La puerta de la tienda se abrió de repente y Mara se volvió para encontrar una chica en el umbral, llevando dos cafés y una bolsa con desayuno en la mano. Miró un momento a Darren y luego a Mara, a quien recorrió de arriba a abajo. Mara la había visto alguna vez por el barrio, pues trabajaba en una copistería y tienda de fotografía en la misma manzana que el Rey's Antiques.
— ¡Ehm!... ¡Hola! — dijo, sonriendo a pesar de estar visiblemente desconcertada. — Darren, te he traído el desayuno — dijo acercándose al anticuario. Él miró hacia otro lado, evitando fijarse en Mara, mientras la recién llegada pasaba a su lado y dejaba la bolsa sobre el mostrador. Luego se acercó al hombre y le cogió el brazo. Darren se soltó enseguida y dio un paso a un lado, alejándose de las dos mujeres sin decir nada. Ella le miró frunciendo ligeramente el ceño y luego, recuperando su sonrisa, se volvió hacia Mara, que se había quedado quieta en la misma posición en la que estaba.
— Soy Helen — dijo tendiéndole la mano. — Creo que nos hemos visto alguna vez por aquí, pero no consigo recordar tu nombre... — Miró nuevamente a Darren. — ¿Ibas a ir a algún sitio?
Darren miró finalmente a Mara. En sus ojos podía leerse fácilmente un «no es lo que tú piensas» pero la expresión de culpabilidad dejaba claro lo contrario. Mara había visto esto otras veces, estaba prácticamente segura de que ella no significaba nada para él, pero eso no había evitado que probablemente pasase con ella más de una noche.
— No — dijo contestando a ambas mujeres con una sola palabra. — No voy a ir a ningún sitio. Tengo responsabilidades aquí y... la tienda... — Mara pudo entender fácilmente el Otro — me mantiene ocupado.
-será que no es de tu incumbencia – le espeto sin miramientos a la mujer, ignorando por completo su presencia y fijando su mirada en quien le importaba en aquel lugar
No era estúpida, y pese a la mirada de Darren no tenía nada que decir al respecto de lo que hiciera con su entrepierna, no tenía porque rendir cuentas a ella por más que le doliese verlo en compañía de otras mujeres. Apretó los puños y cerró con la misma fuerza los ojos, en un intento de contener sus desbordadas emociones, unos instantes después dejaba salir el aire lentamente.
-entonces es una despedida – abrió sus expresivos ojos cuyo brillo mostraba pura determinación, se acercó de nuevo a Darren sin prestar atención a Helen y sintiendo como miles de alfileres diminutos se le clavaban en el corazón a cada paso se planto ante él – sabes donde encontrarme – le dijo apretando y humedeciendo sus labios en busca de las siguientes palabras, elevo sus manos sobre las solapas de la chaqueta de él – mi voluntad es tuya, Darren...siempre lo ha sido y siempre lo será – se atrevió a decir lo más directamente que podía que lo amaba, usando sus propias palabras en lo que para ella había sido esa misma tarde. Su mirada vidriosa estaba clavada en sus ojos, en esos dos faros en los que le gustaría perderse por horas estando entre sus brazos- volveré por ti, hallare la manera de liberarte y regresare para llevarte conmigo, no importa lo que me lleve – y con esas palabras llevo una mano sobre la nuca de Darren atrayéndolo hacía ella y juntando sus labios a los suyos con suma delicadeza
No fue tan largo como hubiera deseado, ni tan profundo o íntimo como había soñado tantas veces pero se llevaría su sabor con ella, aunque fuera uno amargo. Eso le daría la oportunidad de borrarlo algún día en el futuro.
Al separarse sostuvo su mirada a esa escasa distancia todo lo que puedo y sin mediar palabra alguna se dirigió a la salida cruzando el umbral con el corazón desbocado, pidiéndole con cada latido que regresara junto a él. No darse le vuelta fue una tortura, que no se igualaba a ningún dolor que hubiera sentido antes en su vida. Ni siquiera se paró a buscar a Adrián con la mirada, estaba segura que cuando se diera cuenta lo tendría a su lado, pero necesitaba seguir caminando. Necesitaba ocultar las lagrimas de sus ojos a Darren, necesitaba poner distancia entre ellos antes que se arrepintiera de la decisión que había tomado. Y necesitaba hacerlo porque era la única manera de liberar a Darren del otro. Abandonaría Seattle en cuanto solucionara todo el jaleo que su desaparición pudiera haber causado, y mientras lo hacía se cobraría unos cuantos favores para poner en marcha su plan de futuro. Uno en el que tendría a Darren con ella, quisiera su patrón o no. Y eso era un promesa.
Observé los movimientos de la mujer, hasta que fue directo a la entrada del local. Entonces, y temiéndome que fuese un posible agente enemigo. Aguardé en la puerta, oído atento, pero... nada.
Sólo una Mara salvaje saliendo airada. Con pasos rápidos me puse a su altura y, a la tercera pregunta sin respuesta, decidí que era mejor callar. Quería irme de la ciudad, pero siempre había tiempo para unos...
¿Margaritas?
Fue la única pregunta, esperando que fuese más que suficiente para decidir la despedida de Seattle.
