Aquella era una situación donde la falta de habilidades sociales, de la que Anika era consciente, hacía que cagarla fuese mucho más sencillo que acertar, así que la chiquilla se pudo bastante nerviosa. Y eso a pesar de estar ante alguien apenas tres o cuatro años mayor que ella.
- En primer lugar Lady Ariana, os ruego que si cometo algún error de protocolo, o digo o hago algo que no sea correcto ante alguien de su posición, sepa disculparme. He vivido en un lugar bastante aislado y el protocolo no es mi fuerte. Dicho eso, ninguna de mis pequeñas hazañas es digna de relatarse ante alguien que, no siendo mucho mayor que yo, está al frente de una ciudad. Esa sí que me parece una hazaña remarcable.
Brecca había decidido que la armadura sobraría en una cena con la dirigente de la ciudad, y confiaba en que las calles fueran lo suficientemente seguras tras haber estado un día en las mismas y ver cómo se movían los guardias. Era evidente la mano de la Capitana Thasla en el orden que se observaba en las calles principales, y aunque no dudaba que, como en toda población lo suficientemente grande, existían callejones por los cuales no convenía moverse, bastaría con que se ciñeran a las avenidas más concurridas.
Se había dado un buen baño, bailar con la armadura no era muy diferente a llevarla en combate, y lo que no había hecho su propia transpiración lo había completado la lluvia al colarse entre las junturas y empapar la prenda acolchada. No le hubiera molestado llevarla en batalla pero lo cierto era que si lo sería para sentarse en una silla y atender a una mujer madura y a su corte. Desempacó las prendas que había comprado por la mañana, no eran una maravilla de alta costura pero al menos estaban limpias y abrigarían su cuerpo, y lo cierto era que Kayla había acertado con las medidas a pesar de la armadura. Se colocó la sobreveste de Solanus y colgó su símbolo sagrado a la vista, lo que le daba un aspecto un tanto más formal... rústico, pero formal. La pesada capa de invierno cubría el atuendo, se aseguraría de que las ropas llegaran secas a destino, y la espada cruzada a la espalda completaba el atuendo y le daba una sensación de seguridad, así cómo cierto aspecto de peligrosidad. Lo austero del atuendo sumado al filo que llevaba a su espalda lo convertían en un blanco poco apetecible para los ladrones, poco que ganar a un gran riesgo.
El Cruzado se sintió seguro de su decisión hasta que entró en la sala principal, de golpe la sobreveste de batalla sobre unas ropas de calidad inferior, adornadas sólo con el símbolo de su dios se le hicieron pobres para hacer frente a lo que observaba. Esperaba encontrar a una mujer de mediana edad, con gesto adusto y algo maternal, o quizá de mal carácter y mirada despectiva, no a una jovencita apenas un poco más grande que él la primera vez que salió de aventuras hacía unos cuatro años.
Decir que se le secó la boca sería quedarse corto, por un momento sólo tuvo ojos para la regente y hasta era posible que se hubiese quedado con la boca abierta, afortunadamente el movimiento de uno de sus acompañantes atrajo su atención y pudo romper el hechizo. Fue allí que lamentó no haber llevado su armadura, al menos la misma le daba un aire mucho más impresionante junto a las mujeres a las que acompañaba, tres de las cuales lo superaban en estatura. El momento le duró poco sin embargo, tan pronto como recordó quien era y las posibilidades reales que tenía de obtener de la Señora de Vascava algo más que una sonrisa se relajó. No había armadura capaz de superar el escalón que lo separaba de ella, si realmente quería llamar su atención de buena forma debería hacerlo con acciones en pos de la ciudad.
Agradeció la copa con una ligera inclinación de cabeza al sirviente, y una más pronunciada hacia la regente. - ¡Salud! - respondió a la joven antes de darle un trago al aguamiel y hacer un gesto de agrado ante el sabor del mismo, y terminando por beber el resto mientras sus compañeras respondían.
- Como bien dicen mis compañeras, nuestras hazañas mejores están aún por venir Lady Arlaina. Soy Brecca Proudstar, cruzado de Solanus y escudo de nuestra joven compañía. - sonrió levemente - La prudencia me impide considerar aquellas aventuras que emprendimos hasta llegar aquí como grandes hazañas, algunas son honestamente aburridas, pero supongo que podría rescatar alguna de todas ellas para entreteneros si es lo que deseáis. - su sonrisa se amplió - Claro está que mis compañeras deberían aprobar la selección y quizá darles notas de su propio color para hacerlas más interesantes.
