Partida Rol por web

Bockman se tendió en el suelo al lado del cadáver de wimger cuando la cuenta atrás de la sargento iba acercándose al final. Había visto pocos espectáculos como aquel, tan increíble y aterrador como bonito y triste. Todo un conjunto de sensaciones difíciles de describir pues indicaban el éxito de su misión y el fracaso en parte de los taladros de la flota que habían costado varias vidas. Tendido sobre la nieve imitando el cadáver de su compañero pudo distinguir la imagen de la nave que por fin iba a recogerlos. Era imposible que no los viera pues habían hecho tal espectáculo que cualquiera a muchos kilómetros lo habría escuchado. Las fuerzas se desvanecieron del infante, veía la nave que le llevaría de vuelta a casa, eso era lo único que pedía en aquellos momentos y era más de lo que muchos iban a conseguir en aquellas rocas heladas.

Se puso de cuclillas y se preparó en cuanto la nave aterrizara a cargar con el cuerpo de Wimger y transportarlo dentro de la nave. Se merecía un entierro digno por él y todos aquellos muertos que no iban a poder disfrutar de uno.

Sintió la explosión haciendo vibrar su pecho incluso a través del grosor de la armadura, y tras observar la onda expansiva que vino a continuación, supo que esconderse tras aquella loma y tumbarse había sido lo correcto. Ahora sólo quedaba subir a aquel transporte y marcharse. Ayudado por alguno de sus compañeros, llevó a O'Flaggerty al interior y se preparó para formar el perímetro de cobertura que su líder ordenaba.

La explosión fue de órdago y Sonia pudo sentirla aún más de lo que había sentido la que mató a la Reina. Seguramente la razón de dicho efecto era porque en esta había participado también el reactor nuclear del taladro. Sea como fuere, con semejante petardazo no había quedado rastro del taladro ni de los cuerpos de aquellos que lo manejaban.

Tras la detonación, empezó a caerles agua y nieve encima en gran cantidad y prácticamente por sorpresa. Casi daba la impresión de que el cielo de Galdonia lloraba por ver tantas muertes de buenos hombres... aunque la sargento sentía que más bien le importaban una mierda a ese planeta del carajo.

"Que asco le tengo ya a la nieve...", pensó para sí mientras se sentaba a esperar a que llegara la Pegasus.

- ¿Estáis todos bien? - preguntó, mirando a su alrededor. Un poco más tarde se escuchó un gran motor a lo lejos y Sonny disparó una bengala, atrayendo así a la nave que era su billete de salida de aquél lugar.

Ya casi habían terminado.

La explosión es muy fuerte, quizás más de lo que habíamos considerado, pero logramos resistirla gracias a las precauciones tomadas. Miro hacia lo que otrora fuese el taladro y solo veo la destrucción mientras llueve agua y nieve sobre nuestras cabezas. Mis pensamientos se agolpan finalmente:

"Hemos cumplido con todo ahora. La misión ha sido un completo éxito. Solo nos queda salir de aquí con vida, es lo último que nos falta y quizás lo único que no consigamos."

Pero no es el momento de quedarse esperando de brazos cruzados y comienzo a gritar de inmediato:

 - "Ya niñas, no es momento de descansar. Burnette, Bockman, Sonny, Billy, Mkoll, la Sargento y yo haremos un perímetro defensivo. Popov y Gawain se quedarán cuidando a James y atentos a los mensajes. Cuando veamos algún vehículo venir, expanderemos el círculo para dejarle aterrizar en medio. Todos atentos que esa explosión ha llamado a cualquiera que quiera fiesta en kilómetros. Muévanse ahora. ¡AR!"

Me pongo en posición junto con mis hombres, para así poder cubrir el terreno por si alguna amenaza aparece. Nos quedamos vigilantes hasta que el ruido de la nave nos llama la atención. Doy las indicaciones para que expandan el círculo y así tengamos una pista de aterrizaje segura para el transporte.

- "A la orden, mi Sargento Mayor.

Ánimo, Cabo. Saldrá de esta, ya lo verá." -

Suerte que decidieron tumbarse en el suelo porque esa explosión podría habérselos llevado por delante. Se levanta tras la enorme explosión y asiente a las órdenes del Sargento Mayor. Es posible que la explosión haya llamado la atención de esos bichos, pero tambien es verdad que estarán bastante atontados por la pérdida de su reina. Será un punto a su favor si realmente están tan atontados como para no saber dónde atacar.

Se situa en posición y solo espera que la lanzadera llegue lo antes posible a su posición para dejar atrás ese maldito infierno helado. Aun se continúa preguntando por qué los Altos Mandos quieren hacerse con un planeta inhabitable... su cabezonería ha llevado a muchos buenos soldados a la muerte.

Pero las órdenes son órdenes.

A lo lejos se puede escuchar el rugir de los motores de su vehículo de escape, sigue vigilando su zona, pero ahora un poco más aliviada... podrán salir de ahí.

