¿Humanos u otras criaturas que odiaban sus propias carnes y anhelaban ser drows para adorar a Lloth? ¿O puede qué sus intenciones eran otras? Cada vez más el asunto se estaba poniendo más interesante.

Sonrió. No había borrado su sonrisa desde que partieron.

Kaelendril había escuchado atentamente las explicaciones de Femshen. Pero lo que de verdad le interesó era saber que Garland estaba más cerca. Cuando llegó a Noyvern, nunca se imaginó que escucharía el nombre de unos de los elfos más reverenciados de muchos clanes, incluido el suyo. Esperaba que él supiera responder a lo que paso aquella fatídica noche. Aún así, no quiso mantener altas sus esperanzas.

Volvió a sonreír ante la descripción que Femshen hizo de su maestro.

Sin embargo, pronto hizo desaparecer su sonrisa. Estaba inquieto. El bosque también lo estaba, lo podía notar. Pese a que le entusiasmara estar al borde de una aventura muy grande, el hecho de que estuviera relacionada con la diosa de los drows, no era un síntoma positivo.

Tendrían que tener mucho cuidado.

- Sea cual sea su objetivo, seguro que no es nada bueno. Hay que moverse con rapidez. Tengo un mal presentimiento.

Dijo mientras avanzaba silenciosamente, manteniendo el ritmo del grupo. En su rostro, un rastro de preocupación y de inquietud se hacía cada vez más evidente. En su mente, el nombre de la diosa araña no paraba de resonar, y entonces se acordó de las pocas historias que alguna vez le contaban en su clan sobre la diosa del terror.

Un escalofrío recorrió su espalda.

Femshen rió al escuchar la pregunta de Wimper.

-No, no creo que aspiren a tanto. Parece una secta menor. Conocí a algunos buenos combatientes detro del grupo, pero os puedo asegurar que no aspiran a tanto. Sé que estos medallones son un poderosos, y es evidente que poseerlos les ayudará a crecer y atraer a más adeptos. Y no debemos permitir que se hagan con el bosque de Noyvern. Ahora que se iban diluyendo poco a poco las historias sobre el peligro de este bosque, llega este grupo y se establece aquí. No, no debemos dejar que tomen por asalto un territorio al que tanto le está costando librarse de su mala fama. Y estamos demasiado cerca de Noyvern como para permitir que una secta crezca y se haga poderosa, no tan cerca de tan importante ciudad.