La niña bonita de Vascava. Con un suspiro de resignación, Fjorvild se situó junto a su prima y observó todo con ojo crítico. Esperaba... bueno, no sabía bien qué esperaba, pero a una adolescente no, desde luego. Vestida como una princesa, con un arcano a un lado y con el jefe militar al otro -suponía la semiorco, que a lo mejor el tipo del bastón podía ser el general y el acorazado el arcano, pero lo dudaba-, había preparado con mucho cuidado su presentación ante los nuevos aventureros. Muchas molestias se estaba tomando para recibir a un grupo de desharrapados como ellos, que acababan de llegar y no habían matado ni a un incauto coldbold.
Aceptó la copa con ánimo y esperó a que los demás se presentasen; tratar con la capitana estaba a su nivel, tratar con la nobleza era cosa de los demás. No le gustaba el lujo, a pesar de lo austera que quería parecer aquella sala, estaba todo medido. También era verdad que habían anunciado su llegada, pero en fin, a la semiorco le pareció todo demasiado.
Vio que a Brecca se le descolgaba la mandíbula y se aguantó la risa mientras le daba un pequeño codazo al cruzado.
-Yo soy Fjorvild Fitzdreadstaff -comentó sin más-. Guerrera arcana. ¡Salud!
Iba a añadir alguna tontería, pero a lo mejor la tomaban por frívola -muy acertadamente-, de modo que lo dejó estar.
A pesar de los recatos de sus compañeros, Amelia había decidido seguir con su armadura para la visita a la regente de Vascava. Si eran aventureros y ella tenía cierta debilidad por las bandas de los mismos, mejor parecer lo que uno era. El edifico al que habían llegado rezumaba elegancia y funcionalidad a partes iguales; era un lugar hermoso del que emanaba cierta autoridad, una autoridad que recaía en los hombros de una joven, hermosa por cierto, pero de apariencia demasiado etérea para el gusto de Amelia. Era como verse reflejada en un espejo unos años atrás, cuando aún tenía tanto que aprender.
AL menos la joven parecía bien asesorada, rodeada de hombres de armas y puede que un astuto arcano; entre todos sumaban décadas de experiencia que estarían al servicio de la joven Lady Calalen, si bien estaba por ver cuánto escucharía la regente. En la roda de presentaciones, Amelia escogió ser la última.
- Salud Lady Arlaina. Que los dioses favorezcan vuestra vida y la de los vuestros. Soy Amelia Proudstar, Sacerdotisa de Sol. - Queriendo mantener la mente despejada después de los excesos del Güiverno Hambriento, sólo tomó un sorbo ligero de la copa a modo de brindis con la joven.
- Nuestras hazañas, grandes o pequeñas es algo que cada persona que hemos ayudado en nuestro camino, juzga. Hemos recorrido caminos con peligros y enfrentado humanoides monstruosos en nuestros viajes. Sin embargo esperamos que las mayores hazañas estén por llegar y pasen por ayudar a los hombres y mujeres de Vascava, y por ende a su gobernante. Gracias por recibirnos, mi señora. -
Lady Arlaina respondió protocolariamente a vuestros saludos, de uno en uno, expresando piedad por la disculpa anticipada de Anika. Pareció interesada en el libro de monstruos de Reliah, y sus ojos chispearon cuando habló Fjorvild.
—¿Eres de Dreadstaff, la famosa academia de magia? Oh, cuánto me gustaría haber estudiado allí. La magia corre fuerte por las venas de mi familia, pero mis responsabilidades me han mantenido en Vascava —dijo, y dedicó una sonrisa al anciano que había a su lado—. Aunque he tenido el mejor tutor que podía pedir.
»Me encantará escuchar tus historias de la academia, Fjorvild, y tus aventuras, Brecca, durante la cena. Mas, empero, si no es para narrarme vuestras aventuras, ¿a qué venís al Salón de la Aguamiel de Calaelen? —dijo, aunque no había severidad alguna en el tono de voz, sino la ligereza de una broma por llegar:—. ¿Habéis venido a poneros a mi servicio, como en los cuentos de los bardos y las historias para niños?
Lanzó una risa cantarina al aire.
—¡Porque adoro esas historias! —Lady Arlaina se reclinó hacia atrás con una sonrisa aleteando en los labios. Guardó silencio durante un minuto, como si estuviera meditando lo que iba a decir a continuación—. Hay sitio en mi corte para nuevos caballeros, pero antes tendréis que demostrar que os preocupáis por mi familia y por mi pueblo.
Levantó un dedo.
