El príncipe Ashley se quedó mudo ante la respuesta de la joven princesa. Tal vez se olía que ese padre pudiera ser él o simplemente estaba conmocionado con la desesperación. La cuestión es que, su esposa, la princesa Applewerd, aprovechó para tomar la iniciativa, de nuevo.
-Guardias- llamó con voz de mando a dos de los protectores que viajaban con la comitiva de su reino –Tomen a esos niños y llévenselos a nuestro cocinero personal, que haga una rica tarta con ellos- sonríe fríamente la mujer. Los dos soldados titubean y se miran entre sí, pero temen tanto a la princesa que obedecen. Ambos hombres, armados, se acercan hacia la bella Cassia y sus dos pequeños querubines…
-¿Qué estás haciendo esposa? No puedes hablar en serio- dijo el príncipe Ashley, alucinado con lo que acababa de oír.
-La chica ha dicho que podíamos hacer con ellos lo que quisiéramos- respondió ésta sin perder su sonrisa, tan hermosa como glacial –No los quiere, es evidente. Y yo en cambio, deseo una tarta de carne, bien rica y suculenta.
-No, no puedes hacer eso.
-Claro que puedo, te recuerdo que todo lo que tienes es por mí. Sin mí, no eres nada, sólo una sonrisa bonita.
El rostro angelical del príncipe Ashley se quedó helado, horrorizado y paralizado, sin saber qué hacer o qué decir para convencer a su esposa de parar semejante acto atroz. Buscó la mirada de la bella Cassia pidiéndole que impidiera aquella abominación, que no entregara esos críos, que dijera que sólo había sido una broma y que, en ningún momento, tenía intención de entregar a sus retoños a semejante monstruo, hermoso y cruel.
El Cisne atrapado en el cuerpo de una bella joven de cabellos rojos se quedó en silencio. Ninguna respuesta salió por su boca, así que el Cazador de cabellos rubios y ojos de color claro profundo, la ató y la llevó a su fortaleza. Pero el joven fue reclamado por su Señor y tuvo que abandonar sus dominios a la mañana siguiente, dejando a la joven, sola y confusa.
Cuando llegaron los primeros rayos de Sol, las plumas de cisne volvieron a cubrir su cuerpo, devolviéndola a su forma original, la de un bello y níveo cisne. Lo malo es que un castillo repleto de sirvientes no es el mejor sitio para ser un ave y aquella misma noche, cuando el joven cazador volvió a casa, el cocinero le sirvió Cisne al horno con patatas y hierbas aromáticas. Todos alabaron el sabor delicado y bien cocinado del ave y lo devoraron hasta que no quedó nada y lanzaron los huesos a los perros…
La inocente y bella Mack se había quedado tan atontada al conocer a Sigma que ni se percató de la llegada de aquella anciana y sus manzanas. Así que cuando aquella tal Ariel le ofreció una, simplemente la aceptó. Eran tan rojas, tan brillantes, tan sanas… ¡seguro que iba a estar deliciosa! Es por ello que ni se lo pensó por un segundo y ni corta ni perezosa, le metió un mordisco. A su joven acompañante no le dio tiempo a gritar un NOOOOOOO para evitar que lo hiciera. Era demasiado tarde, el jugo envenenado de la manzana ya estaba bajando por su garganta en dirección a su estómago.
Mack cayó fulminada al suelo, en brazos de una Sigma llorosa. La joven rubia podía ver el mundo de fuera, podía sentir las lágrimas de su acompañante cayendo sobre sus mejillas, pero no podía articular palabra alguna. Por más que intentara decir algo, su boca no se movía. Trató de moverse y tampoco pudo, su cuerpo estaba paralizado. intentó gritar, pero nadie podía escucharla. Entonces las sombras cayeron sobre ella. Cuando consiguió enfocar la vista, tras le histerismo inicial, pudo ver las venas de madera de la tapa de su ataúd, la estaban enterrando en vida…
El joven brujo fue coherente con su naturaleza amable y fue incapaz de pelear por su vida, ni siquiera cuando los dos soldados-cartas le cogieron y le arrastraron hacia su castigo final: el Foso. El Sol cada vez estaba más alto y el calor de sus rayos empezaba a hacerse notar. Aunque se suponía que era más cerca de la madrugada que del mediodía aquello era Wonderland, el tiempo era muy relativo e igual el Sol quería castigarle también por su estupidez…
Apenas quedaban un par de metros para alcanzar la entrada del pozo, esa era toda la vida que le quedaba al muchacho.
