Partida Rol por web

Bueno, por lo menos estan vivos, dijo con una sonrisa la sacerdotisa. Yo creo que lo mas prudente es retirarnos un poco y darles un aviso para que cuando lleguemos esten por lo menos con algo de ropa.

- No quiero se siempre yo la aguafiestas

Falwyn escuchó las palabras de Amatore con una mezcla de curiosidad y desconcierto. Sus ojos, que reflejaban el brillo de la aurora, se entrecerraron ligeramente mientras consideraba cómo responder.

—Los dioses de los hiperbóreos no son como tus deidades sureñas, Amatore —dijo finalmente, su voz baja y grave—. Son como la tormenta en la montaña o el lobo en el bosque. Juzgan nuestra fuerza, nuestra voluntad. A veces son enemigos a los que debemos aplacar, otras veces son jueces implacables de nuestras debilidades.

Hizo una pausa, como si buscara las palabras adecuadas.

—No me sorprende que la Madre de los Cielos castigue a quienes abandonan las viejas costumbres —continuó, con un tono neutral que evidenciaba que no se incluía entre ellos—. Los nórdicos que se inclinan ante los dioses del sur han olvidado quiénes son, de dónde vienen.

Falwyn se giró para mirar directamente a Amatore, la curiosidad brillando en sus ojos.

—Pero dime, ¿cómo ves tú a los dioses? —preguntó—. Hablas como si nunca pudieras ser uno, pero ¿acaso no cuentan las sagas que los héroes pueden ascender a la divinidad? Los escaldos de mi pueblo cantan sobre hombres que se volvieron dioses a través de sus hazañas y su gloria.

Su tono no era de reproche, sino de genuina curiosidad. Para alguien criada en las tradiciones nórdicas, la idea de una barrera infranqueable entre lo humano y lo divino era un concepto extraño.

De repente, todos temían por Amatore. ¿Por qué? ¿Quién podía saberlo? ¿Pensaban tal vez que Falwyn era una aranea? Podía serlo, y podía estar mintiendo, mas ni siquiera eso la convertía por necesidad en un peligro, ni siquiera para el rijoso bardo en solitario. Así que tras la pareja se fueron, agarrando apenas los bártulos. El monóculo se le escapó del ojo con todo el ajetreo, y no pudo reanudar el estudio de la daga encantada que le había pasado Fjorvild hasta que llegaron al claro atravesado por el río, a tiempo de espiar los pasatiempos románticos de la pareja dentro del agua.

Apartó la lente de su ojo y la guardó en la faltriquera. Algunos parecían cohibidos por encontrarse observando furtivamente la escena. No así Reliah, que no parecía encontrar diferencias entre el apareamiento de formas de vida superiores e inferiores. ¡Incluso había sacado su cuaderno y estaba tomando notas!

¿Volvemos? sugirió a los demás en voz baja. Reliah puede vigilar que no le suceda nada demasiado terrible a nuestro escaldo.

Supongo que tomando 10 para saber arcano, total 25, Domy sabe que las araneas son cambiaformas.

Uso detectar magia + monóculo de artífice para identificar la daga.

—Ya te he dicho que no los entiendo y creo que ese es el resultado final de mi visión. Hay una dualidad en ellos que se me hace difícil de comprender. Son la tormenta, la montaña o el mar embravecido. Pero a veces también son la más celosa de las amantes o el más infantil de los niños.

El cronista se quedó mirando una vez más la aurora.

—En ocasiones son a la vez tan insondables y tan humanos, que al final se convierten en un enigma envuelto en un misterio lleno de contradicciones. ¿Con ese poder no deberían estar por encima de ciertas cosas? Les rezo de vez en cuando, por supuesto, a un puñado de ellos. Por lo que representan y sin importar su procedencia. Y entiendo y respeto la labor y la fe de sus sacerdotes—Amatore suspiró y sonrió con diversión—. ¿Sabes? No me importaría que alguno de mis compañeros alcanzara la divinidad. Yo estoy aquí para cantar su gloria y sus hazañas, no las mía. Yo me conformo con poder decir que he sido amigo de un dios.

Falwyn escuchó atentamente tus palabras, su ceño fruncido en concentración mientras trataba de asimilar la complejidad de tu perspectiva. Abrió la boca para responder, pero de repente arrugó la nariz, interrumpiendo su propio pensamiento.

—¿Qué es ese olor? —farfulló, venteando el aire por su nariz—. Huele a... ¿cabra?