—Mi tío, Lord Fausen, me ha escrito una carta. Me ha dicho que está preocupado por la desaparición de su mayordomo así como por extraños ruidos que acaecen en su residencia fuera de la ciudad. Presentaos en su residencia, poneos a su disposición y lo consideraré como un favor personal.
Levantó un segundo dedo.
—Hay una antigua fortaleza de mi familia, justo al norte de Vascava, que ha sido tomada por gnolls. La Capitana de la Guardia me ha informado de que no tenemos los hombres para retomar y defender la fortaleza, pero yo la considero de vital importancia estratégica, simbólica y sentimental.
»Si conseguís expulsar a los gnolls, ayudáis a mi tío, y me juráis lealtad ante los dioses antiguos y los nuevos os nombraré Caballeros de Vascava y os entregaré la fortaleza de mi familia como vuestra heredad.
Volvió a sonreír.
—¿Cómo suena eso?
Localizaciones descubiertas: 04.05. La Casa Fausen, 04.03. Castillo de Calaelen.
No llevamos mucho tiempo en la senda del aventurero, pero a pesar del recato de mis amigas, seguro que podemos rememorar algún lance que os haga sonreír. Doménica rio. Y a nosotros, por la incredulidad y el alivio de seguir con vida.
A ninguno de los compañeros le seducía hablar de sus aventuras. ¿Se avergonzaban de ellas, acaso? Eran las humildes gestas de aventureros primerizos, pero habían entrañado peligro mortal, habían salvado vidas y habían conseguido tesoros. Hacía apenas un año que se había graduado en Dreadstaff, y sin embargo, Domy se consideraba privilegiada por las experiencias de los últimos meses. Había conocido más de lo que muchos llegaban a experimentar en toda una vida.
¿Era real, o solo ilusión vana, el deseo de haber asistido al Instituto? Lo que parecía claro era que Lady Arlaina había asumido el manto de la señoría sobre Vascava a temprana edad. Doménica se preguntó qué habría sido de los padres de la dama.
Dreadstaff pierde su aura de misticismo con rapidez, dijo, al mismo ritmo que crecen las ganas de abandonar sus muros y salir al mundo real.
Aunque, si ella hubiese tenido que asumir responsabilidades como las de Lady Arlaina, probablemente se hubiera lamentado de no haber podido estudiar en Dreadstaff, por mucho que la familia de su padre hubiera enviado a alguien para guiarla en las artes arcanas. Compartir aprendizaje rodeada de pares era una experiencia que, con sus alegrías y melancolías, no se arrepentía de haber tenido.
Domy se sonrió, divertida, imaginando que, si los acontecimientos se hubieran desarrollado de otra forma, tal vez el destino hubiera intercambiado las vidas que habían llevado Arlaina y ella.
La dama les entregaba más trabajo. ¡En qué estado se encontraba aquella tierra, si los males la asediaban por cada costado! Muy ciertos eran los rumores que los habían llevado allí, aunque temía que ellos seis no fueran suficientes para abarcar todo lo que el valle —ese rincón del valle— les ofrecía.
Con respecto a la oferta, Doménica no estaba segura. Ella no podía aceptar el vasallaje, pero eso no le impedía ayudar en lo que pudiese. Más libre era Fjorvild, aunque no estaba segura de que su prima desease atarse de ese modo. Para los Produstar, que venían tras los pasos de su hermano y su orden, enlazarse de tal modo con los poderes fácticos podía ser útil en la tarea evangelizadora. En cuanto a Reliah y Anika, no las imaginaba como caballeras, por mucho que la elfa tuviese una alada montura.
Contar con una fortaleza como base desde la que explorar y explotar lo que el valle les ofrecía, empero, no estaba exento de atractivo, por mucho que la oferta no fuese tan pura como daba a entender la limpia mirada de la dama. Tendrían que liberar la fortaleza, acondicionarla y pagar a soldados para que la vigilaran. Tal vez pagar tributos, o en el mejor caso, servir a Vascava como fuerza militar.
Os ayudaremos en lo que podamos, mi señora, respondió.
Brecca sonrió ante el entusiasmo juvenil de la regente, pero no se dejó engañar por la aparente despreocupación con la que había enumerado las tareas a completar para ser merecedores de una fortaleza, a pesar de la ligereza de sus palabras, les estaba proponiendo Vasallaje, algo que momentáneamente no podían permitirse. Afortunadamente una de las tareas estaba fuera de su alcance por el momento, ya que tomar la fortaleza podía resultar una tarea difícil, pero mantenerla luego defendida sería una tarea titánica para un grupo con treinta y dos monedas de oro en el bolsillo.
