Los gigantes que flanquean la empalizada continúan riendo sin darse cuenta de lo que ha ocurrido. Al otro lado de la empalizada, tus hombres rompen en vítores y aplausos ante la victoria, mientras que de las chozas de los gigantes van saliendo el resto de los clanes, cabizbajos. El gigante de la hojarasca que anteriormente había hablado contigo se te acerca.
-"Has vencido." Te dice. "En nombre del clan Aplastaselvas, te juramos lealtad." E hincando una rodilla en el suelo, te hace una profunda reverencia.
Otro gigante, del clan de los Rompecráneos, repite el mismo juramento. Y así, uno a uno, los clanes de los gigantes rinden sus armas. Comerrocas, Lágrimas Sangrientas, Sacatripas... Todos, sin excepción, juran lealtad y piden clemencia.
-"En el día de hoy..." Dices, hablando tanto a tus tropas como a los clanes de los gigantes. "No se verterá más sangre..."
Pero no podías estar más equivocado.
-"A partir de ahora, el reino de Khytya y los clanes gigantes vuelven a ser aliados y a vivir en paz."
Comienza a oírse un zumbido creciente en el cielo.
-"Los khytyanos y los gigantes podemos vivir en armonía."
El ruido aumenta y todos alzan sus ojos al cielo para ver aparecer a seis naves Cobra. Una de ellas es diferente, más grande y robusta, con un mascarón en forma de cobra dorado en lugar del plateado habitual. Probablemente, este era el refuerzo de los gigantes. De haber continuado el asedio, estas naves hubieran acabado con vosotros. Pero, ¿qué les impide ahora a los gigantes romper su juramento y masacraros a todos con la ayuda de los hombres cobra? Con temor en tus ojos, buscas la mirada del gigante arbóreo, el primero que te juró fidelidad, y tus ojos se cruzan con el suyo. Por un momento dudas de su respuesta, pero el gigante asiente, validando su juramento, y lanza un grito al cielo.
Las naves Cobra comienzan a disparar sus rayos de energía roja sobre tus tropas, desintegrando a algunos de tus hombres al instante. Pronto, todo el ejército se dispersa sin orden ninguno y todos corren rodeados de rayos rojizos que caen del cielo y explosiones de fuego que dejan un denso humo negro en toda la zona. Todo hubiera acabado en cuestión de segundos si no llega a ser por los gigantes. Con su enorme fuerza, comienzan a arrojar piedras a las naves Cobra. Pero no grandes piedras como las que lanzaría una catapulta, sino piedras de menos de medio metro, piedras que los gigantes lanzan sujetándolas primero entre su índice y pulgar y que alcanzan así mayor velocidad de la que podrían alcanzar los grandes proyectiles de una catapulta. Los impactos resultan ser demoledores en los delicados mecanismos de las naves Cobra. Muchas piedras rebotan sobre el fuselaje de metal, abollándolo y desviando la nave, pero las que mayores estragos causan son las que logran colarse por las toberas que evacuan el fuego y el humo que impulsa a las naves. Las que reciben esos impactos empiezan a expulsar un humo negro y espeso e inmediatamente pierden el control; dos naves chocan en el aire y provocan una enorme explosión de fuego naranja que siembra de escombros ardientes todas las ruinas de la calzada que se encuentran abajo y otra recibe un impacto en plena cabina, hundiendo sus ventanales rojizos con la fuerza de la piedra y cortando el hilo invisible que la mantenía flotando en el aire. Las tres naves restantes no tardan en huir; una de ellas, la del mascarón dorado. Los vítores y aplausos de alegría se reanudan, esta vez con más fuerza. Los gigantes han demostrado ser un importante aliado contra el Imperio Cobra. Ekôram se acerca a ti para felicitarte.
-"Ahora sí podríamos vencer al Imperio por completo. ¡Incluso recuperar Puerto Raîsa!" Dice, fruto de la euforia.
