Partida Rol por web

Jade colgó el teléfono y se levantó enseguida, casi chocando con Au al salir de la habitación. - ¿Encontrast...? – No terminó porque como leyéndole la mente, el muchacho le contó de forma breve. Suspiró, esperaba que pudieran encontrar más información en la Vigesimoseptima.

- Me ha llamado el Profesor Merrick, estaba con el señor Grend – explicó, - Por lo visto quieren hacer un ritual de búsqueda para encontrar a Mara, y me han pedido que les lleve algo de ella. ¿Dejaste algún cepillo? ¿O quizás mejor uno de sus jerséis favoritos?

- Yo aprovecharé que paso por la Vigesimoseptima para indagar más en el libro, he encontrado en esta primera búsqueda información… - se queda pensativa, buscando la palabra que mejor lo describiera, - misteriosa e interesante, - sonrió pícara, - Los que vivís tantos años, ¿Por qué no usáis nombres totalmente distintos? – bufó divertida, - El autor del libro (alemán) y el traductor de la segunda edición (inglés) tienen nombres coincidentemente muy similares – se encogió de hombros, - Quizás no es nada, pero…

- Y está claro que lo “interesante” del libro está en el capitulo de ritos funerarios. – Jade frunció ligeramente el ceño, - Hasta ahora solo lo había visto de forma académica, pero… ¿Por qué sería tan importante los ritos funerarios de la antigua Mesopotamia? ¿Y como está relacionado con Mara? ¿Quién cojones…?

Inspiró profundamente, cogiendo aire, - ¿Me acompañas a la Vigesimoseptima? Aunque será más fácil explicar quién eres si vienes como Adrian… puedo presentarte como alguien como yo… un mortal que sabe lo que ocurre y que quiere ayudar a buscar a Mara, y el señor Grend estará allí y te conoce de la tienda… No creo que haya ningún problema en que vengas – volvió a coger aire y suspiró, haciendo un mohín al darse cuenta de que había soltado una retahíla de palabras en tan poco tiempo y a veces sin coherencia, algo impropio de ella.

Miró hacia Au y esperó su respuesta mientras estructuraba de nuevo la explicación en su cabeza por si el joven fae no había entendido su barboteo.

Casi al segundo mientras la rubia hablaba su cuerpo cambió para regresar a ser el pelirrojo de rasgos suaves. Escuchaba lo que le decía mientras asentía con tranquilidad, tratando de quedarse con los detalles. Suspiró finalmente antes de hablar, se notaba cierta resignación en aquel gesto.

Sí, claro. Llévale algunos pelos, pero no está en este mundo. Está en algún lugar custodiada por una gran fuerza, hay un guardián, y también puedes abrir el camino si Verano e Invierno trabajan juntos para alcanzar Otoño. No comprendo mucho esas palabras, pero quizá ellos puedan hacer más por salvarla.

Le miró a los ojos y negó, le costaba hacerlo con aquel gesto pícaro.

Pero no puedo acompañarte. Creo que en este momento es mejor que hayan unas decenas de metros entre el señor Grend y yo, no me siento cómodo y tengo una pista que seguir.

Luego una ligera sonrisa.

Y... no sé por qué no cambian de nombre, pero supongo que para algunos seres mágicos que viven apenas una decena de años también les resultará raro el por qué los humanos no os los cambiáis.

Alzó las cejas, ni siquiera sabía si era una respuesta correcta o entendible, pero esperaba que la inteligencia de la rubia fuese suficiente para no necesitar más explicación.

Asintió con un suspiro, - ¿Crees que estará bien? ¿Que esa fuerza / guardián la protegerá? – preguntó con preocupación clara.

A veces ser una mortal entre tantos sobrenaturales era una ventaja y un inconveniente, pues por un lado no estaba atada a la forma de pensar que tenían y podía ver las cosas desde otro ángulo pero por otro lado estaban las situaciones como esas en que el desconocimiento ya no tanto de información sino de qué realmente podría llegar a pasar la hacía pensar en lo peor. La incertidumbre del desconocimiento la mataba.