Giró la cabeza bruscamente hacia la orilla, sus sentidos agudizados en alerta. Seguiste su mirada, y ambos os encontrasteis con la figura de Reliah sentada de piernas cruzadas, observándolos atentamente mientras tomaba notas. Los ojos de Falwyn se abrieron de par en par, una mezcla de sorpresa y molestia cruzando su rostro. La intimidad del momento se había roto abruptamente.

—Por las barbas pétreas del Padre de la Montaña —gruñó en voz baja, hundiéndose un poco más en el agua—. ¿Cuánto tiempo lleva ahí?

Se volvió hacia Amatore, una chispa de irritación en sus ojos.

—Tu amiga parece tener un interés particular en nuestra conversación —dijo, con un tono que mezclaba sarcasmo y un toque de amenaza—. Quizás deberíamos invitarla a unirse a nuestro baño filosófico.

A pesar de sus palabras mordaces, Falwyn no hizo ningún movimiento para salir del agua o confrontar a Reliah directamente. En cambio, mantuvo su posición cerca de ti, como si tu presencia le proporcionara cierto confort frente a esta inesperada intrusión.

—Bueno... —continuó, tratando de mantener la compostura—, parece que tu deseo de tener un amigo divino tendrá que esperar. Por ahora, tendrás que conformarte con una simple mortal y una audiencia no invitada.

Amatore suspiró.

—No te lo tomes a mal, seguramente sólo estaban preocupados y mandaron a alguien para asegurar que estábamos bien. Seguramente nos hayamos entretenido más de lo normal. Y parece que lo de interrumpir momentos íntimos empieza a ser una mala costumbre de este grupo de aventureros.

O igual está celosa. Aunque eso el bardo no lo verbalizó.

—Reilah estamos bien—dijo resignado en voz alta—. Vuelve con los demás y diles que en seguida vamos.

Falwyn soltó un bufido de indignación, sus ojos entrecerrados mientras escudriñaba la arboleda más allá de donde estaba Reliah.

—No hace falta que tu amiga les diga nada —gruñó, su voz baja pero cargada de irritación—. Los demás están ahí, entre los árboles. Han venido todos.

Se giró hacia Amatore, una mezcla de frustración y algo parecido a la vulnerabilidad en su mirada.

—Dudo mucho que hayan venido a ver si yo estoy bien —dijo, su tono más suave pero aún teñido de amargura—. ¿Confían realmente en mí, Amatore? ¿O solo soy una extraña peligrosa para ellos?

»Quizás deberíamos salir en cuando dejen de mirarnos —añadió después de un momento, su voz un susurro resignado—. Parece que nuestra intimidad ha llegado a su fin.

- Acabad de vestiros, tortolitos, dijo Amelia en un tono en el que se notaba que apenas podia contener la risa.

Teneis una cara que avinagraria una uva recien recogida, siguio con el tono jovial, no es que seamos unos cotillas, Reliah ha encontrado unos nidos de araneas con restos de una batalla y nos hemos preocupado por ver que estabais sanos y salvos.

- Venid y os lo explicamos

No había nada interesante que ver, de modo que la mestiza estudió los pergaminos en la penumbra del lago. Al contrario que su prima, ella no necesitaba de tanta luz para ver, aunque los magos tenían tendencia a estudiar a oscuras. Por eso todos acababan miopes antes de alcanzar los treinta veranos, reflexionó Fjorvild, mientras leía un conjuro que otorgaba visión en la oscuridad.

Eso le dio una idea. Mientras los amantes conversaban y los señalaban como espías, la mestiza se guardó los pergaminos en el cinturón y trazó en el aire unos gestos al tiempo que murmuraba unas palabras. Cuatro esferas luminosas parpadearon en torno a Fjorvild, flotando sobre sus hombros; brillaban con colores cálidos que iban desde el rosado al naranja. Las movió hacia el lago y las situó sobre el claro en el que estaba la pareja a modo de iluminación coqueta y gesticuló de nuevo para generar una serie de sonidos que componían una breve canción de no más de cuatro notas, que le había enseñado un estudiante de la academia llamado Giorgio. Seguro que Amatore conocía la canción.

Satisfecha con el resultado y sonriendo, regresó al campamento con los demás.

Convoco luces danzantes para darle ambientillo a la escena. Duran 1 minuto.

Le pongo esta música con sonido fantasma, solo los 10 primeros segundos en bucle. Dura 5 asaltos después de dejar de concentrarme en el hechizo.

Me quedan 1/5 usos del rasgo Armonía arcana.