Respira aliviado cuando ve que su compañero llega sano y salvo al fin al otro lado, ya sobre el suelo de piedra. Después de eso hace que la mano mágica viaje junto a Bralin, donde desata y recoge el extremo unido a su amigo. Luego la mano regresa hasta donde está él de nuevo, para con sus manos normales atarse la cuerda, cerciorándose de que está bien asegurada. — Si me vuelvo a caer tira de la cuerda. — Le pide Antuhel a su amigo, aunque a diferencia de la primera vez el otro extremo está anclado a algo, para no terminar de nuevo abajo del todo.
— Mis padres son comerciantes, de los que viajan mucho. En los viajes de carromato poco más se podía hacer que leer para pasar el tiempo... — Le comenta cuando se dispone a intentar cruzar y habiendo escuchado el pequeño recuerdo de la niñez de Bralin. A diferencia de este, Antuhel decide por caminar por la fina tabla agarrándose de la cuerda, aunque casi le parece más un bastón largo de lo delgado que le resulta. Aunque se sorprende cuando pone ambos pies sobre ello, como el tramo anterior le resulta sencillo ahora que está sujetando la cuerda, por lo que continúa con suma confianza y seguridad.
No me creo la suerte que tengo, otro crítico de primeras.
Anthuel, tras observar cómo tu compañero ha conseguido pasar con la cuerda dispuesta por tus artes mágicas, te preparas para hacerlo por tu cuenta, a tu modo. No confías demasiado en esa tabla tan esmirriada que se presenta ante ti, parece a punto de partirse con cualquier peso que se le ponga encima. No obstante, aunque se queja sonoramente con un crujido amenazante, no cede ante tu peso, y lentamente vas poniendo un pie sobre otro, caminando con cuidado por encima. La cuerda, sin duda, es una gran ayuda para no perder el equilibrio, y antes incluso de que te des cuenta, a pesar de tus reticencias, estás al otro lado. Sano y salvo.
Tras recoger (o no) las cuerdas que tanta ayuda os han prestado para esta ardua tarea, finalmente os encamináis una última vez a la sala de los dones. Allí, como todas las otras veces, la estatua se ilumina levemente, mientras en el rostro de Ignadur se pueden leer la palabra "Templanza".
"La Senda del Riesgo otorga el don de la TEMPLANZA"
Tras esto, todos los retos y desafíos del santuario han sido conquistados. Tan solo os queda ir al encuentro del dragón de nuevo, si es que ese es vuestro deseo. ¿Qué haréis finalmente, ahora que la hora de la verdad ha llegado?
El don de la Templanza os otorga +1 de Destreza permanente, al menos hasta que decidáis usarlo para romper la prisión del dragón. Tenéis los posts que gustéis por aquí, y pasamos al epílogo cuando vayáis al encuentro del dragón, o si decidís hacer otra cosa.
De vuelta al comienzo, con más preguntas que respuestas. Con más magulladuras que esperanza, y aún así con el ego subido para mantener la cordura. Los pies de Bralin llevaron su reducido cuerpo nuevamente a la sala de siempre. La tarea estaba completa, ¿entonces por qué pesaba tanto? Tal vez porque la mente del Enano no estaba lista para el desencadenante final.
Por eso soltó al tío Drenek con un ruido ensordecedor metálico cuando llegaron nuevamente al ya viejo campamento y observó los desgastados techos del santuario, repletos de verde vegetación invasiva y grietas heredadas de tiempos remotos. ¡Habían terminado! ¡Solo quedaba hablar con el dragón e irse! Sin embargo, de sus labios no nacieron palabras. ¿Tal vez dudaba en liberar al poderoso ser ahora que la tarea estaba completa? ¿El frío y los absurdos retos habían penetrado en la dura mollera del guerrero? No, al final no fue lo que hizo que se decidiera.
— Te doy las gracias por acompañarme en este viaje, Anthuel. Ahora que se termina no sé si estoy preparado para ello. — Honorable y orgullos, pero agradecido por la compañía que evitaba que loco se volviera, Bralin inclinó levemente la cabeza ante el mago. Compañeros de camino, ni mil peleas lograrían ya romper la amistad que los unía. Después de su gesto, le tendió la mano para que la tomara y estrechara. — Ni en esa medicina pienso ya. Puede que el dragón blanco no se apiade de nuestra buena voluntad. O que ese maldito hechicero flotante nos ponga las cosas difíciles. Así que terminemos bien nuestra tarea, amigo. ¿La última? — Obvio, se refería a cerveza. Pero no demasiada, no cuando tenían que hablar con un ser ancestral midiendo cada palabra nueva.
Mini campamento será antes del final.
Cuando deja atrás las tablas de maderas y toca el suelo de piedra, aún se siente raro. Aún le queda la sensación de que debe mantener el equilibrio conscientemente un rato largo, caminando con los pies uno delante del otro perfectamente. Ayuda mucho el centrarse en desatar la cuerda que tienen cerca, la otra si la dejan atrás, ya que ni con la mano de mago puede llegar a ella.
Para cuando regresan a la sala de las estatuas y, en efecto, se ilumina la que toca, el humano mira atentamente a su alrededor. Con sus ojos buscaba cualquier otro cambio, algo que aparezca o que aparezca el secreto de Ignadur, pero sospechaba que ya habían encontrado el secreto hace mucho, el dragón blanco encerrado. Aunque poco más tiene para reflexionar sobre eso, porque su compañero le llama la atención con sus palabras y gestos.
Antuhel toma la mano de inmediato cuando se la ofrece para estrecharlas, dejándole hablar mientras él tiene una sonrisa en su rostro. Cuando Bralin acaba con esa pregunta, el mago le da un abrazo amistoso y le responde con las manos en la espalda del guerrero, dándole palmaditas. — ¿La última de qué? Dirás la primera de muchas. — Luego de eso se separa un poco, aunque permanece con las manos en los hombros de su amigo, para mirarle a los ojos. — No me seas pésima ahora, estamos a punto de terminar esto junto. El dragón nos ayudará y encontraremos una cura, si no seguiremos buscando. — Le da una palmadita más en uno de los hombros. — Y el que te tiene que dar las gracias soy yo. Ya que fui yo el que te propuse el venir a este santuario perdido, y aceptaste mi propuesta. Si me hubiese dicho que no hubiese venido solo, y no creo que hubiese acabado bien. — Y termina con otro abrazo antes de decirle. — Gracias, amigo.—
Voy cambiando de escena para el epílogo chicos