Tras el desafío que supuso para el Imperio Cobra el rescate llevado a cabo por tu padre en el propio bastión del Emperador Cobra, la situación se volvió beligerante y el Emperador envió a los Espíritus de Fuego a asolar Puerto Raîsa, una de las ciudades más prósperas de Khytya y la más importante en cuanto a comercio. Con el puerto ardió un gran contingente de la armada mercante de Vendha, haciendo que un simple barco fuera un bien escaso en el territorio de los tres reinos de Erech. Desde aquel momento, mucho antes de que tú nacieras, las ruinas de Puerto Raîsa se infectaron de criaturas viles de toda clase, que usando la ciudad como base, se han ido extendiendo por todo el sur, aniquilando aldeas y pequeños puertos menores.
El desafío que plantea Ekôram, pues, es una frase que planta una semilla en el pensamiento. Una semilla que no deja de crecer. La ambición va creciendo en tu mente, alentada por las recientes victorias. ¿Y si conduces tu ejército al sur y recuperas Puerto Raîsa de una vez por todas? Ahora ya cuentas con los clanes de los gigantes y acabas de dar un escarmiento al Imperio Cobra, para ti no es tan descabellado. Mientras todo esto bulle en tu mente juvenil, una sombra negra se mueve insidiosa en el fondo de tus pensamientos. Aquellas visiones, ¿qué significaban? ¿De dónde surgió el hacha y el gigante que aparecieron aquella noche, cuando tu padre relataba sus aventuras?
Sección 7
Si decides aprovechar el momento para recuperar el sur de Khytya y Puerto Raîsa, pasa a la sección 8.
Si has visitado antes al oráculo, también puedes elegir esta opción:
Si decides dirigir a tu ejército a través de la selva para ir al Templo de las Mil Puertas, intrigado por lo que presenciaste en las montañas, pasa a la sección 16.
¿Creíais que moriría, verdad? Yo también, !JA! Pero la condenada hacha mágica me salvó una vez más. Habréis oído muchas versiones de la historia... no pienso desmentir ninguna. Como mi padre. Que mi relato crezca solo. Porque en aquel combate singular me convertí en Héroe. Con mayúsculas. Todo lo que vino después, sólo hizo aumentar mi leyenda. ¡Ja!
Gal-bator de Khytia. Líder de los clanes de los Gigantes. Asesino de Hastades el Bruto. Portador del Hacha de Polifemo. Azote del Imperio Cobra. Pacificador de la Selva. Esos nombres y más se usaron desde entonces para mí, Rohak, futuro Rey de Khytia. Syon se encargó de acuñarlos y difundirlos.
Tras la batalla, vinieron días buenos. Las gentes celebraron y Khytia retomó la esperanza perdida con los últimos augurios. Los Gigantes habían sido fieles a su palabra. Y los ataques de Naves Cobra eran rechazados.
Pero las visiones volvieron a mí. Aquello no había terminado. Era incapaz de comprender qué las atraía. Mi querido tío me dió un motivo plausible: Khytia seguía desmembrada.
Tras reunir de nuevo al consejo de guerra, se aprobó que partiese hacia Puerto Raisa. Confiaba en que las tropas tuviesen la moral alta. Y que guerreros gigantes se nos uniesen. En realidad, tantos ellos como nosotros vivíamos bajo el miedo al Imperio Cobra. Era un enemigo común.
Paso al 8, este Rohak no ha ido al Oráculo.
¡Menudo giro de guión! ¡Pensaba que me moría y me he convertido en un héroe!
Arengas a tus tropas y repartes las reservas de vino sangreselva que llevabas para una ocasión como esta. Los gigantes trasiegan el vino usando los mismos barriles, como si fueran jarras de media pinta. Cuando todos, humanos y gigantes, han remojado sus gargantas, los haces partícipes de tu plan: reconquistar el sur. La única respuesta que recibes es el silencio expectante, pues la noticia les ha cogido desprevenidos. Ahora es el momento de recuperar lo que se perdió. De repente, todos responden con alegría a tus sueños de conquista y comienzan a cantar viejas canciones de guerra desentonadas por la embriaguez.
Los gigantes son los únicos que permanecen en silencio tras tu discurso. Pasodeárbol, que así es como se llama el gigante de la hojarasca sobre el ojo y que fue el primero en jurarte fidelidad, se acerca a ti en un apartado.