-Eres completamente idiota, igual te lo he dicho demasiadas veces. Pero es que no eres capaz ni de correr por tu vida… -se encogió de hombros el gato de Cheshire llamado Metho. Parece ser que sí se había presentado a su ejecución, para estar con Ian hasta el último minuto de su patética vida.
-Fue divertido mientras duró, chico- fue su despedida, corta e informal, como él. Y esas fueron las últimas palabras que escuchó Ian antes de que los dos guardias le tiraran por el enorme agujero negro llamado el Foso de la Bestia. La oscuridad y la velocidad acogieron con brazos abiertos al chico, que fue engullido por la negrura y la incertidumbre de saber si sobreviviría a la caída o a lo que hubiera allí, abajo, escondido…
Mientras el joven valoraba si valía la pena cazar a la oca con el collar caro, los dueños del inmenso sitio volvieron a casa.
-¡Te equivocas! El Ojo de Merlín me lo regaló mi madre y está guardado debajo del colchón- dijo una voz gruesa femenina.
-¡Mentira! ¡Ese pedrusco se lo quité a aquel estúpido brujo asiático! Se lo arranqué de entre sus dedos muertos. Le dejé la cabeza como una sandía madura. JAJAJAJAJJAA- se oyó la risotada estruendosa y masculina de una segunda voz.
-¡Serás cuentista! Esa piedra siempre ha estado en mi familia, se la dio un mago muerto para que la custodiáramos y protegiéramos de la Gran Serpiente Blanca, así que ¡no te des aires de señorito!- protestó la voz femenina.
-¡Serás…!- las voces pararon de golpe –No hueles a…
-HUMANO.
-Oh, carne fresca para la cazuela, ¡¡que rica!!
El joven Julian se quedó paralizado, con una oca corriendo alrededor de sus piernas y dos enormes gigantes mirándole, entre sorprendidos y deseosos de abrir su nuevo “pedido” a domicilio… si lograban atraparle claro.
Pero ninguno llega a ver como acaba el cuento. La caída al abismo de la oscuridad había terminado y unas luces fuertes e intensas dañan la vista y los ojos de los que se atreven a abrirlos. La visión de un montón de adolescentes y adultos, tirados en el suelo, mesas y bancos, es algo dantesca y totalmente digna del cuento de la Bella Durmiente. La entera fiesta había sido apagada y todos habían quedado bajo el extraño hechizo del Sueño. Los primeros en despertarse habían sido los profesores Lefay y Iacomb, que se habían puesto en marcha rápidamente para acabar con aquel inesperado encantamiento. De fondo podía oírse el tocadiscos, los últimos acordes de una vieja canción y el sonido de la aguja recorriendo los surcos vacíos del final del vinilo.
Ninguno de los presentes parece saber explicar cómo había podido pasar los controles mágicos impuestos lo que sea que hubiera provocado aquella ensoñación masiva a lo Sueño de una Noche de Verano… ¿Había sido una novatada inocente, tal vez? Lo cierto es que no había daños de ningún tipo, al menos físicos, como mucho alguno se había despertado algo sudoroso y taquicárdico, por a saber qué había soñado. Más, realmente nada ni nadie faltaba.
Todavía jadeaba cuando abrió los ojos sin entender del todo hasta recordar en dónde estaba y en caer en la cuenta que nada de lo que había visto hacía solo unos momentos era real. ¿Sería posible que en esta escuela uno no pudiese celebrar nada sin perder la conciencia? Lo recordaba todo: su miedo a ser sacrificado, aquella extraña atracción que ejercía el sumo sacerdote (intentaba no pensar en él como Julian), el penetrante olor a bosque, los ojos del hombre lobo (… ¿o hombre gato?) que le había ayudado y que tanto se parecía a Dariel. Es entonces que se da cuenta de que no había sido el único afectado. Se puso de pie e intentó localizar a sus hermanos, pero… Se dio cuenta de que estaba atrapado. Debajo del cuerpo de Julian. Musculoso y enorme. Comenzó a sentir calor. – Esto… ¿Jules? – preguntó Levi, con la boca seca. Probablemente era culpa del sueño, sí. Seguramente sus efectos perduraban en la realidad.
