Al fin, parece que estás llegando. Hace un buen rato que tu automóvil ha dejado atrás la silueta de Al-Faiyum, la capital de esta región a algo más de cien kilómetros al sur de El Cairo con la que comparte nombre. Y no es un lugar que te llame excesivamente la atención, a pesar de ser considerado el "jardín de Egipto". Demasiada vegetación para ti, habituado a la vida en la ciudad, a sus recovecos, a su gentío. Este lugar es demasiado agrícola, demasiado abierto. Los campos de cultivo de arroz, trigo y melones se compagina con terrenos destinados a la ganadería y todo ello compaginado con grandes arboledas de acacias y palmeras. Pareces estar recorriendo un gran oasis que no parece tener fin.
El chófer que conduce este Mercedes negro apenas habla. Responde a tus preguntas con educación, aunque las comprometidas las evita con maestría. Sabes que es un pariente de tu tribu, y seguramente lleva bastantes años al servicio de los tuyos. Te lleva a una reunión importante, tanto que aún no sabes cómo es que alguien ha pensado que debías ser invitado. Se celebrará en Cocodrilópolis, la antiquísima aldea de Shedet que fue hace siglos el mayor "Nido" Mokolé del mundo. Ahora los hombres reptil apenas vienen por aquí, y sin embargo han sido emplazados aquí por el Ahadi. La coalición ha estado muy activa últimamente, aunque nadie parece saber el motivo. Parece que en las altas esferas saben algo importante, algo que les urge a actuar. Te mata la curiosidad de saber de qué se trata.
Finalmente, el coche se detiene frente a una gran haima de telajes gruesos y oscuros, con símbolos arcanos bordados junto a siluetas de gatos y hombres con rostro felino. El chófer te invita a salir, y en el exterior te recibe un hombre de mediana edad que te saluda ceremonialmente. Lleva ropas bereberes y tiene el rostro tostado y arrugado por el sol.
El-que-ve-más-allá espera dentro.
Reconoces el nombre, lo has escuchado muchas veces, en reuniones y Taghairmas, siempre con reverencia. Es uno de los Bubasti más viejos de Egipto, un héroe para la tribu y un eminente dirigente del Ahadi. Solo poder estar en su presencia es un gran honor, algo que contar y de lo que jactarse.
Entras a la oscuridad de la haima, quitándote los zapatos nada más cruzar las telas que hacen de puerta. Caminas sobre alfombras finamente trabajadas y te acercas al fondo, donde un hombre descansa aparentemente sobre un banco de madera de intrincado diseño. Sobre sus hombros lleva unas pieles para combatir el frío desértico de la noche que se acerca, y en su mano hay una espada cimitarra cuya empuñadura observa con sus ojos entrecerrados. Nadie diría que se trate de alguien autóctono, pues sus rasgos parecen más occidentales que árabes, incluido su barba y pelo castaño salpicado por las canas. Sus arrugas se mueven imperceptiblemente cuando levanta la mirada y clava sus profundos ojos llenos de sabiduría en ti, y te recorre un sobrecogimiento.
Debo reconocer que me bajo del coche con gusto. No soy partidario de las conversaciones forzadas y aburridas pero incluso yo tengo un límite. No puedo dejar de preguntarme el porqué de esta citación, menos aún en la que fuera el principal punto de concentración de los hombres reptil. Cuando noto de nuevo el aire puro en mi piel no puedo evitar reconocerme a mí mismo que hay una gran diferencia con los viciados vapores de la gran urbe. Hasta yo sé apreciarlo. Pero no cambiaría sus ajetreos, sus ires y venires por nada del mundo...
Tanto tiempo queriendo salir del coche y, ahora que estoy fuera, me muero de la inquietud. El-que-ve-más-allá. No sé muy bien cómo debo interpretar esto, a qué se debe, pero ¿qué puede esperar entender alguien como yo frente a alguien de su categoría? Es esta sin duda una gran oportunidad y no puedo evitar que me llene de orgullo y me atemorice por igual.
Entro en la haima notando con placer las suaves caricias de las alfombras en las plantas de mis pies. Me gustaría poder decir que nunca me había imaginado cómo sería El-que-ve-más-allá pero al constatar con sorpresa mi propio asombro ante su aspecto está claro que miento: algo había debido imaginar. O, mejor dicho, algo no debía haberme imaginado. Esto, desde luego, entra en esa categoría.
Cuando posa sobre mí sus ojos hay algo que me queda claro, y ese algo se convierte por un instante en toda mi existencia: hablo de mi insignificancia, de mi desconocimiento, de mi incultura... hablo de saber que no soy más que escoria comparado con aquél que se sienta ante mí. Sobrecogido, honrado, respetuoso y temeroso a penas puedo musitar su nombre mientras inclino la cabeza en señal de respeto.