-"A mi gente no le gusta esto." Te comenta. "Estás disponiendo de ellos para tus fines. Pero nosotros no ganamos nada en el sur. Mi gente es de cabeza caliente y gestos poco duraderos. No nos interesa Raîsa ni tener que abandonar la selva por la torpeza de uno de los nuestros."
Sin lugar a dudas, Pasodeárbol era franco.
-"¿Qué me sugieres entonces?"
-"Tierras."
-"¿Cómo?" Preguntas.
-"Llevamos siglos peleándonos por las mismas tierras, ya tienen tanta sangre que no crecen más que sanguijuelas. Y todo porque no tenemos un líder que divida esas tierras, que medie en los conflictos antes de que acaben nuevamente en otra guerra entre clanes."
-"Muy bien, entonces. Si los gigantes quieren tierras, se les serán dadas. Reúne a los líderes de cada clan." Le propones. "Les haré una oferta que no podrán rechazar."
Te reúnes con los principales líderes de los clanes gigantes dentro de una de sus amplias chozas. Parecen haber elegido representante a toda prisa: eligiendo al más alto de cada clan. No era momento de enfrentamientos para elegir nuevos jefes de clan de la manera tradicional. Por tu parte, tan solo Ekôram y Syon te acompañan.
-"Pasodeárbol me ha contado que tenéis un problema con vuestras tierras. Yo lo he visto con mis propios ojos, esta zona de la selva se muere. La vegetación se pudre y el ambiente se vuelve malsano y asfixiante."
Ves cómo muchos gigantes asienten, dándote la razón.
-"Khytya, en cambio, es verde y frondosa, pero tenemos leyes y tradiciones que nos prohíben acercarnos a determinados lugares como las ruinas. Estoy dispuesto a ceder esos territorios a los gigantes para que podáis cultivar de nuevo en la selva, en suelo fértil, mientras vuestras tierras se recuperan. Así, el otro lado del río, los territorios colindantes con el Templo de las Mil Puertas, pasarán a ser territorio de los gigantes, repartidos en franjas iguales en extensión y correspondiendo la del norte a los Rompecráneos, la del este a los Aplastaselvas, la del sur a los Comerrocas y la del oeste a los Lágrimas Sangrientas."
-"¿Y los Sacatripas?" Pregunta uno.
-"Haremos otra franja de igual tamaño."
-"¿Y los Ojosardientes?" Pregunta otro.
-"De los detalles se encargará Pasodeárbol, al que nombro sûr vasîm de esos territorios. Todos esos asuntos tratadlos con él. Entonces, ¿tenemos trato?" Dices, alargando la mano en señal de buena voluntad.
Pasodeárbol te extiende el dedo y, con este peculiar apretón, cerráis el trato.
-"Tu padre te va a matar cuando se entere de que volvéis a tener gigantes en las selvas de Khytya." Te susurra discretamente Ekôram al oído.
Bien hecho. Los gigantes se han unido a tu causa y el contingente apenas ha sufrido bajas, así que conduces una enorme hueste de doscientos gigantes, casi quinientos hombres y una veintena de jinetes puma, todos prestos para tomar de nuevo Puerto Raîsa. Descendéis el cauce del río, dejando al oeste la pequeña aldea de Harappa, donde forjan las hojas de los famosos cuchillos largos sûr usados en todo el reino, y continuáis bajando hasta Mohenjo-Daro, una ciudad construida al estilo de Khytya pero íntegramente usando mimbre trenzado. Allí os incorporáis a la gran ruta comercial que cruza la selva de norte a sur y que antes llevaba directamente hasta Puerto Raîsa. Ahora, las ruedas de los carromatos han surcado una desviación en el camino y se dirigen un poco más al este, hacia el puerto de Lothal, un pequeño valle de pescadores que proporciona un fondeadero seguro para embarcaciones de poco calado.
Finalmente, después de varios días de viaje, contempláis en la distancia los negruzcos y carbonizados tejados de Puerto Raîsa. Aún sobresalen mástiles negros de la bahía y algún que otro casco volcado de la fabulosa armada vendhí que yace en su fondo. ¿Cómo piensas tomar Raîsa?