Todavía sentía la calidez en mi pecho, las ganas de echar a llorar de la emoción y también la sorpresa de que el príncipe Dariel tuviese mi zapato y no lo hubiese tomado y tirado algún guardia del palacio por considerarlo basura, cuando desperté bruscamente. Lo cierto era que yo no había sido la única que se había echado un sueñecito, ya que absolutamente todos los presentes parecían haberse visto afectados. Y tampoco parecía ser cosa de la organización, puesto que Iacomb y el hermano de Dariel se estaban despertando. Tenía que ser cosa de algún hechizo o sustancia, pero no podía quejarme. Había tenido un sueño que no me había hecho despertar entre gritos y sudando frío, lo cual siempre era de agradecer. Me moría de ganas de contarle a Dar lo que había soñado, así que me levanté entusiasmada. - ¡W-A-W! Esto del pedo colectivo me gusta. – exclamé en voz alta, entusiasmada. Me gustaría todavía más que tuviéramos una orgía colectiva. Ya se sabe el dicho popular: si nos organizamos cogemos todos. Pero paso a paso. Por si las dudas, decidí investigar las bebidas y comida que nos sirvieron. El alucinógeno utilizado me había hecho visualizar el sueño en una versión algo remixada de La Cenicienta y probablemente algo similar le había ocurrido a los demás. Me llamaba la atención lo selectiva que era lo que fuera que nos había causado el dichoso sueño. Y no quería quedarme atrás, como había pasado con la esencia de dementor.
Motivo: QUIERO LA DROGA
Tirada: 1d20
Resultado: 14(+9)=23
Cuando consigo abrir los ojos e incorporarme, aún me siento algo confuso. El estómago me duele horriblemente, como si me lo hubieran pateado repetidas veces. La visión de haber entregado las almas de aquellos dos a… a mi mejor amigo, que parece haberse perdido a sí mismo, bueno, es perturbador y me genera ansiedad. Empiezo a rascarme la muñeca derecha, con entusiasmo depresivo. Con el tacto agresivo de mis uñas contra mi piel consigo recomponerme algo. Es el indicio de que estoy en el mundo real, de que nada de lo vivido realmente había pasado, sólo eran… visiones oníricas.
“Aunque realmente eran como muy… reales, surrealistas pero muy probables”, pienso para mis adentros, mientras me muerdo el labio inferior y sigo rascándome la muñeca derecha. Tardo un poco en decidirme a levantar mi culo del suelo. Entonces veo, unos metros más allá, a Levi con cara de apuro y luego a Nissa, que hacía un momento estaba a mi lado, intentando cotillear la comida y bebida de la fiesta.
Al canadiense no le puedo ayudar con su loqueseaqueestéteniendoconJulianperoquevaafracasarestrepitosamente (igual debería avisarle de ello. Nah, eso le quitaría la diversión a todo el asunto), pero igual puedo echarle una mano a Nissa.
"¿Seguro? Ella estaba ahí. Al menos ella no cayó en sus manos. Debería eso alegrarme, ¿no? No le di miedo, me aceptó. Él no se la llevó consigo, es lo único que cuenta. Pero Ian…"
Sacudo la cabeza, tratando de cortar ese hilo de pensamiento. Debo dejar a un lado lo visto, son sólo sueños, aunque… SÓLO SUEÑOS DARIEL. OLVIDALO. Además, al menos había caído rodeado de chicas huffies buenorras. Podía soportar un poco de histerismo colectivo y propio, sin morir en el intento.
-¿Necesitas ayuda, pequeña cotilla?- le susurro a Nissa, sonriendo levemente, lo mejor que puedo. Aún sigo rascándome la muñeca, pero si consigo distraerme lo suficiente, en algún punto dejaré de hacerlo, cuando la ansiedad afloje en mi interior.
