- No del cuál haya escuchado. - Respondió con seria preocupación. El LaSombra deambulaba a lo largo de la habitación una y otra vez, hasta que se detuvo en uno de los estantes, buscando unos instantes, para tomar un pequeño libro de tapa dura bastante ornamentada. Parecía una especie de diario, escrito a mano con muy refinada caligrafía. Vidal iba pasando por las páginas a una pausada velocidad. - Tal vez Blanco haya presenciado algo así, en su experiencia. Este diario parece ser un registro de ellas... - Pensó en voz alta a medida que iba leyendo más por arriba y con mayo frecuencia las páginas de aquel tomo. Tal vez hallaría algo de utilidad, tal vez no.
- Si nuestra teoría es cierta y la Mano Negra está de su lado, al menos sus dos agentes locales, es muy probable que sospechen también de nuestro conocimiento. Al fin y al cabo, Hiroyuki se encontraba con nosotros cuando elaboramos dicha hipótesis, y ahora él está con el Tercero. Eso explicaría cómo están al tanto de nuestra reciente derrota. - Fue deduciendo en voz alta mientras pasaba las páginas, y a medida que lo hacía sus pensamientos iban cambiando y desarrollando una postura más firme. - El Tercero y su Espada se hallan, de momento, fuera de nuestro alcance. El objetivo encomendado por Molerie técnicamente no sería imposible, pero el llamado de la Mano Negra en tres noches es nuestra preocupación más inminente. Puede que incluso una retirada no sea sencilla. - Confesó frustrado, pues sus conclusiones no eran nada alentadoras.
- Nuestros únicos potenciales aliados, podrían ser los Cuervos del Infierno. Empero, aún con el paradero de su objetivo Agatha como ofrenda de buena fé, el revelarles que la Mano Negra está actuando en su contra es una afirmación bastante polémica como para ser tomada a la ligera. Ellos podrían ayudarnos a planear una emboscada contra Lord Asthor y sacar a luz sus esquemas; o pensar que nosotros somos los traidores y actuar en nuestra contra. Aunque en tal caso, puede que su potencial enemistad resulte redundante, con el poder que parecería ostentar Asthor. - Planteó el Ductus, a ver qué opinaban sus hermanos con respecto al plan. Era una jugada arriesgada, aunque el riesgo no difería mucho de la condena inminente que parecía aguardarles en la reunión con la Mano Negra.
De camino a la mansión finalmente el teléfono de Rafael sonó, en la pantalla podía verse el contacto de Joshep lo que era buena señal, el la sombra contesto la llamada aunque su rostro pronto se ensombreció al ver que no era Joshep quien estaba al otro lado, el cainita tomo su terminal activando el altavoz para que todos pudieran escuchar mientras Santiago conducía.
Soy el Sheriff Emilio Rage, la última línea de fuego entre cualquier basura como ustedes y el principado de Regina, hemos capturado a la mitad de tu manada,-Hizo una pausa para que las palabras calaran fuerte en la mente de De la Cruz.- Ahora se encuentran bajo custodia de nuestra primogénita Juana Cienfuegos. -Sonrió aunque no podían verle.- Serán juzgados, sentenciados, y pronto, eliminados por la honorable corte vampírica de Regina. No hay lugar para el caos en ninguna ciudad de la Torre de Marfil.-
El Sheriff dudó por un momento al colgar, por fin, decidió continuar.
-No destruyas el aparato, te doy mi palabra de que no te rastrearemos pues ustedes y su secta ya son cenizas, te enviaremos las últimas palabras de cada uno de tus hermanos, estén seguros de que esta vez no escaparán a su destino.-
La llamada se cortó dejando sin respuesta al propio Rafael, quién inmediatamente introdujo el teléfono en una funda bloqueadora de señal.
- No son buenas noticias, parece que Anatoli y Joseph no han corrido la misma suerte que Jonas... esos bastardos, no podrán seguir la señal de este móvil a partir de aquí, aunque podrán rastrear nuestra última posición si quisieran.
El mensaje terminó, dejando un eco de amenaza flotando en el aire, un eco que resonó en lo más profundo del ser de lo que quedaba de la hermandad Inquebrantable del Caos. La situación se vislumbraba crítica, pareciera que aquella confirmación no dejaba margen para la esperanza en los capturados.