¿Te ha sorprendido? Jejejeje
Sección 8
Si decides enviar a los gigantes como vanguardia para aplacar cualquier oposición para después entrar con el resto de tus hombres, pasa a la sección 9.
Si decides formar partidas discretas para infiltraros en la ciudad por la noche, dejando a los gigantes como refuerzo en la retaguardia, pasa a la sección 12.
Me sentía especialmente orgulloso de mí mismo en esos días. No sólo había evitado la guerra con los Gigantes sino que pasaron a ser aliados de Khytia. Incluso formaron parte de mi ejército. Justo por eso, quería que se sintiesen bien, que no se pensasen que les llevaba de carnaza.
Iremos los khytianos en vanguardia. Podemos movernos con más sigilo por la ciudad. Limpiaremos calle a calle esta noche de Hombres-Cobra.
Los gigantes se quedarán en retaguardia. Entraréis como refuerzo, o apedreareis a las naves Cobra si vienen por nosotros.
¡Por Khytia! ¡Por la Libertad!
Paso a la sección 12.
Prefieres tener una visión de conjunto antes de atacar a ciegas, así que decides escoger pequeñas unidades de hombres sigilosos y enviarlos bajo la cobertura de la noche para espiar la ciudad. A mitad de la noche, las unidades regresan y te informan. Parece que la ciudad está semiabandonada. Solo la mitad de las casas que aún siguen en pie están habitadas y no hay guarnición de ningún tipo. Si había bandas de ladrones o forajidos, han huido nada más ver al ejército acercarse. Tampoco encontraron ningún tipo de criatura sobrenatural, sea espíritu o bestia, ni guarnición de los hombres cobra, aunque esto último no es de extrañar, pues los hombres cobra no se aclimatan bien a otro ambiente que no sea el asfixiante Mar de la Niebla de donde provienen.
A la mañana siguiente irrumpes en la ciudad a la cabeza de tu hueste. Los pocos ciudadanos que aún resisten en sus ruinosas casas salen a recibiros, primero con incertidumbre, pero poco a poco se van animando e irrumpen en vítores y aplausos. Saben lo que el ejército significa; ya no están abandonados a su suerte, ahora vuelven a pertenecer al reino de Khytya y están bajo su protección.
Ese mismo día comienzan los trabajos de reconstrucción de Puerto Raîsa. El antiguo gobernador, un hombre de carácter ácido y pelo canoso que se llama Akîl, te saluda con una marcada reverencia. Todo en él son halagos y zalamerías. Desgraciadamente, los gigantes no tardan en comenzar a causar altercados en las cercanías de la única taberna que queda en pie en la ciudad (pues es difícil que entren en ella) y comienzan a ser un problema. Antes de que la cosa vaya a mayores, le sugieres a Pasodeárbol que monte un campamento al norte de la ciudad. Acuerdas con él suministrarles suficiente comida, vino y cerveza para que pasen el tiempo entretenidos y sin ocasionar problemas, trato que el líder de los gigantes acepta de buen grado.
Los trabajos en el muelle avanzan día a día y pronto las banderas de las principales casas de Khytya ondean de los pináculos más altos de la ciudad. Pero una sombra no deja de atenazarte el pecho. Las últimas noches has estado teniendo unos sueños inquietantes que no han dejado de atormentarte, visiones de unos pináculos rojizos que se elevaban como colosos entre el frondoso verde de la selva. La presencia del Templo de las Mil Puertas crece en tu mente poco a poco, como si te llamara. Sientes que su influencia es muy poderosa en ti y eso te asusta. Deberías afrontar ya tu destino y averiguar qué es eso tan importante que sucede en torno al templo y por qué su magia es capaz de alterar el entorno y tu mente. Finalmente, te armas de valor y decides acudir a su llamada. La mejor opción sería dejar a tu tío Qimat al mando y partir tú solo, ya que no vas a irrumpir en unas ruinas prohibidas con todo tu ejército. Pero cuando le comentas tu idea a Qimat, te tacha de loco.
-"¡No puedes abandonar la reconstrucción de la ciudad a su suerte!" Te dice, intentando convencerte. "Esto no es solo guerra, es diplomagia. Ni siquiera tu padre comprende los complejos entresijos de la diplomagia."