Despierto taquicárdica y confusa, sintiendo mis entrañas enmarañarse por la angustia. Lo malo es el corset, que me oprime a la vez que empiezo a sentir una gran presión en el vientre. No es un bebé, pero como si lo fuera; es algo gordo y pesado, que da vueltas en mi interior batallando por escapar de ahí. Y eso es incluso antes de que los recuerdos del sueño lleguen a mi consciencia. Cuando lo hacen veo sus caras, las dos que me producen más ansiedad sin ser de mi familia directa...
Lo peor es que el vómito no me sale solo, pero sí vienen las ganas. Me asfixian las arcadas. Sólo me aparto lo suficiente para no hacerlo encima de nadie, me meto bien el pelo en la capucha y, empujando con el dedo corazón dentro de la boca, provoco la expulsión de todas las salchichas que había engullido antes. Lamentable.
Totalmente rodeado, no sabe cómo proceder, pero tampoco lo necesita porque se despierta de golpe. Entonces era un sueño... Menudo viajecito. Que alguien ha drogado la bebida con la que han brindado es más que obvio, y duda que sea cosa de los Maddox; aunque corra el rumor de que algo vuelven a tener, ellos hacen negocio de esto y eso de drogar a medio colegio tampoco es algo que dé muy buena publicidad.
No quiere darle muchas vueltas al sueño, porque tampoco siente que signifique gran cosa. Mejor levantarse, que el suelo de piedra es muy malo para su piel desnuda. Parece que hay gente que empieza a levantarse también y empieza a caminar.
Al final va a resultar que los viales de vinagre que traía para convertir en vino iban a ser el menor de los problemas...
De todos modos, esta especie de pesadilla le ha dado algunas ideas, porque de todo se puede sacar algo bueno.
"¡Joderjoderjoderjoder...!" ¿Por qué sólo puedo pensar eso? Joder, tengo que concentrarme y... ¡Soy maga, por el amor de dios, algo debería poder hacer! ¿Qué me pasa? ¡Siempre me bloqueo con estas mierdas, y lo odio, hostia! Es patético...
Tanto como lo es al despertar estar hecha un ovillo en el suelo. "Genial, Sigma; morirás joven"
Suelto un suspiro lastimero y me muevo, poniéndome de rodillas para clavar la mirada en el suelo. ¿Qué coño ha pasado? Porque la gente de mi alrededor no parece estar mejor que yo. Me tomo unos segundos para respirar y serenarme aunque termino forzándome sin más a levantarme.
- ¿Todo el mundo bien? - pregunto al aire sin poder concentrarme demasiado aún, algo nerviosa. ¿Qué coño...? Yo no puedo vivir con esta presión de que pasen estas cosas que casi me hacen mearme encima. En serio que no.
Sí, hombre, después de la escalada que me había hecho por la planta esa del demonio, la persecución tras la oca y el paseíto iban a merendárseme dos gigantes, ¡pero si habré adelgazado en el proceso! Ni de coña, vamos.
- Ah, no, ni hablar - murmuro, aunque retrocediendo un poco y buscando la varita con mi mano. ¿Podría invocar mi escoba con un accio para huir de ellos?
Pero el sueño se queda ahí, en esa pequeña aventura, porque lo siguiente es despertarme con Levi demasiado pegado a mi. Esto es raro.
- Eh, Montblanc, no aproveches que estaba dormido para meterme mano - bromeo, riendo un poco al tiempo que le empujo suave y me levanto antes de tenderle una mano - Venga, arriba, alguien se ha querido divertir a nuestra costa. Super divertido... - comento mientras tiro de él para levantarle y miro alrededor por si hubiera alguien herido o algo así...aunque tiene pinta de haber sido ¿una broma? No quiero ser tremendista hasta que no veo sangre - Ven, vamos a ver cómo está la gente - y con esto quiero decir que busco directamente a mi colega Dariel y a Cassia con la mirada. Al primero le encuentro ayudando a las chicas así que lo dejo estar, y al localizar a Cassia en el suelo me acerco a ella - Eh... - me agacho, poniéndole la mano en la espalda para darle una caricia suave - Tranquila, va - la dejo que eche todo lo que le moleste en el cuerpo ahora mismo, sin agobiarla demasiado mientras se recompone.
