El veloz utilitario negro, propiedad del CPD aunque sin distintivos ni sirenas visibles, se adentra en las zonas del Oeste de la ciudad. El vehículo se dirige hacia Cleveland Memorial Shoreway, cruzando el río Cuyahoga, y toma Ontario Street hacia Euclid Avenue, una calle que rivaliza en elegancia con la Quinta Avenida de Nueva York . A estas horas la calle esta desierta, nadie diría que durante el día era una marea de gente proveniente de las grandes oficinas donde tenían sus sedes grandes industriales como Rockefeller, Hanna y Hay...
El coche se paró al llegar a una estrecha callejuela, la East 12th Street.
Una verja de un escaso metro de altura rodeaba el edificio de piedras blancas y ventanas con toldos azules que a la luz del vehículo parecían de un indefinido color oscuro. Un par de enormes columnas de estilo dórico flanqueaban los escasos seis escalones que conducían hasta la entrada principal del edificio.
Y es aquí donde los O’Donnell tenían su casa familiar.
En la recepción te encuentras con el viejo Steve. Siempre te preguntas como un hombre de su edad puede tener ese horario de mierda, luego llegas a la conclusión de siempre ¿Quién eres tú para hablar de horarios de mierda?
Como siempre, te saluda cortésmente y te indica la dirección del primer piso, donde vive O’Donnell con su hija.
Despues de un cortes saludo, Robert subió los escalones rapidamente y se plantó delante de la puerta del comisario. Con un gesto involuntario se colocó la chaqueta y estiro la espalda antes de llamar a la puerta con los nudillos.