Inspiró profundamente y dejó salir el aire lentamente, - Lo tendré en mente, quizás pueda investigar algo… pero… ¿no es algo poco probable que Verano e Invierno trabajen juntos? – preguntó intrigada.

Frunció el ceño y por un momento su preocupación cambió de dirección de Mara hacia Adrian, - ¿Seguro? – no iba a preguntarle si estaba bien o quería hablar, sabía que podía hablar con ella cuando él lo necesitara. - ¿Qué pista? – preguntó tratando de centrarse.

No tengo ni la más remota idea -confesó con sinceridad-. Confío en Darren y él dice que estará segura, pero pese a todo quiero verlo con mis propios ojos.

Las cosas había que ponerlas bocarriba. La situación no estaba para juegos ni engaños, aunque probablemente a un buen montón de hadas y changelings aquello era casi inevitable. Y ante su pregunta se mesó el mentón sin pelo con un aire completamente ausente y meditabundo.

Es posible que sea difícil. Pero me pregunto... ¿y si en vez de Otoño llegan a Primavera?

Alzó la mirada de golpe, sin perder ese aire serio, mientras poco a poco dibujaba una pícara sonrisa para dejar claro que bromeaba. No tenía mucha idea de cómo proceder con aquello pero al parecer había un atajo que podía investigar.

Una cara. Esa es mi pista. Te mantendré informada ¿sí?

Preguntó sin perder el gesto del rostro. En realidad que ella le dejase su espacio era una de las cosas que más le gustaba. El espacio propio era una de esas cosas que algunos humanos -y no humanos- no respetaban en lo absoluto y el motivo de más de una y de dos guerras.

Siguieron hablando durante unos momentos, mientras Jade cogía uno de los coleteros favoritos de Mara, así como uno de sus cepillos tras asegurarse de que en ellos algún pelo de su amiga. Tal y como Adrian había dicho, él tenía una pista, una cara, y seguramente ella fuera de más ayuda para Mara yendo con el señor Grend.

Tras asegurarse de que tenían batería suficiente en los teléfonos, Jade salió de casa para coger un taxi.

No tardas en localizar un taxi que te lleve directamente a la Universidad.

Jade se va finalmente y te quedas en casa un momento más, con muchas preguntas, pero también alguna pista. ¿Seguirás tu instinto y volverás al puente? ¿O hay algún otro lugar donde puedas encontrar lo que necesitas para buscar a Mara?

El instinto del pelirrojo era regular tirando a malo, pero igualmente era una de esas personas que le gustaba seguir su instinto. Una buena botella, recordando las palabras del viejo borracho. Que sí, que sólo era un viejo borracho, pero como cierto humorista español... ¿y si no?

Adrian cogió una botella de la reserva de la casa y la guardó en una mochila antes de salir a la calle. A estas horas pasaban menos autobuses, pero aún se podía mover tranquilamente en transporte público sin gastarse lo que para él era un dineral en taxis. A pesar de conocer bien las paradas y los horarios de las líneas de autobus, tardó un rato en llegar al puente Aurora.

Bajó en la siguiente parada y salió de la avenida para llegar a las escaleras que salvaban el desnivel con la parte inferior del puente. La estatua del troll se había puesto allí precisamente para evitar que los vagabundos se reunieran en esa zona de la ciudad, cosa que, evidentemente, sólo habían conseguido en parte.

Una figura familiar parecía acurrucada en uno de los laterales de la escalera. El mendigo parecía tener frío, porque en este lugar la policía le impediría encender la típica hoguera de barril que le permitiría calentarse. Al acercarte a él, levantó la mirada y Adrian pudo ver en sus ojos un destello de reconocimiento.