Justo en ese instante, un suave y casi inaudible golpe resonó a través de aquel salón. El leve sonido provenía de uno de los vitrales adornados con imágenes sacras que bordeaban la estancia. El toque era delicado, apenas perceptible, pero en la quietud de la noche, fue como un grito en la oscuridad. La figura sombría de Munnin, el cuervo de Joseph, emergió en la penumbra. El ave estaba posada sobre el alféizar de la ventana, su plumaje negro azabache contrastando con el resplandor de los cristales. Pero lo que realmente atrajo la atención fue la aperlada sangre que manchaba una de sus alas, un rastro brillante y viscoso que goteaba lentamente, tiñendo el marco de madera con su agonía.
Munnin estaba herido, su vuelo había sido torpe y cansado, pero había logrado encontrar a los hermanos de su amo. Su pico golpeó de nuevo el cristal, esta vez con más fuerza, dejando un pequeño rastro de sangre en el vitral. Era un signo inequívoco: Joseph, el sacerdote Malkavian, había caído. Sus hermanos de manada estaban en las garras del enemigo. La Torre de Marfil había mostrado su mano, y el juego estaba llegando a su clímax.
Munnin trastabillo tratando de aletear sus majestuosa envergadura, sus ojos duros, iban perdiendo a cada segundo que pasaba su brillo mágico, en su interior un torbellino de emociones se desataba. La furia, el miedo y la desesperación eran ahora sus compañeros inseparables. Munnin, con su energía menguante, los miró con ojos que parecían transmitir un último mensaje, una advertencia silenciosa. El cuervo había cumplido su misión, pero su sacrificio no era más que el preludio de la tragedia que estaba por desencadenarse.
La presencia de Munnin, herido y sangrante, era un símbolo de la traición y la captura, de la derrota que ahora se cernía sobre la manada. Una profética manera de hacerles saber que el tiempo se acababa, y que la única forma de salvar a sus hermanos, que el brillo en sus ojos trasmitía y si es que aún había salvación, era actuar con la misma precisión y crueldad con la que la Camarilla había actuado contra ellos. Pero en lo profundo de su ser, la pequeña chispa de esperanza comenzaba a extinguirse, sustituida por la fría certeza de que el final podía estar más cerca de lo que jamás hubiera imaginado.
-Chinga cabrón. - Murmuró tras el mensaje. Habían tenido a ese cabrón(Emilio Rage) una vez a tiro, lástima no haber tenido algo con lo que contrarestar al capullo de la espada de fuego, sus tropas les habían puesto en un aprieto, pero podrían haberse impuesto.
El golpe en la ventana rompió su ensoñamiento y le hizo dar un respingo. Guillermo se acercó a la ventana donde el pájaro había chocado.
-Era la mascota de Joseph, verdad?- Preguntó abriendo la ventana y cogiéndolo entre sus manos, mirando más allá, para ver si Joseph aparecía tras el como lo hiciera en mitad de la ceremonia Sabbath. También miró con recelo por si el cuervo había guiado a alguien hasta ellos.
-¿Como sabía donde encontrarnos?- Preguntó escondiéndose en un lado de la ventana, por si le disparaban desde la oscuridad.
Equilibró al pájaro en una mano y con uno de sus colmillos se hizo un pinchazo en el dedo de su otra mano, del que brotó una gota de sangre que ofreció al cuervo, si era un animal normal, quizá aquello le ayudara, y si sobrevivía quizá les podía llevar hasta su amo y con eso el escondite de estos desgraciados.
- No sabría decir si sólo una mera mascota... Los hijos de Malkav están envueltos en misterios que ni siquiera ellos mismos comprenden. - Aportó Santiago en un tono lúgubre y sombrío, observando como el animal decaía tras aquel ultimátum que el Sheriff les había mandado por teléfono. Más de sus hermanos habían caído, y poco y nada había podido hacer al respecto.
- Mañana deberemos tomar una decisión. Aún si este refugio es seguro, la ciudad que lo envuelve ya no lo es en absoluto. Temo que poco y nada de influencia posee la verdadera Espada sobre estas calles... No somos más que presa en el territorio del depredador. - Anunció de manera oscura, mientras observaba a Rafael recuperarse. Necesitarían estar al 100% para salir de aquella, pero a su vez, no tenían el lujo de demorarse demasiado. El acto final se acercaba, y ahora se encontraban en el centro del escenario. Su próximo movimiento lo definiría todo, y debía ser bien pensado.