Le dedicó una reverencia a la joven - Vuestra oferta nos honra, y estaremos más que dispuestos a ayudar a Vascava y a vuestra familia dentro de nuestras capacidades. Sin embargo no podemos comprometernos a rescatar la fortaleza aún, principalmente porque una vez liberada habría que protegerla y no disponemos aún de los medios para hacerlo. - inclinó la cabeza respetuosamente a modo de disculpa - La visita a vuestro tío, sin embargo, es algo que podríamos hacer en breve, quizá tras limpiar La Antorcha Solitaria de bandidos, quizá antes. - sonrió y enarcó una ceja - Por cierto, estamos buscando a nuestro hermano, Peter Proudstar, y entiendo que ha pasado por Vascava en su búsqueda por averiguar que ha sido del Clan de Piedra, ¿Ha venido él a pediros algo en su paso por vuestra ciudad?
Una ceja se alzó ligeramente en el blanco rostro de la elfa. Vaya, que parecía aquí que toda la gente tenía un trabajo, o más bien se mostraban bien oportunistas cada vez que se presentaba un grupo de aventureros. Y aquella no le parecía muy interesante, no era ninguna recadera y a menos que su tío perteneciese a una especie exótica, no veía por qué invertir su tiempo en ello. Siendo sincera, no le interesaba tanto ayudar a su pueblo o a su familia como la noble mencionaba, sólo si en el proceso continuaba descubriendo nuevas oportunidades en su búsqueda de escritura y conocimiento.
Aunque Brecca parecía ser más hábil con las tan llamadas formalidades, y aquella cuestión era una de las tantas que atraían a los hermanos aquí. Habiéndose ayudado mutuamente en tantas ocasiones, podía decir que aquello si le interesaba mucho más. - Lo que ha dicho el caballero. - Señalando casualmente al guerrero del sol, quien había rechazado elegantemente y ya consultado a lo que les competía.
A Anika le caía bien aquella chica, tenía una risa alegre y cantarina, y estaba segura que de poder charlar un poco con ella se harían amigas. Pero decir algo era un riesgo porque si cometía cualquier desliz tendría a Amelia dándole la tabarra durante días.
La autoconfianza de Anika en presencia de su mentora estaba por los suelos, después de que hubiese aprovechado la visita al jefe de la guardia para volver a sacar el tema una vez más, la cuarta si no recordaba mal, a pesar de que desde el primer momento había pedido que se dejase correr el tema. Si con cualquier cosa iba a estar recriminándolo por activa o pasiva a la menor ocasión, mejor estar calladita en su presencia.
Lo cual, desde su punto de vista, era un error. Anika podría haber narrado el tema de los bandidos, no era mala narradora, y aquella muchacha mirar el grupo de forma más amistosa porque claramente le gustaban las buenas historias. Y tenían una edad lo bastante cercana para que pudiese surgie una amistad. Y del mismo modo que enemistarse con el druida era un error (y por eso había insistido en dejar correr el tema), que ella pudiese hacerse amiga de la dirigente de la ciudad podría haber sido una ventaja de cara a lo que estaba por venir. Pero nunca lo sabría porque ahora no se atrevía a actuar con naturalidad por si metía la pata.
Amelia quedó en un segundo plano una vez Brecca hubo expresado muy adecuadamente cuales eran sus propios sentimientos con respecto a las palabras de la joven regente.
Se dedicó a observar las reacciones de sus edecanes al respecto de sus palabras, tratando de ver lo que las palabras de la muchacha provocaba en ellos. Acababa de ofrecer tierras y un título a unos recién llegados, después de todo. Quién sabe si habría dedicado las mismas prebendas al grupo que incluía al sacerdote de Hel. Esos otros aventureros, los que buscaban el monasterio de los monjes carmesíes en las Colinas del Güiverno, podrían haber pedido la misma audiencia que ellos, después de todo.
Amelia trató de dilucidar la actitud de los consejeros de Lady Arlaina; de esa manera podría tratar de que sus motivaciones corrieran en la misma dirección.
Motivo: Averiguar intenciones, Consejeros
Tirada: 1d20
Resultado: 20(+4)=24 [20]
Así que ahí estaba, la niña bonita era la niña que se aburría en Vascava y le encantaba escuchar las historias de los aventureros; su torrente de palabras dejó aturdido a medio grupo.