— ¡Ah! Así que has vuelto... Una pena, preferiría que hubiera sido tu amiga la rubia... No es por molestar, pero sencillamente es más agradable a la vista de un viejo como yo... — Se calla un momento, como si se acordase de algo. — ¡Qué! ¿Me has traído esa botella? — Parece leerte la mente cuando sonríes y empiezas a buscar en la mochila. — ¡Ah! Buen chico... ¡Ven, siéntate! — dice echándose a un lado y dejándote un trozo del cartón que utiliza para no apoyarse en el suelo.

Bueno, siempre puedo teñirme -bromeó el pelirrojo alcanzando su objetivo para sentarse a su lado, había sido un viaje más largo y hasta le había entrado un punto de sueño-. Y precisamente una amiga es lo que me ha traído a ti.

Le entregó la botella, no sin antes beber él mismo un trago corto para darle la confianza de que no tenía nada. Sonrió, era raro pero se sentía cómodo con el viejo. Probablemente no tendría ni idea de nada, pero sabía que las casualidades muchas veces tendían a ser causalidades.

Alguien se la ha llevado a un feudo en Otoño y no me dejan entrar. Tengo que esperar entre Verano e Invierno o... bueno, buscar al guardián. Y para encontrarlo necesito a alguien que sepa de trols. Y parece que tú sabes algo.

Mientras hablaba limpié una gota de la comisura de mis labios y empecé a dibujar sobre el cartón con ese mismo trago. El alcohol que me había enseñado la visión me serviría para convocar un glamour sencillo donde podría mostrar, como si hubiese sido trazada con mis dedos, la imagen del guardián. Era algo temporal, pues la bebida se evaporaría al cabo de unos segundos como si aquel trazo nunca hubiese sido dibujado.

Luego miré a sus ojos, buscando algo de sinceridad y respuestas.

El viejo suelta una carcajada.

— ¡No es precisamente el color de pelo lo que me importa, jovencito!

Te mira un momento mientras le cuentas tu historia de forma precipitada y, cuando realizas el dibujo sobre el cartón, parpadea un par de veces y mira la botella como si pensase que ha bebido demasiado. Sin embargo, mirándole a los ojos como estás, ves un signo de reconocimiento y una serenidad sobria que parece que ninguna cantidad de alcohol va a poder perturbar jamás.

— Sí, yo de trolls sé mucho... — dice señalando con la cabeza la estatua de debajo del puente. — Pero, ¿qué sabes tú sobre ellos, chico? Poca cosa, supongo, si lo que te trae aquí es buscar el otoño... ¡La última vez que lo comprobé estábamos en primavera!

¡Pues fíjese cómo de lejos de mi amiga estoy!

Exclamó el pelirrojo con buen humor cuando dijo que estaban en primavera. Hasta que le preguntó de trols y entonces rebuscó entre los bolsillos de su ropa hasta dar con la carta que le había dejado el viejo, la que sólo ponía "orden de la hoja caída". La sacó lo justo para mostrar el sello, que no el contenido. Quizá no era nada, o quizá estaba todo relacionado. Era difícil saberlo. Aunque también era difícil saber qué significaba el brillo de sobriedad tras sus ojos.

Sé poca cosa, pero se me da bien aprender. Haré lo necesario para ayudar.

Sonrió, no sabía si la respuesta era buena o mala, pero entonces se acarició el mentón.

Es mi amiga, y no el Otoño, lo que me trae. Hay prioridades ¿no crees?

El mendigo te miró un momento y sonrió, mostrando una boca parcialmente desdentada.

— Ciertamente tienes mucho que aprender, chico... — dice riendo, pero su carcajada termina en una desagradable tos, que se interrumpe casi bruscamente al escuchar tus últimas palabras, lo que le lleva a fruncir el ceño.

— ¡Ah! Sí, amistad... Los amigos vienen y van, pero nunca puedes dejar a un lado tu propia naturaleza, ¿no crees? — Carraspea y le da otro lingotazo a la botella para "aclararse la garganta". — ¡Ejem! Sí, sí... como iba diciendo, si tan lejos está tu amiga, ¿qué puede hacer este viejo para ayudar? Después de todo yo me paso la vida aquí, bajo este puente, con la única compañía de esa estatua, y de los turistas que vienen a verla.