-"Pues dejaré a Eakânt a cargo. Él es un hombre sabio, sabrá manejárselas sin mí."
-"No se trata de eso, hijo." Intenta explicarte tu tío. "Eres un símbolo, un emblema. Tu presencia es lo que aporta estabilidad a esta alianza."
Sabes que tiene razón. Pero también sabes que una sombra negra avanza detrás de ti y pronto desencadenará un mal que apenas eres capaz de imaginar.
Sección 12
Si decides escapar pese a las palabras de tu tío y tus responsabilidades y acudir a la llamada del Templo de las Mil Puertas, pasa a la sección 5.
Si, por el contrario, cumples con tus deberes como gal bator y esperas a que el gobierno de Raîsa sea estable y la ciudad sea reconstruida, pasa a la sección 30.
Me debía a mi cargo de Gal Bator. A mi familia. A mi padre, el rey. A mis gentes de Khytia. A los Gigantes. Y a mí gloria personal, por supuesto. Recuperar Puerto Raisa fue otra hazaña que engrosaba mi leyenda.
Así que aparqué mis visiones y comencé a administrar la ciudad. Mi tío estaba muy contento.
Paso a la sección 30
Los días pasan y las obras en la ciudad avanzan. La ciudad crece en esplendor en la misma medida que tu alma se ensombrece día a día. Todas las noches tienes pesadillas y te levantas empapado en sudor, pero ahora ya no consigues recordar nada de lo que has soñado. Incluso en más de una ocasión has tenido visiones con gigantes que al principio confundías con los gigantes reales que pululaban por las calles de la ciudad. Al cabo de los días ves a Polifemo blandiendo su hacha sobre tu cabeza, ese Polifemo que sabes que no es real pero que deja sus huellas de barro impresas cuando pisa y blande feroz su hacha lista para cercenarte la cabeza si no reaccionas. En todas las ocasiones has salido huyendo asustado del gran gigante. Pero ahora las visiones son más complejas. Al festín de ilusiones ahora se suman los hombres cobra y también otras criaturas, más estilizadas, más parecidas a una víbora que a una cobra, con unos ojos rojos siempre atentos, oteando el aire, como buscándote. Sabes que te buscan a ti. Pero, ¿por qué tú?
Ya para la fiesta de inauguración muestras un aspecto muy desmejorado que te hace parecer un espectro; tienes los ojos hundidos por la falta de sueño y has adelgazado bastante, pues la comida ha perdido su sabor y ya no tienes apetito. Tu mente está más en esas visiones que en el presente, lo que ha ocasionado tu caída en la desesperación. Aguantas estoico en tu puesto mientras el gobernador Akîl suelta su perorata en agradecimiento al vasîm de Khytya y la toma de Puerto Raîsa, que será conmemorada ese día de ahora y en lo venidero.
Antes del banquete ajustas a uno de los pumas de Niar un hatillo con provisiones que le mandaste preparar a Syon y partes hacia el templo sin decir nada a nadie. Sientes que las visiones que has tenido en tus sueños deben significar algo y estás decidido a averiguarlo. Solo Syon parece conocer tus intenciones, pero crees que él está de acuerdo, pues se muestra muy discreto y no intenta impedirte la marcha con ningún tipo de consejo. Es más, quizás ves en sus ojos lo que no se ha atrevido a decir: quizás ya sea demasiado tarde.
