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EL TÚMULO DEL REY ELFO (Cairn 2E)

EL TÚMULO

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30/11/2024, 14:53
Director

La mano de la niña dudó durante unos momentos, quedando flácida entre los dedos de Dalaria, casi como si ella misma no estuviese acostumbrada a ese mismo contacto, peor a medida que sobrepasaban las capas de corteza de aquel árbol hueco para ser besados por el solo matutino, cerró las articulaciones de sus nudillos, entrecruzando sus dedos con fuerza. La chiquilla carraspeó y tosió una última vez al salir, dejando claro que su molesta alergia se había quedado entre aquellos desagradables muros.

La mañana tornaba aquel lugar siniestro en un caleidoscopio de verdes como nunca se había visto, el ramaje de sus esqueléticos árboles apuntando lentamente hacia los cielos para dejar pasar la luz a medida que los cuatro aventureros ponían rumbo a la granja de los goblins adiestradores de sapos, quienes salieron al encuentro de su pequeña Wogwurt como si un sexto sentido les hubiese advertido de su liberación (O eso, o eran los gritos de la cría, subiendo de volumen cuanto más se acercaban a la destartalada morada en que se había criado.

Todunk, tras darles de beber tanto agua como un brebaje (Al que llamaba brillo lunar) que habría matado a un crío o una rata con solo olerlo, se frotó la cabeza superado por la deuda que tenía con ellos, confesando que no tenía ni una mísera moneda de oro en aquellos momentos, pero que algo podría juntar si volvían en unos meses, pero el peculiar Gale pareció encariñarse con uno de los sapos de muestra del ganadero. Antes de que este último intentase tan siquiera buscar con sus torpes palabras una explicación para el tipo de montura que había guiñado el ojo al caminante, Wogwurt se le adelantó.

- Este es Azino, un sapo escupido de veneno. Mientras te acostumbras a él y os hacéis el uno al otro, vas a necesitar este antídoto, nunca se sabe.- Le explicó la goblin, alcanzando un frasco que el propio sapo portaba en su silla de montar. Gale pareció pensárselo por unos segundos, pero los ojos muertos del sapo le habían calado hondo, así que, le dio unas palmadas en la cabeza mientras tomaba sus riendas de los dedos de Wogwurt, antes de montarlo y dar unas cuentas vueltas en torno a la granja, feliz como un niño pequeño.

La niña se abrazó fuertemente al torso de Dalaria cuando los aventureros decidieron dejar de abusar de la modesta gentileza de su familia, sus ojos brillantes como si fuese a llorar, mientras agradecía sin palabras el que la hubiesen salvado. Allí se quedó la verdosa familia, junto a la curva en la que el camino de Todunk se había cruzado con el suyo, volviendo a repetir que un día antes les llevara a Brandonsford.

Cuando llegaron al pueblo, se encontraron con un gran revuelo en torno a los aventureros con los que se habían topado en la cantina unas horas antes. Tal y como habían entrevisto, estos habían capturado al supuesto culpable de las desapariciones, durante la noche, pero poco antes dle alba, mientras trataban de interrogarlo sin mucho éxito, este se había desintegrado en un montón de pequeñas arañas, dejándoles con más preguntas que respuestas. La gente del pueblo estaba airada, pensando que había sido algún tipo de truco de los cazarrecompensas para tratar de timarles.

Por las explicaciones de lo acontecido, por parte del alacalde, Aldo imaginó que aquel siervo de Sargmotra había fallecido cuando la vieja araña también había tocado fondo, lo que pareció calmar un poco los ánimos, más cuando entre él, Gale y Dalaria relataron su aventura y guiaron a los hombres más fuertes del pueblo hasta el túmulo del rey elfo, volviendo a juntar las tres piedras de su entrada para poder penetrar una vez más en aquella pesadilla subterránea, básicamente para poder enseñarles la madriguera/despensa de la vieja araña, donde encontraron, entre las telarañas y los huesos quemados, fragmentos de ropa u objetos de todas las personas que habían desaparecido del pueblo.

Al día siguiente, tras una noche de fiesta en la que las gentes de Brandonsford no escatimo en sus mejores bebidas espiritosas, sus mejores carnes y peculiares espectáculos de aficionados para entretener a sus héroes, mientras los pueblerinos cargaban con los últimos tesoros de la mazmorra, el alcalde entregó la recompensa por su ayuda a aquellos aventureros, 500 monedas de oro, una colecta demasiado generosa para un pueblo tan pequeño, pero es lo que había, y a fin de cuentas, los aventureros también se habían hecho con unos cuantos tesoros que les serían de gran ayuda en futuras aventuras.

Dalaria, Aldo y Gale tenían una nueva historia en su larga lista de leyendas, una que les daría de comer y les podría ganar cama en muchos pueblos próximos, la narración de cómo habían penetrado en el túmulo de un rey elfo obsesionado con la caza y la momificación, en la que no faltaban tahures en los huesos, epatantes esculturas hechas con fragmentos de hombres y animales, gusanos comedores de órganos y una gran batalla final contra la araña que se había dado un buen banquete a costa de las gentes de Brandonsford.

¿Qué nuevas aventuras, pesadillas y tesoros encontrarían en su peregrinar por Vald? Solo el futuro lo dirá...
 

FIN DE LA AVENTURA

 

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