Helen se queda pasmada ante la reacción de Mara, pero Darren únicamente la mira a los ojos mientras ella se da la vuelta y sale de la tienda. Adrian está en la puerta y sonrió a su amiga con un gesto de comprensión. Cuando ambos se alejaron unos metros, en dirección al autobus que les llevaría a su casa, escucharon abrirse la puerta una vez más. Mara aguantó la respiración, pensando (deseando) que tal vez Darren había cambiado de opinión y salía tras ella, pero aguantó las ganas de darse la vuelta para mirar atrás. Adrian no tuvo problema en girarse y comprobar que era la chica de la copistería la que salía de la tienda. Les miró un momento con los ojos llenos de lágrimas y gesto despechado, pero no dijo nada antes de volverse y correr calle abajo.
Tras un silencioso viaje en autobus, llegais a vuestra casa. Las llaves siguen funcionando (al menos el casero no ha cambiado la cerradura) y, cuando entráis, todo sigue igual que estaba el día anterior... o hace unos meses, ¡a saber! Os dirigís a la cocina para tomar unos margaritas y encontráis en la mesa una nota de Jade:
¡Hola!
Todo está en orden. Por suerte tenía orden en el banco de hacer todos los pagos, así que no hay ningún problema con la casa. He hablado con mi editora, pero está acostumbrada a las excentricidades de los escritores (se lo perdono porque no me ha puesto ninguna queja, pero ¡será #@$$%!), así que no he tenido ningún problema por aquí.
Tengo mil cosas que hacer y he conseguido volver a quedar para una entrevista que nos perdimos cuando estuvimos "por ahí", así que me tengo que ir un rato... He estado pensando en lo que hablamos y, la verdad, creo que debo quedarme en casa. Hay demasiadas cosas interesantes moviéndose por la ciudad como para, sencillamente, coger un autobus y largarme de aquí. Os echaré un montón de menos, pero no creo que pueda pasarame esta noche a despedirme, porque fijo que me convencéis y no me apetece que nadie me meta algo de sentido común en la cabeza. No ahora.
Cuidaos mucho. Os quiero.
xxx
Sonreís, aunque no sin pena. Jade siempre es capaz de sacar una sonrisa a cualquiera, pero no poder verla antes de iros os genera la sensación de tener un nudo en la boca del estómago. Durante un momento os preguntáis qué va a hacer ella en una guerra en la ciudad entre dos antiguos dioses, pero la respuesta casi parece evidente: hacer preguntas y tomar notas para su próxima novela.
Os servís una copa, pero esta vez el margarita tiene algo de sabor agridulce.
...
El autobus cruza el último de los puentes de la ciudad y no podéis evitar mirar por la ventanilla para observar Seattle. La familiar silueta del Space Neddle destaca en la distancia, pero no estáis pensando precisamente en el edificio, sino en todo lo que dejáis atrás. Trabajo, amigos... Pero mucho más que eso, en realidad.
Para Mara, atrás queda un trozo de su corazón. «Volveré a por ti», había dicho, aunque no sabe si él estará de allí cuando vuelva. De hecho, ni siquiera sabe si Darren sigue allí o ha sucumbido definitivamente a la influencia del Otro. No es lo único de lo que se está alejando: su pasado, la posibilidad de un reencuentro con su hermano perdido y de descubrir el origen de su poder. Todo eso se queda en Seattle, que cada vez está más lejos.
Adrian tenía menos ataduras con la ciudad, pues llevaba relativamente poco tiempo viviendo allí. Pese a todo, siente un nudo en la garganta mientras se alejan de ella. Fue a Seattle con una idea, averiguar qué era la Orden de la Hoja Caída. Lo ha hecho, pero, a pesar de todo, se aleja de ella. No puede evitar la sensación de estar dejando a un lado su linaje y su propia magia parece acompañar a esa idea, pues cada vez más debe recurrir al glamour en vez de a su ritual matutino para esconder su aspecto real.
Suspiran casi al unísono y se miran. Una sonrisa les permite dejar a un lado los oscuros pensamientos que tenían y las dudas que aún perduran sobre su decisión. Giran la cabeza hacia el parabrisas del autobus, desde el que se puede observar la carretera. El camino abierto, que les llevará a otros lugares. A la seguridad de la casa de la familia adoptiva de Mara, lejos de los conflictos entre dos dioses que pueden arrasar la ciudad.
Al abrir el buzón aquel día encontró un paquete algo más grande de lo habitual. La dirección estaba puesta en una etiqueta mecanografiada, pero no había remitente. El peso y la forma rectangular parecía sugerir que se trataba de un libro. Con curiosidad, lo llevó a la mesa de la cocina para abrirlo. Arrancó el envoltorio de golpe, dejando trozos del papel naranja a un lado, y observó la foto de un puente sobre un río en la portada. La sonrisa acudió a su rostro mientras leía:
Los Puentes
Jade E. Keen
Dio la vuelta al tomo para poder leer la sinopsis en la contraportada.
No eran los primeros en desaparecer al cruzar ese puente, pero sí los únicos que recordaban dónde habían estado.
Las extrañas desapariciones habían llamado la atención de Amber. La revista le pagaría bien un artículo sobre ese tema, pero nunca imaginó que su investigación la llevaría a visitar otro mundo, y a aunar fuerzas con Grendel, el hechicero, para evitar un desastre sobrenatural que podría desestabilizar todo el entramado del universo.
«Una novela refrescante», New York Times
«Lo mejor de la fantasía urbana», Jim Butcher
Con una sonrisa, abrió la primera página para encontrarse con una sencilla frase escrita a boli.
Tenías que haber estado allí, pero espero que lo disfrutes.