La explosión le trajo desagradables recuerdos de la anterior, sólo que esta vez ya estaba en el suelo cuando detonó, y no había ningún horrible bicho alienígena intentando hacer puré con su cerebro. Ambas cosas eran buenas, aunque no se sentiría tranquilo hasta que estuviera a bordo de aquel transporte que en teoría venía a buscarlos, y saliendo de aquel lugar. 

Cuando llegaron las órdenes, el explorador se puso en pie y se posicionó en su lugar en aquel improvisado perímetro. No estaba seguro de que los bichos estuvieran en un estado en que fueran capaz de montar una ofensiva para evitar su retirada, pero no estaba de más ser precavido. 

Con la bengala lanzada por Sonny como guía, la Pegasus se dirigió rápidamente hasta la posición de los sobrevivientes del escuadrón Fox. El ruido de sus motores se volvió mas intenso a medida que el vehiculo se acercaba para después descender.

Centrándose en el perímetro que los infantes habían formado como pista de aterrizaje, la Pegasus toco tierra con suavidad apagando sus motores casi por completo al tiempo que habría la compuerta trasera. Al instante dos infantes ligeros enfundados en un traje contra el intenso frío, descendieron de inmediato para auxiliar a los infantes dándoles la indicación de iniciar el ascenso.

-Sargento mayor Focker- habló uno de los infantes ligeros, -un gusto encontrarlos con vida, hemos recibido ordenes de extraerlos de la batalla. Los llevaremos hasta la zona A que ya ha sido asegurada. No se que haya sucedido aquí- dijo mirando el grade boquete que había dejado la explosión del taladro –pero en el cambo de batalla se rumora que algo han hecho ustedes para hacer que todos los enemigos se vuelvan zombies. ¿Han matado a un cerebro?- Preguntó con curiosidad, quizá con la intención de poder contar una buena historia a su regreso.

Sonreiría ante las palabras del infante ligero, pero no tengo fuerzas después de haber visto morir a cuatro de los nuestros.

Me estremezco un momento y niego con la cabeza, recordando.

Al momento me repongo y reanudo mi vigilancia, firme en mi propósito de ser el último en alcanzar la seguridad de la nave de descenso.

Antes de volver a la inconsciencia, James alcanzó a escuchar al ligera (y menudos huevos tenían los ligeras). Sonrió. Se habían cargado el nido de comunicaciones. Los bichos zombies eran el síntoma de todo aquello. Así que, ya que lo llevaban como a un rey, en la cama, se relajó.

No estaría mal que me trajeran el desayuno, fantaseó arrullado por el tucu tucu de la lanzadera.

Bockman se levantó con cansancio, ver a los infantes de la ligera salir con ánimos le recordó a los que hacía no mucho habían muerto en aquel planeta helado. Salían con fuerzas y ganas de vivir una experiencia   que contar en las tabernas. Por desgracia normalmente los que vivían aventuras de verdad no tenían ganas luego de contarlas. Así sucedía, pocos querían contar lo que había sucedido y se limitaban a entrar en la nave. Por su parte levantó de la nieve el cadáver de Wimger y se lo cargó a la espalda. Entró sin mirar a los infantes de la ligera y lo depositó en el suelo de la nave con todo el cuidado posible. Era uno de los primeros en entrar pero no iba a poder hacerlo después. Una vez dentro cogió la morita y esperó en la puerta a que el resto de compañeros entraran.

Con cierta preocupación por su ojo, Burnette ayudó a meter a su compañero herido en el transporte y subió con él, asegurándose de que O'Flaggerty no pudiera moverse asegurándole con algunas correas. Las sienes le palpitaban, y no sabía si era por culpa de la herida o por la onda expansiva que aún sacudía su cuerpo. En cuanto llegaran a su destino y el equipo médico le examinara, lo sabría...

Por fin un transporte hacia una zona asegurada. Pendiente de el estado de O'Flaggerty. A la vez me infla de orgullo saber que en otros frentes nuestras acciones han colaborado para que nuestras tropas pudieran imponerse. Atrás quedarían este gran crater y nuestros hombres muertos en combate, aunque nunca podré olvidar a aquellos a los que debimos ejecutar.

La bengala lanzada por Sonny atrajo al transporte hasta la posición del escuadrón, una imagen que sinceramente todos necesitaban ver en aquél momento. Necesitaban salir ya de allí, dejar la superficie del puto planeta. De hecho, si podía ser posible, prefería que ni él ni ninguno de los suyos volviese a pisar jamás Galdonia VI. Aquél maldito trozo de piedra en mitad del espacio sólo les había traido muerte y desgracia.

Con cuidado de que la intensidad de los rotores de la nave no la derribaran al intentarlo, Sonia se puso en pie con cuidado, observando cómo la Pegasus descendía y aterrizaba para recorgerlos. El piloto se acercó a hablar directamente primero con el Sargento Mayor, cosa más que lógica, mientras que Ramírez se acercaba y se quedaba detrás de él para esperar al momento oportuno para subirse al aparato.

- Lo mejor es dejar las historias para más tarde, debemos irnos lo antes posible de aquí.- dijo ella con cierta firmeza.