Señala al troll de piedra al hablar, que parece a punto de aplastar el coche que tiene bajo su mano y saltar hacia vosotros.

Si hubiese dejado de lado mi naturaleza, amigo -comentó entre risas, ignorando aquella tos final del hombre-, no te hubiera buscado. Es mi naturaleza la que me dijo que eras el hombre indicado, aunque la de veces que me he equivocado...

Reía con el recuerdo.

Necesito permiso para llegar hasta mi amiga. Y para ello necesito encontrar al guardián. ¿Podrías ayudarme a encontrarlo?

Sí que le llamó la atención, de hecho, la estatua ¿era una trol? Aquello le hizo pensar que quizá alguna gesta épica podría liberarla y... ¿quizá se trataba de un viejo amor? ¿de algún familiar? Probablemente no tuviera nada que ver, pero soñar era gratis. E importante.

El hombre te mira un momento, pensativo.

— Bueno, el troll es el guardián del puente, así que se podría decir que ya lo has encontrado, ¿no crees? — comenta, y te das cuenta de que utiliza esa pregunta como coletilla. — Pero nunca había escuchado nada de que le diera permiso a nadie para ir a ningún sitio. ¡En todo caso cobraría un peaje!

Tamborilea con los dedos sobre su rodilla y le da un trago a la botella, a la que se queda mirando como si le costase enfocar la mirada. Te preguntas cuánto ha bebido este tipo en todo el día, que seguramente sea más que tú en lo que llevas de año.

— Claro, que tampoco hay mucha gente que pregunte por un feudo de Otoño... ¡Cómo si hubiera más de uno! — Te mira una vez más y sonríe. — ¿Quién eres, chico? Pareces una hoja perdida en el viento...

El pelirrojo devolvió la mirada, con una ligera sonrisa.

¿La botella no es suficiente peaje?

Preguntó con cierto tono juguetón. Estaba claro que había un baile oculto de intenciones, de verdades, de pasados secretos. No tenía mucha idea de dónde se estaba metiendo, pero oh, amigos, en cuanto pronunció la palabra feudo un escalofrío recorrió a Adrian y un atisbo de reconocimiento ante aquel nombre. Nunca había tenido claro hasta qué punto las leyendas de Otoño o Primavera eran reales, pero al parecer su amiga estaba bastante conectada con aquellas historias.

Puede que sea una hoja caída, eso explica porqué se me da mal volar -bromeó con el hombre, cargado de doble intencionalidad y devolviendo la sonrisa un poco más amplia-. No soy ningún trol y algunos de mis compañeros me llamarían changeling. En lo personal solo soy alguien que hace lo que puede porque todo no se vaya demasiado a la mierda. Por ahora voy perdiendo.

Se encogió de hombros, como si ganar o perder no le importara en absoluto. Entonces hizo un all-in extendiendo la mano hacia él. De perdidos al río.

¿Me llevarás al feudo entonces?

¿Qué tenía que perder, además del tiempo?

El viejo muestra una sonrisa desdentada.

— ¡Ah! La Hoja Caída... — Su tono hace las mayúsculas evidentes mientras habla. — Sí, ya me parecía a mí. Pero un changeling también puede ser un troll, ¿no crees?

Le da un trago a la bebida y, mientras lo hace su cuerpo se va transformando lentamente mientras se disipa el glamour que lo cubre.

El rostro que habías visto en el espejo se gira lentamente hacia ti mientras aumenta de tamaño. Ahora entiendes cómo este viejo puede meterse esa cantidad de alcohol entre pecho y espalda.

— Sí, los trolls siempre hemos guardado los puentes. Incluso los humanos lo saben — dice señalando la estatua. — Es curioso ver la imagen que aún tienen de nosotros.

Te mira desde las alturas y sonríe mientras se termina la botella de un sólo trago. Con su tamaño actual, no tan distinto de la estatua bajo el puente, debe ser el equivalente a beberse un chupito.