Rafael aun dolorido escuchaba a sus compañeros mientras trataba de contener la rabia de las noticias que acababan de llegar, tenía la esperanza de que al igual que Jonas hubieran salido ilesos del encuentro. De la Cruz no pudo más que asentir ante las palabras de Santiago.
- LLevo dándole vueltas a esa idea desde el primer día, nada más comenzar mataron al Pricius y acabaron con nuestro refugio demostrando que estaban muy por delante de las simple marionetas que representábamos, no obstante, mi preocupación se torno en pura decepción con el siguiente movimiento del Sabbat sin una estrategia ni opciones reales de hacernos con la ciudad, un ataque frontal cuando eres más débil que tu enemigo...
El cainita no quiso seguir, pues aun se sentía algo debilitado y la noticia sobre Joseph y Anatoli todavía rondaba su mente.
El eco de las últimas palabras del Sheriff Emilio Rage se desvaneció en la habitación, dejando una sensación de vacío, de destino sellado. —No hay lugar para el caos en ninguna ciudad de la Torre de Marfil—. La amenaza flotaba en el aire, palpable como la niebla de una tormenta que se aproxima. Los ojos de los cainitas presentes se dirigieron a Munnin, el cuervo de Joseph, que agonizaba sobre el alféizar de la ventana. Guillermo de los Santos lo tomó entre sus manos, sus plumas negras estaban manchadas de sangre aperlada, y cada gota que caía al suelo era como una sentencia de muerte para los capturados.
En la penumbra, la figura de Santiago Vidal, ductus de aquella fusionada manada Sabbath, permanecía inquebrantable ante los demás, aunque en su interior un torrente de rabia y frustración amenazaba con desbordarse. A su lado, Guillermo de los Santos, el Gangrel sobreviviente, observaba con una furia contenida el ave agonizante, sus ojos reflejando la naturaleza salvaje de su linaje. Rafael de la Cruz, el Lasombra herido, respiraba con dificultad, su pecho atravesado por una herida abierta y su rostro marcado por la espada santa del Tercero. Cada respiración era una batalla contra el dolor, pero el odio en su mirada mantenía su espíritu indomable.
La mansión de Sebastián Blanco, el Sire de Santiago Vidal, se alzaba a su alrededor como un refugio temporal, pero la seguridad que ofrecía era efímera. El ataque había sido un golpe maestro, un recordatorio de que, incluso en su dominio, el Sabbat no estaba a salvo de la Camarilla. El Tercero, con su pupilo traidor Hiroyuki Yamagawa, había desatado una purga implacable, y ahora la sombra de su victoria oscurecía el horizonte.
En la mente de Rafael, las palabras del Sheriff retumbaban una y otra vez, cada sílaba una promesa de venganza. "Serán juzgados, sentenciados, y pronto, eliminados por la honorable corte vampírica de Regina." Joseph, Jonas, Anatoli... nombres que ahora eran sombras de lo que alguna vez fueron, hermanos de batalla traicionados y capturados. La esperanza, esa frágil chispa que había sobrevivido incluso en las noches más oscuras, ahora titilaba, amenazando con apagarse.
Munnin, el cuervo, emitió un último graznido débil antes de desplomarse, su vida extinguiéndose en un suspiro. Ni la vitae brindada por el Grangel pudo salvarle. Su sacrificio, un augurio de la tormenta que se avecinaba, un recordatorio de que en la guerra entre la Camarilla y el Sabbat, no habría lugar para la misericordia. Mientras las sombras se alargaban en la mansión, aquellos cainitas sabían que el verdadero enfrentamiento estaba aún por llegar. La victoria agridulce en medio de la masacre solo era un preludio de la sangrienta danza que la noche eterna que Regina estaba destinada a presenciar.
Con un último vistazo a la figura caída de Munnin, lo que quedaba de aquella manada se prepararon para enfrentar lo que vendría, en tres noches según la sentencia del agente de la Mano Negra, Lord Asthor. En sus corazones endurecidos por la traición y la promesa de venganza se había anidado un fuerte resentimiento. La noche estaba por terminar, y en la oscuridad, el grito de guerra del Sabbat resonaba cada vez más fuerte exigiendo venganza.
-Fin del capítulo 3-
"El Despertar del Guardián"