Finalmente el transporte aterriza y se abre para permitirnos el paso a la salvación. Hago que mis hombres comiencen a entrar después de las indicaciones del soldado ligero. Entran primero los heridos, luego el médico, luego el consejero y al final los infantes en condiciones de defender al resto.

Le respondo al ligero en tono serio:

 - "Es información clasificada soldado."

Luego, cuando ya hemos entrado todos, con un tono mucho más relajado le doy algo para que disfrute:

 - "Solo sepa que allá abajo hay cosas mucho peores que un cerebro."

Un poco de alegría para alguien es algo que un oficial siempre debe brindar. Los soldados ven a sus amigos morir en operaciones que ni siquiera terminan de entender. Lo mínimo que uno puede hacer es mantener la moral alta con unas palabras, aunque solo sea una pequeña victoria que nada signifique.

Al entrar al vehículo, me aseguro de que estén todos en buenas posiciones, con los heridos estabilizados al igual que el cadáver de Wimger. Solo entonces y cuando ya todos se han puesto en sus posiciones, yo me aseguro en la mía para iniciar el viaje.

El explorador avanzó con paso cansado hacia el transporte. Sólo podía rezar porque hubiera una cama esperándoles... Y un médico. Muchos de ellos lo iban a necesitar. Quizás él no el primero de todos, pero se quedaría más tranquilo cuando un matasanos adecuadamente equipado le revisara la cabeza. Al menos, la misión había acabado con éxito, y eso ya era toda una buena noticia. Empañada por unas cuantas muertes, pero no se podía haber hecho de otro modo. 

Ya pueden subir al transporte, ya pueden salir de ahí cagando leches y dejar atrás ese maldito infierno que le ha costado la vida a cuatro compañeros y muchos están heridos. Espera a que todos los que están heridos estén dentro de la nave para entrar ella. 

No sabe como ha pasado, pero ha salido de esa misión ilesa y sin un rasguño, todo un logro teniendo en cuenta que han ido a estallar una bomba en las mismas narices de la reina. Ocupa su posición en la nave y se asegura bien al asiento. Parece ser que sus esfuerzos no han sido en vano. La muerte de la reina ha conseguido ayudar a todos los demás infantes en la lucha.

Soy el último en subir. Tras sentarme y abrocharme el arnés de sujección miro tristemente a la superficie del planeta helado que tanto nos ha visto sufrir.

Bajo la fría soledad de Galdonia VI, uno a uno, los infantes sobrevivientes del escuadrón Fox se pusieron en marcha cuando la Pegasus hubo descendido, ya no quedaba mas que abordar y esperar a que todo aquello hubiera valido la pena. El cadáver del fusilero Wimger fue depositado con sumo cuidado en el centro del área de pasajeros, y junto a el fue colocado el consejero O´Flaggerty.

Las heridas del consejero tenían muy mal aspecto y este seguía debatiéndose entre la vida y la muerte; pero ahora, allí arriba, era seguro que el inteligente soldado sobreviviría. Lo mismo podría decirse del resto de los heridos que habían bailado con la muerte; quizá las únicas secuelas considerables de todo aquello eran que Burnette casi con seguridad había perdido un ojo y que Mkoll probablemente estaba ahora un poco mas loco de lo que había quedado ya de por si en el fuerte helado.

Habían partido en total 14 y eso sin contar a todos los conductores de los taladros. Ahora regresaban once, y solo si consideraban a Wimger. El sargento mayor, como era de esperarse por muchos, había salido vivo de todo aquello, aunque como nunca antes, había sangrado de forma considerable; Ramírez por su parte era ahora la sargento del escuadrón mientras que el moribundo consejero O´Flaggerty era el cabo. De los fundadores originales del escuadrón que habían llegado juntos a Galdonia VI, ya solo quedaban Focker, Ramírez y Sonny.

Mackeyn, uno de mas de los veteranos del escuadrón había muerto es este aparente ultima misión, y así había pasado también con Evans. El ultimo de los fallecidos era el teniente Speedy, quien nunca forjó una buena empatía con el escuadrón pero quien sin duda, siempre vivió por la federación. Junto a ellos descansaban otros buenos que habían caído a largo de aquella interminable guerra. Si servia de algo, al menos el escuadrón se había llevado a una cantidad innumerable de bichos de todo tipo, y eso incluía a un inimaginable bicho Reina y a todo un nido plagado de huevos.

El ascenso había iniciado, los motores de la nave Pagasus rugían con toda su potencia. Mientras se elevaban, los infantes del escuadrón podían divisar por las ventanillas, lo que había quedado del taladro; solo un inmenso cráter y nada mas. Conformen ascendían, algunos jurarían poder ver sus pisadas a través de la nieve. Sobre todo el rastro dejado por la camilla al ser arrastrada; realmente no se podía ver nada, y aunque estuvieran allí, probablemente la nieve ya empezaba a borrar los rastros. No obstante, allí a lo lejos, se encontraba la cueva de la que habían salido, y a través de ella, descendiendo por aquella vertiginosa chimenea, se encontraban los restos de Speedy, Evans y Mackeyn; quienes jamas serían olvidados.