Justo cuando empezaba a correr, tratando de huir de los youkai que trataban de darle caza, Lance despierta de golpe, tumbado en el suelo del Gran Comedor. Insintivamente, se levanta de golpe, con un pinchazo por lo forzado, para asegurarse de que no está en esa sala con los youkais y poder poner los pies en polvorosa... Parece que no, que todos han sido presa de una gran alucinación colectiva... Otra vez. ¿Alguien ha logrado colar más drogas y meterlas en la bebida con la que han brindado? Decidido: Lance no va a volver a probar nunca nada más de ninguna copa del Gran Comedor, ni siquiera agua, al menos en este tipo de congregaciones. Si cada vez que hay una tiene que acabar así... es mejor evitárselo.
Como por un reflejo llevado por ese sueño que recuerda a la perfección, busca con la mirada a Crautchin, LeFay y Ward. Parece que Ward está bien y los otros dos... siguen siendo ellos. Hablando del sueño, no sabe muy bien cómo interpretarlo, más que nada porque nunca le prestó la suficiente atención a la Adivinación como para haber aprendido a interpretar sueños. Deberá ir a preguntar a la profesora Trelawney, aunque algo le dice que la visita a su despacho no será agradable para el nipón. Se imagina un ambiente muy cargado y un intenso aroma a incienso y alcohol, pues es básicamente el olor que desprende la profesora de Adivinación cuando se la ve aparecer por el Gran Comedor.
A medida que los alumnos fueron despertando de sus ensoñaciones, los profesores los fueron mandando a sus dormitorios. Algún desafortunado que se hubiera golpeado fue enviado a la enfermería, bajo los atentos cuidados de Pomfrey. El Sanador Sheridan, en cambio, se quedó con los profesores Iacomb y Lefay a investigar la sustancia que había provocado el apagón completo de todo el mundo en el castillo. Dictaminaron que no hubo riesgo real, había sido una estúpida broma de Halloween. O al menos esa era la versión oficial que dio la directora a alumnos y padres.
A la mañana siguiente, todo el colegio estaba alborotado preparando baúles y empaquetando cosas para llevarse a casa, en las breves vacaciones del equinoccio otoñal. El Hogwarts Express les esperaba en la estación de Hogsmeade, pacientemente. A mediodía el castillo parecía medio abandonado y los que decidieron permanecer en las vacaciones en la escuela, se quedan más solos y desamparados que nunca.
-Será solo por un tiempo, querida. Lo prometo. Pero necesito tomarme este lapso…- dijo una Sprout entristecida por su marcha forzada. Ya hacía tiempo que llevaba planteándose el cogerse unas largas vacaciones escolares y había hecho sus deberes previos: buscar el candidato idóneo para sustituirla al frente de sus clases y de la Casa Hufflepuff. La directora Ramsbotton afirmaba con la cabeza y abrazaba a la buena profesora de Herbología, mientras la profesora McKendrick lloraba como una madalena, a moco tendido. La profesora Bakshi sonreía amablemente y trataba de consolar a la pequeña hada.
-En un par de días te enviaré mi decisión para sustituirme en las clases y como tutora. Ya lo he reducido a sólo tres candidatos. Aprovecharé este fin de semana para entrevistarme con el último que me queda por valorar…- las lágrimas se le escapan por los ojos, rodando por sus regordetas mejillas. Le dolía tener que irse, abandonar a sus pequeñas calabacitas…
Unos vagones más allá, el profesor Lefay subía sus cosas al tren, sin perder de vista a su pequeño “grupo” de alumnos: su hermano menor y sus dos amigos, Crautchin y Green. No pensaba perderles de vista ni un segundo y menos tras los dos incidentes pasados en la escuela. Por otro lado, la profesora Iacomb sonreía, aliviada y despedía a Ashley con la manita, contando mentalmente los segundos para que desapareciera de su vista. Nunca había sentido tanta animadversión por nadie, como por aquel hombre. Ella que siempre ha sido una persona con los chakras equilibrados… Pero, ¡ese Lefay sacaba lo peor de ella! Más, se iba todas las vacaciones, por fin volvería a ser feliz, sin su presencia en varios kilómetros a la redonda.
Finalmente, los últimos profesores y alumnos acaban de subir al tren y sus puertas automáticas se cierran con un chasquido. La mitad del personal de la escuela se queda mirando como la otra mitad les deja atrás…
El tren se pone en marcha, próxima parada: Londres.
FIN DEL CAPITULO ESPECIAL