¡WEEEE!
Muchacho, déjate de cortesías y monsergas y acércate –Su voz es templada y enérgica, a pesar de arrastrar una carraspera que amenaza con hacerle toser en cualquier instante. Se aclara la garganta un instante, mientras se revuelve en su asiento, y te hace un gesto para que te acerques más. Su físico es impresionante, no por musculado ni grande sino por imponente y señorial, pero no parece disfrutar de ello sino todo lo contrario. Parece un tipo frío y ausente, aunque destila una cierta afabilidad- No te he hecho venir para que me hagas la pelota, ya tengo todo un ejército de lameculos esperando fuera su oportunidad de deslizar sus lenguas por mis posaderas. Pero no les necesito a ellos para lo que está por venir. Necesito… algo más.
Cuando te acercas, El-que-ve-más-allá espera pacientemente y en silencio. Te das cuenta de hasta qué punto estáis a solas, percibes una fragancia peculiar en el ambiente. Es más una sensación que un olor, algo espiritual. Sientes que la intimidad de la conversación está garantizada de un modo místico, y eso hace que te preguntes cuantos secretos ocultos atesorará alguien como él.
Fuiste criado por diplomáticos –No es una pregunta, sino una constatación. Aún así, sientes la necesidad de asentir- Espero que aprendieras algo de ellos, porque es lo que necesito. Los espíritus hablan de formas muy misteriosas últimamente, susurran acerca de peligros cercanos y ocultos, aconsejan entre enigmas medidas extraordinarias. Hermanos extranjeros podrían confirmar temores infundados… Necesitaré a alguien como tú para lo que se avecina… -El-que-ve-más-allá te echa un largo vistazo, desde el pelo de tu cabeza hasta tus pies descalzos, y nuevamente hacia arriba, hasta clavarse en tus ojos- Dos hermanos de tribus lejanas están por llegar. Tendrán voz en la gran asamblea Ahadi que va a celebrarse, y necesitarán quién se encargue de hacer llegar esa voz a cuantas orejas no querrán escucharles. Más allá, necesitarán protección frente a sí mismos, pues su cultura es muy diferente a la nuestra y pueden dar pasos en falso con facilidad. Más allá, se les augura un destino en una formación mayor, la primera de su clase, y necesitarán quién les aconseje. Y más allá, mucho más allá... -Su mirada se vuelve oscura, tenebrosa, como un peligroso secreto que te fascina y aterra- ...necesitaré ojos y oídos en todo ello.
Trago con fuerza ante las palabras de El-que-ve-más-allá. Desde luego no me esperaba una primera intervención como la suya. Tiene razón al apuntar que me crié entre diplomáticos, y de ahí mi extrañeza: en esos círculos todo es protocolo, todo es un esquema, todo está calculado...
Que, en cierto sentido, tiene mucho que ver con lo que se está requiriendo de mí. Tal vez lo más inquietante de todo sea la necesidad de "proteger" a estos recién llegados de los errores que puedan cometer, pues entiendo bien a qué se refiere: gigantes dando pasos de bebé en una habitación llena de jarrones de porcelana. En efecto, será... interesante.
-Puede contar conmigo para hacer lo que me solicita... así como para ver y para oír -digo con sincero orgullo-. ¿Cuándo llegarán nuestros hermanos? ¿Cómo los reconoceré y dónde debo encontrarlos?
Edito para corregir una falta de ortografía y la negrita, que se me fue
Mientras haces la pregunta, El-que-ve-más-allá echa un vistazo a tu espalda, asintiendo a alguien que debe encontrarse aproximadamente en la entrada de la haima. Después te mira con gravedad. Te parece vislumbrar una sonrisa en sus viejos y agrietados labios.
Parece que ya están aquí.
Te giras inmediatamente, y ves como dos figuras atraviesan los cortinajes que hacen las veces de puerta, flanqueados por dos hombres trajeados que se apresuran a salir en cuanto ellos están dentro. Son un hombre y una mujer, ambos de poco más de veinte años y vestidos con ropas sencillas occidentales. Ella es delgada, con el cuerpo aparentemente frágil y bello de una modelo, y su rostro muestra la belleza sensual que suele otorgar el mestizaje. Parece tener algo de india, y observa la haima con unos espectaculares ojos color miel. Él, en cambio, es plenamente un hombre blanco, pelirrojo y de ojos azules. Más bajo que ella, y seguramente más joven, es también delgado y su rostro muestra a un hombre despierto y espabilado.
A partir de aquí, seguiremos en una escena conjunta que voy a abrir.
Por cierto, tienes Lingüística 2, necesito que pongas en la ficha cuales son esos 2 idiomas adicionales que conoces (y cual es el materno).
Sí, tengo que hacer los otros cambios que me sugeriste y creo que me falta algo más por poner, hoy lo termino.