— Así que quieres ir al Feudo de Otoño, ¿no es así? O al lugar que lo fue en algún momento... Parece que Cernunnos está reuniendo de nuevo a la Orden de la Hoja Caída. Ha estado bastante activo en los últimos meses. ¡Bueno! No seré yo quien le discuta nada, ¿no crees? — mantiene la coletilla incluso en su forma feérica. Mira la botella y luego te observa a ti con atención. — Vale, has pagado el peaje y has pronunciado las palabras, así que tienes paso libre. Da tres vueltas a la estatua en sentido contrario al giro del Sol y luego entra en el coche para llegar a tu destino.

¡Vaya! -exclamó sorprendido ante el cambio- Reconozco que eres el primer trol que me encuentro. Eres impresionante.

Reconoció el pelirrojo antes de quitarse él mismo el velo, pues consideraba lo justo: revelación por revelación. Sus alas se agitaron pesadamente, parecían en realidad hojas secas y rotas, frágiles.

El ahora muchacho de cabellos negros sonreía más sutil y menos amplio, pero no por ello menos sincero, al troll. Se alegraba de haber acertado y consideraba que la botella había sido una buena inversión en realidad. Su mirada fue a la petrificada y la historia de un viejo amor casi parecía coger más peso, o quizá una vieja maestra. Como fuese, ahora él cumplía su tarea con diligencia.

¿El dios astado? -preguntó tras mentar a Cernunnos- Suena maravilloso, la verdad. Tengo ganas de ver qué hay más allá. De la Orden de la Hoja Caída sólo tengo su nombre, y esto -le mostró el anillo, considerando que era lo mínimo que le debía-. Ahora al menos tengo una pista, y una amiga que parece que está metida en el ajo. Es bastante ¿no crees?

La sonrisa se amplió un poco al usar su propia coletilla, en realidad era una muestra de respeto.

Tres vueltas y coche. Nos veremos con mi amiga -justo después de dar un paso se detuvo y se giró de nuevo hacia él-. Si viene mi amiga, la rubia, ten cuidado, es realmente persuasiva. Y si viene acompañada de un viejo mago, ten doble cuidado, el señor detesta los secretos y le gustan las amenazas.

Le advirtió. Y entonces sí se dirigió hacia otoño. Su corazón golpeaba el pecho con fuerza por la emoción. Eran dos descubrimientos juntos. Y con suerte podría saber qué pintaba Mara en todo aquello.

Das dos vueltas a la estatua del troll y, tras cada una de ellas casi te decepciona encontrarte todo exactamente igual que unos segundos atrás. Pero, después de la tercera, no pasa nada... Miras al mendigo, que ha vuelto a su forma original, casi pensando que te ha engañado de alguna forma, cuando un movimiento a tu lado llama tu atención. La inmensa estatua levanta lentamente uno de los gigantescos dedos de piedra que sujetan el viejo Vokswagen Beetle bajo su mano, revelando la puerta abierta de un vehículo real.

Decidido, entras por el hueco pensando si vas a tener que conducir, literalmente, hacia el Nuncamás cuando la estatua vuelve a bajar el dedo, dejándote sumido en la más profunda oscuridad. Inspiras con fuerza, algo nervioso, y unos segundos después ves una pequeña luz. Tardas un momento en darte cuenta de que no es tal, sino una luz lejana, y que el coche en el que te encontrabas se ha esfumado completamente.

Te arrastras por el túnel, pues eso parece el lugar en el que te encuentras una vez dejado atrás en asiento del Escarabajo, reptando hacia la luz. No puedes evitar pensar en todas las veces que has escuchado eso de "ir hacia la luz" o "la luz al final del túnel" como epíteto del más allá y, de alguna forma, no deja de simbolizar un renacimiento. Pero, dónde vas a aparecer o en qué te vas a convertir tras ese renacimiento no deja de ser ahora mismo una gran incógnita en tu vida.