Cabalgas en el puma como puedes, aferrándote al arnés y confiando en no caerte, pues es un animal realmente veloz y ligero para el tamaño que alcanzan los pumas khytyanos. Por la ruta comercial que desciende de las Montañas del Alud, el templo no está a más de tres o cuatro jornadas apretando el ritmo, pero tú piensas forzar a tu montura para hacerlo en un solo día; debes llegar antes del anochecer. A medida que avanzas, Hacha de Plomo parece volverse cada vez más pesada en tu espalda, como si ofreciera resistencia a ir a ese lugar. Para cuando divisas las gigantescas ruinas rojizas del Templo de las Mil Puertas envueltas entre la espesa niebla blanca que surge de la selva, el puma también se niega a avanzar. Todo parece estar ofreciendo una resistencia extraordinaria hacia aquel lugar. Desmontas y avanzas hacia una de las puertas principales que se abre en una ciclópea puerta oscura. De repente, un fogonazo de luz te ciega y descubres al volver a abrir los ojos que todo ha cambiado, pareces estar en otro lugar. El templo ha desaparecido, solo puedes ver una gran gran zona despejada y la gran extensión de selva que se extiende alrededor. Pero eso no es todo, en medio de la zona puedes contemplar cómo unas criaturas cargan gigantescos bloques de piedra roja. ¡Parece que están construyendo un templo similar! No, no es eso. ¡Estás presenciando la mismísima construcción del Templo de las Mil puertas! De algún modo, tus visiones te han llevado a un pasado remoto y estás contemplando la construcción del verdadero Templo de las Mil Puertas y esas criaturas deben ser los mismos Dioses.
Te acercas con paso vacilante para intentar verlas mejor, ya que te encuentras a centenares de metros. Puedes ver que visten túnicas de colores metálicos, pero una de ellas se gira y compruebas con estupor que se tratan de hombres serpiente, como el que había en el interior de la nave Cobra observando la reunión con los gigantes. De repente, el hombre serpiente al que miras se percata de que estás allí y se vuelve dando la voz de alarma. Pronto surgen del interior del templo en construcción otras criaturas y en un instante hay hombres serpiente de todo tipo y, por lo que parece, de diferentes especies. Lo más curioso es que no hay entre ellos ningún hombre cobra, pero de todas formas todos corren hacia ti. Intentas huir, pero los ojos rojos iluminados de uno de esos seres se clavan en los tuyos y notas que tus músculos no responden a tus órdenes. Te quedas inmóvil mientras el paisaje vuelve a cambiar a tu alrededor y súbitamente el templo termina de construirse por sí solo en un instante. Después puedes ver cómo salen llamas de todas sus puertas y una cruenta batalla tiene lugar por toda su extensa superficie. Luego la selva lo cubre, la vegetación se mueve tan rápido que parece que el templo estuviera siendo engullido por una maraña de gusanos verdes gigantescos. Y entonces aparecen los hombres cobra, cientos de ellos irrumpen por todas sus puertas. Y eso es lo último que ves. Con un destello cegador, el templo desaparece de la realidad junto con una parte de la selva y parte de la historia que allí se desarrolló, dejando un agujero en su lugar. Una negrura creciente en la selva que se va extendiendo poco a poco y va devorando todo cuanto toca.
Del primer grupo de exploradores que posteriormente se encontró por primera vez con aquella Sombra, ya que así la llamaron, tan solo sobrevivieron dos; el resto fue succionado por la nada. Se prohibió el acceso a esa zona de la selva, pero la Sombra cada vez se extendía más y más en la selva. Los profetas predijeron que la Sombra cubriría el mundo en su totalidad dentro de mucho tiempo, pero se equivocaron. Justo la víspera del Día del Cíclope del siguiente año, el mundo tal y como lo conocíamos dejó de existir.
- TU AVENTURA TERMINA AQUÍ -
Sección 30
Has muerto valerosamente. Espero que te haya gustado la aventura. Ahora hay dos caminos posibles a elegir: dejar la partida con el agrio sabor de boca que te ha dejado Rohak 18 o volver a empezar de nuevo en la sección 1 o en otra posterior y elegir otros caminos.
¡Tú decides!
¡Es el peor final de todos! ¡La Nada se come el Mundo!
Y no he podido darle un nuevo nombre a la Emperatriz Infantil.
Ahora en serio, gracias por llevarme por esta parte de la historia de Rohak. Me he perdido mucha trama por haber ido directo al Oráculo y al Templo (a salvar el mundo, no solo Khytia). Ha sido muy bonito morirse tantas veces hasta llegar aquí. ¿Si hubiese escogido ir al templo enlazaba con las primeras partidas? ¿O tengo más trama o finales que desvelar?
Sí, prácticamente has recorrido casi todos los finales. ¿Entiendo que das por finalizada tu aventura?
Sí. Ha sido un gusto jugar contigo. Gracias!