-Tenemos aventuras que contar, aunque ninguno de nosotros tiene la destreza de un bardo para hacerla más bonita. Me temo que la realidad suele estropear las buenas historias -dijo riendo.
prometió muchas cosas en muy poco tiempo y les ofreció todavía más información sobre los problemas que había en el Valle. Todo lo que dijo llamó la atención de Fjorvild, que se puso una mano en la barbilla mientras reflexionaba sobre lo que la lady acababa de ofrecer: un castillo, un pequeño trozo de tierra y el título de caballero. Pues sí que ofrecía títulos a la ligera esta chica.
Pero cuando vio a los demás, se sintió un poco decepcionada. A ella le parecía una idea genial eso de ser Caballero de Vascava, ser leal a la ciudad, patearles el culo a los gnolls y obtener a cambio un castillo. ¿Qué problema tenían? Brecca puso voz a lo que todos pensaba y Fjorvild lanzó un bufido de aburrimiento. No veían la oportunidad de tener un sitio donde dormir. Se frotó los ojos y se cruzó de brazos, ligeramente malhumorada.
Doménica pensaba que la posibilidad de conseguir una fortaleza desde la que extender la fe de Solanus sería de mejor consideración para los hermanos, pero qué sabía ella. Mientras escuchaba hablar a Brecca, la joven maga observaba las reacciones de Lady Arlaina y sus consejeros; el cruzado estaba siendo diplomático, pero cabía la posibilidad de que sus anfitriones se disgustaran con unos aventureros que lanzaban evasivas.
No te sientas decepcionada, prima, dijo a Fjorvild. Seremos los primeros en llegar a esa fortaleza y echar a los gnolls. Solo estamos dando un rodeo.
Averiguar intenciones para juzgar la reacción de Arlaina y sus dos consejeros. Saber (nobleza) para ver qué puede saber Domy sobre los Calaelen de Vascava.
Motivo: Saber (nobleza y realeza)
Tirada: 1d20
Resultado: 9(+5)=14 [9]
Motivo: Averiguar intenciones
Tirada: 1d20
Resultado: 11(+5)=16 [11]
Lady Arlaina le quitó hierro al asunto con una elegante floritura de su mano.
—No os apuréis, Brecca. No esperaba de vosotros que partierais al amanecer y os convirtierais de la noche a la mañana en Caballeros de Vascava. Los títulos nobiliarios no deben tomarse a la ligera. Otorgan derechos y privilegios, a vosotros y a las generaciones venideras de vuestra sangre, pero también exigen responsabilidades hacia mí y hacia el pueblo de Vascava, en oro y en acero —dijo, y os dedicó una sonrisa de dientes perfectos—. No me cabe duda de que en vuestros viajes encontraréis lo uno y lo otro. Solo… meditad mi oferta. Y si en algún momento queréis cambiar el camino por la corte, hablad conmigo.
»Lamentablemente sois los primeros Proudstar que tengo el placer de conocer —dijo Arlaina y dedicó miradas inquisitivas a sus consejeros, que negaron con la cabeza—. Espero y deseo que encontréis pronto a vuestro hermano, y en buena salud.
Amplió su sonrisa.
—¡Y ahora disfrutad de la hospitalidad de Vascava y de la Casa Calaelen! ¡Comed, bebed y compartid vuestras historias!
Amelia tiene claro que la oferta no ha pillado por sorpresa a los consejeros de Lady Calaelen. O bien estaban informados de que Arlaina iba a ofreceros el título, o bien no sois el primer grupo de aventureros al que se lo ofrece.
A Doménica le resulta difícil discernir la auténtica reacción de Lady Arlaina. Es una cortesana más habilidosa de lo que parece por su corta edad, pero casi diría que a Arlaina le extrañaría que alguien quisiera cambiar “el camino por la corte”.
Ha oído hablar de los Calaelen. Fueron pioneros, de los primeros colonos humanos que se establecieron en el Valle. Sus derechos se remontan a los antiguos pactos con el Rey enano de Corazón de Piedra, y si han gobernado durante todos estos años se debe a que todos son hechiceros. No del talento al que Domy está acostumbrada, pero sí competentes.
- Una cosa más Lady Arliana, hace poco tiempo vino por aquí otro grupo de aventureros, muy diferentes a nosotros. Los recibísteis como a nosotros? Les ofrecísteis las mismas tareas? Es por saber si nos los podemos encontrar... -preguntó Anika e el último momento, como quien no quiere la cosa.
Arlaina frunció el ceño y sonrió a la vez, en un gesto que resultaba gracioso.
—Solo si pensara que podrían ser buenos para Vascava —fue su enigmática respuesta.